Ahora veamos lo siguiente: ¿puede la mente, que incluye el cerebro ‑el cerebro, que está condicionado, que es la consecuencia de miles y miles de años de evolución y que es el depósito de la memoria-, puede esa mente aquietarse? Porque sólo cuando la mente está totalmente silenciosa, quieta, hay percepción y se ve con claridad, con una mente que no está confusa. ¿Cómo puede la mente estar silenciosa, quieta? No sé si ustedes han podido ver por sí mismos que para mirar un árbol, o una nube llena de luz y de gloria, tienen que mirar completamente, en silencio; de lo contrario no la están mirando directamente, sino con alguna imagen placentera o con el recuerdo de ayer. No la miran en realidad, están viendo la imagen más bien que el hecho.
De manera que uno se pregunta: ¿puede la totalidad de la mente, incluyendo el cerebro, estar completamente quieta? Hay personas muy serias que se han formulado esta pregunta sin haber podido resolverla; han probado tretas, han dicho que la mente puede aquietarse mediante la repetición de palabras. ¿Han tratado ustedes de hacerlo alguna vez ‑repitiendo “Ave María” o esas palabras sánscritas que algunas personas han traído de la India, los mantras- repitiendo ciertas palabras para aquietar la mente? No importa de qué palabra se trate ‑Coca Cola, cualquier palabra- repítanla rítmicamente, repítanla a menudo y notarán que la mente se aquieta. Pero es una mente embotada, no una mente sensitiva, alerta, activa, vital, apasionada, intensa. Aun cuando una mente embotada diga: “he tenido una experiencia trascendental tremenda”, está engañándose a sí misma.
De manera que ello no depende de la repetición de palabras, ni de tratar de lograrlo mediante esfuerzo; demasiadas tretas se han usado para aquietar la mente. Pero en su interior uno sabe bien que cuando la mente está quieta todo el problema ha terminado; uno sabe que entonces hay verdadera percepción.
¿Cómo va a estar la mente, incluyendo el cerebro, completamente quieta? Algunos dicen: respire de modo apropiado, aspire aire profundamente, o sea, introduzca más oxígeno en su sangre. Es posible que una mente pequeña y embotada esté relativamente quieta respirando muy hondo, día tras día, pero siempre seguirá siendo lo que es, una mente pequeña y embotada. Igual ocurre con la práctica del Yoga; hay tantas cosas envueltas en esto. Yoga significa destreza en la acción, y no meramente la práctica de ciertos ejercicios necesarios para conservar el cuerpo saludable, fuerte y sensitivo ‑lo cual incluye comer alimentos apropiados, sin hartarse de carne, etc. (no entraremos en eso, pues probablemente todos ustedes comen carne). La destreza en la acción requiere gran sensibilidad del cuerpo, cierta agilidad física, ingerir comidas adecuadas, no lo que dicta el paladar o aquello a que están acostumbrados.
Entonces ¿qué ha de hacer uno? ¿Quién formula esa pregunta? Vemos muy claramente que nuestras vidas están en desorden, interna y externamente y, sin embargo, el orden es necesario en forma tan ordenada como en la matemática. Pero habrá orden únicamente mediante la observación del desorden, y no tratando de actuar conforme a la imagen de lo que otros y ustedes puedan considerar orden. El orden surge cuando uno ve y se da cuenta del desorden. Uno ve también que la mente debe estar extraordinariamente quieta, sensible, alerta, no aprisionada en un hábito físico o psicológico. ¿Y cómo se logra esto? ¿Quién formula la pregunta? ¿La mente que parlotea sin cesar, que posee conocimientos? ¿Ha aprendido ella una cosa nueva, o sea, que puede ver claramente sólo cuando está quieta, y que por lo tanto tiene que estar quieta? Entonces dice: “¿cómo voy a estar quieta?” Sin duda que esa pregunta es de por sí errónea; tan pronto pregunta “cómo”, está buscando un sistema y, en consecuencia destruye la misma cosa que se está investigando, que es: ¿cómo puede la mente estar completamente quieta? -no mecánicamente quieta, no forzada ni obligada a estarse quieta. Una mente que no es obligada a estar quieta, es extraordinariamente activa, sensitiva, alerta. Pero cuando uno pregunta “cómo”, ahí ha surgido entonces la división entre el observador y la cosa observada.
Cuando ustedes comprenden que no existe método ni sistema, ni mantra, ni maestro, ni nada en el mundo que pueda ayudarlos a aquietar la mente, y comprenden la verdad de que sólo una mente quieta puede ver, entonces la mente se torna extraordinariamente silenciosa. Es como ver el peligro y evitarlo; de la misma manera, cuando uno ve que la mente tiene que estar completamente silenciosa, la mente se silencia.
Pero la calidad del silencio es lo importante. Una mente muy pequeña puede estar muy tranquila porque tiene su propio pequeño espacio donde se mantiene quieta; ese pequeño espacio, con su pequeña quietud, es la cosa mas muerta imaginable ‑ustedes saben lo que es. Pero una mente con espacio ilimitado que posea esa quietud, ese silencio, no tiene el centro del “yo”, del “observador” y, por lo tanto, es del todo diferente. En ese silencio no existe el “observador” en absoluto; esa calidad de silencio tiene un vasto espacio sin fronteras y está intensamente activa. La actividad de ese silencio es completamente distinta de la actividad egocéntrica. Si la mente de un hombre ha ido tan lejos (y en realidad no está tan lejos, está siempre ahí si uno sabe mirar), quizás entonces allí esté, sin ser invitado, lo que el hombre ha buscado por siglos: Dios, la verdad, lo inconmensurable, lo innominado, lo intemporal. Ese es un hombre bienaventurado, para él son la verdad y el éxtasis.
¿Creen ustedes que deberíamos hablar de esto y hacer preguntas? Podría ser que ustedes me dijeran: ¿qué valor tiene todo esto en nuestras vidas diarias? ‑tengo que vivir, ir a la oficina, también están la familia, el jefe y la competencia, ¿qué tiene que ver con ello lo que usted dice? ¿Es que ustedes no preguntan esto? Si lo preguntan es porque no han prestado atención a todo lo que se ha dicho durante esta mañana. La meditación no es algo diferente de la vida cotidiana. No se retiren al rincón de una habitación a meditar durante diez minutos para salir después de allí y seguir siendo un carnicero ‑tanto metafóricamente como de hecho. La meditación es una de las cosas más serias, mediten todos los días, en la oficina, estando con la familia y también cuando le dicen a alguien, “te amo”; cuando están pensando en los hijos, cuando los educan para que sean soldados, para que maten, para que rindan culto a la bandera; cuando los educan para que entren en esta trampa del mundo moderno. El observar todo eso y darse cuenta de que uno forma parte de ello, es meditación. Y cuando ustedes mediten de esa manera, descubrirán en ello una belleza extraordinaria; actuarán correctamente en todo momento, y si en un determinado momento no lo hicieran, ello no importa; se recobrarán y no perderán tiempo en lamentaciones. La meditación es parte de la vida, y no algo diferente.
Krishnamurti, Jiddu: El Vuelo del Águila, Editorial Paidós, Buenos Aires, 1° Edición, 1974, pagina 45 a 49.-