A la luz de Krishnamurti

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LA CONCIENCIA

Publicado el 28 de junio de 2017

Como en muchas otras cuestiones, K nos invita a ver la Conciencia desde una perspectiva  distinta a aquellas que por definición convencional se conocen. Solemos asociarla a la individualidad y si bien se expresa en nuestro interior y quizás podamos observarla, parecería que él  intenta que la veamos desde una óptica mucho más amplia y que supera nuestro pequeño ego. Esa sería la clave de una radical comprensión y cambio.  

Categoría Su Legado

LA MENTE QUE NO MIDE

Publicado el 28 de junio de 2017

Estamos hablando de producir una transformación radical en la conducta humana a fin de terminar con esta condición egocéntrica del hombre, la cual está causando tan enorme destrucción en el mundo. Si tenemos clara conciencia de ello, entonces podemos comenzar a preguntarnos si ese condicionamiento puede ser totalmente transformado, de manera tal que el hombre sea completamente libre. Ahora piensa que es libre para hacer lo que le place. En todo el mundo, cada individuo cree que puede hacer lo que se le antoje, y su libertad se basa en la elección, porque puede elegir el sitio donde va a vivir, la clase de trabajo que quiere hacer, puede elegir entre esta idea y aquella idea, entre este ideal y aquel ideal, puede cambiar de un dios a otro dios, de un gurú a otro, de un filósofo a otro. Esta capacidad de elegir, introduce el concepto de libertad; pero en los estados totalitarios no hay libertad, uno no puede hacer lo que quisiera hacer ‑eso está totalmente controlado. La elección no es libertad. Elegir es moverse meramente de un rincón a otro en el mismo campo. ¿Está claro? Y nos preguntamos: Siendo nuestro cerebro limitado, ¿es posible para el cerebro liberarse a sí mismo de tal manera que no haya en él temor alguno? Entonces existe una correcta relación con todos nuestros semejantes en el mundo.

Ahora vamos a investigar la naturaleza de nuestra conciencia. Nuestra conciencia es lo que somos ‑nuestras creencias e ideales, nuestros dioses, nuestra violencia, nuestro temor, los conceptos románticos, el placer, el dolor, el miedo a la muerte y la eterna pregunta que el hombre se ha formulado desde tiempos inmemoriales: si más allá de todo esto, existe algo sagrado. Esa es nuestra conciencia. Eso es lo que somos. Uno no es diferente de su conciencia. Nos estamos preguntando si ese contenido de la conciencia puede cambiar, si puede ser totalmente transformado.

En primer lugar, la conciencia de uno no es ‘su’ conciencia; es la conciencia de toda la humanidad, porque lo que uno piensa, las creencias que uno profesa, sus sensaciones, sus reacciones, su pena, su dolor, su inseguridad, sus dioses, etcétera, son compartidos por toda la humanidad. Sea que vaya uno a América, a Inglaterra, a Rusia o a China, encontrará que los seres humanos sufren en todas partes. Temen a la muerte, tienen creencias, tienen ideales. Hablan un idioma particular, pero su pensar, sus reacciones, sus respuestas son generalmente compartidas por todos los seres humanos. Es un hecho que uno sufre y que su prójimo sufre ‑ese prójimo puede estar a miles de millas de distancia, pero sufre. Él se siente tan inseguro como uno; puede tener muchísimo dinero, pero internamente hay inseguridad. El hombre rico en Norteamérica, o el hombre que tiene poder, todos pasan por este dolor, por esta ansiedad, esta desesperación, este sentimiento de soledad. Por tanto, la conciencia de uno no es ‘su’ conciencia, como tampoco lo es el pensar de uno ‑nuestro pensar no es un pensar individual. El pensar es común, es general, desde el hombre más pobre, menos educado, menos refinado que vive en una pequeña, diminuta aldea, hasta el más sofisticado de los cerebros ‑el de los grandes científicos. Todos ellos piensan. El pensar puede ser más complejo, pero es general, lo comparten todos los seres humanos. Por consiguiente, el pensar de uno no es individual. Esto es bastante difícil de ver, es difícil conocer la verdad de ello debido a que estamos tan condicionados como individuos. Todos nuestros libros religiosos, sean cristianos, musulmanes o de otro origen, todos sostienen y alimentan esta idea, este concepto del individuo. Tenemos que cuestionar eso. Tenemos que descubrir la verdad en esta materia.

Estamos investigando juntos, y vemos que la conciencia humana es similar y la comparten todos los seres humanos. En consecuencia, no hay tal individuo. Otro puede ser más educado que uno, puede ser más alto o más bajo; exteriormente puede ser distinto, pero internamente compartimos el suelo de toda la humanidad. Este es un hecho. Pero si uno está atemorizado, si está preso en ese condicionamiento de ser un individuo, jamás comprenderá la inmensidad, el hecho extraordinario de que uno es toda la humanidad. De la comprensión de ese hecho, surgen el amor, la compasión, la inteligencia; pero si uno está meramente condicionado a la idea de que es un individuo, entonces sufre infinitas complicaciones, porque esa idea se basa en una ilusión, no en un hecho. La ilusión puede tener miles de años, pero sigue siendo una ilusión. Uno es el resultado de su ambiente, es el resultado del idioma que habla, del alimento que come, de la ropa, del clima, de la tradición transmitida de generación en generación ‑uno es todo eso. Uno es el producto de la sociedad que ha creado. La sociedad no es diferente de uno mismo. El hombre ha creado la sociedad, la sociedad de la codicia, de la envidia, el odio, la violencia, las guerras; ha creado todo eso, y también ha creado el extraordinario mundo de la tecnología. Por lo tanto, uno es el mundo y el mundo es uno mismo. La conciencia de uno no es ‘su’ conciencia, es el suelo sobre el que caminan y piensan todos los seres humanos. De modo que uno no es realmente un individuo. Esa es una de las realidades, la verdad que uno debe comprender.

No acepten lo que dice quien les habla; cuestionen el propio aislamiento en que viven, porque el individuo implica aislamiento. Separarse uno mismo de otro es aislamiento, igual que las naciones, que se aíslan a sí mismas como India, etc.. pensando que en el aislamiento hay seguridad. No hay seguridad en el aislamiento. Pero los gobiernos del mundo, que representan a la humanidad de cada país, mantienen este aislamiento y, en consecuencia, están perpetuando las guerras. Si reconocemos la verdad, el hecho de que no somos individuos, de que internamente no hay división, de que todos compartimos los mismos problemas, entonces la pregunta es: ¿Puede uno, como ser humano que representa a toda la humanidad, producir una revolución psicológica fundamental? Ustedes podrían preguntar: “Si yo, como ser humano, cambio, ¿afectará eso de algún modo al resto de la humanidad?” Si de hecho cambio, si hay un cambio en una persona particular, ¿cómo influirá eso en toda la conciencia de la humanidad? Por favor, formúlense realmente esa pregunta a sí mismos; aun como un simple ser humano aislado, uno se pregunta: Si yo cambio, ¿qué efecto tiene eso en el mundo?

La cuestión es que, si uno cambia fundamentalmente, influye en toda la conciencia del hombre. Napoleón influyó en toda la conciencia de Europa. Stalin influyó en toda la conciencia de Rusia. El Salvador cristiano influyó en la conciencia del mundo; y los hindúes, con sus dioses peculiares, también han afectado la conciencia del mundo. Cuando uno, como ser humano, se transforma radicalmente en lo psicológico, o sea, que está libre de temor, que tiene una relación correcta con el prójimo, que ha terminado con el dolor, etc., lo cual implica una transformación radical, entonces influye en toda la conciencia del hombre. Ello no es un asunto individual. No es una cuestión egoísta. No es la salvación individual; es la salvación de todos los seres humanos, de los cuales uno forma parte.

La mente que no mide, Editorial Edhasa, Barcelona pág. 71 a 75.-

Categoría Su Legado

La madeja del pensamiento

Publicado el 5 de mayo de 2017

El momento crucial se halla en nuestra conciencia. Nuestra conciencia es una cuestión muy complicada. Se han escrito volúmenes al respecto, tanto en oriente como en occidente. Nosotros no tenemos una clara percepción de nuestra conciencia; para examinar esa conciencia en toda su complejidad, uno tiene que estar libre para mirar, para percibir sin opción ni preferencia alguna, su movimiento. Quien les habla no está dándoles una dirección para que miren o escuchen de un modo particular todo el movimiento interno de la conciencia. La conciencia es común a toda la humanidad. En todo el mundo el hombre sufre, tanto interna como externamente; hay ansiedad, incertidumbre, y está la completa desesperación de la soledad; hay inseguridad, celos, codicia, envidia y sufrimiento. La conciencia humana es una totalidad; no es la conciencia de ustedes o mi conciencia. Esto es lógico, cuerdo, racional; por donde uno vaya, cualquiera sea el clima en que viva, ya sea uno rico o sufra una degradante pobreza, si cree en Dios o en alguna otra entidad, esa creencia y fe son comunes a todos los seres humanos ‑las imágenes y los símbolos pueden ser diferentes en distintas localidades, pero emanan de algo que es común a toda la humanidad. Esto no es una mera declaración verbal. Si lo toman ustedes como una declaración verbal, como una idea, un concepto, entonces no verán la profunda significación que ello envuelve. La significación es que la conciencia de cada uno de nosotros es la conciencia de toda la humanidad, porque uno sufre, está ansioso, se siente solo, inseguro, confuso, exactamente igual que otros, aunque estos vivan a diez mil millas de distancia. La comprensión, el sentimiento de ello ‑el sentirlo en las propias entrañas- es algo por completo diferente de la mera aceptación verbal.

Cuando comprendemos que somos el resto de la humanidad, ello trae consigo una energía inmensa; uno se ha abierto paso por el angosto surco de la individualidad, el círculo estrecho del yo y el tú, el nosotros y el ellos. Estamos examinando juntos esta muy compleja conciencia del hombre, no del hombre europeo ni del hombre asiático ni del hombre del Medio Oriente, sino que examinamos juntos este extraordinario movimiento en el tiempo, movimiento que ha estado desarrollándose en la conciencia por millones de años.

Por favor, no acepten lo que se les está diciendo; si lo hacen, ello no tendrá ningún significado. Si no empiezan por dudar, cuestionar, por ser escépticos a fin de inquirir, si se aferran a sus propias creencias particulares, a la propia fe, a la experiencia o al conocimiento que han acumulado, entonces reducirán todo esto a alguna clase de pequeñez con muy escaso significado. Si así lo hacen, no estarán encarando el tremendo problema a que se enfrenta el hombre.

Tenemos que ver en qué consiste, de hecho, nuestra conciencia. El pensamiento y todas las cosas que el pensamiento ha acumulado, forman parte de nuestra conciencia ‑la cultura en que vivimos, los valores estéticos, las presiones económicas, la herencia nacional. Si uno es un cirujano o un carpintero, si se especializa en determinada profesión, esa conciencia de grupo forma parte de nuestra conciencia. Si uno vive en cierto país con su particular tradición y su cultura religiosa, esa particular conciencia de grupo se ha vuelto una parte de la propia conciencia. Estos son hechos. Si uno es un carpintero, tiene que poseer ciertas habilidades, conocer la naturaleza de la madera y conocer las herramientas del oficio; y así, poco a poco, entra a pertenecer a un grupo que ha cultivado estas habilidades especiales y que tiene su conciencia propia ‑lo mismo ocurre con el científico, el arqueólogo; al igual que los animales, tienen su propia conciencia particular de grupo. Si se trata de un ama de casa, ella tiene su propia conciencia particular de grupo, como todas las otras amas de casa. La permisividad se ha extendido por el mundo; comenzó en el lejano Oeste y se ha extendido por toda la tierra. Ese es un movimiento de conciencia de grupo. Vean la significación que eso tiene; investíguenlo por sí mismos, vean lo que ello implica.

Nuestra conciencia incluye, en sus capas más profundas, nuestros miedos. El hombre ha vivido con miedo generación tras generación. Ha vivido con el placer, con la envidia, con todos los tormentos de la soledad, la depresión y el desorden. Ha vivido con gran dolor, con lo que él llama amor y con el perpetuo miedo a la muerte. Todo esto es nuestra conciencia, que es común a toda la humanidad. Dense cuenta de lo que eso significa: significa que ya no somos individuos separados. Esto es muy difícil de aceptar, porque se nos ha programado ‑como a una computadora‑ para pensar que somos individuos. Se nos ha programado religiosamente para creer que uno tiene un alma separada de todos los demás. Al estar programado, nuestro cerebro trabaja dentro del mismo patrón siglo tras siglo.

Si uno comprende la naturaleza de nuestra conciencia, entonces el empeño particular del ‘yo’ que sufre, se ha vuelto algo global y, de ese modo, tiene lugar una actividad por completo diferente. Esa es la crisis en que nos encontramos. Hemos sido programados, estando programados, podemos aprender ‑ocasionalmente, podemos tener un destello de discernimiento- pero nuestro cerebro se repite a sí mismo una y otra vez. Vean simplemente la realidad de ello: uno es cristiano o budista o hindú; está contra el comunismo, es comunista, o es demócrata, y repite, repite, repite. Y en este estado de repetición suele haber, ocasionalmente, una ruptura.

Entonces, ¿de qué modo un ser humano ‑quien es realmente el resto de la humanidad- habrá de enfrentarse a esta crisis, a este momento crucial? ¿De qué modo cada uno de ustedes, como ser humano que ha evolucionado por milenios y milenios pensando como un individuo ‑lo que de hecho es una ilusión‑ se enfrenta a un momento crucial, ve lo que realmente ocurre y, en esa percepción misma, se mueve totalmente en otra dirección?

Comprendamos juntos que significa mirar ‑mirar la realidad del pensamiento. Todos ustedes piensan; por eso están aquí. Piensan, y el pensamiento se expresa en palabras, o mediante un gesto, una mirada, o por algún movimiento corporal. Como las palabras son comunes a cada uno de nosotros, entendemos a través de esas palabras el significado de lo que se dice. Sin embargo, el pensamiento es común a toda la humanidad ‑es una cosa de lo más extraordinaria si uno ha descubierto eso, porque entonces ve que el pensamiento no es el pensamiento de uno; es pensamiento. Tenemos que aprender a ver las cosas como son realmente ‑no como ustedes están programados para mirarlas. Vean la diferencia. ¿Podemos estar libres de la programación y mirar? Si miramos como cristianos, demócratas, comunistas, socialistas, católicos o protestantes ‑que son todos prejuicios- no podremos comprender entonces la enormidad del peligro, de la crisis que estamos afrontando.

Si ustedes pertenecen a un grupo determinado, o siguen a cierto gurú, o se hallan comprometidos con alguna forma de acción, entonces, debido a que están programados, serán incapaces de mirar las cosas como son realmente. Sólo si no pertenecen a ninguna organización, a ningún grupo, a ninguna religión ni nacionalidad en particular, pueden observar realmente. Si han acumulado una gran cantidad de conocimientos extraídos de los libros y de la experiencia, la mente de ustedes ya está llena, el cerebro se ha sobrecargado con las experiencias, con las tendencias particulares de cada uno, etcétera ‑todo lo cual va a impedirles mirar. ¿Podemos estar libres de todo eso para mirar lo que está sucediendo en el mundo? ‑el terror y las terribles divisiones sectarias de las religiones, un gurú opuesto a otro gurú idiota, y detrás de todo eso la vanidad, el poder, la posición, la opulencia de estos gurús, ¡es pasmoso! ¿Pueden mirarse a sí mismos ‑no como un ser humano separado, sino como un ser humano que es realmente todo el resto de la humanidad? Tener un sentimiento semejante implica que sentimos un amor tremendo por los seres humanos.

La Madeja del Pensamiento, Editorial Edhasa, Barcelona, paginas 11 a 15.-

Categoría Su Legado

Las Enseñanzas de Krishnamurti

Publicado el 2 de abril de 2017

Interlocutor: ¿A qué se refiere cuando habla de conciencia? Con frecuencia ha dicho que la conciencia es de lo que realmente tratan sus enseñanzas. Traté de entenderlo, escuchando sus conferencias, leyendo sus libros, pero no voy muy lejos. Sé que no es una práctica, y comprendo por qué repudia tan enfáticamente toda clase de prácticas, ejercicios, sistemas, disciplinas o rutinas. Veo la importancia de esto, porque de otra forma se convierte en algo mecánico, y al final la mente se entorpece y se estupidiza. Me gustaría explorar con usted hasta sus últimas consecuencias esta pregunta. Usted parece dar un significado adicional y más profundo a la palabra conciencia, y sin embargo me parece que somos conscientes de lo que sucede todo el  tiempo. Cuando estoy enojado lo sé, cuando estoy triste lo sé, y también sé cuando estoy feliz

Krishnamurti: Me pregunto si realmente somos conscientes del enojo, la tristeza y la felicidad. ¿O más bien somos conscientes de estas cosas únicamente cuando ya han pasado? Empecemos como si no supiéramos nada acerca de todo esto, centrémonos desde un principio. No hagamos ninguna aseveración, dogmática o sutil, sólo exploremos esta pregunta: si realmente va uno hasta la profundidad, revelará un estado extraordinario que la mente probablemente nunca toco, una dimensión nunca tocada por la conciencia superficial. Comencemos a partir de lo superficial y trabajemos a partir de ese punto.

Vemos con nuestros ojos, percibimos con nuestros sentidos las cosas que nos rodean, el color de la flor, la luz de ese sol de California, los miles de sonidos de distintas cualidades y sutilezas, la profundidad y la altura, la sombra del árbol y el árbol mismo. Sentimos en la misma forma nuestros propios cuerpos, que son los instrumentos de estas distintas clases de percepciones superficiales y sensoriales. Si estas percepciones se quedaran a nivel superficial, no habría ninguna confusión. Esa flor, ese pensamiento, esa rosa, están ahí, y eso es todo. No hay preferencia, ni ninguna comparación, no hay nada que guste o disguste, sólo la cosa que tenemos ante nosotros sin que nos involucremos psicológicamente. ¿Queda clara esta percepción sensorial superficial o conciencia? Puede expandirse a las estrellas, a la profundidad de los océanos y a las últimas fronteras de la observación científica, utilizando todos los instrumentos de la tecnología moderna.

I: Sí, creo que comprendo eso.

K: Entonces, puede ver que la rosa y el universo y las personas que están ahí, su propia vida –si tiene una-, las estrellas, los océanos, las montañas, los microbios, los átomos, neutrones, esta habitación, la puerta, realmente están ahí. Ahora, el siguiente paso, lo que pensamos de estas cosas, o lo que sentimos respecto a ellas, es nuestra respuesta psicológica. A esto lo llamamos pensamiento o emoción. Así, la conciencia superficial es un asunto sumamente simple. La puerta está ahí, pero la descripción de la puerta no es la puerta, y cuando nos involucramos emocionalmente en la descripción, ya no vemos la puerta. Esta descripción puede ser una palabra, un tratado científico o una intensa respuesta emocional. Nada de esto es la puerta en sí. Esto es muy importante para comprender desde un principio. Si no comprendemos esto, nos confundiremos más y más. La descripción nunca es lo descrito. Aunque describimos algo, incluso ahora, y debemos hacerlo, la cosa que describimos no es nuestra descripción de ella. Entonces, le suplico tenga esto en mente a través de nuestra conversación. Nunca confunda la palabra  con la cosa que describe. La palabra es lo real, y nos dejamos llevar fácilmente cuando transitamos al siguiente paso de la conciencia, cuando se convierte en algo personal y experimentamos emociones a través de la palabra.

Así existe la conciencia superficial del árbol, el pájaro, la puerta y hay una respuesta a esto, que es pensamiento, sensación, emoción. Ahora que somos conscientes de esta respuesta, la podemos llamar segundo nivel de conciencia. Existe la conciencia de la rosa y la conciencia de la respuesta a la rosa. Con frecuencia no somos conscientes de esta  respuesta a la rosa. En realidad es la misma conciencia la que ve la rosa y la que ve la respuesta. Es un movimiento y es erróneo hablar de la conciencia interna y externa. Cuando hay una conciencia visual del árbol sin involucrarnos psicológicamente, no hay división en la relación. Pero cuando hay una respuesta psicológica al árbol, esta respuesta es condicionada, es la respuesta de la memoria anterior, de experiencias pasadas, y esta respuesta es una división en la relación. Esta respuesta es el nacimiento de lo que llamamos el “yo” en la relación y el “no yo”. Así es como nos colocamos con relación al mundo. Esto es como se crean el individuo y la comunidad. El mundo es visto no como es, sino en sus varias relaciones con el yo de la memoria. Esta división es la vida y el florecimiento de todo lo que llamamos nuestro ser psicológico, y a partir de esto surge toda contradicción y división. ¿Está usted segura de que percibe esto? Cuando hay conciencia del árbol no hay evaluación. Pero cuando hay respuesta al árbol, entonces el árbol es juzgado como lo similar y lo disímbolo, y entonces ocurre una división en esta conciencia como el yo y el no yo, que es distinto de la cosa observada. Este yo es la respuesta, en la relación, de recuerdos pasados, experiencias pasadas. Ahora, ¿puede haber una conciencia, una observación del árbol, sin ningún juicio, y puede haber una observación de la respuesta, las reacciones, sin ningún juicio? De esta forma erradicamos el principio de la división, el principio del yo y del no yo, tanto al ver el árbol como al vernos a nosotros mismos.

I: Trato de seguirlo. Veamos si me quedo claro. Existe una conciencia del árbol cosa que yo comprendo. Existe una respuesta psicológica al árbol, y también entiendo eso. La respuesta psicológica está hecha de memorias y experiencias del pasado, es lo similar y lo distinto, es la división entre el árbol y yo. Sí, creo que entiendo todo eso.

K: ¿Es tan claro como el árbol mismo, o es simplemente la claridad de la descripción? Recuerde, como ya dijimos anteriormente, lo descrito no es igual a la descripción. ¿Qué tiene ahora, la cosa o su descripción?

I: Creo que es la cosa.

K: Por consiguiente, no hay yo, que es la descripción al ver el hecho. Al ver cualquier hecho, no existe el yo. Existe el yo del ver; no pueden existir ambos. “El yo no ve. El yo no puede ver, no puede ser consciente.

I: ¿Podemos detenernos aquí? Creo que tengo la sensación, pero debo permitir que esto se sumerja en mí ¿Puedo volver mañana?

[al día siguiente]

I: Creo que realmente entendí, de forma no verbal, lo que usted dijo ayer. Existe la conciencia del árbol, existe la respuesta condicionada al árbol, y esta respuesta condicionada es conflicto, es la acción de la memoria y de las experiencias pasadas, es lo similar y lo distinto, es prejuicio. También  comprendo que esta respuesta del prejuicio es lo que engendra lo que llamamos el yo o el sensor. Veo claramente que el yo existe en toda relación. ¿Existe un yo fuera de las relaciones?

K: Hemos visto lo muy condicionadas que están nuestras reacciones. Cuando usted pregunta si hay un yo fuera de la relación, se convierte en una pregunta especulativa en tanto que no hay libertad desde estas respuestas condicionadas. ¿Se da cuenta? Así, nuestra primera pregunta no es si existe un yo o no fuera de las respuestas condicionadas, sino más bien, si la mente, en la que se incluyen todos nuestros sentimientos, puede estar libre de este condicionamiento, que es el pasado. El pasado es el yo. No existe yo en el presente. Tan pronto como la mente opera en el pasado interviene el yo y la mente es este pasado, la mente es este yo.

Usted no puede decir que existe la mente y que existe el pasado, trátese del pasado de hace unos días, o de hace 10.000 años. Así, preguntamos: ¿puede la mente librarse del ayer? Hay varias cosas involucradas, ¿o no? En primer lugar, existe la conciencia superficial. Luego la conciencia de la respuesta condicionada. Luego el notar que la mente es el pasado, la mente es esta respuesta condicionada. Entonces viene la  pregunta de si la mente puede liberarse del pasado. Y todo esto es una acción unitaria de la conciencia, porque en esto no hay conclusiones- Cuando decimos que la mente es el pasado, saber esto no es una conclusión verbal, sino una percepción real de un hecho. En francés y en español existe una palabra para la percepción de un hecho de este tipo. “Constatación”. Cuando preguntamos si la mente puede liberarse del pasado, ¿esta pregunta es formulada por el sensor, el yo, que es este mismo pasado?

I: ¿Puede la mente liberarse del pasado?

K: ¿Quién formula esta pregunta? ¿Es la entidad que es resultado de muchos conflictos, recuerdos y experiencias quien lo pregunta, o esta pregunta surge por sí misma, a partir de la percepción del  hecho? Si es el observador quién formula la pregunta, entonces trata de escaparse del hecho de sí mismo, porque, según él, “viví tanto tiempo en el dolor, en los problemas, en las penas, que me gustaría ir más allá de esta lucha constante”. Si formula pregunta a partir de este motivo, su respuesta será refugiarse en algún escape. Ya sea que nos escapemos de un hecho o lo enfrentemos. Además la palabra y el símbolo son una forma de escapar del hecho. Así, el sólo hecho de formular esta pregunta es ya en sí un acto de escape. Seamos conscientes, de si esta pregunta es o no es un acto de escape. Si lo es, entonces es ruido. Si no hay observador, entonces hay silencio, una negación total del pasado.

I: Aquí me siento perdida. ¿Cómo puedo borrar el pasado en unos cuantos segundos?

K: Tengamos en mente que discutimos la conciencia. Aquí hablamos juntos sobre esta cuestión de la conciencia.

Está el árbol y la conciencia condicionada del árbol, que es el yo en la relación, el yo que es el mismo centro del conflicto. ¿Es este yo quién formula la pregunta?, ¿este yo quien, como ya hemos dicho, es la misma estructura del pasado? Si la pregunta no se plantea desde la estructura del pasado, si la pregunta no es hecha por el yo, entonces el pasado no tiene estructura. Cuando la estructura formula la pregunta, opta en relación con el hecho de sí mismo, se aferra a sí misma y actúa para escapar de sí misma. Cuando esta estructura no formula la pregunta, no actúa en relación consigo misma. Para recapitular: existe el árbol, existe la palabra, la respuesta al árbol, que es el sensor o el yo que proviene del pasado; y luego viene la pregunta: ¿puedo escapar de todo este desorden y agonía? Si es el yo quién formula esta pregunta, se perpetúa a sí mismo.

Ahora, siendo consciente de esto, ¡no formula la pregunta! Al ser consciente y ver todas sus implicaciones, la pregunta no puede formularse, porque se puede ver la trampa. ¿Ahora puede entender que toda esta conciencia es superficial? Es lo mismo que la conciencia que ve al árbol.

I: ¿Existe otra clase de conciencia? ¿Existe otra dimensión para la conciencia?

K.: Debemos ser nuevamente cuidadosos, seamos muy claros de que no formulamos esta pregunta con algún motivo. Si existe un motivo, vamos de vuelta a la trampa de la respuesta condicional. Cuando el observador está totalmente en silencio, y no silenciado, seguramente hay una cualidad distinta de conciencia que cobra vida.

I: ¿Qué acción podría existir en cualquier circunstancia sin el observador, qué pregunta, o qué acción?

K: Nuevamente: ¿hace usted esa pregunta desde este lado del río, o es desde la otra ribera? Si estuviera usted en la otra ribera, no haría esta pregunta. Si está en esa ribera, su acción provendría desde esa ribera. Así, hay una conciencia de esta ribera, con toda su estructura, naturaleza y sus trampas, y tratar de escapar de la trampa es caer en una nueva! Y que mortal monotonía existe en todo eso! La conciencia nos muestra la naturaleza de la trampa y, por consiguiente, está la negación de todas las trampas, así, la mente ahora está vacía. Se vacía del yo y de la trampa. Esta mente tiene una cualidad distinta, una dimensión distinta de la conciencia. Esta conciencia no es consciente de que está consciente.

I: Dios mío, esto es muy difícil. Dice usted cosas que parecen verdad y que suenan verdaderas, pero aún no llego ahí. ¿Puede decirlo de un modo distinto? ¿Puede sacarme de mi trampa?

K: Nadie puede sacarla de esa trampa. Ningún gurú, droga, mantra, nadie, incluyéndome a mí, nadie, especialmente yo mismo. Todo lo que debe hacer es ser consciente de comenzar desde el final, y no perder la atención a la mitad. Esta nueva cualidad de la conciencia es la atención,  y en esta atención no existe frontera hecha por el yo. Esta atención es la forma más elevada de la virtud, por consiguiente es el amor. Es la inteligencia suprema y no puede haber atención  si no es sensible a la estructura y la naturaleza de estas trampas hechas por el hombre.

 

Las Enseñanzas de Krishnamurti – Editorial Grijalbo pág. 137 a 142.-

 

 

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