A la luz de Krishnamurti

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EL CONOCIMIENTO DE UNO MISMO

Publicado el 16 de noviembre de 2011

En esta nueva entrega pretendemos introducirnos en un tema central de la Enseñanza y que seguramente dará motivo para numerosas reflexiones y comentarios.

No hay verdadera libertad de nuestros condicionamientos y sufrimientos sin el conocimiento de uno mismo.

En las citas que a continuación se reproducen podemos observar una detallada investigación sobre la relación entre la falta de  Conocimiento Propio y nuestra confusión e ignorancia.

Además, constituyen una guía minuciosa que nos muestra claramente la complejidad de nuestras vidas. Milkunddesupphe .

Categoría Su Legado

La Pregunta Imposible

Publicado el 16 de noviembre de 2011

(…)  Si no me conozco a mí mismo y estoy confundido, cualquiera que sea la acción que haga tiene que llevar a mayor confusión. Por lo tanto, he de conocerme a mí mismo. Tengo que averiguar profundamente la estructura de mi naturaleza, el andamiaje sobre el que se apoyan mis actividades, los patrones dentro de los cuales funciono, la trayectoria que sigo, las direcciones que me ha fijado la sociedad o que yo mismo me he fijado. Tengo que comprender el impulso que me lleva a hacer cosas de manera coherente o contradictoria. Para comprender todos estos problemas de si existe un Dios, de si existe la verdad, qué es la meditación, quién es el meditador, el cual es más importante que la meditación, tengo que conocerme  a mí mismo completamente. ¿Ven la importancia de conocer por sí mismos lo que son? Porque sin ese conocimiento, hagan lo que hicieren, será hecho en la ignorancia, y por lo tanto, en la ilusión y la contradicción. De esta forma habrá confusión, sufrimiento y todo lo demás. ¿Está claro? Uno tiene que conocerse, no sólo a nivel consciente, sino también en los niveles más profundos de sí mismo. Esto tiene que estar claro, y tienen que conocerlo por ustedes mismos, no porque yo lo diga…

Ahora bien, ¿cómo he de conocerme a mí mismo? ¿Cuál es el procedimiento?¿Haré caso de las autoridades, de los especialistas que al parecer han investigado y hay llegado a cierras conclusiones, que quizás luego otros psicólogos o filósofos alteren o confirmen? No digan “no”. Si no lo hago así, ¿cómo he de comprenderme? Todas las investigaciones, tanto de filósofos y de maestros del pasado –en eso la mente hindú ha penetrado a gran profundidad—como las de los modernos, están impresas en mi mente, de manera consciente o inconsciente. ¿Debo seguirles, por lo tanto, puesto que yo sólo estoy empezando y ellos se me han adelantado; y luego iré más allá de donde ellos han llegado? ¿O no seguiré a nadie, sino que me observaré a mí mismo? Si puedo mirar en mí lo que es, estoy viéndome a mi mismo como el resultado de todo lo que estos filósofos, maestros y salvadores han dicho. Así pues, no tengo que seguir a nadie. ¿Está eso claro? Véanlo, por favor, no lo dejen para más tarde…

Mi mente es el resultado de las cosas que se han dicho, no sólo en el presente, sino también en el pasado, por boca de muchos maestros, las cuales no solamente han sido aceptadas, sino que han penetrado  como una ola. Soy el resultado de todo eso. Por lo tanto, lo que he hacer es observarme, leer el libro que soy yo mismo. ¿Cómo he de leer, con cuánta claridad he de observar para que no haya distorsiones?  Quizás lleve lentes de color, tal vez tenga ciertos prejuicios y conclusiones que me impidan mirarme. Ver todo eso  significa la observación de mí mismo. ¿Qué haré, pues? Como estoy condicionado, no puedo verme en completa libertad, por consiguiente, he de estar atento a mi condicionamiento. Hay que preguntarse, pues: ¿Qué significa “estar atento”?..

Prosigamos. No puedo verme totalmente en libertad porque mi mente no es libre. Tengo docenas de opiniones y de conclusiones y un sinfín de experiencias. He recibido una educación. Todo ello forma parte de mi condicionamiento. Por lo tanto, tengo que estar atento a esos condicionamientos que son parte de mi mismo. En primer lugar hay que saber y comprender lo que significa estar atento, darse cuenta…

Estoy observando; quiero aprender acerca de mi mismo. El “mi mismo” es movimiento, el “yo” no es estático; está vivo, activo, se mueve en distintas direcciones. De modo que si aprendo con la mente y el cerebro, que es el pasado, ello me impide aprender acerca de mí. Si ustedes lo ven, siquiera por una vez, entonces la próxima pregunta es: ¿Cómo puede la mente liberarse del pasado, a fin de aprender acerca de sí misma, la cual está renovándose constantemente? ¡Vean la belleza de esto, lo estimulante que es! Quiero aprender acerca de mí mismo, y el “mí mismo” es algo vivo, no es una cosa muerta. Pienso de este modo un día, y al otro, quiero algo distinto; ésta es una cosa viva, en constante movimiento. Y para observarla, aprender sobre ella, la mente tiene que ser libre. Por lo tanto, si lleva la carga del pasado no puede observar (…)

Editorial Kier, Primera Edición, Páginas:  76/78 y 82.-

Categoría Su Legado

Temor, Placer y Dolor

Publicado el 16 de noviembre de 2011

(…) Bien, si esta mañana pudiéramos dedicar toda nuestra energía a entendernos a nosotros mismos y llegar hasta el mismísimo final de la cuestión (y no dejarlo si no nos gusta) entonces, tal vez, sin ayuda ajena, descubriríamos un estado de la mente que no se encuentra en absoluto en conflicto y que por lo tanto puede vivir en este mundo, en paz, tanto exterior como interiormente. Así que, ¿quieren ustedes que hablemos de esta cuestión del entendimiento propio?

¿Por dónde empezaremos para entendernos a nosotros mismos? Aquí estoy, pero ¿cómo tengo que estudiarme, observarme, ver lo que realmente está ocurriendo en mí? Sólo puedo observarme en mis relaciones, puesto que vivir es relacionarse, y aunque evite relacionarme, me aísle y me convierta en un ermitaño, aún entonces tendré algún tipo de relaciones. Vivo relacionado, por eso únicamente podré comprenderme observando mis relaciones con las ideas, con las personas o con las cosas. ¿Están ustedes de acuerdo? ¿Qué me dicen? (…)

(…) Lo que estamos intentando averiguar es cómo comprendernos a nosotros mismos. Aquí estoy, hecho un montón de contradicciones, desgracias, conflictos, preocupaciones y esperanzas, deseoso de conseguir una mente silenciosa; soy todo un montón de energía en contradicción. Quiero comprenderme porque veo que si no lo hago, no tendré base para ninguna acción; podré actuar, sí, pero los resultados serán mayores desgracias y confusión. Así es que tengo que comprenderme. Bien, ¿por dónde he de empezar? Ya veo que no puedo existir solo, que existo relacionándome, bien de manera consciente o bien inconsciente. Las relaciones son con las personas, con diferentes ideologías, o bien con las cosas, el dinero, las casas, los muebles, la comida. Al estudiar mi relación con esas cosas, tanto las de tipo externo como las internas, empiezo a comprenderme. ¿Ha quedado claro? (…)

* * *

(…) En primer lugar, dejemos claro que sólo puedo comprenderme estudiando mis  relaciones y las reacciones que tengo cuando me relaciono. Me relaciono con las cosas de tipo material que me pertenecen: dinero, ropa alimento, casa. ¿Cómo reacciono ante todo eso? Estudiando esas reacciones empezaré a comprenderme en mis relaciones con ellas. ¿De acuerdo? ¿Hacemos eso? Usted se relaciona con su casa, con sus propiedades, propiedades que también son su familia… esa cuestión es muy compleja: cómo reacciona ante sus propiedades, ante las cosas. No le vuelva la espalda; es muy importante que lo comprenda. Supongamos que yo tengo un montón de dinero, ¿cuál es mi relación con eso que llamamos dinero? Al entender mi reacción, me comprenderé a mi mismo. Mi reacción soy yo mismo. ¿De acuerdo? Así que empiezo a ver muy claramente cuál es mi reacción en lo que se refiere al dinero; tanto si odio a los ricos porque yo soy pobre, como si quiero ser tan rico como ellos.

Por lo tanto, empiezo a estudiarme por medio de mis reacciones ante las cosas. Necesito alimento, ropa y vivienda, eso es una necesidad, pero ¿cómo reacciono? ¿Me proporcionan satisfacción interior? ¿Entienden? ¿Seguridad interior? Si es así, es que le doy una tremenda importancia a las propiedades y, por consiguiente, estoy dispuesto a defenderlas, y defendiéndolas me pongo violento, y como resultado creo una sociedad en la que, por medio del dinero, obtengo enorme satisfacciones. Ya he descubierto en mí una amplia parcela. ¿Lo está usted haciendo al mismo tiempo? Descubro que utilizo las propiedades –las cosas que necesito, que me son necesarias—como un medio de seguridad interior, de satisfacción y, como consecuencia de ello, las propiedades se tornan extraordinariamente importantes. ¿De acuerdo? Ah, un momento… ¡no diga que no! Escuche, no es cuestión de decir que sí o que no; nos estamos estudiando a la luz de nuestras reacciones ante las cosas. ¿Utilizo las propiedades como símbolo de mi posición? Estoy empezando a entenderme en relación con las cosas… qué relación mantengo con ellas… relaciones… ¿comprende? Tener relaciones significa estar relacionado, en contacto, ¿no es así? ¿Puedo proseguir? ¿Estoy en contacto con las propiedades, con las cosas, o estoy en contacto con la satisfacción que me dan las cosas y por lo tanto, las utilizo para obtener satisfacción, tener seguridad? ¿De acuerdo? Y entonces descubro algo muy extraño de mí: que quiero las propiedades, las cosas, y también veo el peligro que esto representa y quiero evitarlo; quiero eliminarlo y sin embargo, también quiero retenerlo. De manera que en mi interior ya se ha puesto en marcha la contradicción. Me gusta tener una bonita casa, un hermoso jardín, muchos sirvientes, y todo ello me proporciona una tremenda sensación de seguridad, de posición, de prestigio, de placer interior. Utilizo las cosas para mi propia satisfacción, y con ese fin las protejo y como consecuencia, me encuentro siempre a la defensiva.

* * *

(…) Quiero comprenderme y eso sólo podré conseguirlo cuando me relacione con las cosas, con las personas y con las ideas. Quizá sólo exista  una única relación, la que tengo con las ideas, y eso sea lo que realmente importa: las ideas. ¿Entiende, señor? No el alimento ni las personas, sino la imagen, el símbolo que tengo del alimento, de la vestimenta, del alojamiento y de las personas. ¿De acuerdo? No es nada malo tener alimentos, ropa y casas, sino la idea que yo pueda tener de todo eso. Por lo tanto, mi relación no es con las cosas o las personas sino únicamente con los símbolos y las ideas. ¿Es así? ¿Lo han visto?

Editorial Errepar, Páginas 202/210, charla  en Saanen del 5 de agosto de 1967.-

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Diario II

Publicado el 16 de noviembre de 2011

(…)No era una tierra de árboles, praderas, ríos, flores y alegría. Era arenosa, quemada por el sol, con cerros estériles, sin un solo árbol ni arbusto; una tierra de desolación, chamuscada interminablemente por millas y millas; ni un pájaro se veía, ni siquiera había petróleo con sus torres y llamas de petróleo ardiendo. La conciencia no podía contener tanta desolación, y cada cerro era un espectro de aridez. Por muchas horas volamos sobre esta inmensa vacuidad, y al fin aparecieron cumbres nevadas, bosques y ríos, aldeas y ciudades desparramadas…

Podemos tener una gran cantidad de conocimientos y ser sumamente pobres. Cuanto más pobres somos, mayor es nuestra exigencia de conocimientos. Uno expande su conciencia con grandes variedades de conocimientos, acumulando experiencias y recuerdos y, no obstante, puede seguir siendo sumamente pobre. Es posible que el hábil uso del conocimiento le traiga a uno riquezas y le otorgue distinción social y poder, pero continuará siendo pobre.

Esta pobreza engendra insensibilidad; uno se entretiene mientras la casa se está quemando. Esta pobreza fortalece meramente al intelecto o confiere a las emociones la fragilidad del sentimiento. Es esta pobreza la que origina desequilibrio, tanto interno como externo. No existe el conocimiento de lo interno, sólo el de lo externo. El conocimiento de lo externo nos informa erróneamente que debe haber conocimiento de lo interno. El conocimiento que adquirimos acerca de nosotros mismos, es corto y poco profundo; la mente está muy pronto al otro lado, como si cruzara un río. Hacemos muchísimo ruido mientras cruzamos el río, y confundir el ruido con el conocimiento de sí mismo, es expandir la pobreza. Esta expansión de la conciencia es la actividad de la pobreza. Las religiones, las culturas, los conocimientos no pueden en modo alguno enriquecer esta pobreza…

El arte de la inteligencia consiste en poner el conocimiento en su lugar apropiado. Sin los conocimientos es imposible vivir en esta civilización tecnológica y casi mecánica, pero estos conocimientos de por sí no han de transformar al ser humano y a la sociedad. El conocimiento no es la excelencia de la acción inteligente; la inteligencia puede y debe usar el conocimiento, y de esta manera transforma al hombre y a su sociedad. La inteligencia no es el mero cultivo del intelecto y de su integridad. Ella se revela con la comprensión de la conciencia humana total, con la comprensión total de uno mismo y no de una parte, de un segmento separado de uno mismo. El estudio y la comprensión del movimiento de nuestra propia mente y corazón, da nacimiento a esta inteligencia. Uno es el contenido de su conciencia; al conocerse uno a si mismo conocerá el universo. Este conocimiento está más allá de la palabra, porque la palabra no es la cosa. La libertad con respecto a lo conocido, en cada minuto es la naturaleza esencial de la inteligencia. Es esta inteligencia la que opera en el universo . Es esta inteligencia la que opera en el universo si la dejamos tranquila. Estamos destruyendo esta condición sagrada del orden, debido a la ignorancia que padecemos acerca de nosotros mismos. Esta ignorancia no se disipa por los estudios que otros han hecho de nosotros o de sí mismos. Es uno el que debe estudiar el contenido de su propia conciencia. Los estudios que otros han realizado sobre sí mismos y, por tanto, sobre nosotros, son las descripciones pero no lo descrito. La palabra no es la cosa…

Únicamente en la relación puede uno conocerse, no en la abstracción y, por cierto, no en el aislamiento. Incluso en un monasterio está uno relacionado con la sociedad que ha construido el monasterio como un escape, o que ha cerrado las puertas a la libertad. El movimiento de la conducta es la guía segura que tenemos; es el espejo de la propia conciencia. Este espejo revelará su contenido, las imágenes, los apegos, los temores, la soledad, la alegría, el dolor. La pobreza radica en escapar de esto, ya sea en sus sublimaciones o en sus identificaciones. Negar, sin resistencia alguna, este contenido, es la belleza y compasión de la inteligencia (…)

Editorial Sudamericana,Pág: 114 a 116.-

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