A la luz de Krishnamurti

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LA REVOLUCION

Publicado el 29 de mayo de 2014

Innumerable cantidad de personas a lo largo de la Historia y enarbolando muy disitintas proclamas, murieron en aras de «la revolución». En los tiempos modernos los revolucionarios de izquierda mataron para llegar al poder y siguieron matando para mantenerse en el poder. Los de derecha hicieron lo mismo  para luchar contra la anarquía y la corrupción e incluso llevaron al exterminio a millones. Los de centro para restablecer la democracia. ¿Cambió el hombre en este holocausto sin fin?

Krishnamurti no otorga concesiones al respecto, como diría un querido cantautor argentino absurdamente asesinado: La única Revolución es «revolucionarse» . Ningún sistema nos cambiará…

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La Revolución Fundamental

Publicado el 29 de mayo de 2014

PREGUNTA: ¿Por qué no alimenta usted a los pobres en vez de disertar?

Krishnamurti: Es esencial ser críticamente perceptivo, pero no emitir juicios; porque, en cuanto emitís juicios, ya habéis, llegado a una conclusión. No sois críticamente perceptivos. En el momento en que llegáis a una conclusión, vuestra capacidad crítica está muerta. Ahora bien, el interlocutor quiere decir que él alimenta a los pobres y yo no. Desearía saber si el interlocutor alimenta a los pobres…Haceos, pues esta pregunta: “¿Alimentáis vosotros a los pobres?» Estoy tratando de investigar la mentalidad del interlocutor. O él critica para descubrir, y por lo tanto está en perfecta libertad para criticar, para indagar; o él critica con una conclusión, y entonces ya no es un crítico y no hace más que imponer su conclusión; o bien, si el interlocutor alimenta a los pobres, su pregunta está justificada. ¿Pero es que alimentáis a los pobres? ¿Tenéis noción alguna acerca de los pobres? Como término medio la gente muere en la India a los 27; en América y Nueva Zelandia a los 64 0 67. Si vosotros os dieseis cuenta de la pobreza, este estado de cosas no continuaría en la India.

Luego, el interlocutor desea saber por qué yo hablo. Os lo diré. Para alimentar a los pobres, no hace falta una revolución completa, no una revolución superficial de izquierda o de derecha, sino una revolución radical; y sólo podréis tener revolución radical cuando las ideas hayan cesado. Una revolución basada en una idea no es una revolución; porque una idea es mera reacción ante determinado condicionamiento y la acción basada en el condicionamiento no produce un cambio fundamental. Así, yo hablo para producir, no un mero cambio superficial, sino un cambio fundamental. Esto no es cuestión de inventar nuevas ideas. Sólo cuando vosotros y yo estemos libres de ideas, sean ellas de izquierda  o de derecha, podremos producir una revolución radical, en lo íntimo y por tanto exteriormente. Entonces ya no se trata de ricos o de pobres. Entonces hay dignidad humana, derecho al trabajo, oportunidad y felicidad  para cada uno. Entonces ya no hay hombre que, teniendo demasiado, deba alimentar a los que tienen muy poco. No hay diferencias de clases. Esto no es una simple idea; no es una utopía. Es un hecho cuando esta revolución radical ocurre interiormente, cuando en cada uno de nosotros hay cambio fundamental. Entonces no habrá clases, ni nacionalidades, ni guerras, si separatismo destructivo; y eso puede advenir tan sólo cuando en vuestro corazón hay amor. La verdadera revolución sólo puede llegar cuando  hay amor, no de otro modo. El amor es la única llama sin humo; pero, infortunadamente, hemos llenado nuestro corazón con las cosas de la mente y por eso nuestro corazón está vacío y nuestra mente llena. Cuando llenáis el corazón de pensamientos, el amor resulta mera idea. El amor no es idea. Y si pensáis en el amor, ello no es amor: es simplemente una proyección del pensamiento. Para depurar la mente, tiene que haber plenitud de corazón; pero, antes de que pueda estar pleno, el corazón debe vaciarse de la mente, y eso es una tremenda revolución. Todas las otras revoluciones son mera continuación de un estado modificado.

Señores, cuando amáis a alguien, no como amamos a las personas que sólo es pensar en ellas, cuando amáis al prójimo completamente, íntegramente, entonces no hay ricos ni pobres. Entonces no sois conscientes de vosotros mismos. Entonces existe esa llama en la que no hay humo de celos, de envidia, de codicia, de sensación. Sólo esa revolución puede alimentar al mundo; y ella os incumbe a vosotros, no a mí. Pero la mayoría de nosotros se ha acostumbrado a escuchar conferencias porque vivimos en las palabras. Las palabras han llegado a ser importantes porque somos lectores de periódicos; habitualmente escuchamos discursos políticos que están llenos de palabras sin mucho sentido. Se nos llena, pues, de palabras; sobrevivimos a fuerza de palabras. Y la mayoría de vosotros sólo escucha estas pláticas en el nivel verbal, y por eso no hay en vosotros verdadera revolución. Pero a vosotros os incumbe producir esa revolución, no la revolución con sangre, la cual es una continuidad modificada que impropiamente llamamos “revolución”, sino aquella revolución que adviene cuando la mente ya no llena el corazón, cuando el pensamiento ya no ocupa el lugar del afecto, de la compasión. Pero no podéis tener amor cuando la mente predomina. La mayoría de vosotros no es culta, sino simplemente leída; y vivís con lo que habéis  aprendido. Tal saber no produce revolución, no trae transformación. Lo que causa transformación es el comprender los conflictos de todos los días, las diarias relaciones. Cuando el corazón está vacío de las cosas de  la mente, sólo entonces esa llama de la realidad llega. Pero hay que ser capaz de recibirla; y, para recibirla, uno no puede tener una conclusión basada en el conocimiento y la decisión. Una  mente  así, pacífica, no atada por ideas, resulta capaz de recibir aquello que es infinito, y por lo tanto engendra revolución, no simplemente para alimentar a los pobres o para darles empleo o para dar el poder a lo que no lo tienen. Será un mundo diferente, de valores diferentes que no se basarán en la satisfacción monetaria.

Las palabras, pues, no alimentan a los hambrientos. Para mí las palabras no son importantes; sólo empleo palabras como medio de comunicación. Podemos usar cualquier palabra mientras nos comprendamos unos a otros; y yo no os estoy dando ideas, no os estoy alimentando con palabras. Hablo para que veáis claramente por vosotros mismos aquello que sois; y con esa percepción podréis actuar claramente y con propósitos definidos. Sólo entonces habrá una posibilidad de acción cooperativa. Hablar tan sólo para divertirnos carece de valor; pero hablar para comprendernos a nosotros mismos y así producir la transformación, es esencial.

La Revolución Fundamental, Editorial Kier, 1985, Buenos Aires, págs; 28/31.-

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Obras Completas

Publicado el 29 de mayo de 2014

¿Es la revolución un asunto de técnica? Una revolución política, una revolución sociológica, quizá necesite cierta técnica, porque usted puede perseguir cierta ideología para producir cierto resultado; y para producir ese resultado, debe conocer esa ideología y la manera de desarrollarla, ya sea que se trate de la ideología comunista, fascista o la capitalista. Pero ¿es ésa la revolución fundamental? Una técnica, ¿producirá la verdadera revolución? Tiene que haber sociológicamente una revolución fundamental, radical. Toda la cosa debe transformarse. Pero ¿la transformará una técnica, siendo una técnica un método, un sistema? ¿O es necesario que existan individuos, usted y yo, que comprendan el problema y que, en sí mismos, se hallen en estado de revolución? Por consiguiente, su acción sobre la sociedad es revolucionaria. Ellos, no están tan sólo aprendiendo una técnica de revolución, ellos mismos están en revolución. ¿Me expreso con claridad?

Así, cuando usted pregunta cuál es mi método o técnica de revolución, yo digo que primero veamos qué entiende usted por esa palabra, “técnica”. ¿No es más importante, más esencial, que usted sea revolucionario y no trate meramente de encontrar una técnica de revolución? Entonces, ¿por qué no es usted revolucionario? ¿Por qué no hay en usted un proceso nuevo de vida? ¿Por qué no hay una manera nueva de mirar la vida, una llama, un descontento tremendo? ¿Por qué? Una persona que está completamente descontenta, no tan sólo descontenta  con ciertas cosas, sino inherentemente descontenta, no necesita ninguna técnica para ser revolucionaria. Ella misma es una revolución y significa un peligro para la sociedad; a ese hombre lo llaman ustedes revolucionario. Ahora bien ¿por qué no es usted una persona así? Para mí, lo importante no es la técnica, sino hacer que ustedes sean revolucionarios, ayudarlos a que cobren conciencia de la importancia que tiene una transformación  completa. Cuando se transformen, serán capaces de actuar; entonces, existe el constante fluir de lo nuevo, lo cual es, al fin y al cabo, revolución.

En consecuencia, la importancia de la revolución interna, de la transformación psicológica, es mucho mayor que la revolución exterior. Esta es tan sólo cambio, el que implica una continuidad modificada; pero la revolución interna no tiene lugar de descanso, no se detiene, está constantemente renovándose a sí misma. Y eso es lo que necesitamos en la actualidad: personas completamente descontentas y, por lo tanto, dispuestas a percibir la verdad de las cosas. Un hombre completamente satisfecho con el dinero, con la posición, con una idea, jamás puede ver la verdad. El que descubre la verdad es el hombre descontento, que investiga, inquiere, cuestiona, observa; y una persona así es una revolución en sí misma y, por ende, en sus relaciones. En consecuencia, comienza a transformar lo que constituye su mundo, que es su relación con la gente. Así, afecta el mundo que abarca su propia relación. Limitarse pues, a buscar una técnica o preguntar cuál es la técnica para la nueva revolución, me parece que no viene al caso, o más bien, que usted no advierte la importancia de ser en sí mismo un revolucionario; y para serlo, debe cobrar conciencia del medio en que vive.

Señores, cualquier nueva cultura, cualquier nueva sociedad, deben comenzar con uno mismo. ¿Cómo empezaron el cristianismo, el budismo o cualquier otro acontecimiento vital en el mundo? Con unos pocos individuos realmente inflamados con la idea, con ese sentimiento. Tenían sus corazones abiertos a una vida nueva. Fueron un núcleo, no “creían” en algo, sino que dentro de sí mismos vivían la experiencia de la realidad (la realidad de lo que veían). Y lo que ustedes y yo debemos hacer, si puedo sugerirlo, es ver las cosas directamente por nosotros mismos, no por medio de una técnica. Señor, usted puede leer un bello poema; puede leer acerca de lo que es el amor, pero si no ha experimentado lo que es el amor, ninguna cantidad de lectura ni el aprendizaje de una técnica le comunicarán el perfume del amor. Y, debido a que nos falte ese amor, vamos en busca de la técnica. Estamos ahítos, por eso buscamos superficialmente una técnica. Un hombre hambriento no busca una técnica, Simplemente, va tras la comida, no se detiene fuera del restaurante oliéndola. Así cuando usted pide una técnica, eso denota que no está realmente hambriento. El “cómo” no es importante; lo que importa es por qué pregunta usted “cómo”.

Puede, pues haber una revolución, una continua renovación interna, sólo cuando nos comprendamos a nosotros mismos. Nos comprendemos en la relación, no en el aislamiento. Como nada puede vivir en aislamiento, ese conocimiento propio, en cualquier nivel que sea, sólo puede aprenderse en la relación. Y la relación es ardua, está constantemente en movimiento; queremos escapar de ella y encontrar una realidad fuera de la relación. No hay realidad fuera de la relación. Cuando comprendo la relación, esa comprensión misma es, entonces, la realidad. Por lo tanto, uno tiene que estar extraordinariamente alerta, despierto, observando todo el tiempo, abierto a cada reto, a cada sugerencia e insinuación. Por eso exige del corazón y de la mente cierto estado de alerta y la mayoría de nosotros está adormecida, se siente frustrada; casi todos tenemos un pie en la tumba, aun siendo jóvenes. Porque pensamos desde el punto de vista del logro, de la ganancia; por lo tanto, jamás estamos vivos de verdad; siempre nos interesamos en el objetivo, somos buscadores de objetivos, no personas llenas de vida. Por lo tanto, jamás somos revolucionarios. Si uno se interesa directamente en la vida y no en la idea acerca del vivir, no puede ser sino una revolución en sí mismo; será una revolución porque se enfrenta a la vida directamente, no a través de la pantalla de las palabra, los prejuicios, las intenciones y los objetivos.

Y el hombre que se enfrenta a la vida directamente es un hombre que se halla en estado de descontento y para dar con la realidad es indispensable hallarse en estado de descontento. La realidad es la que libera; libera a la mente de sus ilusiones y creaciones. Uno no puede buscar la realidad, ésta debe venir a uno, pero sólo puede hacerlo cuando la mente está por completo descontenta y preparada para recibirla. Pero casi todos tememos estar descontentos, porque ¡Dios sabe a dónde podría llevarnos el descontento! De modo que, en torno del descontento ponemos un cerco de seguridad, de certidumbre, mediante una acción cuidadosamente planeada. Y un estado semejante de la mente no puede comprender la verdad. La verdad no es estática, porque la verdad es intemporal y la mente no puede seguir a la verdad, porque la mente es el producto del tiempo; y aquello que es del tiempo no puede experimentar lo intemporal. La verdad llega a quien se halla en ese estado de descontento pero que no busca un objetivo, porque la persona que busca un objetivo está buscando gratificación y la gratificación, la satisfacción, no es la verdad.

Obras Completas, Tomo V, Primera Edición, Editorial Kier, Buenos Aires, 1998, Primera Plática en Rajghat, 16 de Enero de 1949, págs 242/245.-

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Las Enseñanzas de Krishnamurti

Publicado el 29 de mayo de 2014

Interlocutor: Yo soy un reformador, un trabajador social. Al ver la extraordinaria injusticia que existe en el mundo, toda mi vida se dedicó a la reforma. Antes era comunista, pero ya no me atrae serlo porque el comunismo culminó en una tiranía. Sin embargo, ahora me dedico a reformar a la sociedad, para que el hombre pueda vivir con dignidad, belleza y libertad y darse cuenta del potencial que la naturaleza le dio y que parece haber robado de su prójimo. En Estados Unidos hay una cierta clase de libertad y sin embargo la estandarización y la propaganda son muy intensas: todos los medios de comunicación ejercen una tremenda presión sobre la mente. Parece que el poder de la televisión, esta cosa mecánica que inventó el hombre, desarrolló su propia personalidad, su propia voluntad, su propio impulso, y aunque probablemente nadie, quizá ni siguiera un grupo, la utiliza deliberadamente para influir en la sociedad, su acción da forma a las mismas almas de nuestros hijos. Y esto ocurre, en diversos grados, en toda democracia. En China parece no haber esperanza para la dignidad o la libertad del hombre, en tanto que la India es débil, corrupta e ineficaz. Me parece que toda la injusticia social del mundo debe cambiarse totalmente. Deseo con pasión hacer algo al respecto y, sin embargo, no sé atacar el problema.

Krishnamurti: La reforma necesita de más reformas y esto es un proceso interminable. Veamos la cuestión de forma distinta. Desentendamos toda la cuestión de la reforma; saquémosla de la sangre. Olvidemos completamente esta idea de querer reformar el mundo. Entonces se verá realmente lo que ocurre, directamente desde el mundo. Los partidos políticos siempre tienen un programa limitado que, aun si se satisface, invariablemente produce engaños, que luego deben corregirse. Siempre hablamos de la acción política como una acción muy importante, pero ella no es la forma de hacer las cosas. Saquemos esto de nuestras mentes. Toda reforma social y económica cae dentro de esta categoría. Entonces viene la fórmula religiosa de la acción basada en la creencia, el idealismo, el dogmatismo, el conformarse con alguna receta divina. En esto están involucradas la autoridad y la aceptación, la obediencia y la total negación de la libertad. Aunque las religiones hablan de la paz sobre la Tierra, contribuyen al desorden porque son un factor de división. También las iglesias toman alguna posición política en tiempos de crisis, por lo que en realidad son cuerpos políticos y hemos visto que toda acción política es divisoria. Las iglesias nunca negaron realmente la guerra. Al contrario, libraron guerras. Entonces, cuando se dejan de lado las recetas religiosas, de la misma forma en que se ponen de lado las fórmulas políticas, ¿Qué queda y qué debe hacerse? Naturalmente, debe mantenerse el orden cívico: es necesario tener agua en las llaves. Si se destruye el orden cívico, tiene que comenzarse nuevamente desde el principio. ¿Qué debe hacerse, entonces?

I: Eso es lo que realmente le pregunto a usted.

K: Preocuparse por el cambio radical, por la revolución total. La única revolución es aquella que existe entre el hombre y su prójimo, entre los seres humanos. Esa es nuestra única preocupación; en esta revolución no hay programas, no hay ideologías, no hay utopías conceptuales. Debemos partir del hecho de la relación real entre los hombres y cambiarla radicalmente. Eso es lo verdadero. Y esta revolución debe ser inmediata y no debe tomar tiempo. No se logra mediante la evolución, que es tiempo.

I: ¿A qué se refiere? Todos los cambios históricos ocurrieron en el tiempo; ninguno de ellos fue inmediato Usted propone algo más bien inconcebible.

K: Si usted se toma tiempo para cambiar, ¿Supone que la vida queda en suspenso durante el tiempo que se necesita para cambiar? No. Todo lo que usted trata de cambiar se modifica y se perpetúa por el entorno, por la vida misma. Entonces esto es interminable. Es tratar de limpiar el agua de un tanque que constantemente se vuelve a llenar con agua sucia. De forma que no tiene nada que ver con el tiempo, pero ahora, ¿qué debe producir este cambio? No puede ser la voluntad, la determinación, la elección o el deseo, porque todos ellos son partes de la entidad que debe cambiarse. Entonces debemos preguntarnos qué es realmente posible, con la acción de la voluntad y la asertividad, que es siempre la acción del conflicto.

I: ¿Existe algún acto que no sea acción de la voluntad y asertividad?

K: En lugar de hacer esta pregunta, vayamos a algo más profundo. Veamos que son únicamente la acción de la voluntad y la asertividad las que necesitan cambiarse, porque el único engaño en la relación es el conflicto, entre los individuos o dentro de cada individuo, y el conflicto es voluntad y asertividad. Vivir sin esta acción no significa que vivamos como vegetales. El conflicto no es nuestra principal preocupación. Todas las enfermedades sociales que mencionó son la proyección de este conflicto en el corazón de cada ser humano. El único cambio posible es una transformación radical de usted mismo, en todas sus relaciones, no en algún futuro vago, sino ahora mismo.

I: ¿Pero cómo puedo erradicar completamente este conflicto en mí mismo, esta contradicción, esta resistencia, este condicionamiento? Entiendo lo que usted quiere decir intelectualmente, pero no puedo cambiar cuando lo siento apasionadamente y no lo siento así. Para mí es sólo una idea: no lo veo con mi corazón. Si trato de actuar sobre esta comprensión intelectual, quedo en conflicto con otra parte de mí mismo, más profunda.

K: Si usted realmente ve, verdadera y apasionadamente esta contradicción, entonces esa misma percepción es la revolución. Si usted ven en usted mismo esta división entre la mente y el corazón, realmente la ve, no la concibe teóricamente, sino que la ve, entonces el problema termina. Un hombre que es apasionado con el mundo, y con la necesidad de cambio, debe ser libre de la actividad política, la conformidad religiosa y la tradición, lo que significa, a su vez, ser libre del peso del tiempo, libre de la carga del pasado, libre de la acción de la voluntad: éste es el nuevo ser humano. Sólo esto es la revolución  social, psicológica e incluso política.

El Nuevo Ser Humano, Las Enseñanzas de Krishnamurti, Editorial Grijalbo, México, 1996, págs.: 258/260.-

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