El temor, el placer, el dolor, el pensamiento y la violencia están todos relacionados entre sí. Muchos de nosotros encontramos placer en la violencia, en la aversión por alguien, en el odio a una raza o grupo particular de gentes, en el antagonismo hacia otros. Pero cuando toda violencia ha terminado, existe un estado mental de gozo que es muy diferente del placer de la violencia con sus conflictos, odios y temores.
¿Podemos ir hasta la misma raíz de la violencia y librarnos de ella? De otra manera viviremos eternamente en lucha unos contra otros. Si así es como le gusta a usted vivir –y aparentemente es lo que quiere la mayoría—continúe de esa manera. Si usted dice: “Bien, lo siento, pero la violencia nunca podrá terminar”, entonces usted y yo no podemos comunicarnos, se ha bloqueado usted mismo. Pero si dice que pudiera haber una manera diferente de vivir, entonces seremos capaces de comunicarnos usted y yo.
Así, pues consideremos juntos, aquellos que podemos comunicarnos, si es de algún modo posible terminar totalmente con toda forma de violencia en nosotros mismos, y seguir viviendo en este mundo monstruosamente brutal. Creo que es posible. Yo no quiero tener ni un aliento de odio, celos, ansiedad o temor dentro de mí. Quiero vivir completamente en paz; lo que no significa que quiero morir. Quiero vivir en esta tierra maravillosa, tan abundante, tan rica, tan hermosa. Quiero mirar los árboles, las flores, los ríos, las colinas, las mujeres, los niños y las niñas, y al mismo tiempo vivir completamente en paz conmigo mismo y con el mundo. ¿Qué puedo hacer?
Si sabemos mirar la violencia, no sólo exteriormente en la sociedad –guerras, los motines, los antagonismos nacionales y conflictos de clases— sino también en nosotros mismos, entonces tal vez seremos capaces de trascenderla.
… Primero debe ser obvio para mí que soy un ser humano violento. He experimentado la violencia en la cólera, violencia en mis apetitos sexuales, violencia en el odio, creando así enemistad, violencia en los celos, etc. Yo la he experimentado, la he conocido, y me digo a mí mismo: “Quiero comprender este problema en su totalidad, no meramente un fragmento, el que se manifiesta en la guerra, sino esta agresión en el hombre, que también existe en los animales, de los cuales yo formo parte”
… Cuando usted se señala a sí mismo como hindú, musulmán, cristiano o europeo, u otra cosa, está actuando violentamente. ¿Sabe por qué eso es ser violento? Porque se está separando de la humanidad restante. Cuando usted se aparta de otros por motivo de nacionalidad, creencia, o tradición, surge la violencia. Por eso un hombre que intenta comprender la violencia no pertenece a ningún país, a ninguna religión, a ningún partido político o sistema especial. Está interesado en la comprensión total de la humanidad
… Tan pronto usted protege a su familia, su país, o un jirón de tela en colores llamado bandera, una creencia, una idea, un dogma, la cosa que usted exige o posee, esa misma protección indica cólera. Así, ¿puede usted mirar la cólera sin ninguna explicación ni justificación, es decir, “debo proteger mis bienes” o “estaba en lo cierto en enojarme”, o “qué estúpido soy en estar encolerizado”? ¿Puede usted mirar la cólera como si fuera algo en sí misma? ¿Puede usted mirarla objetivamente por completo, es decir, sin defenderla ni condenarla? ¿Puede usted hacerlo?
Si yo sintiera antagonismo por usted o pensara que es una persona maravillosa, ¿podría mirarlo de la misma manera? Sólo podré verlo, cuando lo miro con cierto interés en el que no www.atoledo.com está involucrada ninguna de estas cosas. Ahora bien, ¿puedo mirar la cólera en la misma forma; lo cual significa que soy vulnerable al problema, que no le hago resistencia, que estoy observando ese extraordinario fenómeno sin reaccionar de modo alguno?
Es muy difícil mirar la cólera desapasionadamente porque ella es parte de mí; por eso estoy tratando de mirarla. Heme aquí, un ser humano violento, ya sea negro, moreno, blanco o rojo. No estoy interesado en saber si he heredado la violencia o si la sociedad la ha producido en mí; todo lo que me interesa es saber si será posible librarme de ella. Estar libre de la violencia significa todo para mí. Es más importante para mí que el sexo, la comida, la posición, porque me está corrompiendo. Me está destruyendo y destruyendo el mundo, y quiero comprenderla. Quiero trascenderla. Me siento responsable de toda la cólera y la violencia del mundo. Me siento responsable –estas no son meras palabras—y me digo: “Yo puedo hacer algo sólo si yo mismo estoy más allá de la nacionalidad”. Y este sentimiento de que debo comprender la violencia en mí mismo, produce tremenda vitalidad y pasión para investigar.
Pero para ir más allá de la violencia, no puedo reprimirla, no puedo negarla, no puedo decir: “Bien, es una parte de mí, y eso es todo”, o “no la deseo”. Tengo que mirarla, tengo que estudiarla, debo intimar con ella, y no puedo llegar a esa intimidad si la condeno o la justifico. Pero de hecho la condenamos; la justificamos. Por lo tanto, le estoy diciendo: “Deje por el momento de condenarla o de justificarla”.
… Muchos de nosotros hemos aceptado la violencia como una forma de vida. Dos espantosas guerras nada nos han enseñado, excepto levantar más y más barreras entre los seres humanos –es decir, entre usted y yo. Pero aquellos de nosotros que queremos librarnos de la violencia, ¿cómo podemos hacerlo? Yo no creo que nada vaya a lograrse a través del análisis, ya sea el nuestro o el del profesional. Podríamos ser capaces de modificarnos ligeramente, vivir con un poco más de quietud, con un poco más de afecto, pero eso por sí mismo no nos daría la percepción total. Pero yo debo saber cómo analizar, de modo que en el proceso del análisis, mi mente se vuelva extraordinariamente aguda, porque es esa cualidad de agudeza, de atención, de seriedad la que produce la percepción total. Uno no tiene los ojos para ver la totalidad de una sola mirada; esa claridad de visión es posible solamente si uno puede ver los detalles; entonces, da el salto.
Krishnamurti, Libérese del pasado, Ed Orion, México 1976, pg 75 a 86