A la luz de Krishnamurti

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LA PALABRA DIOS

Publicado el 25 de septiembre de 2013

Introducir la cuestión de Dios en este espacio y en particular en relación a la enseñanza de K, es un desafío.

Han sido múltiples y diversas las interpretaciones y posturas  respecto a su religiosidad (o no).

Se encuentra culturalmente establecido a lo largo del tiempo que hablar de Dios y la religiosidad es algo muy parecido.

¿Pero es necesariamente así, o existe otro modo de abordar la cuestión?,  parece que si, veamos pues:

Categoría Su Legado

Obras Completas

Publicado el 25 de septiembre de 2013

     Pregunta: El hombre, antes de que pueda conocer a Dios, tiene que saber qué es Dios. ¿Cómo va usted a presentarle la idea de Dios, sin traer a Dios al nivel del hombre?

Krishnamurti: Es imposible, señor. Ahora bien, ¿cuál es el impulso que hay tras la búsqueda de Dios? ¿Es real esa búsqueda? Para la mayoría de nosotros es una manera de eludir lo que es. Por lo tanto, debemos tener muy en claro internamente, si este buscar a Dios es un escape o si es una búsqueda de la verdad en todo: La verdad en nuestras relaciones, en el valor de las cosas, en las ideas. Si buscamos a Dios tan solo porque estamos cansados de este mundo y de sus desdichas, entonces es un escape. Entonces nosotros creamos a Dios; por consiguiente, eso no es Dios. El Dios de los templos, de los libros, no es Dios, evidentemente; es un maravilloso escape. Pero si procuramos encontrar la verdad, no en una serie exclusiva de acciones, sino en todas nuestras acciones, ideas y relaciones, si buscamos el exacto valor de nuestras necesidades esenciales  –alimento, ropa y vivienda–, entonces, debido a que nuestras mentes son capaces de tener claridad y comprensión, cuando busquemos la realidad daremos con ella. Entonces no será un escape. Pero, si estamos confusos con las cosas del mundo  –alimento, ropa, vivienda, relaciones e ideas–  ¿Cómo  podremos dar con la realidad? Sólo podremos inventarla.

     De modo que una mente confusa, condicionada, limitada, no puede conocer a Dios, la verdad o la realidad. ¿Cómo podría una mente así pensar en la realidad o Dios? Primero tiene que liberarse de su condicionamiento, de sus propias limitaciones; sólo entonces podrá saber qué es Dios, no antes. La realidad es lo desconocido, y lo conocido no es lo real. En consecuencia, una mente que anhela conocer la realidad, debe liberarse de su propio condicionamiento, y ese condicionamiento le es impuesto tanto desde lo externo como desde lo interno. En tanto la mente engendre contienda y conflicto en la relación, no podrá conocer la realidad. De modo que, si uno ha de dar con la realidad, la mente debe estar serena, pero si se la compele, si se la disciplina para serenarla, esa serenidad es, en sí misma, una limitación, es tan sólo autohipnosis. La mente se libera y se serena únicamente cuando comprende los valores que la rodean.

     Para comprender, pues, lo más elevado, lo supremo, lo real, debemos empezar muy abajo, muy cerca; o sea, debemos descubrir el valor de las cosas, de las relaciones y de la ideas con las que nos ocupamos todos los días. Sin comprenderlas, ¿cómo puede la mente buscar la realidad? Puede inventar una “realidad”, puede copiar, imitar; habiendo leído muchos libros, puede repetir la experiencia de otros. Pero eso no es, por cierto, lo real. Para experimentar lo real, la mente debe dejar de crear, porque lo que ella crea sigue estando dentro de la esclavitud del tiempo. El problema no es si hay o no hay Dios, sino cómo puede el hombre descubrir a Dios; y, si en su búsqueda se desenreda de todas las cosas que lo sujetan, dará inevitablemente con esa realidad. Pero debe comenzar con lo que está cerca, y no con lo que está lejos. Obviamente, para ir lejos es preciso empezar cerca. Pero a casi todos nos gusta especular, lo cual constituye un escape muy conveniente. Pr eso, las religiones ofrecen un narcótico tan maravilloso para la mayoría de las personas. En consecuencia, la tarea de desenredar la mente de todos los valores que ha creado, es extremadamente difícil. Debido a que nuestras mentes están fatigadas, o porque somos perezosos, preferimos leer libros sobre religión y especular acerca de Dios; pero eso no es, ciertamente, el descubrimiento de la realidad. La realización de lo real consiste en experimentar, no en imitar.

Jiddu Krishnamurti, Obras Completas, Tomo V, pág. 13 y 14. Edit. Kier, Buenos Aires

Categoría Su Legado

Dios

Publicado el 25 de septiembre de 2013

Seattle, 16 de julio de 1950

Interlocutor: En el mundo de hoy existen muchos conceptos de Dios. ¿Cuál es su pensamiento concerniente a Dios?

Krishnamurti: En primer lugar, debemos averiguar qué entendemos por concepto. ¿Qué es, para nosotros, el proceso de pensar? Porque, después de todo, cuando formulamos un concepto, digamos de Dios, nuestra fórmula, nuestro concepto tiene que ser el resultado de nuestro condicionamiento, ¿no es así? Si creemos en Dios, seguramente nuestra creencia es el producto del medio en que vivimos. Están los que desde la infancia han sido educados para negar a Dios, y están los que son educados para creer en Dios, como ocurre con la mayoría de ustedes. Así, formulamos un concepto de Dios conforme a nuestra educación, a nuestro trasfondo, a nuestras idiosincrasias, a nuestros agrados y desagrados, a nuestras esperanzas y temores. Es obvio, entonces, que mientras no comprendamos el proceso de nuestro propio pensar, los meros conceptos de Dios no tienen en absoluto ningún valor, ¿verdad? Porque el pensamiento puede proyectar cualquier cosa que quiera. Puede crear y negar a Dios. Cada persona puede inventar o destruir a Dios de acuerdo con sus inclinaciones, placeres y dolores. Por lo tanto, mientras el pensamiento esté activo, formulando, inventando, jamás podrá ser descubierto aquello que está más allá del tiempo. Dios o la realidad pueden revelarse sólo cuando el pensamiento toca a su fin.

   Ahora bien, cuando usted pregunta: “¿Cuál es su pensamiento concerniente a Dios?”, ya ha formulado su propio pensamiento, ¿no es así? El pensamiento puede crear a Dios y experimentar aquello que ha creado. Pero eso no es, por cierto, una genuina experiencia. El pensamiento sólo experimenta su propia proyección; por lo tanto, eso no es real. Pero si ustedes y yo podemos ver la verdad de esto, entonces tal vez experimentemos algo mucho más grande que una mera proyección del pensamiento.

     En la actualidad, cuando la inseguridad externa es cada vez mayor, hay obviamente un deseo vivo de seguridad interna. Dado que no podemos encontrar la seguridad afuera, la buscamos en una idea, en el pensamiento, y así creamos lo que llamamos Dios; y ese concepto se convierte en nuestra seguridad. Ahora bien, una mente que busca seguridad no puede, por cierto, encontrar lo  real, lo verdadero. Para que podamos comprender aquello que está más allá del tiempo, tienen que llegar a su fin las creaciones del pensamiento. El pensamiento no puede existir sin palabras, símbolos e imágenes. Y sólo cuando la mente está quieta, libre de sus propias creaciones, hay posibilidad de descubrir lo real. Por consiguiente, preguntar meramente si Dios existe o no, es una respuesta inmadura al problema, ¿no es así? Formular opiniones acerca de Dios es realmente infantil.

     Para experimentar, realizar aquello que está más allá del tiempo, es obvio que debemos comprender el proceso del tiempo. La mente es el resultado del tiempo, se basa en los recuerdos del ayer. ¿Podemos estar libres de la multiplicación de ayeres que constituye el proceso del tiempo? Este es, por cierto, un problema muy serio; no es una cuestión de creencia o de descreimiento. Creer y descreer es un proceso de ignorancia, mientras que comprender la cualidad inevitablemente temporal del pensamiento, trae libertad; sólo en esa libertad puede haber descubrimiento. Pero la mayoría de nosotros desea creer porque es mucho más conveniente; nos da una sensación de seguridad, de que pertenecemos al grupo. Obviamente, esta creencia misma nos separa: usted cree en una cosa y yo creo en otra. Así, la creencia actúa como una barrera, es un proceso de desintegración.

     Lo importante, entonces, no es el cultivo de la creencia o el descreimiento, sino comprender el proceso de la mente. Es la mente, es el pensamiento el que crea al tiempo. El pensamiento es tiempo, y cualquier cosa que el pensamiento proyecta tiene que pertenecer al tiempo; por lo tanto, el pensamiento no puede ir más allá de sí mismo. Par que uno pueda descubrir qué hay más allá del tiempo, el pensamiento tiene que terminar, y eso es algo sumamente difícil porque la terminación del pensamiento no llega mediante la disciplina, el control, la negación o la represión. El pensamiento cesa sólo cuando comprendemos todo el proceso del pensar, y para comprender el pensar, tiene que haber conocimiento propio. El pensamiento es el “sí mismo”, es la palabra que se identifica como el “yo” y, cualquiera que sea el nivel en que ese “yo” está situado, alto o bajo, sigue estando dentro del campo del pensamiento.

     Para encontrar a Dios, aquello que está más allá del tiempo, tenemos que comprender el proceso del pensamiento, o sea, el proceso de uno mismo. El “yo” es muy complejo; no está en un solo nivel, sino que está compuesto de muchos pensamientos, muchas entidades, cada una en contradicción con las otras. Tiene que haber una constante percepción alerta de todas ellas, una percepción sin opciones, sin condena ni comparación; o sea, tiene que existir la capacidad de ver las cosas como son, sin distorsionarlas ni interpretarlas. Tan pronto juzgamos o traducimos lo que vemos, lo distorsionamos conforme a nuestro trasfondo. Para descubrir a Dios o la realidad, no puede haber creencia alguna, porque la aceptación o el rechazo son una barrera para el descubrimiento.

     Todos queremos estar seguros tanto en lo externo como en lo interno, y la mente tiene que comprender que la búsqueda de seguridad es una ilusión. Es sólo la mente insegura, por completo libre de cualquier forma de posesión, la que puede descubrir, y ésta es una tarea ardua. No implica retirarse al bosque o a un monasterio, o aislarse en alguna creencia peculiar; por el contrario, nada puede existir en el aislamiento. Ser es estar relacionado; sólo en medio de la relación podemos descubrirnos espontáneamente tal como somos. Este descubrimiento de nosotros mismos tal como somos, sin ningún sentido de condena o justificación, es el que produce una transformación fundamental en lo que somos. Y ése es el principio de la sabiduría.

DIOS, Editorial Planeta, Buenos Aires, pág. 20 a 23.-

Categoría Su Legado

El Libro De La Vida

Publicado el 25 de septiembre de 2013

1.- Sus dioses los están dividiendo

     ¿Qué está pasando en el mundo? Ustedes tienen un Dios cristiano, o tienen dioses hindúes; y están los mahometanos con su idea particular de Dios; cada pequeña secta tiene su verdad peculiar. Y todas estas verdades se están volviendo como otras tantas enfermedades en el mundo, enfermedades que separan a la gente. Estas verdades, en manos de unos pocos, se convierten en medios de explotación. Ustedes acuden a cada uno de ellos, uno tras otro, porque empiezan a perder todo sentido de discriminación, porque sufren y desean un remedio, y aceptan cualquier remedio que les ofrece cualquiera de esas sectas, ya sea cristiana, hindú o la que fuere. Entonces, ¿qué está ocurriendo? Sus dioses los dividen, sus creencias en Dios les están dividiendo y, no obstante, hablan ustedes de la hermandad humana, de la unidad en Dios, y al mismo tiempo niegan la cosa misma que quieren descubrir, porque se aferran a estas creencias como si fueran el más poderoso medio para destruir la limitación, mientras que en realidad no hacen sino intensificarla. Estas cosas son muy obvias.

15 de diciembre. 

Krishnamurti, El libro de la Vida, Meditaciones diarias con Krishnamurti, Gráficas Cofas S.A. – Madrid

2.- Un escape maravilloso

     ¿Cuál es el incentivo que hay tras la búsqueda de Dios? ¿Es real esa búsqueda? Para la mayoría de nosotros, es una manera de escapar de la realidad. Por lo tanto, debe estar muy claro en nosotros si este ir en busca de Dios es un escape o si es una búsqueda de la verdad en todo: la verdad en nuestras relaciones, la verdad en el valor de las cosas, la verdad en las ideas. Si estamos buscando a Dios meramente porque nos sentimos cansados de este mundo y sus desdichas, entonces esa búsqueda es un escape. Entonces creamos a Dios; por consiguiente, eso no es Dios. El Dios de los templos, de los libros, no es Dios, obviamente; es un escape maravilloso. Pero si tratamos de encontrar la verdad, no en una serie exclusiva de acciones sino en todas nuestras acciones, ideas y relaciones, si buscamos la correcta evaluación del alimento, la ropa y la vivienda que necesitamos, entonces, debido a que nuestras mentes son capaces de tener claridad y comprensión, cuando busquemos la realidad la encontraremos. No será un escape. Pero si estamos confundidos con respecto a las cosas del mundo  –alimento, ropa, vivienda, relaciones e ideas–, ¿cómo podemos encontrar la realidad? Sólo podemos inventar la realidad. Así pues, una mente confusa, condicionada, limitada, no puede conocer a Dios, la verdad o la realidad. ¿Cómo puede una mente así pensar en Dios? Primero tiene que liberarse de su condicionamiento. Tiene que liberarse de sus propias limitaciones, y sólo entonces puede saber qué es Dios; evidentemente, no puede saberlo antes. La realidad es lo desconocido, y aquello que conocemos no es lo real.

17 de diciembre.

Krishnamurti, El libro de la Vida, Meditaciones diarias con Krishnamurti, Gráficas Cofas S.A. – Madrid

3.- Si Dios no es Dios

    Un hombre que cree en Dios, jamás puede encontrar a Dios. Si usted está abierto a la realidad, no puede “creer” en la realidad. Si está abierto a lo desconocido, no puede haber creencia en lo desconocido. Al fin y al cabo, la creencia es una forma de autoprotección, y sólo una mente trivial puede “creer” en Dios. Considere la creencia de los aviadores durante la guerra; según ellos, tenían a Dios por compañero ¡mientras arrojaban las bombas! De modo que uno cree en Dios cuando mata, cuando está explotando a la gente. Ustedes adoran a Dios y siguen despiadadamente extorsionando dinero, apoyando al ejército… pese a lo cual afirman que creen en la piedad, en la compasión, en la bondad (…). En tanto exista la creencia, jamás puede existir lo desconocido; usted no puede pensar en lo desconocido; el pensamiento no puede medirlo.

     La mente es producto del pasado, es la consecuencia del ayer; ¿puede una mente así estar abierta a lo desconocido? Sólo puede proyectar una imagen, pero esa proyección carece de realidad; así que su Dios no es Dios, es una imagen de su propia hechura, una imagen para su propia satisfacción. La realidad puede existir sólo cuando la mente comprende el proceso total de sí misma y ese proceso llega a su fin. Cuando la mente está por completo vacía, sólo entonces, es capaz de recibir lo desconocido. La mente no se purifica hasta que comprende el contenido de la relación  –su relación con la propiedad, con la gente–, hasta que ha establecido la correcta relación con todo. Hasta que la mente no comprende el proceso total del conflicto en la relación, no puede ser libre. Sólo cuando está completamente silenciosa, por completo inactiva, sin proyecciones, cuando busca y se halla absolutamente quieta, sólo entonces se manifiesta aquello que es eterno, intemporal.

18 de diciembre.

 Krishnamurti, El libro de la Vida, Meditaciones diarias con Krishnamurti, Gráficas Cofas S.A. – Madrid

4.-) El hombre religioso

     ¿Cuál es el estado de la mente que dice: “No sé si Dios existe, si existe el amor”, es decir cuando no hay respuesta alguna de la memoria? Por favor, no se conteste inmediatamente la pregunta, porque si lo hace, su respuesta será tan sólo el reconocimiento de lo que usted piensa que debería ser o no ser tal estado. Si dice: “Es un estado de negación”, lo está comparando con algo que ya conoce; por lo tanto, ese estado en el que usted dice “No sé”, es inexistente (…).

     Así pues, la mente que es capaz de decir: “No sé”, se halla en el único estado en que algo puede ser descubierto. Pero el hombre que dice: “Yo sé”, el hombre que ha estudiado infinitamente las variedades de la experiencia humana y cuya mente está cargada de información, de conocimientos enciclopédicos, ¿puede alguna vez experimentar algo que no sea para acumularse? Lo encontrará extremadamente difícil. Cuando la mente descarta por completo todo el conocimiento que ha adquirido, cuando para ella no hay Budas, ni Cristos, ni Maestros, ni instructores, ni religiones, ni citas de textos sagrados, cuando está totalmente sola, incontaminada  –lo cual implica que ha llegado a su fin el movimiento de lo conocido–, sólo entonces hay posibilidad de una revolución tremenda, de un cambio fundamental (…). El hombre religioso es aquél que no pertenece a ninguna religión, a ninguna nación, a ninguna raza, que en lo interno está completamente solo, en un estado de no saber; para él adviene la bienaventuranza de lo sagrado.

19 de diciembre.

Krishnamurti, El libro de la Vida, Meditaciones diarias con Krishnamurti, Gráficas Cofas S.A. – Madrid

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