A la luz de Krishnamurti

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EL ESCUCHAR

Publicado el 26 de agosto de 2012

Solemos decir: «tenemos que escucharnos»… «tu no me escuchas»… «escucha por favor…»te escuché»…etc, etc. Pero ¿sabemos realmente escucharnos, es posible relacionarnos si no existe una «auténtica» escucha?. Parece que la cuestión no es tan sencilla como parecería indicar la repetición mecánica de la palabra, más aún nos parece que K nos insinúa que escuchar al «otro» es también conocernos(y escucharnos) a nosotros mismos…

Categoría Su Legado

La Revolución Fundamental

Publicado el 26 de agosto de 2012

¿No es importante averiguar cómo se ha de escuchar? A mí me parece que la mayoría de nosotros no escuchamos en modo alguno. Escuchamos a través de diversos tamices de prejuicios, examinando lo que se dice como hindúes, musulmanes, cristianos, o con una mente ya predispuesta. No escuchamos libremente, con naturalidad, calladamente. Escuchamos con la intención de concordar o disentir, o escuchamos con espíritu de argumentación, no para descubrir; y me parece muy importante saber cómo escuchar, saber cómo leer, ver, observar. La mayoría somos incapaces de escuchar de veras, y es sólo escuchando y oyendo correctamente, que comprendemos. La comprensión no llega por el esfuerzo ni mediante forma alguna de conformidad o coacción, sino tan sólo cuando la mente está muy quieta. Tratando de descubrir qué es lo que la otra persona dice, no hay tensión ni esfuerzo sino un fácil fluir, un deleite veloz; mas no podemos descubrir lo que otro dice si escuchamos con alguna clase de prejuicio. Tal vez tenga yo algo nuevo que decir; y para aquellos que estén predispuestos a favor o en contra, será muy difícil comprender realmente. Porque la mayoría de nosotros estamos condicionados por influencias sociales, económicas, religiosas, etc. Somos copiadores, imitamos, y por lo tanto no hacemos caso de aquello que es nuevo; lo calificamos de revolucionario o de absurdo y lo hacemos de lado. Pero si podemos examinarlo, si podemos considerarlo libre de todo prejuicio y toda limitación, entonces quizá resulte posible comprendernos y estar en comunión unos con otros. Sólo hay comunión cuando no hay barrera; y una idea, un prejuicio, es una barrera. Cuando amáis a alguien estáis en comunión, no tenéis idea alguna acerca de la persona que amáis. Análogamente, si podemos establecer relaciones de verdadera comunión entre nosotros, de suerte que vosotros y yo comprendamos el problema juntos, hay entonces una posibilidad de radical revolución en el mundo. El mundo, después de todo, no necesita mera reforma ni una revolución superficial, sino una revolución (…) ya que la masa se compone de muchos individuos, la masa no es una entidad independiente, no es diferente ni está separada de vosotros y de mí.

La Revolución Fundamental, PG 77, 78

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He dicho que hay un arte de escuchar, y quizá pueda ahondar en ello algo más, porque creo importante el escuchar como es debido. Generalmente oímos lo que queremos oír, y excluimos todo lo que resulta perturbador. A toda expresión de una idea perturbadora le hacemos oídos sordos; y especialmente en asuntos que son profundos, religiosos, que tienen significación en la vida, somos propensos a escuchar muy superficialmente. Si algo oímos, es simplemente palabras, no el contenido de las palabras, porque, la mayoría de nosotros no deseamos ser perturbados. Casi todos queremos continuar con nuestros viejos hábitos; porque el modificarse, el producir un cambio, significa perturbación: perturbación en nuestra vida diaria, perturbación en nuestra familia, perturbación entre marido y mujer, entre nosotros y la sociedad. Como a la mayoría de nosotros no nos agrada ser perturbados, preferimos seguir en la existencia el camino fácil; y que él conduzca a la desgracia, al disturbio y al conflicto, tiene al parecer muy poca importancia. Lo único que queremos es una vida fácil: no tener demasiadas dificultades ni perturbaciones, no pensar demasiado. Por eso, cuando escuchamos, en realidad nada oímos. Casi todos tenemos miedo de escuchar con hondura; pero es sólo cuando escuchamos así, cuando los sonidos penetran profundamente, que existe una posibilidad de cambio fundamental, radical. Tal cambio no es posible si escucháis superficialmente; y, si puedo insinuarlo, esta tarde por lo menos tened a bien escuchar sin resistencia alguna, sin ningún prejuicio; escuchad, nada más. No hagáis un esfuerzo tremendo por comprender, porque la comprensión no viene con el esfuerzo, no viene luchando. La comprensión llega velozmente, inadvertidamente, cuando el esfuerzo es pasivo; sólo cuando el que hace el esfuerzo está en silencio, llega la onda de la comprensión. De suerte que, si puedo sugerirlo, escuchad como escucharíais correr el agua. Entonces no imagináis, no os esforzáis por escuchar; escucháis, nada más. Entonces el sonido transmite su propio significado, y esa comprensión es mucho más profunda, mayor y más duradera que la mera comprensión de palabras que resulta del esfuerzo intelectual. El entender las palabras, que se llama comprensión intelectual, es algo totalmente vacío. Vosotros decís “comprendo intelectualmente, pero no puedo ponerlo en práctica”; lo cual significa que en realidad no comprendéis. Cuando comprendéis, comprendéis el contenido; no hay comprensión intelectual. La comprensión intelectual es puramente verbal. Oír las palabras no es comprender su contenido. La palabra no es la cosa; la palabra no es la comprensión. La comprensión llega cuando la mente cesa en su esfuerzo, es decir, cuando no opone resistencia, cuando no tiene prejuicios y escucha libre y plenamente. Y si puedo sugerirlo, esos es lo que debiéramos tratar de hacer esta tarde; porque entonces hay en el escuchar un gran deleite, como escuchar un poema, una canción, o ver el movimiento de un árbol. Entonces esa observación misma, esa atención, brinda una significación tremenda a la existencia.

La Revolución Fundamental, PG 39, 40

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Existe un arte de escuchar. Escuchad para descubrir si lo que se dice tiene significación, y, después de escuchar, juzgad, aceptad o rechazad; pero antes que nada, escuchad. La dificultad, para la mayoría de nosotros, está en que no escuchamos. Venimos predispuestos a ser antagonistas o amigos, no a escuchar neutralmente. Si escucháis neutralmente, sólo entonces, por cierto, empezáis a descubrir lo que hay más allá de las palabras. Las palabras son medio de comunicación. Tenéis que aprender mi vocabulario, el sentido de mis palabras, y entonces, hallaréis la significación del tema. Lo que reviste primordial importancia es aprender a escuchar correctamente. Si leéis un poema y tenéis prejuicios, ¿cómo podréis comprenderlo? Para apreciar lo que el poeta desea que comprendáis, debéis venir con libertad para ello.

La Revolución Fundamental, ED Kier, Buenos Aires

Pláticas en la India, años 1949/1950

Categoría Su Legado

La Luz En Uno Mismo

Publicado el 26 de agosto de 2012

Observación Pura

¿Escuchamos lo que nos decimos el uno al otro? La mayor parte del tiempo usted está hablando consigo mismo; viene alguien que quiere contarle algo, pero usted no tiene el tiempo, ni la inclinación ni la intención de escuchar. No hay una sensación de espacio sino una sordera constante, de manera que nunca nos escuchamos mutuamente. Oír no es sólo con el oído sino, además, escuchar el sentido de la palabra, su significado y su sonido. El sonido es muy importante; cuando hay sonido hay espacio, o no habría sonido. El sonido sólo puede tener lugar en el espacio. De modo que el arte de escuchar, si uno puede indicarlo con el mayor respeto, no es sólo oír con el oído sino también escuchar el sonido de la palabra. La palabra tiene un sonido y para escucharlo debe haber espacio. Pero si usted escucha mientras traduce continuamente lo que se dice a sus propios prejuicios y procesos agradables o desagradables, entonces no está escuchando en absoluto.

¿Puede usted escuchar no sólo lo que dice el que habla sino también su propia reacción a lo que se dice, y no corregirla para que concuerde con lo que se dice? Entonces hay un proceso en marcha: el que habla dice algo, usted escucha sus reacciones a lo que se dice, y le da espacio al sonido de sus propias reacciones además de a lo que se está diciendo. Eso significa una tremenda atención, no sólo entrar y perderse en una especie de trance. Si usted escucha, en ese escuchar hay un milagro. El milagro es que usted está completamente con el hecho de lo que se dice, escuchándolo y también escuchando sus propias respuestas. Es un proceso simultáneo. Usted escucha lo que se dice y su reacción a lo que se dice, lo cual es instantáneo, y escucha todo su sonido, lo que implica tener espacio. De manera que le está prestando toda su atención al escuchar. Éste es un arte que no se aprende yendo a una universidad y consiguiendo algunos títulos, sino escuchándolo todo, el río que pasa, los pájaros, el avión, a su esposa o marido, lo cual es mucho más difícil, porque ustedes se han acostumbrado el uno al otro. Al cabo de diez días o de diez años, usted ya casi sabe lo que ella va a decir y ella sabe muy bien lo que va a decir usted; de modo que ha cerrado su oído por completo.

¿Puede usted aprender, no mañana sino ahora, conforme está ahí sentado, el arte de escuchar? O sea, escuchar, darse cuenta de sus propias respuestas, dejarle espacio al sonido de su propio ritmo, y también escuchar lo externo. Es un proceso total, un movimiento unitario de escuchar. Éste es un arte que requiere su más alta atención, porque cuando usted atiende de ese modo, no hay oyente, sólo existe el acto de ver el hecho y su realidad o falsedad. Si usted realmente quiere profundizar en la naturaleza de un cerebro que es religioso y meditativo, tiene que escucharlo todo muy, pero muy atentamente. Es como un enorme río en movimiento.

¿Se encuentra la religión en la estructura del pensamiento o más allá? El pensamiento, que siempre se basa en la experiencia, el conocimiento y la memoria, es muy limitado. La dificultad es examinar lo que está más allá del pensamiento sin que sea el pensamiento el que examina. Veo que la actividad del pensamiento es completamente limitada en todas las direcciones, ya sea en el mundo tecnológico o en el psicológico. El pensamiento, con toda su actividad, es limitado y, por consiguiente, debe haber conflicto. Eso se da por entendido. Cuando se comprende eso, entonces ¿cuál es el instrumento que puede indagar en algo que no es la actividad del pensamiento? ¿Es eso posible? El pensamiento puede investigar su propia actividad, su propia limitación, su propio proceso de organizar las cosas, destruyendo una y creando otra distinta. El pensamiento, en su propia confusión, puede dar origen a cierto orden, pero ése es un orden limitado. Por consiguiente, no es orden supremo. El orden implica todo el fenómeno de la existencia.

Tal vez ‘indagar’ e ‘investigar’ sean palabras equivocadas, porque usted no puede investigar algo que está más allá del pensamiento. Comprender si es posible observar el árbol o escuchar el arroyo sin ningún movimiento del pensar, sin ninguna interferencia de la palabra, simplemente observar sin que ningún movimiento de los recuerdos pasados se introduzca en su observación, eso requiere estar completamente libre del pasado como observador.

¿Puede usted observar sin la palabra, sin todos los recuerdos y asociaciones que contiene? ¿Puede mirar a su esposa, a su novia o a su marido sin la palabra esposa, sin todos los recuerdos que forman su contenido? Vea la importancia de esto: que usted la mira a ella, a él o al río, como por primera vez. ¿Sabe? Al despertarse en la mañana, usted mira por la ventana y ve las montañas, los valles, los árboles y los verdes campos; esa vista es asombrosa cuando la mira como si acabara de nacer. Lo que significa observar sin ninguna parcialidad, sin conclusión ni prejuicio alguno. Usted no puede hacer eso si está medio despierto. Si ve lo que esto supone, lo hace fácilmente. Si miro a mi esposa desde todas las imágenes, incidentes, recuerdos y heridas, nunca la veo a ella. Siempre la estoy mirando a través de las imágenes de los recuerdos pasados. ¿Puede usted mirar a su novia, a su esposa o marido como por primera vez, sin todas las imágenes y memorias?

Observar la naturaleza de un cerebro religioso, no contaminado por el pensamiento, exige su mayor atención. Eso requiere decir que usted está totalmente libre de cualquier compromiso con un gurú, con una iglesia, con sus ideas o tradiciones del pasado, completamente libre para observar. Cuando usted observa de ese modo, ¿qué le ha sucedido a la naturaleza misma del cerebro?

Siempre he mirado al árbol, al río, al cielo, a la belleza de una nube, a mi esposa, mis hijos, mi marido, mi hija, con un recuerdo, con una imagen. Ése es mi condicionamiento. Y usted viene y me dice que mire sin la palabra, sin la imagen, sin todos los recuerdos pasados. Y yo digo que no puedo hacerlo. Lo que significa que no estoy realmente escuchando lo que usted está diciendo.La respuesta es instantánea y digo, ‘No puedo hacerlo’. Ahora, esté atento, dése cuenta de que decir ‘No puedo hacerlo’ es una forma de resistencia, porque estoy tan comprometido con determinado gurú, o con alguna clase de doctrina religiosa, que me asusta desvincularme. Debo prestarle atención a esa respuesta, y también escuchar lo que usted está diciendo, las dos cosas. O sea que para observar debe haber liberación completa de la palabra, de su contenido.

Por lo tanto, dése cuenta de este movimiento, de la resistencia y del escuchar, de querer escuchar y de saber que no puede hacerlo si está resistiendo, y no se mueva de ahí. No diga, ‘debo comprender’. Simplemente obsérvelo, de tal manera que usted da lugar a la atención total.

La observación pura carece del movimiento del ego. La palabra es el ego. La palabra, los recuerdos, las heridas acumuladas, los miedos, las ansiedades, el dolor, el sufrimiento y todas las tribulaciones de la existencia humana son el ego, que es mi conciencia. Y cuando usted observa, todo eso desaparece. Nada de eso interviene en la observación. No hay ningún ‘yo’ observando. Entonces, en esa observación en la vida diaria hay perfecto orden. No hay contradicción alguna. La contradicción es desorden, y esa contradicción misma, con su desorden, posee su propio orden peculiar y limitado.

La luz en uno mismo, Editorial Kier, pags: 94 a 97.-

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Fuego en la Mente

Publicado el 26 de agosto de 2012

La Mente de Krishnamurti

PUPUL JAYAKAR (PJ): Escuchándole durante los últimos treinta años, he observado que usted aborda un problema de cierta manera, una manera mediante la cual expone un problema durante la discusión. Sé que ha sostenido que no hay un “método” , pero, según he observado, cierto “proceso” –no lo llame “método” si prefiere- se ha revelado. Uso la palabra “proceso” y no “metodología”, porque “metodología” es una palabra demasiado dura.

Me gustaría, señor, investigar la manera como recibe usted una pregunta, el verdadero modo que tiene de penetrar en ella. También quisiera saber qué sigue después de que recibe una pregunta. Quisiera explorar su mente. ¿Podemos, pues, durante este diálogo, explorar su mente?

J. KRISHNAMURTI (K). ¿Desea usted explorar mi mente?

PJ: Sí, pero perdóneme por plantearlo de este modo. Vea, señor, siento que, al explorar su mente, podremos quizá comprender el punto de la exploración en que nosotros nos quedamos atascados.

K: Muy bien, empecemos.

PJ: ¿Podemos empezar preguntándole cómo recibe usted una pregunta que se le formula? ¿Cuál es el estado de la mente –de su mente- que recibe?

K: La pregunta es: Cuando a K le plantean una pregunta. ¿cómo la recibe y procede a contestarla? (Pausa).

Pienso que él diría que primero escucha_ escucha sin ninguna clase de conclusiones, de barreras. Y debido a que no hay obstáculo alguno, la mente está… ¿puedo usar la palabra “vacía”? La mente está vacía en el sentido de que no hay respuestas preconcebidas y no hay, a causa de respuestas que se han dado anteriormente, registros y recuerdos de esas respuestas. Uso la palabra “vacía” en ese sentido. Hay un estado de vacuidad y, desde ese estado, K responde. Sí, creo que sería correcto decir eso.

PJ: Ahora bien, en este estado, ¿qué papel juega la atención? Vea, señor, el papel de la atención es buscar, examinar, pero si la atención no examina, ¿qué le sucede a la pregunta? Usted puede percibirla en el vacío, pero ¿qué le sucede, de hecho, a la pregunta? Porque usted responde.

K: Sí. La pregunta se formula y está el acto de escucharla –de escucharla no sólo con el oído, sino también sin el habitual proceso de escuchar-. Es como una semilla que se siembra en la tierra: la tierra actúa sobre la semilla y la semilla actúa sobre la tierra; gradualmente, de eso surge una planta, una flor.

Vea; Pupul, existe el estado normal, físico, en que una pregunta es escuchada con el oído; pero también existe un estado en que la pregunta es escuchada no con el oído, y la respuesta surge de ese estado.

PJ: Usted dice que hay un escuchar con el oído y hay un escuchar sin el oído. ¿Es un instrumento nuevo el que surge a la existencia, un instrumento que no es el resultado de un desarrollo físico en el cerebro, sino que es una nueva capacidad? Señor, cuando uno le observa, ve que es como si sus ojos estuvieran participando, tanto como sus oídos, en el proceso de escuchar. Usted tiene, si puedo expresarlo así, ojos que “escuchan”.

K: Pienso que es así. Ahora bien, quisiera responder a esa última pregunta introduciendo la expresión “discernimiento” directo (insight). El discernimiento directo es un estado de la mente en el que no hay memoria ni recordación; no hay conclusiones; no hay sentido de anticipación, no existe la cualidad de reacción. El discernimiento directo es mucho más que todo eso.

Entonces, cuando usted formula una pregunta, hay un escuchar con el oído y también hay un escuchar con el no oído, lo cual implica que la mente se halla en un estado donde no hay recuerdos ni conclusiones ni registro anterior de esa pregunta, por lo tanto, esa pregunta no es respondida conforme a la memoria. Al estar ausente todo eso, los recuerdos, las conclusiones, las respuestas preparadas, etc., hay un discernimiento directo de la pregunta.

PJ: Este escuchar con el no oído, ¿surge a la existencia con la terminación misma de los procesos de la mente, o hay alguna otra cosa?

K: Cuando hay un discernimiento directo, las propias células cerebrales experimentan un cambio. Ese discernimiento transforma las células cerebrales.

PJ: Usted ha dicho que hay un escuchar con el oído y un escuchar con el no oído. Dice que el discernimiento origina un cambio en las células cerebrales. El discernimiento, ¿surge a causa del no oído?

K:, Sí, a causa del escuchar con el no oído.

PJ: ¿Podemos investigar este escuchar con el no oído, o es imposible investigarlo?

K: Averigüémoslo. Primero, está el escuchar con el oído; todos lo conocemos. (Pausa). Después, está el escuchar sin el oído –con el no oído-, que es un estado similar al de dejar caer una piedra dentro de un estanque o un lago tranquilo, completamente quieto. Cuando uno deja caer una piedra en un estanque así, ésta produce pequeñas ondas que desaparecen.

Un estado de escuchar con el no oído es un estado de absoluta quietud mental. Ahora bien, cuando a una mente así se le formula una pregunta, es como una pequeña piedra que se deja caer en un estanque quieto. La respuesta es la onda, las pequeñas ondas. No sé si lo expreso con claridad.

PJ: Entonces, ¿es el estanque la matriz de la mente? ¿Es eso “tan solo mente”?

K: No le entiendo del todo. Tendré que examinar esto. Cuando usted dice “tan solo mente”, ¿qué quiere decir?

PJ: Ésa es la totalidad de lo que es y de lo que ha sido. Vea, la conciencia, como usted lo ha dicho tan a menudo, es su contenido. Y la conciencia, tal como la conocemos y usamos, está fragmentada.

K: Espere un momento; mírelo. Supongamos que la mente, la conciencia, está fragmentada. Naturalmente, cuando usted formula una pregunta a esa conciencia fragmentaria, la respuesta debe ser fragmentaria.

PJ: La pregunta, dice usted, es dejada caer como un guijarro en un estanque; ¿es la totalidad la que recibe?

K: Lo es. Creo que deberíamos investigar esto un poquito, porque es de veras muy interesante. Vea, Pupul, ¿puede la mente ser tan extraordinariamente receptiva que el pasado no tenga en ella cabida alguna?

PJ: ¿El pasado es un fragmento?

K: El pasado es un fragmento y, por lo tanto, no penetra en absoluto dentro de ella.

PJ: Usted dice que hay un escuchar con el oído y un escuchar con el no oído. El escuchar con el no oído, ¿tiene la misma cualidad que el escuchar en sí?

K: Nosotros conocemos el escuchar con el oído.

PJ: Sí, conocemos el escuchar con el oído. Ahora bien, el escuchar con el no oído, ¿es de una naturaleza diferente?

K: Oh, sí, obviamente, lo es.

PJ: ¿Cuál es su naturaleza?

K: El escuchar u oír con el oído y la respuesta que ese escuchar da a una pregunta, estarán necesariamente fragmentados. ¿De acuerdo? Pero cuando hay un escuchar sin el oído ese estado de escuchar no está fragmentado.

El escuchar con el oído implica que hay registro y recordación y de ese conocimiento pasado, de esa experiencia pasada, proviene la respuesta a la pregunta. Sin embargo, como en el escuchar con el no oído no está envuelto el pasado, no hay respuesta fragmentaria. Creo que eso es correcto.

PJ: El escuchar algo con el no oído, ¿es diferente de aquello que lo recibe?

K: No capto bien eso. Seamos claros.

PJ: Señor, se ha planteado la pregunta. Usted dijo que es recibida con el no oído. Hay un escuchar del no oído. Ese escuchar del no oído, ¿es lo mismo que aquello que recibe la pregunta?

K: (Pausa). Sí, por supuesto; tiene que serlo. Pienso que el símil de una represa o estanque de molino es muy bueno. Ahora bien, estamos diciendo que el estanque se halla absolutamente quieto, y que ese estanque no es sino agua limpia, transparente. El estanque está libre de toda la contaminación que el hombre ha introducido allí –la contaminación es el pasado, y todo lo demás-; la pregunta es dejada al caer, igual que un guijarro, en ese estanque, y la respuesta es la onda. Creo que, al menos conmigo, es así como funciona.

PJ: Entonces, tal como hay un escuchar del no oído, ¿hay también un ver del no ojo?

K; Si usted usa la palabra “ojo” en el sentido visual, de lo óptico, sí.

PJ: ¿Podemos examinar la naturaleza de eso?

K: Veamos si el escuchar con el no oído y el ver visual sin la interferencia del pasado, son la misma cosa. Sí, el escuchar sin el oído y el ver –el ver visual, óptico- sin la recordación, son lo mismo. O sea, Pupul, para expresarlo simplemente, cuando el pasado no interfiere en ninguno de los dos casos, el escuchar y el ver son la misma cosa.

(…)

Fuego en la mente, PG 62 a 67

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