Interlocutor: Me gustaría saber lo que es una vida religiosa. He estado en monasterios por varios meses, he meditado, he vivido una vida disciplinada, y he leído muchísimo. He visitado varios templos, iglesias y mezquitas. He tratado de vivir una vida muy sencilla, inofensiva, tratando de no herir a la gente ni los animales. ¿No conduce todo esto seguramente a una vida religiosa? He practicado yoga, estudiado el Zen y he seguido varias disciplinas religiosas. Soy y he sido siempre vegetariano. Como verá, me estoy poniendo viejoy he vivido con algunos de los santos en diferentes partes del mundo, pero de alguna manera siento que esto es solamente la periferia de lo real. Me pregunto, pues, si podríamos discutir hoy lo que usted entiende por una vida religiosa.
Krishnamurti: Un sanyasi vino a verme un día. Estaba triste. Dijo que había hecho voto de celibato y que había abandonado el mundo para convertirse en un mendigo, vagando de villa en villa, pero sus deseos sexuales eran tan irresistibles que una mañana decidió hacerse extirpar quirúrgicamente los órganos genitales. Estuvo en constante dolor por varios meses, pero de alguna manera sanó, y después de muchos años se dio cuenta completamente de lo que había hecho. Por eso vino a verme y en esa pequeña habitación me preguntó que podía hacer ahora, habiéndose mutilado, para volver a la normalidad –desde luego, no física, pero sí internamente–. Había hecho esto porque la actividad sexual se consideraba contraria a la vida religiosa. Se consideraba mundana, perteneciente al mundo del placer, lo cual un verdadero sanyasi debe evitar sin importar el precio. Y dijo: “Aquí estoy, sintiéndome totalmente perdido, privado de mi hombría. Luché tan tenazmente contra mis deseos sexuales, tratando de controlarlos, que finalmente ocurrió esta cosa tan terrible. Ahora, ¿qué debo hacer? Sé que actué erróneamente. Mi energía casi se ha agotado, y parece que mi vida terminará en tinieblas”. Estrechó mi mano, y permanecimos sentados silenciosamente por algún tiempo.
¿Es ésta una vida religiosa? ¿Es la negación del placer o de la belleza el camino que conduce a una vida religiosa? ¿Conduce a una vida religiosa el negar la belleza del cielo, de las colinas y de la forma humana? Pero eso es lo que la mayor parte de los santos y monjes creen. Se torturan en esas creencias. ¿Puede una mente torturada, torcida, falseada, encontrar alguna vez lo que es una vida religiosa? Sin embargo, todas religiones sostienen que el único camino a la realidad o a Dios, o como quiera que lo llamen, es mediante esa tortura o distorsión. Todas hacen la distinción entre lo que llaman vida religiosa o espiritual y lo que señalan como vida mundana.
Un hombre que vive sólo para el placer, con destellos ocasionales de tristeza y piedad, cuya vida está entregada a la diversión y al pasatiempo, es, desde luego, un hombre mundano, aun cuando sea muy astuto, muy erudito, y llene su vida con los pensamientos de otros o de él mismo. Y también es mundano, con toda seguridad, un hombre que utiliza sus habilidades en beneficio de la sociedad o para su propio placer, y que en el ejercicio de esas habilidades, adquiere fama. Pero es también mundano ir a la iglesia, o al templo, o a la mezquita, a orar, mientras se está saturado de prejuicios, fanatismo, y completamente insensible a la brutalidad implícita en todo ello. Es mundano ser patriota, nacionalista, idealista. El hombre que se encierra en un monasterio –levantándose a horas regulares, con un libro en la mano, leyendo y orando—es, sin duda alguna, también mundano. Y el hombre que sale a hacer buenas obras, bien sea un reformador social o un misionero, en su interés por el mundo, es exactamente igual que el político. La división entre la vida religiosa y el mundo es la esencia misma de la mundanalidad. Las mentes de todos ellos –los monjes, santos, reformadores—no son diferentes de las de aquellos que sólo tienen interés en las cosas que proporcionan placer.
De modo que es importante que no dividamos la vida entre mundanal y no mundanal. Es importante no hacer distinciones entre lo mundanal y lo que llamamos religioso. Sin el mundo material –de la materia–, no estaríamos aquí. Sin la belleza del cielo y del árbol solitario en la montaña, sin esa mujer que pasa y ese hombre va cabalgando a caballo, la vida no sería posible. Tenemos interés en la totalidad de la vida, y no en aquella parte de ella que consideramos religiosa en contraste con el resto. Comenzamos, pues, a ver que la vida religiosa se interesa por el todo, y no por la parte.
Interlocutor: Comprendo lo que dice. Tenemos que considerar la totalidad de la vida; no podemos separar el mundo de lo que llamamos espíritu. Entonces la pregunta es: ¿en qué forma podemos actuar religiosamente respecto de todas las cosas en la vida?
Krishnamurti: ¿Qué queremos decir con actuar religiosamente? ¿No quiere usted decir una manera de vivir en la cual no hay división: división entre lo mundanal y lo religioso, entre lo que debe ser y lo que no debe ser, entre usted y yo, entre lo que agrada y no agrada? Esta división es conflicto. Una vida de conflictos no es una vida religiosa. Una vida religiosa sólo es posible cuando comprendemos profundamente el conflicto. Esta comprensión es verdadera inteligencia. Es esa inteligencia la que actúa correctamente. Lo que la mayor parte de la gente llama inteligencia es destreza en alguna actividad técnica, o astucia en los negocios, o trapacería política.
[…] Por lo tanto la liberación de lo conocido es la verdadera vida religiosa. Eso no implica eliminar lo conocido, sino entrar en una dimensión totalmente diferente desde la cual lo conocido es observado. Esa acción de ver sin opción es la acción del amor. La vida religiosa es esa acción, y todo vivir es esa acción, y la mente religiosa es esa acción. Por lo tanto, la religión, la mente, la vida y el amor son uno.
Krishnamurti: Urge un cambio psicológico, Editorial. Orión, Barcelona, 1973, pág 57 a 62.-