A la luz de Krishnamurti

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LA RELIGION

Publicado el 3 de julio de 2016

Cuando pensábamos, ya en el siglo XXI, que los asesinatos rituales, las guerras de religiones, la inquisición, las cruzadas, etc; eran cuestiones irreversibles del pasado de la Humanidad, una serie de acontecimientos trágicos y repetidoLAYOGA-SEPTEMBER 2005s, nos demuestran una vez más que el concepto de evolución, en lo que se refiere a nuestra conciencia, es, por lo  menos, cuestionable. 

Estos hechos ponen nuevamente sobre el tapete el rol de las religiones en la conducta humana. Tanto los denominados ateos como los laicos, con distinto énfasis, vinieron sosteniendo desde aproximadamente el siglo XIX la necesidad de minimizar la presencia e injerencia de las religiones en los Estados. Esta corriente fue tomando paulatinamente mayor fuerza y, hoy por hoy, especialmente en Occidente, se encuentra incorporada a nuestras Instituciones. Pero ello, indirectamente, fue generando e instalando cierta idea disvaliosa de la religiosidad.

Krishnamurti, crítico implacable de todas las instituciones religiosas, nos invita una vez más a ver la cuestión desde un lugar muy distinto.

Categoría Su Legado

Urge un cambio psicológico

Publicado el 3 de julio de 2016

Interlocutor: Me gustaría saber lo que es una vida religiosa. He estado en monasterios por varios meses, he meditado, he vivido una vida disciplinada, y he leído muchísimo. He visitado varios templos, iglesias y mezquitas. He tratado de vivir una vida muy sencilla, inofensiva, tratando de no herir a la gente ni los animales. ¿No conduce todo esto seguramente a una vida religiosa? He practicado yoga, estudiado el Zen y he seguido varias disciplinas religiosas. Soy y he sido siempre vegetariano. Como verá, me estoy poniendo viejoy he vivido con algunos de los santos en diferentes partes del mundo, pero de alguna manera siento que esto es solamente la periferia de lo real. Me pregunto, pues, si podríamos discutir hoy lo que usted entiende por una vida religiosa.

Krishnamurti: Un sanyasi vino a verme un día. Estaba triste. Dijo que había hecho voto de celibato y que había abandonado el mundo para convertirse en un mendigo, vagando de villa en villa, pero sus deseos sexuales eran tan irresistibles que una mañana decidió hacerse extirpar quirúrgicamente los órganos genitales. Estuvo en constante dolor por varios meses, pero de alguna manera sanó, y después de muchos años se dio cuenta completamente de lo que había hecho. Por eso vino a verme y en esa pequeña habitación me preguntó que podía hacer ahora, habiéndose mutilado, para volver a la normalidad –desde luego, no física, pero sí internamente–. Había hecho esto porque la actividad sexual se consideraba contraria a la vida religiosa. Se consideraba mundana, perteneciente al mundo del placer, lo cual un verdadero sanyasi debe evitar sin importar el precio. Y dijo: “Aquí estoy, sintiéndome totalmente perdido, privado de mi hombría. Luché tan tenazmente contra mis deseos sexuales, tratando de controlarlos, que finalmente ocurrió esta cosa tan terrible. Ahora, ¿qué debo hacer? Sé que actué erróneamente. Mi energía casi se ha agotado, y parece que mi vida terminará en tinieblas”. Estrechó mi mano, y permanecimos sentados silenciosamente por algún tiempo.

¿Es ésta una vida religiosa? ¿Es la negación del placer o de la belleza el camino que conduce a una vida religiosa? ¿Conduce a una vida religiosa el negar la belleza del cielo, de las colinas y de la forma humana? Pero eso es lo que la mayor parte de los santos y monjes creen. Se torturan en esas creencias. ¿Puede una mente torturada, torcida, falseada, encontrar alguna vez lo que es una vida religiosa? Sin embargo, todas religiones sostienen que el único camino a la realidad o a Dios, o como quiera que lo llamen, es mediante esa tortura o distorsión. Todas hacen la distinción entre lo que llaman vida religiosa o espiritual y lo que señalan como vida mundana.

Un hombre que vive sólo para el placer, con destellos ocasionales de tristeza y piedad, cuya vida está entregada a la diversión y al pasatiempo, es, desde luego, un hombre mundano, aun cuando sea muy astuto, muy erudito, y llene su vida con los pensamientos de otros o de él mismo. Y también es mundano, con toda seguridad, un hombre que utiliza sus habilidades en beneficio de la sociedad o para su propio placer, y que en el ejercicio de esas habilidades, adquiere fama. Pero es también mundano ir a la iglesia, o al templo, o a la mezquita, a orar, mientras se está saturado de prejuicios, fanatismo, y completamente insensible a la brutalidad implícita en todo ello. Es mundano ser patriota, nacionalista, idealista. El hombre que se encierra en un monasterio –levantándose a horas regulares, con un libro en la mano, leyendo y orando—es, sin duda alguna, también mundano. Y el hombre que sale a hacer buenas obras, bien sea un reformador social  o un misionero, en su interés por el mundo, es exactamente igual que el político. La división entre la vida religiosa y el mundo es la esencia misma de la mundanalidad. Las mentes de todos ellos –los monjes, santos, reformadores—no son diferentes de las de aquellos que sólo tienen interés en las cosas que proporcionan placer.

De modo que es importante que no dividamos la vida entre mundanal y no mundanal. Es importante no hacer distinciones entre lo mundanal y lo que llamamos religioso. Sin el mundo material –de la materia–, no estaríamos aquí. Sin la belleza del cielo y del árbol solitario en la montaña, sin esa mujer que pasa y ese hombre va cabalgando a caballo, la vida no sería posible. Tenemos interés en la totalidad de la vida, y no en aquella parte de ella que consideramos religiosa en contraste con el resto. Comenzamos, pues, a ver que la vida religiosa se interesa por el todo, y no por la parte.

Interlocutor: Comprendo lo que dice. Tenemos que considerar la totalidad de la vida; no podemos separar el mundo de lo que llamamos espíritu. Entonces la pregunta es: ¿en qué forma podemos actuar religiosamente respecto de todas las cosas en la vida?

Krishnamurti: ¿Qué queremos decir con actuar religiosamente? ¿No quiere usted decir una manera de vivir en la cual no hay división: división entre lo mundanal y lo religioso, entre lo que debe ser y lo que no debe ser, entre usted y yo, entre lo que agrada y no agrada? Esta división es conflicto. Una vida de conflictos no es una vida religiosa. Una vida religiosa sólo es posible cuando comprendemos profundamente el conflicto. Esta comprensión es verdadera inteligencia. Es esa inteligencia la que actúa correctamente. Lo que la mayor parte de la gente llama inteligencia es destreza en alguna actividad técnica, o astucia en los negocios, o trapacería política.

[…] Por lo tanto la liberación de lo conocido es la verdadera vida religiosa. Eso no implica eliminar lo conocido, sino entrar en una dimensión totalmente diferente desde la cual lo conocido es observado. Esa acción de ver sin opción es la acción del amor. La vida religiosa es esa acción, y todo vivir es esa acción, y la mente religiosa es esa acción. Por lo tanto, la religión, la mente, la vida y el amor son uno.

Krishnamurti: Urge un cambio psicológico, Editorial. Orión, Barcelona, 1973, pág 57 a 62.-

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Krishnamurti y la educación

Publicado el 29 de mayo de 2016

Esta mañana temprano vi un hermoso pájaro, un pájaro negro de cola roja. No conozco el nombre de ese pájaro. Iba volando de árbol en árbol y había un canto en su corazón; era una cosa bella digna de contemplarse. Esta mañana quisiera hablarles de un tema más bien serio. Deben escuchar cuidadosamente y, si lo desean, tal vez más tarde puedan discutirlo con sus maestros. Quiero hablar sobre algo que concierne al mundo entero, algo acerca de lo cual todo el mundo está confundido. Es la cuestión del espíritu religioso y la mente científica. Existen estas dos actitudes en el mundo. Son los dos únicos estados de la mente que tienen valor: el verdadero espíritu religioso y la verdadera mente científica. Toda otra actividad es destructiva y conduce a mucha desdicha, confusión y sufrimiento.

La mente científica es muy factual. Su misión, su percepción, se basan en el descubrimiento. Esta mente ve las cosas a través de un microscopio, de un telescopio; todo está para ser visto realmente como es. Desde esa percepción la mente deduce conclusiones, edifica teorías. Una mente así se mueve de hecho en hecho. El espíritu de la ciencia nada tiene que ver con las condiciones individuales, con el nacionalismo, con la raza, con los prejuicios. Los científicos están para explorar la materia, para investigar la estructura de la tierra, de las estrellas y los planetas, para descubrir cómo curar las enfermedades del hombre, cómo prolongar su vida, para explicar el tiempo, tanto el pasado como el futuro. Pero la mente científica y sus descubrimientos son utilizados y explotados por la mente nacionalista, por la mente que es India, por la mente que es Rusia, que es Norteamérica. El descubrimiento científico es utilizado y explotado por los estados y continentes soberanos.

Luego está la mente religiosa, la verdadera mente religiosa que no pertenece a ningún culto, a ningún grupo, religión o iglesia organizada. La mente religiosa no es la mente hindú, la mente cristiana, la mente musulmana o la budista. La mente religiosa no pertenece a ningún grupo que se llame a sí mismo religioso. La mente religiosa no es la mente que va a las iglesias, a los templos o a las mezquitas. Ni es una mente religiosa la que se aferra a determinados tipos de creencias, de dogmas. La mente religiosa está completamente sola. Es una mente que ha visto a fondo la falsedad de las iglesias, de los dogmas, creencias y tradiciones. Como no es nacionalista ni está condicionada por el ambiente, una mente así no tiene horizontes ni límites. Es explosiva, nueva, joven, fresca e inocente. La mente joven, inocente, que tiene extraordinaria flexibilidad y sutileza, no está anclada. Es sólo una mente así la que puede experimentar aquello que ustedes llaman Dios, aquello que no es mensurable.

Un ser humano es un auténtico ser humano cuando el espíritu científico y el verdadero espíritu religioso marchan juntos. Entonces los seres humanos crearán un mundo bueno ‑no el mundo del comunista o del capitalista, el de los brahmines o el de los católicos romanos. En realidad, el verdadero brahmín es la persona que no pertenece a ningún credo religioso, que no posee clase, autoridad ni posición social. Él es el verdadero brahmín, el nuevo ser humano, el que combina ambas mentes, la religiosa y la científica, y que, por lo tanto, es armonioso sin contradicción alguna dentro de sí. Y yo pienso que el propósito de la educación es crear esta mente nueva y explosiva, esta mente que no se ajusta al molde que la sociedad ha establecido.

Una mente religiosa es una mente creativa. Ella no sólo ha de terminar con el pasado sino que también ha de hacer explosión en el presente. Y esta mente ‑no la que interpreta los libros, el Gita, los Upanishads, la Biblia- esta mente que es capaz de investigar, también tiene la capacidad de crear una realidad explosiva. Aquí no hay interpretación ni dogma.

Es extraordinariamente difícil ser religioso y tener una mente científica clara y precisa, una mente sin miedo, una mente que no está interesada en su propia seguridad, en sus propios temores. Ustedes no pueden tener una mente religiosa sin conocerse a sí mismos, sin conocerlo todo acerca de ustedes mismos el cuerpo, la mente, las emociones, el modo como la mente funciona, como opera el pensamiento Y para ir más allá de todo eso, para ponerlo al descubierto, deben llegar a ello con una mente científica que sea precisa, clara, sin prejuicios, que no condene; una mente que observe, que vea. Cuando uno posee una mente así, entonces es un ser humano verdaderamente culto, un ser humano que conoce la compasión. Un ser humano así, sabe lo que significa estar vivo.

¿Cómo ha de producirse esto? Para ello es imperativo ayudar al estudiante a ser científico, a pensar con mucha agudeza, claridad y precisión, así como es fundamental ayudarle a descubrir las profundidades de su mente, a ir más allá de las palabras, de sus diversas etiquetas, tales como la de hindú, musulmán o cristiano. ¿Es posible educar al estudiante para que pueda ir más allá de todas las etiquetas, para que descubra y experimente ese algo que la mente no puede medir, que ningún libro contiene, y a lo cual ningún gurú puede conducirlo? Si una educación así es posible en una escuela como ésta, ello sería extraordinario. Todos ustedes deben ver lo valioso que es crear una escuela semejante. Eso es lo que los maestros y yo hemos estado discutiendo por algunos días. Hemos hablado de muchísimas cosas ‑acerca de la autoridad, de la disciplina, de cómo enseñar, de qué enseñar; acerca de lo que es el escuchar, de lo que es la educación, la cultura, de cómo permanecer quieto. El mero prestar atención a la danza, al canto, a la aritmética, a las lecciones no lo es todo en la vida. También es parte de la vida el permanecer quieto y observarse uno mismo, el tener discernimiento, el ver. También es necesario que observen cómo piensan, qué piensan y por qué están pensando. Y también es parte de la vida mirar a los pájaros, observar a la gente de la aldea, su escualidez ‑que cada uno de nosotros ha causado, que la sociedad mantiene. Todo esto es parte de la educación.

 

Krishnamurti y la Educación, Editorial Edhasa, Barcelona, 1978, pág 25 a 28.

 

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La madeja del pensamiento

Publicado el 3 de mayo de 2016

También debemos considerar, como dos amigos sentados uno junto al otro a la orilla de un río, con las claras aguas que fluyen ‑no aguas turbias, no aguas contaminadas- viendo el movimiento de las ondas que se persiguen unas a otras hacia la parte baja del río, debemos considerar por qué la religión ha jugado un papel tan grande en la vida de los pueblos, desde los tiempos más antiguos hasta nuestros días. ¿Qué es una mente religiosa, cómo es? ¿Qué significa realmente la palabra ‘religión’? Porque históricamente han desaparecido civilizaciones, y nuevas creencias han ocupado su lugar, las que han traído consigo nuevas civilizaciones y nuevas culturas ‑no el mundo tecnológico de las computadoras, de los submarinos, de los materiales de guerra, de los hombres de negocios, de los economistas, sino que personas religiosas de todo el mundo han originado un tremendo cambio. Debemos, pues, investigar juntos qué entendemos por ‘religión’. ¿Qué significado tiene esa palabra? ¿Se trata de una superstición, ilógica y carente de sentido? ¿O es algo mucho más inmenso, algo de infinita belleza? Para averiguar eso, ¿no es necesario ‑estamos considerando esto juntos, como dos amigos- no es necesario estar libres de todas las cosas que el pensamiento ha inventado con respecto a la religión?

El hombre siempre ha anhelado algo más allá de la existencia física. Siempre ha buscado, se ha formulado interrogantes, se ha torturado a sí mismo para descubrir si existe algo que no sea del tiempo, que no sea del pensamiento, que no sea una fe o una creencia. Para descubrir eso uno debe ser absolutamente libre, porque si está fijo en una particular forma de creencia, esa misma creencia impedirá investigar lo eterno ‑investigar eso que llamamos la eternidad, que está más allá de todo tiempo, de toda medida. Debe uno, pues, estar libre ‑si uno es serio al investigar la naturaleza de la religión‑ debe estar libre de todas las cosas que el pensamiento ha inventado acerca de eso que se considera religioso. O sea, de todas las cosas que ha inventado, por ejemplo, el hinduismo con sus supersticiones, sus creencias, sus imágenes y su antigua literatura, como la de los Upanishads ‑uno debe estar completamente libre de todo eso. Si está apegado a ello, entonces es imposible ‑naturalmente- descubrir aquello que es original.

¿Comprenden el problema? Si mi mente, si mi cerebro está condicionado por las supersticiones, las creencias, los dogmas y la idolatría hindú con toda su antigua tradición, entonces está sujeto a eso y no puede moverse, no es libre. Del mismo modo debe uno estar completamente libre de todas las invenciones del pensamiento, de los rituales, los dogmas, los símbolos, los salvadores, etcétera, del cristianismo. Eso puede resultarles bastante más difícil, ya que está “más cerca de casa”. Pero todas las religiones, sea la musulmana, la cristiana, la hindú o la budista, son el movimiento del pensar que continúa a través del tiempo mediante la literatura, los símbolos, las cosas fabricadas por la mano o por la mente ‑y todo eso se considera religioso en el mundo moderno. Para quien les habla, eso no es religioso, sino una forma de ilusión, de consuelo, que puede ser satisfactoria, romántica o sentimental, pero que no es real. La religión debe afectar el modo en que vivimos, la significación de la existencia, porque sólo entonces hay orden en nuestra vida. El orden es algo que está completamente disociado del desorden. Nosotros vivimos en desorden ‑o sea, en conflicto, en contradicción, diciendo una cosa y haciendo otra, pensando de una manera y actuando de otra; eso es contradicción. Donde hay contradicción, que es división, tiene que haber desorden. Y una mente religiosa está por completo libre del desorden. Esa es la base fundamental de una vida religiosa ‑no todo el disparate que está ocurriendo con los gurús y sus idioteces.

Es una cosa de lo más notable la cantidad de gurús que han venido a ver a quien les habla, algunos de ellos porque piensan que uno los ataca. Ellos desean persuadirme de que no los ataque. Dicen: “Lo que usted sostiene y lo que vive es la verdad absoluta, pero eso no es para nosotros porque debemos ayudar a aquellas personas que no están tan avanzadas como usted”. Vean la estratagema que emplean ‑¿entienden? De ahí que uno se pregunte por qué tantas personas de Occidente van a la India, siguen a estos gurús, obtienen la ‘iniciación’ ‑cualquier cosa que eso pueda significar‑ se ponen encima diferentes túnicas y piensan que son muy religiosas. Pero despójenlas de sus túnicas, deténganlas y examínenlas, y son exactamente iguales a cualquiera de nosotros.

De modo que la idea de ir a alguna parte para encontrar la iluminación, la idea de cambiar el propio nombre por un nombre sánscrito, parece extrañamente absurda, romántica y carente de toda realidad ‑pero hay miles que hacen eso. Probablemente es una forma de entretenimiento sin mayor significado. Uno no está atacando a nadie. Por favor, comprendan eso: no estamos atacando cosa alguna, sencillamente estamos observando ‑observando la absurda condición de la mente humana, la facilidad con que quedamos atrapados. ¡Somos tan crédulos!

Una mente religiosa es una mente muy factual; trata con hechos, con lo que efectivamente está sucediendo en el mundo exterior y en el mundo interno. El mundo exterior es la expresión del mundo interior; no hay división entre lo de afuera y lo de adentro. Una vida religiosa es una vida en orden y diligencia, una vida que aborda lo que realmente existe dentro de uno mismo, sin ninguna ilusión, de modo tal que uno lleva una existencia ordenada, virtuosa. Cuando eso se ha establecido inconmovible en nosotros, podemos entonces comenzar a investigar qué es la meditación.

 

Krishnamurti: La madeja del pensamiento, Edhasa, Barcelona, 1991, pág 122 a 125

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