… Tratemos, pues, de comprender toda esta compleja estructura de lo que es el pensar, que es la memoria, cómo se origina el pensamiento y cómo condiciona todas nuestras acciones. Al comprender todo esto tal vez lleguemos a encontrarnos con algo que el pensamiento nunca ha descubierto, y a lo cual no puede abrirle la puerta.
¿Por qué ha llegado a ser el pensamiento tan importante en nuestras vidas –el pensamiento que es sólo ideas, que es la respuesta a los recuerdos acumulados en las células del cerebro—? Tal vez muchos de ustedes ni siquiera se han formulado tal pregunta, o si lo han hecho puede que hayan dicho: “Es de muy poca importancia: lo importante es la emoción”. Pero yo no veo cómo pueden separarse los dos.
Si el pensamiento no da continuidad al sentimiento, éste muere con gran rapidez. Entonces, ¿por qué en nuestras vidas diarias, nuestras vidas rutinarias, aburridas y atemorizadas, ha asumido el pensamiento importancia tan desmedida? Pregúnteselo usted mismo, como yo me lo estoy preguntando: ¿por qué es uno esclavo del pensamiento, del sagaz e ingenioso pensamiento, que puede organizar, poner en marcha muchas cosas, que ha inventado tanto, engendrado tantas guerras, creado tanto temor, tanta ansiedad, que está siempre fabricando imágenes y persiguiendo su propio rabo; el pensamiento que ha disfrutado el placer del ayer, dándole continuidad en el presente y también en el futuro; el pensamiento quesiempre está activo, charlando, moviéndose, construyendo, añadiendo, quitando, suponiendo?
(…) Es en realidad muy importante observar la operación de nuestro propio pensar, simplemente observar cómo se piensa, de donde nace esa reacción a la que llamamos pensar. Es evidente que viene de la memoria. ¿Hay en efecto un origen del pensamiento? Si lo hay, ¿podemos descubrir ese origen, es decir, el de la memoria, porque si no tuviéramos memoria no tendríamos pensamiento?
Hemos visto cómo el pensamiento alimenta y da continuidad a un placer que tuvimos ayer, y cómo lo contrario del placer, que es dolor y temor, también se nutre del pensamiento. De modo que el experimentador, que es el pensador, ES el placer y el dolor y asimismo la entidad que nutre al placer y al dolor. El pensador separa el placer del dolor. No ve que con la misma búsqueda del placer está atrayendo al dolor y al temor. En las relaciones humanas el pensamiento está siempre exigiendo placer, que encubre con diferentes palabras tales como lealtad, ayuda, donación, sostenimiento, servicio.
(…) El pensamiento es tan astuto, tan ingenioso, que distorsiona todo para su propia conveniencia. La urgencia de placer lo lleva a su propia esclavitud. El pensamiento engendra dualidad en todas nuestras relaciones. En nosotros está la violencia que nos da placer, pero hay también deseo de paz, de ser amable y gentil. Esto es lo que sucede siempre en nuestras vidas. El pensamiento no sólo engendra esta cualidad en nosotros, esta contradicción, sino que también acumula los innumerables recuerdos placenteros y dolorosos que hemos tenido, y nace de nuevo en virtud de estos recuerdos. Así, pues, el pensamiento es el pasado, el pensamiento es siempre viejo, como ya lo he dicho antes.
(…) Aquellos que piensan mucho son muy materialistas, porque el pensamiento es materia. El pensamiento es materia tanto como el piso, la pared, el teléfono. La energía que funciona dentro de un patrón se vuelve materia. Hay energía y hay materia; eso es lo que constituye toda vida. Podemos pensar que el pensamiento no es materia, pero sí lo es. Como idea es materia. Donde hay energía, ésta se vuelve materia. La materia y la energía están relacionadas entre sí. La una no puede existir sin la otra, y mientras más armonía hay entre las dos, más equilibrio y más actividad hay en las células del cerebro. El pensamiento ha establecido este patrón de placer, dolor, temor y dentro de él ha estado actuando durante miles de años. No puede romper el patrón porque él lo ha creado.
El pensamiento no puede ver un hecho nuevo. Puede comprenderlo más tarde, verbalmente, pero la comprensión de un hecho nuevo no es realidad para él. Jamás puede resolver el pensamiento un problema psicológico. Por listo, astuto, erudito que sea, no importa la estructura que haya creado por medio de la ciencia o por un cerebro electrónico, o a través de la compulsión o de la necesidad, el pensamiento nunca es nuevo, y, por lo tanto, jamás podrá dar respuesta a una pregunta que sea realmente importante. El viejo cerebro no puede resolver el enorme problema del vivir.
El pensamiento es tramposo porque puede inventar cualquier cosa, y ver cosas que no son. Puede hacer funcionar los trucos más extraordinarios y, por lo tanto, no es confiable. Pero si usted comprende toda la estructura de cómo usted piensa, por qué piensa, las palabras que usa, la manera en que se conduce en la vida diaria, la forma de hablar y de tratar a la gente, sus hábitos de caminar, de comer; si usted se da cuenta de todas estas cosas, su mente no lo engañará; entonces no hay engaño posible. La mente, entonces, no es algo que exige, que subyuga; se vuelve extraordinariamente serena, flexible, sensible, solitaria, y en ese estado no habrá decepción alguna.
¿Ha notado usted alguna vez que cuando se halla en estado de completa atención cesa el observador, el pensador, el centro, el “yo”? En ese estado de atención el centro empieza a desvanecerse.
Si se quiere ver una cosa con mucha claridad, la mente debe estar muy serena, sin prejuicios, sin el parloteo, el diálogo, las imágenes y las representaciones –todo esto hay que desecharlo para mirar–. Y es únicamente en silencio que puede usted observar el origen del pensamiento –no cuando está buscando, haciendo preguntas, deseando una respuesta–. Así, pues, solamente cuando usted esté en completa quietud, en todo su ser, y después que se haya hecho la pregunta: “¿Cuál es el origen del pensar?”, sólo entonces comenzará usted a ver desde ese silencio, cómo se va formando el pensamiento.
Si uno se da cuenta de cómo el pensamiento se origina, no necesitamos controlar el pensamiento. Gastamos mucho tiempo y perdemos mucha energía no sólo en la escuela, sino a lo largo de toda la vida, tratando de controlar nuestros pensamientos: “Este es un buen pensamiento, debo pensar más en él; éste es un mal pensamiento, debo suprimirlo”. En todo momento hay una lucha entre un pensamiento y otro, y entre un deseo y otro, un goce dominando todos los demás. Pero si somos conscientes del origen del pensamiento, no habrá contradicción en el.
Ahora bien, cuando usted oye una afirmación como “El pensamiento es siempre lo viejo”, o “El tiempo es dolor”, el pensamiento empieza a traducirlo a interpretarlo. Pero ambos procesos, traducir o interpretar, se basan en el conocimiento y la experiencia del ayer, de modo que usted traducirá todo invariablemente de acuerdo con su condicionamiento. Pero si mira esas afirmaciones y no las interpreta, sino que sólo les da su completa atención (no su concentración), descubrirá que no existe el observador ni lo observado, el pensador ni el pensamiento.
No diga “¿Quién empezó primero?” Este es un argumento sagaz que no llega a ninguna parte. Puede observar en usted mismo que en tanto no hay pensamiento –lo cual no significa que la mente se halle en blanco o en estado de amnesia—mientras no hay pensamiento derivado de la memoria, de la experiencia o del conocimiento (todo lo cual pertenece al pasado) no hay pensador en absoluto. Esto no es un asunto filosófico o místico. Estamos bregando con hechos reales y usted verá, si ha llegado hasta aquí en este viaje, que responderá a cada reto, no con el viejo cerebro, sino en forma totalmente nueva.
Capítulo XIII, Editorial Orion, México, 1976
¿No «sentimos» que fuera del pensamiento no hay nada, quien es el que llega a esa conclusión? ( coloqué entre comillas sentimos porque creo que «creemos» que lo sentimos, pero me parece que solo lo pensamos)