A la luz de Krishnamurti

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EL YO

Publicado el 1 de abril de 2012

«EL  YO»…¿ que es el yo? Desde las tradiciones orientales más antiguas, pasando por Freud y más contemporáneamente, por todas las escuelas de la psicología moderna, el yo ha sido tema de debate, análisis y controversias. Para unos es inherente a nuestra condición humana y es el eje de nuestro crecimiento personal, para algunos, un obstáculo para nuestra expresión más auténtica  y finalmente  otros, creen que es factible ir más allá del mismo y vivir en una dimensión que lo trascienda.

¿Pero que dice K? En los tres extractos que siguen intentamos sintetizar su postura  al solo fin de invitarlos a profundizar en la cuestión.

Categoría Su Legado

La Verdad y la Realidad

Publicado el 1 de abril de 2012

Uno puede ver que el pensamiento ha fabricado el “yo”, el “yo” que se ha vuelto independiente, el “yo” que ha adquirido conocimientos, el “yo” que es el observador, el “yo” que es el pasado, el pasado que atraviesa el presente y se modifica a sí mismo como futuro. Éste es aún el “yo” producido por el pensamiento, y ese “yo” se ha vuelto independiente del pensamiento. Ese “yo” tiene un nombre, una forma. Tiene una etiqueta llamada X o Y o Juan. Se identifica a sí mismo con el cuerpo, con el rostro; está la identificación del “yo” con el nombre y la forma, que es la estructura, y con el ideal que necesita perseguir. También con el deseo de cambiar el “yo” por alguna otra forma de “yo”, por otro nombre. Este “yo” es el producto del tiempo y el pensamiento. El “yo” es la palabra: elimine la palabra y, ¿qué es el yo?

Y ese “yo” sufre. El “yo” que sufre, es usted. El “yo”, en su gran ansiedad, es la gran ansiedad de usted.  Por lo tanto, usted y yo tenemos en común la esencia básica. Aunque usted pueda ser más alto o más bajo, o tener un temperamento diferente, o un carácter diferente, aunque pueda ser más ingenioso, todo eso es el campo periférico de la cultura; pero en el fondo somos básicamente iguales. De modo que ese “yo” se mueve en la corriente de la codicia, en la corriente del egoísmo, del temor, de la ansiedad, etcétera, que es igual a lo que ocurre con usted en la corriente. Por favor, no acepte lo que yo digo, vea la verdad de ello. O sea, que usted es egoísta y otro es egoísta; usted tiene miedo y otro tiene miedo; usted tiene ansias, sufre, llora, codicia, envidia, ése es el factor común a todos los seres humanos. Esa es la corriente en la que estamos viviendo, la corriente en la que nos hallamos atrapados todos nosotros. Mientras vivimos, estamos atrapados en esa corriente; por favor, vea que estamos atrapados en esta corriente, véalo como un hecho de la vida. Esta corriente es el “egocentrismo” (esa expresión incluye todas las descripciones del “yo” que acabamos de hacer). Y, cuando morimos, el organismo muere, pero la corriente egocéntrica continúa. Sólo obsérvelo, considérelo.

Supongamos que he vivido una vida muy egoísta, basada en actividades egocéntricas, con mis deseos, con la importancia de mis deseos, ambiciones, codicia, envidia, la acumulación de la propiedad, la acumulación del conocimiento, la acumulación de toda clase de cosas que he reunido –todo lo cual hemos calificado como “egocentrismo”. Y ésa es la cosa en la cual vivo, ése es el “yo” y ése es usted también. Lo mismo es en nuestras relaciones. De modo que, cuando vivimos, estamos flotando juntos en la corriente del egocentrismo. Éste es un hecho, no es mi opinión, no es una conclusión mía; si usted lo observa, lo verá –sea que vaya a América, a la India o por toda Europa. Podrá estar modificado por las presiones ambientales, etcétera, pero básicamente ése es el movimiento. Y cuando el cuerpo muere, el movimiento continúa…

Esa corriente es el tiempo. Ese es el movimiento del pensar, que ha creado el sufrimiento, que ha creado el “yo”, es el movimiento a causa del cual el “yo” ahora se ha afirmado como algo independiente separándose a sí mismo de usted; pero el “yo” es igual a usted cuando sufre. El “yo” es la estructura imaginaria del pensamiento. En sí mismo carece de realidad. Es lo que el pensamiento ha hecho de él, porque el pensamiento necesita seguridad, certidumbre; por eso ha depositado en el “yo” toda su certidumbre. Y en esto hay sufrimiento. En ese movimiento del egocentrismo, mientras vivimos somos llevados por esa corriente, y cuando morimos esa corriente existe.

¿Es posible que esa corriente cese? ¿Puede el egocentrismo, con todas sus decoraciones, con todas sus sutilezas, llegar completamente a su fin? Y el fin, es el fin del tiempo. Por lo tanto, después del fin, hay una manifestación por completo diferente, que es: no egocentrismo en absoluto.

Cuando hay sufrimiento, ¿existen un “yo” y un “usted”? ¿O solamente hay sufrimiento? Me identifico a mí mismo como el “yo” en ese sufrimiento, lo cual es el proceso del pensar. Pero el hecho real es que usted sufre y yo sufro; no “yo” sufriendo como algo independiente de usted que sufre. De modo que sólo hay sufrimiento… sólo existe el factor de sufrimiento. ¿Sabe usted lo que eso hace cuando uno se da cuenta de ello? De ese sufrimiento despersonalizado, no identificado como el “yo” separado de usted, cuando existe ese sufrimiento, de él surge un extraordinario sentido de compasión. La misma palabra sufrimiento viene de la palabra “pasión”.

Así es que tengo este problema. Como un ser humano, viviendo, sabiendo que existo en la corriente del egocentrismo, me pregunto: ¿Puede esa corriente, puede ese movimiento del tiempo cesar totalmente? ¿En ambos niveles, en el nivel corriente y en el profundo? Después de que se ha descrito todo esto, ¿comprende usted mi pregunta? Ahora bien, ¿cómo descubrirá si usted, que se halla atrapado en esa corriente del egocentrismo, puede salirse completamente de ella? –lo cual implica la cesación del tiempo. La muerte es el cese del tiempo como el movimiento del pensar, si se ha salido de esa corriente. ¿Puede usted, viviendo en este mundo, con toda la bestialidad que el mismo implica, en mundo que el hombre ha hecho, que el pensamiento ha producido, con las dictaduras, la autoridad totalitaria, la destrucción de las mentes humanas, la destrucción de la tierra, de los animales –todo cuanto el hombre toca lo destruye, incluyendo a su propia esposa o marido–, ¿puede usted, pues, vivir en este mundo completamente sin tiempo? –eso significa no estar más atrapado en esa corriente del egocentrismo.

Vea, hay muchas más cosas implicadas en esto; porque existe eso que es un gran misterio. No la cosa inventada por el pensamiento, eso no es misterioso. Lo oculto no es misterioso. Es lo que todo el mundo persigue ahora, es la moda. Las experiencias que proporcionan las drogas no son misteriosas. Existe esta cosa llamada muerte, y el misterio que se encuentra donde hay una posibilidad de salirse de ella.

O sea: mientras uno vive en el mundo de la realidad, que es lo que hacemos, ¿puede haber un fin para el sufrimiento en ese mundo de la realidad? Reflexione sobre ello. Obsérvelo. No diga sí o no. Si no hay fin para el sufrimiento en el mundo de la realidad –lo cual produce orden–, si no hay fin para el egocentrismo en el mundo de la realidad –es el egocentrismo el que crea el desorden en el mundo de la realidad—si no hay fin para ello, entonces usted no ha comprendido, no ha captado la plena significación que tiene el cese del tiempo. Por lo tanto, usted debe producir orden en el mundo de la realidad, en el mundo de las relaciones, de la acción, del pensar racional e irracional, del temor y el placer. ¿Puede uno, pues, viviendo en el mundo de la realidad tal como lo hacemos, terminar con el egocentrismo? ¿Saben?, es una cosa muy compleja ésta de terminar con el egocentrismo, no consiste simplemente en decir, “Yo no pensaré en mí mismo”… Este egocentrismo en el campo de la realidad está creando el caos. Y usted es el mundo y el mundo es usted. Si usted cambia profundamente, influye en toda la conciencia del hombre.

La Corriente del egocentrismo, Ed. Edhasa pg 231 a 235

Categoría Su Legado

La Libertad Primera y Ultima

Publicado el 1 de abril de 2012

¿Qué es el “yo”?

Creo que es importante comprender cómo la experiencia fortalece al “yo”. Si somos serios, deberíamos comprender este problema de la experiencia. Ahora bien ¿qué entendemos por experiencia? En todo momento tenemos experiencias, impresiones; y esas impresiones las interpretamos y reaccionamos ante ellas; o actuamos de acuerdo con esas impresiones: somos calculadores, astutos, etcétera. Hay constante influencia recíproca entre lo que se ve objetivamente y nuestra reacción ante ello, y acción recíproca entre lo consciente y los recuerdos del inconsciente.

Según sean mis recuerdos, reacciono ante cualquier cosa que veo, ante cualquier cosa que siento. En este proceso de reaccionar ante lo que veo, lo que siento, lo que sé, lo que creo, la experiencia va surgiendo ¿no es así? La reacción ante la respuesta de algo visto, es experiencia. Si no la nombro, esa reacción no es una experiencia.

Cuando veis todo el proceso, las astutas y extraordinarias invenciones del “yo”, su inteligencia, cómo se encubre mediante la identificación, mediante la virtud, mediante la experiencia, mediante la creencia, mediante el conocimiento; cuando veis que os estáis moviendo en un círculo, en una jaula que él mismo fabrica, ¿qué sucede? Cuando os dais cuenta, cuando tenéis pleno conocimiento de ello, ¿no os encontráis en una calma extraordinaria, que no se generó por la fuerza, ni mediante recompensa alguna, ni por ningún temor? Cuando reconocéis que toda actividad de la mente es tan sólo una forma de fortalecimiento del “yo”, cuando observáis eso y lo veis, cuando os dais completamente cuenta de eso en la acción, cuando llegáis a ese punto –no de un modo ideológico, verbal; ni por experiencia proyectada, sino cuando estáis realmente en ese estado–  entonces veréis que la mente, que está totalmente en calma, no tiene el poder de crear. Cualquier cosa creada por la mente lo es dentro de un círculo, dentro del ámbito del “yo”. Cuando la mente no crea, entonces existe la creación, lo cual no es un proceso reconocible.

La realidad, la verdad, no se puede reconocer. Para que la verdad surja, la creencia, el conocimiento, la experiencia, el perseguir la virtud, todo eso debe desaparecer. La persona virtuosa que tiene conciencia de perseguir la virtud, jamás podrá encontrar la verdad. Podrá ser una persona muy decente; esto es algo totalmente distinto del hombre que vive la verdad, del hombre que comprende. En el hombre que vive la verdad, la verdad se ha manifestado. Un hombre virtuoso es un hombre justo, y un hombre justo jamás podrá comprender qué es la verdad; porque, para él, la virtud es el encubrimiento del “yo”, el fortalecimiento del “yo”, porque él persigue la virtud. Cuando él dice “no debo ser codicioso”, el estado de no codicia que él experimenta fortalece el “yo”. Por eso es tan importante ser pobre, no sólo en las cosas del mundo, sino también en creencias y en conocimientos. Un hombre rico en bienes materiales, o un hombre rico en conocimientos y en creencias, jamás conocerá otra cosa que la oscuridad, y será el centro de toda discordia y sufrimiento. Mas si vosotros y yo, como individuos, podemos ver todo este comportamiento del “yo”, entonces sabremos qué es el amor. Os aseguro que ésa es la única reforma que puede cambiar el mundo. El amor no es del “yo”. El “yo” no puede reconocer al amor. Decís “yo amo”; pero al decirlo y al experimentarlo, ya no hay amor. Mas cuando conocéis el amor, no hay “yo”. Cuando hay amor, no hay “yo”.

La libertad primera y última, Paginas: 76 a 82

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Diario II

Publicado el 1 de abril de 2012

Octubre 29, 1973

En el valle de los naranjales, éste en particular estaba muy bien atendido –hilera tras hilera de jóvenes naranjos, fuertes y relucientes bajo el sol. El suelo era bueno, lo regaban bien, lo abonaban, lo cuidaban. Era una mañana hermosa con un cielo azul y transparente, el aire era cálido y suavemente agradable.

En los arbustos, las codornices alborotaban con sus agudos llamados; un gavilán flotaba inmóvil en el aire, y pronto descendió para posarse en la rama de un naranjo próximo y se durmió. Se encontraba tan cerca que las afiladas garras, las magníficas plumas moteadas y el pico agudo eran claramente visibles; estaba al alcance del brazo. Había ocurrido más temprano en la madrugada, a lo largo de la avenida de las mimosas, y con los pequeños pájaros gritando alarmados.

Bajo los arbustos, dos serpientes, con sus oscuros anillos pardos, visibles a todo lo largo de sus cuerpos, se deslizaban enroscándose una alrededor de la otra, y cuando pasaron junto a uno, fueron por completo inconscientes de la presencia humana. Habían estado sobre una repisa en el cobertizo, extendidas, con sus negros ojos brillantes aguardando y vigilando a los ratones. Miraban fijamente y sin parpadear, ya que carecen de párpados. Deben haber permanecido allí durante toda la noche, y ahora se encontraban entre los arbustos. Era su terreno habitual y se les veía frecuentemente; al levantar a una de ellas, ésta se enroscó alrededor del brazo y uno sintió la frialdad del contacto. Todas estas cosas vivientes parecen tener su propio orden, su propia disciplina y sus propios juegos y regocijos.

El materialismo, para el que nada existe sino la materia, es la actividad tenaz y predominante de los seres humanos, tanto de los ricos como de los que no lo son. Hay todo un bloque del mundo que está entregado al materialismo; la estructura de su sociedad se basa en esta fórmula –con todas sus consecuencias. Los otros bloques también son materialistas, pero aceptan cierta clase de principios idealistas cuando les convienen, y los descartan en el nombre de la racionalidad y la necesidad. Al cambiar el medio, violentamente o de manera gradual, por la revolución o por la evolución, la conducta del hombre se modifica conforme a la cultura en que vive. Existe un antiquísimo conflicto entre aquellos que creen que el hombre es materia, y los que se dedican al espíritu. Esta división es la que tanta desdicha, confusión e ilusiones ha traído al hombre.

El pensamiento es material y su actividad, externa o interna, es materialista. El pensamiento es mensurable, como lo es el tiempo. Dentro de esta área, la conciencia es materia. La conciencia es su contenido; el contenido son las muchas cosas que el pensamiento ha acumulado: el pasado modificando el presente que es el futuro, todo lo cual es tiempo. El tiempo es el movimiento dentro del campo que constituye la conciencia en expansión o en contracción. El pensamiento es memoria, experiencia y conocimiento, y esta memoria con sus imágenes y sus sombras, es el ‘si mismo’, el ‘yo’ y el ‘no yo’, el ‘nosotros’ y el ‘ellos’.

La esencia de la división es el ‘sí mismo’ con todos sus atributos y cualidades. El materialismo sólo refuerza y desarrolla al ‘si mismo’, al yo. Este puede identificarse, y de hecho se identifica, con el Estado, con una ideología, con actividades del ‘no yo’ religioso o seglar, pero siempre permanece siendo el yo. Sus creencias son autofabricadas, como lo son sus placeres y temores. El pensamiento, por su misma estructura y naturaleza, es fragmentario, y entre los diversos fragmentos están el conflicto y la guerra, las nacionalidades, las razas y las ideologías. Una humanidad materialista se destruirá a sí misma a menos que el ‘yo’ sea totalmente abandonado. El abandono del ‘yo’ es siempre de importancia fundamental. Y es sólo a partir de esta revolución que puede crearse una sociedad nueva.

El abandono del ‘yo’ es amor, compasión: pasión por todas las cosas –por los que mueren de hambre, por los que sufren, por lo que carecen de hogar y por el materialista y el creyente. El amor no es sentimentalismo o romanticismo; es tan poderoso y terminante como la muerte.

Poco a poco la niebla que venía del mar llegó, como en olas enormes, a los cerros occidentales; se plegaba sobre los cerros, penetraba hacia abajo en el valle y pronto llegaría hasta aquí; el tiempo refrescaría con la ya cercana oscuridad de la noche. No se veían estrellas y había un silencio completo. Este silencio es factual, no es el silencio que el pensamiento ha cultivado y en el cual no hay espacio.

Diario II, Ed Edhasa, pg 109/111

Categoría Su Legado

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