[…] P: ¿Podríamos discutir uno de los principales bloqueos que existen para la comprensión, o sea, el factor de la actividad egocéntrica?
K: Cuando hablamos del egocentrismo, tengamos presente que un centro implica una periferia. ¿Podemos decir que donde hay un centro hay una frontera, una limitación, y que toda acción debe estar dentro del círculo que constituyen el centro y la periferia? Esa es la actividad egocéntrica.
P: ¿Cuáles son las fronteras del propio yo?
K: Pueden ser ilimitadas o estar dentro de los límites, pero siempre hay una frontera.
D: ¿Ilimitada?
K: Usted puede empujarla tan lejos como guste. Mientras haya un centro, hay una periferia, una frontera, pero esa frontera puede expandirse.
P: Señor, ¿significa eso que no hay límite para esta expansión?
K: Vayamos despacio. Cuando nos referimos a la actividad egocéntrica, eso es lo que implica: un centro y una periferia, una limitación, y toda acción tiene lugar dentro de ese círculo. Pensar acerca de uno mismo, progresar hacia algo, sigue siendo un movimiento del centro a la periferia. Donde hay un centro hay una frontera, y ese centro puede expandirse a sí mismo pero continúa estando dentro de esa frontera y, por lo tanto, toda acción tiene lugar dentro del círculo. Desde el centro uno puede extenderse tan lejos como le plazca, mediante el servicio social, el electorado democrático, o las dictaduras o tiranías ‑todo está dentro de esa área.
A: ¿Puede haber alguna acción que no alimente un centro? Ese es el punto, señor.
K: O, ¿puede no haber un centro?
A: Señor, desde nuestra posición no podemos decir eso, porque nosotros partimos de un centro. Lo que podemos afirmar honestamente, realmente, es que sabemos que hay un centro, y que toda actividad ‑incluso el respirar‑ alimenta ese centro.
K: El punto es éste: La energía que se expande dentro de la circunferencia y el círculo, es una energía limitada, mecánica. ¿Sabe usted ‑no verbalmente sino realmente, internamente- que donde existe un centro tiene que haber una circunferencia, y que cualquier acción que tenga lugar dentro de esa área es limitada, fragmentada y, por tanto, es un desperdicio de energía?
VA: Hemos estado discutiendo la circunferencia y el centro. El primer problema sería darnos cuenta de nuestro propio yo.
K: Ese es el problema, señor. Somos entidades egocéntricas. Somos seres humanos egoístas, pensamos en nosotros mismos, en nuestras preocupaciones, en nuestra familia ‑nosotros somos el centro. Podemos trasladar el centro hacia la labor social, política, pero es el centro el que sigue operando.
P: Es algo más sutil de verse, porque usted puede interesarse por alguna cosa en la cual sienta que el centro no está involucrado.
K: Uno puede creerlo así. Soy ‘yo’ el que trabaja en favor de los pobres, pero sigo operando dentro de esta limitación. […]
K: Usted preguntó si existe una energía que no provenga del centro, una energía sin causa, una energía inagotable y, por lo tanto, no mecánica. Hemos descubierto algo. O sea, que el cerebro ha sido condicionado por milenios para moverse del centro a la circunferencia y de la circunferencia al centro, hacia atrás y hacia adelante, extendiéndose, limitándose y así sucesivamente. Y, ¿hay un modo de terminar con ese movimiento? Acabamos de decir que se termina cuando hay una detención, cuando uno desconecta el enchufe. Es decir que el cerebro cesa de moverse en esa dirección, pero si para ello ha habido alguna motivación, usted está de vuelta en el círculo. ¿Contesta eso su pregunta? O sea: ¿Puede el cerebro, que ha sido tan condicionado por miles de años para funcionar del centro a la periferia y de la periferia al centro, puede ese movimiento detenerse? Ahora bien, la próxima pregunta será: ¿Es eso posible? ¿Entiende? Creo que esa es una pregunta errónea. Cuando usted ve la necesidad de una detención, cuando el cerebro mismo ve la necesidad de que cese el movimiento, éste se detiene. No sé si me estoy expresando con claridad. […]
K: Entonces, ¿por qué llamarlo energía e introducir la palabra ‘terreno’? Prepárese, trabaje en ello. Vivimos una vida de contradicción, conflicto, desdicha. Yo quiero descubrir si el sufrimiento puede terminar ‑la totalidad del sufrimiento humano- e investigar la naturaleza de la compasión.
S: ¿Hay algún modo de vivir en el que la compasión forme también parte de la preparación del terreno? ¿Por qué formula usted esta pregunta, por qué necesita uno preparar el terreno?
K: Yo digo que mientras usted tenga un motivo para preparar ese terreno a fin de recibir aquella energía, nunca la recibirá.
S: ¿Cuál es el motivo, señor? Es la totalidad de la prisión. Ver la totalidad de la prisión y preguntar si existe alguna otra salida de esto, ¿es un motivo? Entonces, uno queda atrapado en un círculo vicioso, está en una trampa.
K: No, usted no ha escuchado. Yo vivo una vida de tortura, desdicha, confusión. Ese es mi sentimiento básico; ¿puede eso terminar? No hay un motivo.
S: Aquí no hay un motivo. Pero usted también formula una pregunta más.
K: No, yo no tengo más preguntas, sólo esa primera pregunta. ¿Puede todo ese proceso terminar? Unicamente entonces puedo responder a las otras preguntas, que tienen un significado inmenso.
P: ¿Cuál es la naturaleza del terreno de la mente humana que tiene que ser preparada para recibir lo otro? Usted me dice que ésa también es una pregunta errónea. Dice: “Estoy en conflicto, sufro y veo que una vida de conflicto y sufrimiento no tiene fin”.
K: Eso es todo. Si esto no puede terminar, entonces las otras preguntas y la investigación y el querer despertar lo otro para aniquilar esto, constituyen un proceso equivocado.
P: Obviamente.
K: Es pedir que un agente externo venga y ponga orden en la casa. Yo digo que en el proceso de ordenar la casa, esta casa, hay muchísimas cosas que van a ocurrir. Usted tendrá clarividencia, los llamados ‘siddhis’ o poderes, etcétera. Todas esas cosas van a suceder. Pero si usted queda atrapada en ellas, no podrá proseguir más adelante. Si no queda atrapada en ellas’ los cielos están abiertos para usted.
¿Usted pregunta, Pupul, si hay un terreno que deba ser preparado, no con el fin de recibir aquello, sino que simplemente el terreno tiene que ser preparado? Prepárelo, trabaje en eso, limpie la casa tan completamente que no quede en ella ni un vestigio de escape. Después sí, podemos preguntar cuál es el estado del que todos estamos hablando. Si usted está haciendo eso, preparando el terreno, trabajando sin desmayo en la terminación del sufrimiento, si está trabajando en ello y viene y dice que hay algo que se conoce como el poder del kundalini, entonces estoy dispuesto a escuchar.
K: … El cuerpo debe ser sensible. Si uno está trabajando, poniendo la casa en orden, el cuerpo se vuelve muy sensible. El cuerpo tiene entonces su propia inteligencia, no la inteligencia que la mente le impone al cuerpo. Por lo tanto, el cuerpo se torna extraordinariamente sensible, no sensible a sus propios deseos o necesidades, sino que se vuelve sensible per se. ..
…Pupul pregunta: “¿Podemos hablar de la energía que yo siento debe existir?” ‑no teóricamente, sino que ella ha tenido una vislumbre, el sentimiento de esa energía, una energía que es infinita; y viene K y dice que sí, que una cosa así existe. Hay una energía que se está renovando a sí misma todo el tiempo y, por tanto, no tiene fin. Es un movimiento eterno. Yo digo que existe. ¿Qué valor tiene eso para el que escucha? Yo digo ‘sí’ y usted me escucha Y yo me pregunto qué valor tiene eso para usted. ¿Se dejará estar en eso y no pondrá en orden la casa?
P: Eso quiere decir, señor, que para la persona que inquiere, lo esencial es la preparación del terreno -que significa la terminación del sufrimiento.
K: Es la única tarea. Ninguna otra. Esa es la cosa más sagrada; por lo tanto, uno no puede invitarla. Y todos ustedes la están invitando.
Poner en orden la casa requiere una disciplina tremenda, no la disciplina del control, de la represión y la obediencia, ¿entienden? Esa disciplina exige, en sí misma, una atención extraordinaria. Cuando ustedes prestan atención completa, verán que tiene lugar una cosa totalmente diferente, una clase de energía en la cual no existe repetición alguna, una energía que no está yendo y viniendo ‑no es como si uno la tuviera un día y un mes después ya no la tuviera. Ello implica mantener la mente por completo vacía. ¿Puede usted hacer eso?
VA: Por un rato.
K: No, no. Yo he preguntado: ¿Puede la mente mantenerse vacía? Entonces existe esa energía. Usted ni siquiera tiene que pedirla. Cuando hay espacio, la mente está vacía y, por tanto, llena de energía. Así, al limpiar la casa, al terminar con las cosas que contiene, con el sufrimiento, ¿puede la mente hallarse por completo vacía, sin ningún motivo, sin ningún deseo? Cuando uno está trabajando en esto, manteniendo la casa limpia, las otras cosas llegan naturalmente. No es usted quien está preparando el terreno para ello. Eso es la meditación.
P: Y la naturaleza de eso es la transformación de la mente humana.
K: Vea, como Saheb Apa decía, estamos programados por siglos de condicionamiento. Cuando el programa se detiene, ello toca a su fin. Si uno desconecta el enchufe de la computadora, ésta no puede funcionar más. Entonces, la pregunta es: ¿Puede ese centro, que es el egoísmo, terminar y no continuar repitiéndose y repitiéndose? ¿Puede ese centro terminar? Cuando eso se termina, no hay movimiento del tiempo. Es todo. Cuando el movimiento de la mente desde el centro a la periferia se detiene, se detiene el tiempo. Cuando no hay movimiento del egocentrismo, existe una clase por completo diferente de movimiento.
J. Krishnamurti: Más allá del pensamiento, Editorial Sirio, Barcelona, pg. 105 a 124