A la luz de Krishnamurti

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LA CORRUPCION Y EL PODER

Publicado el 30 de noviembre de 2014

corruptionComo ustedes podrán comprobar leyendo los tres textos elegidos, la cuestión de la Corrupción y su vínculo con el Poder no es novedosa, como todos los grandes temas relacionados a la naturaleza humana, son de siempre. Quizás muten las formas o se encuentran más expuestas las manifestaciones por la masividad de las comunicaciones, pero, en esencia, siempre estamos frente a los mismos escenarios. Dicen los repetidores de slogans: «Nos encontramos ante tiempos difíciles, Nunca antes se vió algo así, etc, etc» . Obviamente no pretendemos con esto minimizar la cuestión, muy por el contrario, su permanencia nos habla de su importancia y su raíz, la que trataremos de desentrañar con la ayuda de K…

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El Propósito de la Educación

Publicado el 30 de noviembre de 2014
     Hemos estado discutiendo lo esencial que es tener amor, y vimos que uno no puede adquirirlo ni comprarlo; no obstante, sin amor todos nuestros planes de un orden social perfecto en el que no haya explotación ni regimentación, no tendrán sentido alguno, y pienso que es muy importante comprender esto mientras somos jóvenes.
     Dondequiera que uno vaya por el mundo, no importa en qué lugar, ve que la sociedad se encuentra en un perpetuo estado de conflicto. Están siempre el poderoso, el rico, el próspero por un lado, y los obreros por el otro; y cada cual compitiendo envidiosamente, anhelando una posición más alta, un salario mayor, más poder, más prestigio. Ese es el estado del mundo, y así hay siempre una guerra en marcha, tanto interna como externamente.
     Ahora bien, si ustedes y yo queremos dar origen a una revolución completa en el orden social, lo primero que tenemos que comprender es este instinto por la adquisición de poder. La mayoría de nosotros anhela el poder en una u otra forma. Vemos que mediante la riqueza y el poder, podemos viajar, relacionarnos con personas importantes y llegar a ser famosos; o bien soñamos con producir una sociedad perfecta. Pensamos que por medio del poder lograremos aquello que es bueno; pero la persecución misma del poder – poder para nosotros mismos, poder para nuestro país, poder para una ideología – es nociva, destructiva, porque crea inevitablemente fuerzas opuestas y entonces siempre hay conflicto.
     ¿No es bueno, entonces, que la educación los ayude para que, a medida que vayan creciendo, perciban la importancia de dar origen a un mundo en el cual no haya conflicto ni interno ni externo, un mundo en el que uno no esté en conflicto con su vecino ni con grupo alguno de personas, porque el impulso de la ambición, que es el deseo de posición y poder, ha cesado por completo? ¿Y es posible crear una sociedad así, en la que no haya conflicto ni interna ni externamente? La sociedad es la relación entre ustedes y yo; y si nuestra relación se basa en la ambición – cada cual deseando ser más poderoso que el otro – entonces, obviamente, siempre estaremos en conflicto. ¿Puede, pues, eliminarse esta causa de conflicto? ¿Podemos todos nosotros educarnos para no ser competidores, para no compararnos con algún otro, para no desear esta posición o aquella, en una palabra, para no ser ambiciosos en absoluto?
     Cuando fuera de la escuela están ustedes con sus padres, cuando leen los diarios o hablan con la gente, tienen que haber notado que casi todos quieren producir un cambio en el mundo. ¿Y no han advertido también que estas mismas personas están siempre en conflicto unas con otras sobre esto o aquello – sobre ideas, propiedad, raza, casta o religión? Sus padres, los vecinos, los ministros y los burócratas, ¿no son todos ambiciosos, no están luchando por una posición mejor y, en consecuencia, no están siempre en conflicto con alguien? Ciertamente, sólo cuando toda esta competencia sea erradicada, habrá una sociedad pacífica en la que todos nosotros podremos vivir con felicidad, creativamente.
     Ahora bien, ¿cómo puede hacerse esto? ¿Pueden la regulación, la legislación o el adiestramiento de la mente para que no sea ambiciosa, eliminar la ambición? Exteriormente, puede uno disciplinarse para no ser ambicioso, socialmente puede dejar de competir con otros; pero internamente seguirá siendo ambicioso, ¿no es así? ¿Y es posible erradicar completamente esta ambición que está trayendo tanta desdicha a los seres humanos? Es probarle que no hayan reflexionado sobre esto antes, porque nadie les había hablado así; pero ahora que alguien les habla sobre ello, ¿no quieren averiguar si es posible vivir en este mundo plenamente, creativamente, de una manera rica, feliz, sin el impulso destructivo de la ambición, sin la competencia? ¿No quieren saber cómo se puede vivir sin que la vida de uno destruya a otra persona ni proyecte una sombra en su camino?
     Vean, pensamos que éste es un sueño utópico que jamás podrá convertirse en realidad; pero yo no hablo de una utopía, ése sería un disparate. ¿Podemos ustedes y yo, que somos personas sencillas, corrientes, vivir creativamente en este mundo sin el impulso de la ambición – que se manifiesta de distintas maneras, tales como el deseo de poder, de posición? Descubrirán la respuesta correcta cuando amen lo que están haciendo. Si uno es un ingeniero solamente porque tiene que ganarse la subsistencia o porque eso es lo que esperan de uno los padres o la sociedad, entonces ésa es otra forma de compulsión; y la compulsión, en cualquiera de sus formas, crea contradicción, conflicto. Mientras que si uno ama realmente su profesión de ingeniero, o de científico, si puede plantar un árbol, o pintar un cuadro, o escribir un poema, no para obtener reconocimiento sino sólo porque uno ama eso que está haciendo, entonces descubrirá que jamás compite con otro. Pienso que ésta es la verdadera clave: amar lo que uno hace.
     Pero cuando ustedes son jóvenes, a menudo les resulta difícil saber qué es lo que quieren hacer, qué es lo que aman, porque son muchas las cosas que desean hacer. Uno quiere ser un ingeniero, un maquinista, un piloto de avión que recorre zumbando los cielos azules; o tal vez desea ser un orador famoso o un político. O quizá quiera ser un artista, un químico, un poeta o un carpintero. O trabajar con la cabeza, o hacer algo con las manos. ¿Es cualquiera de estas cosas algo que uno realmente ama, o el interés que siente por ellas es una mera reacción a las presiones sociales? ¿Cómo descubrirlo? ¿Y no es el verdadero propósito de la educación ayudarlos a descubrirlo, de modo que cuando crezcan puedan dedicar por completo la mente, el corazón y el cuerpo a eso que realmente les gusta hacer, a eso que aman?
     Descubrir eso requiere mucha inteligencia; porque si ustedes tienen miedo de no poder ganarse el sustento, o de no encajar en esta corrupta sociedad, entonces nunca lo descubrirán. Pero si no tienen miedo, si se niegan a que sus padres, sus maestros y las exigencias superficiales de la sociedad los empujen dentro de la rutina de la tradición, entonces hay una posibilidad de que descubran lo que realmente quieren hacer en la vida. Para descubrirlo, pues la subsistencia no ha de inspirarles temor alguno.
     Pero casi todos nosotros tenemos miedo de no poder subsistir; decimos: “¿Qué me sucederá si no hago lo que dicen mis padres, si no encajo en esta sociedad?” Estando atemorizados, hacemos lo que nos dicen, y en eso no hay amor, sólo hay contradicción. Y esta contradicción interna es uno de los factores que dan origen a la destructiva ambición.
     Por lo tanto, es un objetivo básico de la educación ayudarlos a que descubran lo que verdaderamente quieren hacer en la vida, a fin de que puedan entregar a ello la totalidad de la mente y del corazón, porque eso crea la dignidad humana, la cual barre con la mediocridad, con la mezquina mentalidad burguesa. Por eso es muy importante que tengan los maestros apropiados, la atmósfera apropiada, para que puedan desarrollarse con el amor que se expresa a sí misma en lo que están haciendo. Sin este: amor, sus exámenes, sus conocimientos, sus capacidades, la posición o las posesiones que tengan, son sólo cenizas, no tienen sentido alguno; sin este amor sus acciones van a traer más guerras, más odio, más daño y destrucción. Todo esto quizá no signifique nada para ustedes, porque exteriormente son aún muy jóvenes, pero espero que signifique algo para sus maestros – y también para ustedes en alguna parte muy profunda del ser.
El Propósito de la Educación, Editorial Edhasa, España, 1992, pág. 61.-
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La Búsqueda de Poder

Publicado el 30 de noviembre de 2014

Era él miembro del gobierno y se daba cuenta tímidamente de su importancia. Hablaba de su responsabilidad para con su pueblo; explicó cómo su partido era superior a la oposición y podía hacer cosas mejores; cómo estaban tratando los suyos de poner fin a la corrupción y al mercado negro, pero cuán difícil era encontrar personas incorruptibles y a la vez eficientes, y cuán fácil era para los que estaban fuera, criticar y censurar al gobierno por las cosas que no se hacían. Continuó diciendo que cuando las personas llegaban a su edad, deberían tomar las cosas con más sosiego; pero que la mayor parte de la gente anhelaba el poder, aun los ineficientes. Decía que en lo más profundo todos éramos desdichados y nos interesábamos en nuestro provecho, aunque algunos de nosotros nos ingeniábamos en ocultar nuestra desdicha y nuestro anhelo de poder. ¿Por qué existía este afán de poder?

¿Qué queremos expresar al decir poder? Todo individuo y grupo va en busca del poder; poder para sí mismo, para el partido, o la ideología. El partido y la ideología son una prolongación de uno mismo. El asceta busca poder mediante la abnegación, y lo mismo hace la madre mediante su hijo. Existe el poder de la eficiencia con su crueldad, y el poder de la máquina en manos de unos pocos; existe la dominación de un individuo por otro, la explotación del estúpido por el astuto, el poder del dinero, el poder del nombre y la palabra, y el poder de la mente sobre la materia. Todos queremos alguna clase de poder, sobre nosotros mismos o sobre otros. Este afán de poder trae una especie de felicidad, una satisfacción que no es demasiado pasajera. El poder de la renunciación es como el poder de la riqueza. Es el anhelo de satisfacción, de felicidad, que nos impulsa a buscar poder. Y ¡cuán fácilmente nos satisfacemos! La facilidad de lograr alguna forma de satisfacción nos ciega. Toda complacencia ciega. ¿Por qué buscamos este poder?

“Yo supongo ante todo que es porque nos da comodidades materiales, una posición social, y respetabilidad en las cosas tradicionales”.

¿Existe el anhelo de poder en un solo nivel de nuestro ser? ¿No lo buscamos en lo interior, lo mismo que exteriormente? ¿Por qué? ¿Por qué rendimos culto a la autoridad, ya sea de un libro, de una persona, del Estado o de una creencia? ¿Por qué existe ese afán de aferrarse a una persona o a una idea? En un tiempo fue la autoridad del sacerdote la que nos retenía, y ahora es la autoridad del experto, del especialista. ¿No os habéis fijado en cómo tratáis a un hombre con un título, un hombre de posición, al poderoso jefe ejecutivo? El poder, en alguna forma, parece dominar nuestras vidas: el poder de uno sobre muchos, la utilización de uno por otro, o la utilización mutua.

“¿Qué queréis decir con la utilización de otro?”

Esto es bastante sencillo, ¿no es así? Nos utilizamos el uno al otro para satisfacción mutua. La actual estructura de la sociedad que es nuestra relación de uno con otro, se basa en la necesidad y la utilización. Necesitáis votos para alcanzar el poder; usáis a las personas para lograr lo que queréis, y ellas necesitan lo que vosotros prometéis. La mujer necesita al hombre y el hombre a la mujer. Nuestra relación actual se basa en la necesidad y el uso Semejante relación es inherentemente violenta, y por esto es violenta la base misma de nuestra sociedad. Mientras la estructura social se basa en la necesidad y la utilización mutuas, tiene que ser violenta y destructiva; en tanto que yo use a otro para mi personal satisfacción, o para la realización de una ideología con la cual yo esté identificado, sólo podrá haber temor, desconfianza y oposición. La relación es entonces un proceso de autoaislamiento y desintegración. Todo esto es dolorosamente evidente en la vida del individuo y en los asuntos mundiales.

“Pero ¡es imposible vivir sin necesidad mutua!”

Yo necesito al cartero, pero si lo utilizo para satisfacer algún interno afán, entonces la necesidad social se convierte en necesidad psicológica, y nuestra relación habrá sufrido un cambio radical. Es esta psicológica necesidad y utilización de otro lo que contribuye a la violencia y a la desdicha. La necesidad psicológica crea la búsqueda de poder, y el poder es utilizado para nuestra satisfacción en diferentes niveles. El hombre que es ambicioso para sí o para su partido, o que quiere alcanzar un ideal, es evidentemente un factor desintegrante en la sociedad.

“¿No es inevitable la ambición?”

Es inevitable sólo mientras no haya transformación fundamental del individuo. ¿Por qué hemos de aceptarla como inevitable? ¿Es inevitable la crueldad del hombre para con el hombre? ¿No queréis darle fin? ¿No indica completa irreflexión el aceptarla como inevitable?

“Si no sois cruel hacia otros, algún otro lo será hacia vos, de modo que tenéis que manteneros sobre los demás”.

Estar por encima de los demás es lo que tratan de hacer todos los individuos, todos los grupos, todas las ideologías, y así sostienen la crueldad, la violencia. Sólo puede haber creación en la paz; y ¿cómo puede haber paz si hay utilización humana? Hablar de paz es completo disparate mientras nuestra relación con uno o con muchas se base en la necesidad y el uso. La necesidad y la utilización de otro tienen qué llevar inevitablemente al poder y a la dominación. El poder de una idea y el poder de la espada son semejantes; ambos son destructivos. Idea y creencia ponen al hombre contra el hombre, lo mismo que lo hace la espada. La idea y la creencia son la antítesis misma del amor.

“Entonces ¿por qué nos consume consciente o inconscientemente este deseo de poder?”

¿No es la persecución del poder una de las reconocidas y respetables evasiones de nosotros mismos, de lo que es? Cada uno trata de escapar de su propia insuficiencia, de su pobreza interna, de su soledad, aislamiento. Lo actual es desagradable, pero la evasión fascina e invita. Considerad lo que pasaría si estuvierais a punto de ser privado de vuestro poder, de vuestra posición, de vuestra riqueza difícilmente ganada. Lo resistiríais, ¿verdad? Os consideráis indispensable para el bien de la sociedad, y así os resistiríais con violencia, o con argumentación racional y astuta. Si voluntariamente fuerais capaz de dejar de lado todas vuestras muchas adquisiciones en diferentes niveles, seriáis como nada, ¿no es verdad?

“Supongo que si, lo cual es muy depresivo. Desde luego, yo no quiero ser como nada”.

Tenéis pues toda la apariencia exterior, sin la sustancia interna, el incorruptible tesoro interior. Queréis vuestra apariencia externa, y lo mismo le pasa a otro, y de este conflicto surgen el odio y el miedo, al violencia y el deterioro. Con vuestra ideología, sois tan insuficiente como la oposición, y así os estáis destruyendo uno a otro en nombre de la paz, de la suficiencia, del adecuado empleo, o en nombre de Dios. Como casi todos anhelan estar por encima de los demás, hemos edificado una sociedad de violencia, conflicto y enemistad.

“Pero ¿cómo va uno a desarraigar todo esto?”

No siendo ambicioso, codicioso de poder, de nombre, de posición; siendo lo que sois, sencillo y un nadie. El pensar negativo es la más elevada forma de inteligencia.

“Pero la crueldad y la violencia del mundo no pueden ser detenidas por mi esfuerzo individual. Y ¿no invertiría un tiempo infinito el cambio de todos los individuos?”

El otro sois vos. Esta pregunta surge del deseo de evitar vuestra propia transformación inmediata, ¿no es así? Estáis diciendo, en efecto: “¿de qué sirve que yo cambie si todos los demás no cambian?” Tiene uno que empezar cerca para llegar lejos. Pero vos realmente no queréis cambiar; queréis que las cosas sigan como están, especialmente si estáis en lo alto, y así decís que se tardará tiempo infinito en transformar el mundo a través de la transformación individual. El mundo sois vos, vos sois el problema; el problema no está separado de vos; el mundo es la proyección de vos mismo. El mundo no puede ser transformado hasta que lo seáis vos. La felicidad está en la transformación y no en la adquisición.

“Pero yo soy moderadamente feliz. Claro que hay muchas cosas en mí que no me gustan, pero no tengo tiempo ni inclinación para ocuparme de ellas”.

Sólo un hombre feliz puede producir un nuevo orden social pero no es feliz el que está identificado con una ideología o una creencia, o que se pierde en cualquier actividad social o individual. La felicidad no es un fin en si misma. Viene con la comprensión de lo que es, Solo cuando la mente está libre de sus propias proyecciones puede haber felicidad. La felicidad que se adquiere es meramente satisfacción; la felicidad mediante la acción, el poder, no es otra cosa que sensación; y como la sensación pronto se marchita, existe el anhelo de más y más. En tanto que el más sea un medio para la felicidad no es un recuerdo; es ese estado que surge con la verdad, siempre nuevo, nunca continuo.

Comentarios sobre el vivir, Segunda Serie, Editorial Kier, Buenos Aires, pág 35.

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Encuentro con la Vida

Publicado el 30 de noviembre de 2014

     Interlocutor: Durante su primera plática usted habló de erguirse contra la corrupta e inmoral sociedad, como una roca sobresaliendo en medio de la corriente de un río. Yo encuentro confuso esto, porque para mí la roca significa que uno es un extraño en su propia vida, y un extraño semejante no necesita erguirse contra nada ni contra nadie. Su respuesta y su clarificación son muy importantes para mí.

KRISHNAMURTI: En primer lugar, ¿está claro para nosotros a qué nivel, a qué profundidad estamos usando la palabra “corrupción”? ¿Qué implica esa palabra? Está la corrupción física, la contaminación del aire en las ciudades, en los pueblos. Los seres humanos están destruyendo los mares, han matado a más de cincuenta millones de ballenas, están matando a los cachorros de focas… Después tenemos la corrupción política, religiosa, etcétera. Si usted viaja por el mundo y observa y habla con la gente, ve corrupción en todas partes, y más aún, desgraciadamente, en esta parte del mundo, donde pasan el dinero bajo la mesa (si uno quiere comprar una entrada tiene que sobornar al que la vende). La palabra “corromper” significa quebrantar, dividir. Pero, básicamente, la corrupción que reina en todas partes está en la mente y en el corazón. Debemos tener en claro, pues, si estamos hablando de la corrupción financiera, burocrática y política, o si hablamos de la corrupción en el mundo religioso, que se halla acribillado por toda clase de supersticiones ‑sólo un montón de palabras que han perdido todo significado, la repetición de rituales y todas esas cosas-. ¿No es corrupción eso? Los ideales, ¿no son una forma de corrupción? Usted puede tener ideales, digamos, de no-violencia. Debido a que es violento, tiene ideales de no‑violencia, pero mientras está persiguiendo los ideales, usted es violento. Por lo tanto, ¿no es eso la corrupción de un cerebro que pasa por alto la acción necesaria para terminar con la violencia? ¿Y acaso no se genera corrupción cuando no hay amor en absoluto, sólo placer, que es sufrimiento? En todo el mundo, esta palabra “amor” está fuertemente adulterada y se la ha asociado con el placer, con la ansiedad, los celos, el apego… ¿No es corrupción eso? El apego, ¿no es en sí mismo corrupción? Cuando estamos apegados a un ideal, a una casa o a una persona, las consecuencias son obvias: celos, ansiedad, afán posesivo, todo eso y mucho más. Cuando usted investiga el apego, ¿no descubre que es corrupción?

En cuanto a su pregunta acerca del símil de erguirse como una roca en medio de la corriente, no lleve el símil demasiado lejos. Un símil es una descripción de lo que ocurre, pero si da mucha importancia al símil, pierde la significación de lo que realmente está ocurriendo.

La sociedad en que vivimos se basa esencialmente en la relación de unos con otros. Si en esa relación no hay amor, tan sólo explotación mutua, consuelo mutuo en varias formas diferentes, es inevitable que ello genere corrupción. ¿Qué hará, pues, con respecto a todo esto? Éste es un mundo maravilloso en su belleza, la belleza de la tierra, la cualidad extraordinaria de un árbol… y estamos destruyendo la tierra como nos destruimos a nosotros mismos. ¿De qué modo, pues, actuará usted como ser humano que está viviendo aquí? Si nuestra relación mutua es destructiva, con su lucha constante, su esfuerzo, su pena, su desesperación, entonces crearemos por fuerza un ambiente que representará aquello que somos. ¿Qué es, entonces, lo que va a hacer al respecto cada uno de nosotros? Esta corrupción, esta falta de integridad, ¿es una abstracción, una idea, o es una realidad que queremos cambiar? Es asunto de ustedes.

Oponerse a la Sociedad, Madrás, 1991. En Encuentro con la vida, Editorial Edhasa, 1993.-

 

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