Hablábamos acerca del orden. En un mundo que está tan completamente confuso y dividido, en un mundo tan violento y brutal, sería lógico que nuestro principal interés en la vida fuera el de producir este orden, no sólo en nosotros mismos sino también en lo externo.
El orden no es hábito; el hábito se vuelve automático y pierde toda su vitalidad cuando los seres humanos se tornan ordenados meramente en el sentido mecánico. El orden, como decíamos, abarca no sólo nuestra propia vida particular sino también toda la vida en torno de nosotros, externamente en el mundo y muy profundamente dentro de nosotros. Ahora bien; siendo conscientes de este desorden, de esta confusión, ¿cómo habremos de producir orden en nosotros sin conflicto alguno y sin que este orden se convierta en mero hábito, en una rutina mecánica y neurótica? Uno ha observado a esas personas que son muy ordenadas; ellas poseen cierta rigidez, no son flexibles, carecen de vitalidad; se han vuelto más bien duras, egocéntricas, porque siguen un patrón particular que, en opinión de ellas, es orden. Y eso se convierte gradualmente en un estado neurótico. Viendo, pues, que un orden de esta clase (que es desorden) se vuelve mecánico y conduce a la neurosis, uno comprende que, no obstante, debe tener orden en su vida. ¿Entonces cómo ha de producirse esto? Es lo que vamos a considerar juntos esta mañana.
Uno debe tener orden físico. Ello es esencial para disponer de un cuerpo bien disciplinado, sensible, alerta, porque eso actúa a su vez sobre la mente. ¿Y cómo ha de tener uno un organismo altamente sensible que no se torne rígido, duro, forzado en un molde o esquema particular?, el cual la mente piensa que es ordenado y así fuerza al cuerpo para que se adapte a él. Este es uno de los problemas.
Luego tiene que haber orden en la totalidad de la mente, del cerebro. La mente es la capacidad de comprender, la facultad de observar con lógica, con cordura, de funcionar como un todo, no fragmentariamente, de no estar atrapado entre deseos, intenciones y propósitos contradictorios. ¿Cómo podrá esta mente ‑en su condición total- tener un orden perfecto, un orden psicosomático sin ajustes, sin la coacción de una disciplina impuesta por el pensamiento?
Veamos primero nuestra dificultad, veamos qué es lo que hay envuelto en todo esto. Uno debe tener orden; éste es absolutamente esencial. Vamos a investigar juntos qué queremos significar por tal orden. Está el orden de la vieja generación, el cual en verdad es desorden, como uno puede observarlo por sus actividades en todo el mundo; en los negocios, en la religión, en el campo económico, entre las naciones y en cualquier otro terreno, existe desorden total.
Como una reacción a ello está la sociedad permisiva, la joven generación, que hace todo lo opuesto a la vieja generación, la cual también es desorden, ¿verdad? Una reacción es desorden. ¿Cómo puede entonces la mente, con todas las sutilezas del pensamiento, con todas las imágenes que el pensamiento ha construido, que ha edificado acerca de los demás y de sí mismo, las imágenes de «lo que es» y de «lo que debería ser» (viviendo, por lo tanto, en un estado de contradicción) cómo puede una mente así tener un orden completo, total, dentro de sí misma, de modo que no haya fragmentación, ni reacciones a un modelo, ni la contradicción entre opuestos, que siempre engendra violencia? ¿De qué manera, viendo todo esto, la mente, nuestra mente, ha de tener un orden completo, total en la acción y en el pensar, en cada uno de sus movimientos, tanto en lo psicológico como en lo fisiológico?
Las personas religiosas dicen que uno puede tener orden únicamente si cree en una vida superior, si cree en Dios, en un agente externo, y que debe imitar, ajustarse, amoldarse de acuerdo con esa creencia; dicen que mediante la disciplina uno debe forzar toda su naturaleza, y cambiar tanto la estructura de la psiquis como su estado fisiológico. Ellos afirman todo esto. Y hay un grupo de personas que estudian la conducta humana, quienes sostienen que es el medio el que nos fuerza a comportamos de una manera determinada; si usted no se comporta con propiedad, entonces el medio lo destruye, y la gente vive así, de acuerdo con sus creencias particulares, sea esa creencia comunista, religiosa, sociológica o económica.
Pese a esta división en el mundo, a la contradicción que impera en nosotros mismos y en la sociedad, a la contracultura que se opone a la cultura existente, todos ellos afirman que debe haber orden en el mundo; esto lo dicen tanto los militares como los sacerdotes. ¿Pero es mecánico el orden? ¿Puede ser producido mediante la disciplina, el acatamiento, la imitación y el control? ¿O existe un orden que nada tiene que ver con el control, con la disciplina tal como la conocemos, que nada tiene que ver con el ajuste a un modelo, con la adaptación, etcétera?
Veamos toda esta idea del control y averigüemos si éste trae orden (lo cual no significa que estemos hablando contra el control). Lo que intentamos es comprender; y sólo si uno comprende es posible descubrir algo por completo diferente. Espero que estén siguiendo todo esto y que se interesen en ello, que sean apasionados al respecto tal como yo lo soy. Es absolutamente inútil estar escuchando como al azar alguna idea teórica; aquí no discutimos teorías o hipótesis; observamos lo que realmente ocurre y vemos qué es lo que hay de falso en ello. La misma percepción de lo falso es la verdad. ¿Comprenden?
Ahora bien; ¿qué implica el control? Toda nuestra cultura, nuestra educación y la educación de nuestros hijos están basadas en eso; y dentro de nosotros existe este instinto de control. ¿Qué es lo que eso envuelve? ¿Nunca nos hemos preguntado por qué debemos controlar en absoluto? Bien, investiguemos esta pregunta. El control implica uno que controla y la cosa controlada, ¿no es así? Por favor, presten atención a esto. Yo estoy enojado y debo controlar mi enojo; y donde hay control hay conflicto: «yo debo» y «yo no debo». Y es obvio que el conflicto deforma la mente. Una mente es sana cuando carece en absoluto de conflicto; entonces puede funcionar sin fricción alguna, y una mente así es cuerda, lúcida. Pero el control niega eso, porque en el control hay conflicto y contradicción, hay el deseo de imitar y de ajustarse a un modelo: la cosa que uno piensa que debe hacer. ¿Está claro esto?
De manera que el control no es orden. Esto es muy importante que se comprenda. Uno nunca puede tener orden por medio del control, porque el orden significa funcionar claramente, ver de modo total, sin distorsión alguna; pero donde hay conflicto debe haber distorsión. El control también implica represión, conformidad, ajuste y la división entre el observador y lo observado. Vamos a investigar ahora qué significa actuar o producir orden sin control. No es que estemos negando la estructura total del control, sino que vemos su falsedad y, por lo tanto, de ahí surge la verdad del orden. ¿Nos estamos acompañando mutuamente a medida que avanzamos, pero no de modo verbal sino de hecho, porque estamos tratando de crear un mundo por completo diferente con una diferente cultura, de producir un ser humano que viva sin fricciones? Sólo una mente así es capaz de vivir exenta de distorsión, sólo una mente así conoce lo que es el amor. Y el control, en cualquiera de sus formas, engendra distorsión, conflicto y una mente enferma.
La vieja cultura ha dicho que uno debe disciplinarse, y esta disciplina empieza con los hijos en el hogar, luego en las escuelas y colegios, e inmediatamente prosigue a lo largo de toda la vida. Ahora bien, esa palabra «disciplina» significa aprender; no quiere decir ejercitar, ajustarse, reprimir, etc. Y una mente que está aprendiendo todo el tiempo, se encuentra realmente en un estado de orden; pero la que no está aprendiendo, la que dice «he aprendido», una mente así engendra desorden. La mente misma se resiste a ser sometida a ejercicios, a tornarse mecánica, a ajustarse, a reprimirse, todo lo cual está involucrado en la disciplina. Y, sin embargo, dijimos que debe haber orden. ¿Cómo ha de producirse este orden sin que haya disciplina en el sentido aceptado de esa palabra?
¿Cuál es la respuesta de ustedes una vez que han visto el problema, el cual es muy complejo? Si están haciendo trabajar la mente, si de verdad están interesados de modo intenso en esta cuestión del orden, y no sólo en lo que atañe a lo interno sino también con respecto a lo externo, ¿cuál es entonces la respuesta a eso? ¿Cómo encontrarán ustedes una respuesta a esta exigencia de orden, el cual no depende del control, de la disciplina, del acatamiento, y que niega por completo toda autoridad, lo cual significa libertad, no es así? Si existe cualquier forma de autoridad, entonces en la aceptación de esa autoridad hay acatamiento y represión, hay seguimiento; y eso engendra contradicción y, por lo tanto, desorden.
Así que ha de haber negación del control ‑en el significado corriente de esa palabra «disciplina»‑ y también una absoluta negación de toda la estructura y naturaleza autoritaria, la cual excluye la libertad. Y, no obstante, debe haber orden; vean las complicaciones de esto. Está la autoridad de la ley, la del policía, la autoridad civil a la que uno debe ajustarse; pero es preciso estar libre con respecto a la autoridad de los mayores con sus creencias, y a la autoridad de las propias intimaciones, de la experiencia, del conocimiento; porque todo eso niega la libertad.
Viendo el estado actual del mundo, observando nuestra cultura social, económica y religiosa, nuestro sistema educacional y la relación en la familia, nos damos cuenta de que todo se basa sobre este principio de autoridad. Y eso ha causado completa confusión, gran sufrimiento, guerras y la fragmentación del mundo así como la división del hombre. Habiendo observado esto, ¿cómo hemos de producir orden? Ese es el problema a que ustedes se enfrentan, ¿comprenden? ¿Cómo responderán a esa pregunta, si es que en realidad están profunda y apasionadamente interesados en tratar de producir orden en sus vidas y en el mundo que los rodea? ¿Cuál será esa respuesta? ¿Se volverán ustedes a los libros, a los sacerdotes, a los filósofos, a los gurús, a la última de esas personas que dice: «Yo estoy iluminado, vengan y les contaré todo acerca de eso»? ¿A quién se volverán ustedes para descubrir cómo vivir una vida que sea totalmente ordenada y que, al propio tiempo, niegue todo acatamiento, toda autoridad, disciplina y control? Ustedes deben responder a esta pregunta. Estamos encarando el problema de un modo nuevo, nuevo en el sentido de que no sabemos cómo producir orden a partir de este caos. Si dicen que el orden debe ser esto o aquello, entonces están reaccionando a «lo que es», afirman algo que se opone a «lo que es», reacción que carece en absoluto de valor. Por consiguiente, estamos enfocando el problema de un modo nuevo; hasta aquí sólo hemos examinado el hecho real de lo que está ocurriendo en el mundo y dentro de nosotros, el hecho real. Ahora vamos a descubrir juntos qué es el orden. Ustedes no han de aceptar nada de lo que diga quien les habla; estén bien seguros acerca de esto, porque si lo aceptan, entonces nuestra relación cambia por completo. Pero si examinamos juntos, si estamos todos hondamente interesados en este tema ‑o sea, que nos hemos dado cuenta del estado de confusión que impera en el mundo y del desorden que existe en nosotros mismos, en nuestras vidas tan vulgares, realmente nos hemos dado cuenta de este hecho- entonces necesitamos pasión e intensidad para descubrir qué es el orden.
Vamos a averiguar ante todo qué significa aprender observando «lo que es» y aprendiendo de ello. Aprendiendo es el «presente activo» de ese verbo aprender; implica un movimiento constante de aprender, y no el haber aprendido para luego aplicar ese conocimiento, lo cual es algo muy diferente de aprender todo el tiempo. ¿Ven la diferencia? Nosotros estamos aprendiendo juntos; no acumulamos conocimientos para después actuar de acuerdo con esos conocimientos acumulados; en eso hay contradicción y, por lo tanto, control, mientras que una mente que está en movimiento constante de aprender no tiene autoridad, ni contradicción, ni control, ni disciplina, sino que el mismo acto de aprender exige orden. Por favor, obsérvenlo por sí mismos. ¿Están ustedes en estado de aprender, o esperan que se les diga qué es el orden? Obsérvense. Si esperan averiguar de otro qué es el orden, entonces dependen de esa persona, o de ese libro, o de ese sacerdote, o de esa estructura, etc. Así que estamos aprendiendo juntos. ¿Es ése el estado de sus mentes? ¿Han comprendido el control con todas sus implicaciones, y el pleno significado de la disciplina, y están por completo conscientes de lo que hay envuelto en la autoridad? Si lo han comprendido, entonces son libres; de otro modo no pueden aprender. El aprender significa una mente que es curiosa, que no sabe, que está ansiosa por descubrir, que está interesada. ¿Están sus mentes así, interesadas? ¿Dice cada uno de ustedes, «no sé lo que es el orden, pero voy a averiguarlo»? ¿Son ustedes muy curiosos, están apasionada y profundamente interesados? ¿Es ésa la condición de sus mentes y, por lo tanto, están deseosos de aprender, no de otro, sino aprender por sí mismos mediante el acto de observar? El control y la autoridad ‑que para ustedes significa disciplina‑ impiden la observación. ¿Perciben esto? Una mente puede aprender sólo cuando es libre, cuando no sabe; de otro modo ustedes no pueden aprender.
Krishnamurti, Jiddu: La persecución del placer, Edit. Kier, Buenos Aires, 1994, págs. 135 a 144