INTERLOCUTOR: He venido desde lejos para verlo. Aunque estoy casado y tengo hijos, he estado alejado de ellos, vagando y meditando, como un mendigo. He estado muy confundido en mi brega con el complicado problema de la relación. Cuando entro en una aldea y me dan comida, estoy relacionado con el dador al igual que lo estoy con mi mujer y mis hijos. Cuando en alguna otra aldea alguien me da ropa, estoy relacionado con la fábrica que la produce. Estoy relacionado con la tierra por donde camino, con el árbol bajo el cual me albergo, y con todo. Y, sin embargo, me hallo solo, aislado. Cuando estoy con mi esposa estoy separado de ella aún durante la relación sexual –es un acto separativo–. Hasta cuando entro en un templo, todavía en ello está el adorador y la cosa, objeto de adoración; otra vez la separación. Así, pues, tal como lo veo, en toda relación hay separación, dualidad, y detrás o a través de ella, o a su alrededor, hay una sensación peculiar de unidad. El ver a un mendigo me duele, porque soy como él y me siento como él se siente; solitario, desesperado, enfermo, hambriento. Siento por él y con él; por su existencia sin objeto. Cuando algún rico se me acerca en su gran automóvil y me da transportación, me siento incómodo en su compañía, pero también simpatizo con él y me relaciono con él. Así, pues, he meditado sobre este extraño fenómeno de la relación. ¿Podríamos durante esta bella mañana, mientras contemplamos el valle profundo, hablar de este problema?
KRISHNAMURTI: ¿Surge toda la relación de ese aislamiento? ¿Puede haber relación mientras exista alguna separación o división? ¿Puede haber relación con otro cuando no hay contacto con él, no sólo físico, sino en todos los niveles de nuestro ser? Uno puede estrechar la mano de otro y, sin embargo, estar a miles de millas de distancia, envuelto en sus propios pensamientos y problemas. Uno puede estar en un grupo y, sin embargo, estar dolorosamente solo. Por lo tanto, uno se pregunta: ¿puede existir alguna relación con el árbol, la flor, el ser humano, o con el cielo y la bella puesta de sol, cuando la mente se aísla en sus propias actividades? Y, ¿puede existir contacto alguno, con cosa alguna, aún cuando la mente no esté aislándose en sí misma?
INTERLOCUTOR: Cada cosa y cada persona tiene su propia existencia y está envuelta en ella. Nunca puedo penetrar la envoltura de otro ser. No importa lo mucho que ame a alguien, su existencia está separada de la mía. Quizá pueda tocarla desde fuera, mental o físicamente, pero su existencia es suya, y la mía está siempre fuera de la periferia de él. En la misma forma, él no puede tocarme. ¿Tenemos que mantenernos siempre como dos entidades separadas, cada uno en su propio mundo con sus propias limitaciones, dentro de la prisión de su propia conciencia?
KRISHNAMURTI: Cada cual vive dentro de su propia envoltura, usted y el otro, cada uno en la suya. Y, ¿hay la posibilidad de que en alguna ocasión, pueda uno salir, abriéndose paso a través de ella? ¿Es esta envoltura –esta mortaja, esta cubierta– la palabra? ¿Está hecha de la preocupación que usted siente por usted mismo, y de la que él siente por sí mismo, de los deseos de usted en contraposición a los de él? ¿Es esta cápsula el pasado? Es todo eso, ¿no es así? No es una cosa en particular, sino todo un manojo de cosas que la mente arrastra consigo de un lado a otro. Usted tiene su carga, y otro la de él. ¿Es posible que en algún momento nos libremos de esta carga de manera que la mente pueda encontrarse con la mente, y el corazón con el corazón? Este es realmente el problema, ¿no es así?
INTERLOCUTOR: Aun cuando nos liberemos de todas estas cargas, si eso fuera posible, aún así él permanecería en su propia piel con sus pensamientos, y yo en la mía con los míos. Algunas veces la brecha es angosta, y en otras, es ancha, pero siempre somos islas separadas. El hueco parece más ancho cuando más nos preocupa y tratamos de salvarlo.
KRISHNAMURTI: Uno puede identificarse con ese aldeano o con esa llameante flor, lo cual es una treta mental con pretensiones de unificación. El identificarse con algo es una de las cosas más hipócritas; identificarse con una nación, con una creencia y, sin embargo, mantenerse solo es una de las tretas favoritas para encubrir la soledad. O uno se identifica tan completamente con su creencia que se convierte en esa creencia, y ése es un estado neurótico. Pues bien, descartemos ese impulso de identificarnos con una persona, o una idea, o una cosa. En esta forma no hay armonía, unidad o amor. Así que nuestra siguiente pregunta es: ¿puede uno romper enteramente esa envoltura de manera que la misma deje de existir? Sólo entonces podría haber una posibilidad de establecer contacto total. ¿Cómo va uno a romper completamente la envoltura? El “cómo” no significa un método, sino más bien una indagación que pudiera abrir la puerta.
INTERLOCUTOR: Es verdad, ningún otro contacto podría llamarse relación de clase alguna, aunque digamos que lo es.
KRISHNAMURTI: ¿Perforamos poco a poco la envoltura, o la cortamos por completo de inmediato? Si perforamos poco a poco, lo que los analistas hacen a veces, según dicen, nunca terminaremos. No es a través del tiempo que podemos destruir esta separación.
INTERLOCUTOR: ¿Puedo yo penetrar dentro de la envoltura de otro? ¿Y no es esa envoltura su propia existencia, los latidos de su corazón y su sangre, sus sentimientos y sus recuerdos?
KRISHNAMURTI: ¿No es usted la envoltura misma?
INTERLOCUTOR: Sí.
KRISHNAMURTI: El mismo movimiento de pasar a través de la envoltura de otro, o de ir más allá de la propia constituye la verdadera afirmación y la acción de la propia envoltura: uno es la envoltura. Así que uno es el observador de la envoltura y también la envoltura misma. En ese caso uno es el observador y lo observado, y el otro también lo es. Así es como permanecemos. Y él trata de llegar a usted, y usted trata de llegar a él. ¿Es eso posible? Usted es la isla rodeada por el mar, y él es también la isla rodeada por océanos. Usted, por su parte, puede ver que es ambas cosas: la isla y el mar, y que, por lo tanto, no hay tal división entre isla y mar. La otra persona no ve eso. Él es la isla rodeada por el mar y trata de llegar hasta usted.
Y si usted es demasiado ingenuo puede también tratar de llegar hasta él. ¿Es eso posible? ¿Cómo puede haber contacto entre un hombre libre y un hombre atado? Como usted es el observador y lo observado, usted es el movimiento total de la tierra y el mar. Pero el otro, que no comprende eso, todavía es una isla rodeada de agua. Él trata de alcanzarlo a usted, pero fracasa siempre porque conserva su calidad de isleño. Únicamente cuando deja de ser isleño, y al igual que usted, se abre al movimiento de los cielos, de la tierra y del mar, es que puede haber contacto. El que ve que él mismo es su propia barrera ya no tendrá ninguna barrera. Por lo tanto él, en sí mismo no está separado. Como el otro no ha visto que es su propia barrera, sigue creyendo en su separación. ¿Cómo puede este hombre llegar hasta el otro? No es posible.
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INTERLOCUTOR: Si podemos, me gustaría seguir por donde nos quedamos ayer. Usted decía que la mente fabrica su propia envoltura y que esta envoltura es la mente. En realidad, no entiendo eso. Puedo estar de acuerdo intelectualmente, pero se me escapa la naturaleza de la percepción. Me gustaría mucho comprenderlo –no verbalmente, sino sentirlo en realidad–, de manera que no haya conflicto en mi vida.
KRISHNAMURTI: Existe el espacio entre lo que la mente llama envoltura, que ella ha fabricado, y ella misma. Existe el espacio entre el ideal y la acción. De estas diferentes fragmentaciones de espacio entre el observador y lo observado, o entre diferentes cosas que observa, surge todo el conflicto y la lucha, y todos los problemas de la vida. Existe la separación entre esta envoltura que me cubre y la que cubre a otro. En ese espacio está toda nuestra vida y toda nuestra relación y lucha.
INTERLOCUTOR: Cuando usted habla de la división entre el observador y lo observado, ¿se refiere usted a esas fragmentaciones de espacio en nuestro proceso de pensar y en nuestras acciones diarias?
KRISHNAMURTI: ¿Qué es ese espacio? Existe el espacio entre usted y su envoltura, el espacio entre el observador y su envoltura, y el espacio entre las dos envolturas. El observador percibe todos esos espacios. ¿De qué están hechos estos espacios? ¿Cómo surgen? ¿Cuál es la calidad y naturaleza de estos espacios divididos? Si pudiéramos eliminar estos espacios fragmentarios, ¿qué pasaría?
INTERLOCUTOR: Entonces habría verdadero contacto en todos los niveles de nuestro ser.
KRISHNAMURTI: ¿Es eso todo?
INTERLOCUTOR: No habría conflicto porque todo conflicto es relación a través de esos espacios.
KRISHNAMURTI: ¿Es eso todo? Cuando ese espacio desaparece realmente –no de manera verbal o intelectual–, sino que desaparece realmente, hay completa armonía, unidad entre usted y él, entre usted y otro. En esa armonía cesan usted y él, y queda únicamente ese vasto espacio que nunca puede ser fraccionado. La pequeña estructura de la mente termina, porque la mente es fragmentación.
INTERLOCUTOR: No hay duda de que no puedo comprender esto en forma alguna aun cuando siento profundamente dentro de mí que eso es así. Puedo ver que cuando hay amor eso ocurre realmente, pero no conozco ese amor. No está en mí todo el tiempo. No está en mi corazón. Lo veo únicamente como si fuera a través de un cristal nublado. Francamente, no puedo captarlo con todo mi ser. ¿Podríamos considerar, como usted lo ha sugerido, de qué están hechos estos espacios, y cómo surgen?
KRISHNAMURTI: Vamos a estar bien seguros de que ambos comprendemos la misma cosa cuando usamos la palabra espacio. Existe el espacio físico entre las personas y las cosas, y existe el espacio psicológico entre las personas y las cosas. Existe también el espacio entre la idea y lo real. Así que todo eso, lo físico y lo psicológico es espacio, más o menos limitado y definido. No estamos hablando ahora del espacio físico. Hablamos del espacio psicológico entre personas y del espacio psicológico en el ser humano en sí, en sus pensamientos y actividades. ¿Cómo surge ese espacio? ¿Es ficticio, ilusorio, o es real? Siéntalo, esté consciente de él, esté seguro de que no tiene meramente una imagen mental de él; tenga en mente que la descripción nunca es la cosa. Esté bien seguro de que sabe de qué estamos hablando. Esté muy consciente de que este espacio limitado, esta división, existe en usted. No se mueva de ahí si no comprende. Ahora, ¿cómo surge ese espacio?
INTERLOCUTOR: Vemos el espacio físico entre las cosas…
KRISHNAMURTI: No explique nada; únicamente sienta que penetra en ello. Preguntamos cómo surge ese espacio. No dé una explicación, o una causa, sino permanezca en ese espacio y siéntalo. Entonces la causa y la descripción tendrán muy poco significado y ningún valor. Ese espacio ha surgido con motivo del pensamiento, que es el “yo”, la palabra, lo cual es toda la división. El mismo pensamiento es esa distancia, esa división. El pensamiento está siempre dividiéndose en fragmentos y creando división. El pensamiento siempre divide en fragmentos lo que observa dentro el espacio –como el usted y el yo, lo suyo y lo mío, yo y mis pensamientos, etc.–. Ese espacio que el pensamiento ha creado entre las cosas que observa, se ha vuelto real; y es ese espacio el que divide. Entonces el pensamiento trata de construir un puente encima de esa división, y así se juega tretas a sí mismo todo el tiempo, engañándose, y con esperanzas de unidad.
INTERLOCUTOR: Eso me recuerda el viejo dicho acerca del pensamiento: es un ladrón que se disfraza de policía para capturar al pillo.
KRISHNAMURTI: No se moleste con citar, señor, no importa lo antigua que sea la cita. Estamos considerando lo que realmente ocurre. Cuando vemos la verdadera naturaleza del pensamiento y de sus actividades, el pensamiento se aquieta. Si está quieto el pensamiento, no forzado a estarlo, ¿existe el espacio?
INTERLOCUTOR: Ahora es el pensamiento mismo el que se apresura a contestar la pregunta.
KRISHNAMURTI: ¡Exactamente! Así que ni aun formulamos la pregunta. La mente está ahora por completo armoniosa, sin fragmentación; el pequeño espacio ha cesado, y sólo hay espacio. Cuando la mente está completamente quieta, surge la inmensidad del espacio y del silencio.
INTERLOCUTOR: Así, pues, comienzo a ver que mi relación con otro es entre pensamiento y pensamiento; cualquier contestación que dé es el ruido del pensamiento, y al darme cuenta de ello, estoy silencioso.
KRISHNAMURTI: Ese silencio es la bienaventuranza
Urge un cambio psicológico, Fundación Krishnamurti Pto. Rico, California 1972, pg 41 a 49