¿Por qué el hombre no ha sido capaz de cambiar? Sólo cambia un poco aquí y allá y, no obstante, demanda que haya una buena sociedad. Quiere orden, no sólo en sí mismo y en sus relaciones, ya sean éstas muy íntimas o de otra índole, sino que además quiere alguna clase de paz en el mundo; quiere que le dejen tranquilo para florecer, para tener alguna clase de beatitud. Si observa, ésta ha sido la exigencia de la humanidad a lo largo de la historia, desde los tiempos antiguos. Y, sin embargo, cuando más civilizado se vuelve el hombre, más desorden crea, más guerras hay. La Tierra no ha conocido ningún período en el que no haya habido guerras, en el que el hombre no haya matado al hombre, una religión destruido a otra religión, una institución u organización dominado y suprimido a otras.
Consciente de esta lucha perpetua, ¿no se pregunta alguna vez si es posible vivir en este mundo, no huir de él, no recluirse en una comuna o convertirse en ermitaño o monje, sino vivir en este mundo de una manera sensata, feliz e inteligente, sin que continúe toda esa lucha por dentro y por fuera? Si lo hace, y espero que lo esté haciendo ahora, porque estamos pensando juntos, entonces usted debe exigir que haya una buena sociedad.
Originar un buena sociedad ha sido el sueño de los antiguos hindúes, griegos y egipcios. Y una buena sociedad sólo podrá existir cuando el hombre sea bueno, porque ser bueno creará bondad en sus relaciones, en sus acciones, en su forma de vida.
Lo bueno también significa lo que es bello. Lo bueno también quiere decir lo que es sagrado; está relacionado con Dios, con los más altos principios. Se necesita comprender muy claramente esa palabra bueno. Cuando haya bondad en usted, entonces cualquier cosa que haga será buena: sus relaciones, sus acciones, su forma de pensar. Uno puede captar de forma instantánea toda la significación de esa palabra, su extraordinaria cualidad.
Por favor, reflexionemos cuidadosamente sobre esto juntos, porque si realmente lo investiga muy a fondo, esto afectará su conciencia, su manera de pensar, su forma de vivir. Así que, por favor, póngale un poco de atención a la comprensión de esa palabra. La palabra no es la cosa. Puedo describir una montaña de la manera más bella, pintarla, componer un poema, pero la palabra, la descripción, el poema, no es lo real. Por lo general nos dejamos arrastrar emocional e irracionalmente por las descripciones, por la palabra.
La bondad no es lo puesto de lo que es malo, no está para nada relacionada con lo que es feo, maligno, malo, con lo que no es bello. La bondad existe por sí sola. Si usted dice que el bien es el resultado de lo malo, de lo maligno o feo, entonces el bien contiene en sí lo malo, lo feo, lo brutal. De manera que el bien debe carecer de toda relación con lo que no es bueno.
Lo bueno no puede existir de ningún modo cuando hay aceptación de cualquier autoridad. La autoridad es muy compleja. Existe la autoridad de la ley que el hombre ha compilado durante muchísimos siglos. Existen la ley de la naturaleza, la ley de nuestra propia experiencia, a la que obedecemos, la de las reacciones mezquinas que dominan nuestras vidas. Luego existen las leyes de las instituciones, de las creencias organizadas a las que se da el nombre de dogmas o religiones. Estamos diciendo que la bondad carece por completo de relación con cualquier forma de autoridad.
Examínelo, mírelo. La bondad no es la búsqueda de conformismo. Si usted se adapta a una creencia, a un concepto, a una idea o principio, eso no es bueno, porque crea conflicto. La bondad no puede florecer por mediación de otro, de una figura religiosa, del dogma o la creencia, sólo puede florecer en el terreno de la atención total, en la cual no hay autoridad alguna. La esencia de la bondad es una mente que no está en conflicto. Y la bondad conlleva gran responsabilidad. Usted no puede ser bueno y permitir que haya guerras. De modo que una persona que sea verdaderamente buena es responsable de la totalidad de su vida.
Estamos preguntando si alguien que ha vivido en una sociedad, bajo las presiones institucionales, de las creencias, de los religiosos autoritarios, puede ser bueno; porque sólo crearemos una sociedad diferente si usted, como ser humano, es total, absoluta, no parcialmente, bueno. ¿Es posible ser bueno viviendo en este mundo, estando casado, con hijos y trabajos? Estamos empleando la palabra en el sentido que implica gran responsabilidad, cuidado, atención, diligencia, amor. La palabra bueno contiene todo eso. ¿Es posible para usted que tiene la amabilidad de escuchar? Si no es posible, entonces usted acepta la sociedad tal cual es. Para crear una sociedad diferente, que sea esencialmente buena, en el contexto en que estamos usando esa palabra, se requiere gran energía. Esto demanda su atención, es decir, su energía. Los seres humanos tienen energía de sobra; cuando quieren hacer algo, lo hacen.
¿Qué impide que cada ser humano sea completamente bueno? ¿Cuál es la barrera? ¿Cuál es el impedimento? ¿Por qué los seres humanos, usted, no son radical, sensatamente buenos? Uno que observa se da cuenta de lo que el mundo es y de que él es el mundo, de que el mundo no es distinto de él, de que él ha creado ese mundo, la sociedad, las religiones con sus innumerables dogmas, creencias, rituales, particiones y fracciones. Esto lo han creado los seres humanos. ¿Es eso lo que nos está impidiendo ser buenos? ¿Se debe a que creemos o a que estamos tan preocupados con nuestros problemas de sexo, temor, ansiedad y soledad, queriendo realizarnos o identificándonos con una cosa u otra? ¿Es eso lo que está impidiendo que un ser humano sea bueno? Si esas cosas nos lo están impidiendo, entonces no poseen ningún valor. Si usted ve que cualquier presión, proveniente de la dirección que sea, incluyendo su propia creencia, sus propios principios e ideales, impide totalmente que esa bondad se manifieste, entonces, naturalmente, usted los descartará sin ninguna ambigüedad, sin ningún conflicto, porque son estúpidos.
El gran caos y desorden extendidos por todo el mundo representan un peligro para la vida. Se están expandiendo por doquier. De manera que, cualquier serio observador de sí mismo y del mundo debe hacerse estas preguntas. Los científicos, los políticos, los filósofos, los psicoanalistas, los gurúes, ya vengan de la India, del Tíbet o de su propio país, han proporcionado toda clase de teorías, pero no han resuelto nuestros problemas humanos. Nadie lo hará. Nosotros mismos tenemos que resolverlos, porque los hemos creado nosotros. Pero, desafortunadamente, no estamos dispuestos a examinar nuestros problemas para investigar por qué llevamos vidas absolutamente centradas en nosotros mismos, egoístas, como de hecho hacemos.
Estamos preguntando si podemos vivir con la bondad, con su belleza, con su santidad. Si no podemos, entonces aceptaremos el creciente peligro del caos en nuestras vidas, en las de nuestros hijos, y así seguido en la línea de descendencia.
¿Estamos dispuestos a adentrarnos en esta cuestión del autoconocimiento? Porque uno es el mundo. Los seres humanos de todo el mundo, cualquiera que sea su color, religión, nacionalidad y creencias, sufren psicológica, interiormente. Pasan por grandes ansiedades, gran soledad, tienen extraordinario sentimiento de desesperación, de depresión, una sensación de falta de sentido en nuestra actual manera de vivir. En el mundo entero la gente es psicológicamente similar. Ésa es una realidad, ésa es la verdad, eso es un hecho. De modo que usted es, psicológicamente, el mundo y el mundo es usted; y cuando usted se comprenda a sí mismo, está comprendiendo toda la estructura y naturaleza humanas. Ésta no es una investigación meramente egoísta, porque cuando se comprende, usted se trasciende a sí mismo, se manifiesta otra dimensión.
¿Qué nos hará cambiar? ¿Más conmociones? ¿Más catástrofes? ¿Distintas formas de gobierno? ¿Diferentes imágenes? ¿Otros ideales? Usted ha tenido variedades de estas cosas y, no obstante, no ha cambiado. Cuanto más sofisticada nuestra educación, cuanto más civilizados nos volvemos –civilizados en el sentido de estar más distantes de la naturaleza–, tanto más nos deshumanizamos. Por lo tanto, ¿qué debería hacer? Como ninguna de las cosas externas a mí me va a ayudar, incluidos todos los dioses, entonces es evidente que sólo tengo que comprenderme. Tengo que ver lo que soy y cambiarme radicalmente. Entonces, de eso surge la bondad y uno puede crear una sociedad buena.
Editorial Kier, Buenos Aires, 2.000, Págs. 15 a 29.-