Interlocutor: Yo soy un reformador, un trabajador social. Al ver la extraordinaria injusticia que existe en el mundo, toda mi vida se dedicó a la reforma. Antes era comunista, pero ya no me atrae serlo porque el comunismo culminó en una tiranía. Sin embargo, ahora me dedico a reformar a la sociedad, para que el hombre pueda vivir con dignidad, belleza y libertad y darse cuenta del potencial que la naturaleza le dio y que parece haber robado de su prójimo. En Estados Unidos hay una cierta clase de libertad y sin embargo la estandarización y la propaganda son muy intensas: todos los medios de comunicación ejercen una tremenda presión sobre la mente. Parece que el poder de la televisión, esta cosa mecánica que inventó el hombre, desarrolló su propia personalidad, su propia voluntad, su propio impulso, y aunque probablemente nadie, quizá ni siguiera un grupo, la utiliza deliberadamente para influir en la sociedad, su acción da forma a las mismas almas de nuestros hijos. Y esto ocurre, en diversos grados, en toda democracia. En China parece no haber esperanza para la dignidad o la libertad del hombre, en tanto que la India es débil, corrupta e ineficaz. Me parece que toda la injusticia social del mundo debe cambiarse totalmente. Deseo con pasión hacer algo al respecto y, sin embargo, no sé atacar el problema.
Krishnamurti: La reforma necesita de más reformas y esto es un proceso interminable. Veamos la cuestión de forma distinta. Desentendamos toda la cuestión de la reforma; saquémosla de la sangre. Olvidemos completamente esta idea de querer reformar el mundo. Entonces se verá realmente lo que ocurre, directamente desde el mundo. Los partidos políticos siempre tienen un programa limitado que, aun si se satisface, invariablemente produce engaños, que luego deben corregirse. Siempre hablamos de la acción política como una acción muy importante, pero ella no es la forma de hacer las cosas. Saquemos esto de nuestras mentes. Toda reforma social y económica cae dentro de esta categoría. Entonces viene la fórmula religiosa de la acción basada en la creencia, el idealismo, el dogmatismo, el conformarse con alguna receta divina. En esto están involucradas la autoridad y la aceptación, la obediencia y la total negación de la libertad. Aunque las religiones hablan de la paz sobre la Tierra, contribuyen al desorden porque son un factor de división. También las iglesias toman alguna posición política en tiempos de crisis, por lo que en realidad son cuerpos políticos y hemos visto que toda acción política es divisoria. Las iglesias nunca negaron realmente la guerra. Al contrario, libraron guerras. Entonces, cuando se dejan de lado las recetas religiosas, de la misma forma en que se ponen de lado las fórmulas políticas, ¿Qué queda y qué debe hacerse? Naturalmente, debe mantenerse el orden cívico: es necesario tener agua en las llaves. Si se destruye el orden cívico, tiene que comenzarse nuevamente desde el principio. ¿Qué debe hacerse, entonces?
I: Eso es lo que realmente le pregunto a usted.
K: Preocuparse por el cambio radical, por la revolución total. La única revolución es aquella que existe entre el hombre y su prójimo, entre los seres humanos. Esa es nuestra única preocupación; en esta revolución no hay programas, no hay ideologías, no hay utopías conceptuales. Debemos partir del hecho de la relación real entre los hombres y cambiarla radicalmente. Eso es lo verdadero. Y esta revolución debe ser inmediata y no debe tomar tiempo. No se logra mediante la evolución, que es tiempo.
I: ¿A qué se refiere? Todos los cambios históricos ocurrieron en el tiempo; ninguno de ellos fue inmediato Usted propone algo más bien inconcebible.
K: Si usted se toma tiempo para cambiar, ¿Supone que la vida queda en suspenso durante el tiempo que se necesita para cambiar? No. Todo lo que usted trata de cambiar se modifica y se perpetúa por el entorno, por la vida misma. Entonces esto es interminable. Es tratar de limpiar el agua de un tanque que constantemente se vuelve a llenar con agua sucia. De forma que no tiene nada que ver con el tiempo, pero ahora, ¿qué debe producir este cambio? No puede ser la voluntad, la determinación, la elección o el deseo, porque todos ellos son partes de la entidad que debe cambiarse. Entonces debemos preguntarnos qué es realmente posible, con la acción de la voluntad y la asertividad, que es siempre la acción del conflicto.
I: ¿Existe algún acto que no sea acción de la voluntad y asertividad?
K: En lugar de hacer esta pregunta, vayamos a algo más profundo. Veamos que son únicamente la acción de la voluntad y la asertividad las que necesitan cambiarse, porque el único engaño en la relación es el conflicto, entre los individuos o dentro de cada individuo, y el conflicto es voluntad y asertividad. Vivir sin esta acción no significa que vivamos como vegetales. El conflicto no es nuestra principal preocupación. Todas las enfermedades sociales que mencionó son la proyección de este conflicto en el corazón de cada ser humano. El único cambio posible es una transformación radical de usted mismo, en todas sus relaciones, no en algún futuro vago, sino ahora mismo.
I: ¿Pero cómo puedo erradicar completamente este conflicto en mí mismo, esta contradicción, esta resistencia, este condicionamiento? Entiendo lo que usted quiere decir intelectualmente, pero no puedo cambiar cuando lo siento apasionadamente y no lo siento así. Para mí es sólo una idea: no lo veo con mi corazón. Si trato de actuar sobre esta comprensión intelectual, quedo en conflicto con otra parte de mí mismo, más profunda.
K: Si usted realmente ve, verdadera y apasionadamente esta contradicción, entonces esa misma percepción es la revolución. Si usted ven en usted mismo esta división entre la mente y el corazón, realmente la ve, no la concibe teóricamente, sino que la ve, entonces el problema termina. Un hombre que es apasionado con el mundo, y con la necesidad de cambio, debe ser libre de la actividad política, la conformidad religiosa y la tradición, lo que significa, a su vez, ser libre del peso del tiempo, libre de la carga del pasado, libre de la acción de la voluntad: éste es el nuevo ser humano. Sólo esto es la revolución social, psicológica e incluso política.
El Nuevo Ser Humano, Las Enseñanzas de Krishnamurti, Editorial Grijalbo, México, 1996, págs.: 258/260.-