Hay muchas cosas de las que tenemos que hablar, pero primero me parece que hemos de examinar muy profundamente qué es la libertad. Sin comprender de manera profunda y seria lo que es la libertad, no sólo la libertad externa sino especialmente la interna, sin comprenderla, no a un nivel meramente intelectual sino sintiéndola de verdad, todo lo que digamos tendrá muy poco sentido. El otro día estuvimos examinando la naturaleza de la mente. La mente seria es la que realmente vive y goza de la vida: no la que está simplemente buscando entretenimiento, logro o gratificación. Libertad implica absoluta renuncia y negación de toda autoridad psicológica interna. La nueva generación piensa que la libertad consiste en escupirle la cara al policía o hacer lo que le plazca. La negación de la autoridad externa no significa que uno esté libre de la autoridad interna psicológica. Cuando comprendemos la autoridad interna, la mente y el corazón son total y completamente libres; entonces seremos capaces de comprender la acción de la libertad externamente.
La libertad de acción en lo externo depende enteramente de que la mente se halle libre de autoridad interna. Esto requiere una enorme y paciente investigación y deliberación. Es un asunto de primordial importancia. Si se comprende bien, podremos abordar otras cosas que afectan la vida y el vivir cotidiano, con mente de cualidad muy distinta.
De acuerdo con el diccionario, el significado de la palabra “autoridad “ es: “el que tiene una idea original”, “el autor de algo completamente nuevo”. Él fija un patrón, un sistema fundado en lo que él mismo ha ideado; otros lo siguen, porque les procura algún provecho. O bien él da origen a un estilo de vida religioso que otros siguen ciegamente o intelectualmente. De modo que se establecen nuevos patrones de vida, políticos o psicológicos, internos o externos. A la mente que, por lo general, es muy perezosa e indolente, le resulta más fácil seguir lo que otro ha dicho. El seguidor acepta la “autoridad” como medio de alcanzar lo que le promete ese sistema particular de filosofía o de ideas; se aferra a él, depende de él y así fortalece la “autoridad”. Un seguidor es, por tanto, un ser humano de “segunda mano”, y la mayoría de las personas lo son. Pueden pensar que tienen algunas ideas originales en el campo de la pintura o la literatura, etc., pero esencialmente, al estar condicionadas a seguir, a imitar y a adaptarse, se han convertido en seres humanos “de segunda mano”. Ese es uno de los aspectos de la naturaleza destructiva de la autoridad.
Usted, como ser humano, ¿sigue psicológicamente a alguien? No estamos hablando dela obediencia externa, la obediencia a la ley, sino en lo interno, en lo psicológico, ¿sigue a alguien? Si lo hace, usted es esencialmente un ser de “segunda mano”. Puede que haga buenas obras, que lleve una vida muy fructífera, pero todo eso carece de importancia.
Existe además la autoridad de la tradición. Tradición significa: “transmitir algo del pasado al presente”. Tradición religiosa, tradición familiar, tradición racial. También está la tradición de la memoria. Vemos que en determinados niveles es útil seguir la tradición, mientras que en otros no lo es en absoluto. Los buenos modales, la cortesía, la consideración, que nacen de una mente alerta y vigilante, pueden gradualmente convertirse en tradición; una vez establecido el patrón, la mente lo repite. Se le abre la puerta a alguien, se es puntual en las comidas, etc. Pero ello se ha convertido en una tradición y ya no nace de la atención, de la delicadeza y la claridad.
La mente, que ha cultivado la memoria, funciona por tradición, como una computadora: repitiendo las cosas una y otra vez. No puede recibir nada nuevo, no puede escuchar nada de forma totalmente diferente. Nuestros cerebros son como cintas magnetofónicas: a lo largo de los siglos hemos cultivado ciertos recuerdos y seguimos repitiéndolos. El ruido de esa repetición nos impide escuchar algo nuevo. Uno se pregunta, pues: “¿Qué he de hacer? ¿Cómo he de librarme de la vieja maquinaria, de la vieja grabación?”. Lo nuevo se puede oír sólo cuando la vieja grabación se ha silenciado completamente, sin esfuerzo alguno; sólo cuando uno tiene seriedad para escuchar, para investigar, y le presta toda la atención.
Así, pues, existe la autoridad de otro, del cual dependemos, la autoridad de la tradición y la autoridad de la experiencia pasada, como memoria, como conocimiento. También existe la autoridad de la experiencia inmediata, que uno reconoce en sí mismo a partir de los conocimientos acumulados del pasado y que, al ser reconocida, ya no es nada nuevo. ¿Cómo puede escuchar algo completamente nuevo una mente, un cerebro que se halla tan condicionado por la autoridad, la imitación y la adaptación? ¿Cómo puede verse la belleza del día si la mente, el corazón y el cerebro se hallan tan nublados por la autoridad del pasado? Si verdaderamente puede uno darse cuenta del hecho de que la mente está agobiada por el pasado y condicionada por las diversas formas de autoridad, si se da cuenta d que no es libre y que, por lo tanto, es incapaz de ver de forma completa, entonces el pasado se desecha sin esfuerzo.
Libertad significa el cese absoluto de toda autoridad interna. De esa cualidad de la mente surge una libertad externa, algo enteramente distinto a la reacción de oponerse o de resistirse. Lo que estamos diciendo es en realidad muy sencillo, y por su misma sencillez se nos escapa. La mente, el cerebro, está condicionado por la autoridad, por la imitación y la conformidad. Es un hecho. La mente que es realmente libre no tiene autoridad interna de ninguna clase; sabe lo que significa amar y meditar.
Al comprender la libertad, se comprende también lo que es la disciplina. Esto puede parecer más bien contradictorio, porque pensamos generalmente que la libertad significa ser libre de toda disciplina. ¿Cuál es la cualidad de una mente altamente disciplinada? La libertad no puede existir sin disciplina, lo cual no significa que primero tengamos que ser disciplinados para luego tener libertad. La libertad y la disciplina van juntas, no son dos cosas separadas. Así, pues, ¿qué significa “disciplina”? Según el diccionario, la palabra “disciplina” significa “aprender”; no una mente que se esfuerza por someterse a cierto patrón de acción, de acuerdo con una ideología o una creencia. Una mente capaz de aprender es enteramente distinta de una mente conformista. Una mente que está aprendiendo, observando, viendo realmente lo que es, no está interpretando lo que es de acuerdo con sus propios deseos, su propio condicionamiento y placeres particulares.
Disciplina no significa represión ni control; tampoco es adaptarse a un patrón o a una ideología. Quiere decir una mente que ve lo que es y aprende de lo que es. Una mente así tiene que estar extraordinariamente alerta, atenta. En el sentido corriente, “disciplinarse a sí mismo” implica que hay una entidad que se está disciplinando a sí misma de acuerdo con algo. Hay un proceso dualístico. Me digo a mí mismo; “Tengo que levantarme temprano por la mañana y no ser perezoso” o “No debo encolerizarme”. Esto es un proceso dualístico. Hay quien con su voluntad trata de controlar lo que debería hacer, en oposición a lo que realmente hace. En ese estado hay conflicto.
La disciplina impuesta por los padres, por la sociedad, por las organizaciones religiosas, significa conformismo. Y hay rebelión contra el conformismo. Los padres quieren que uno haga determinadas cosas, a lo cual uno se rebela, etc. Es una vida basada en la obediencia y el conformismo; contra ella existe su opuesto: el negar la conformidad y hacer lo que nos place. Vamos a investigar pues, cuál es la cualidad de la mente que no se adapta, que no imita, que no sigue ni obedece y que, sin embargo, en virtud de esa cualidad, esa característica, es extraordinariamente “disciplinada” en el sentido que está constantemente aprendiendo.
La disciplina es aprendizaje, no conformismo. La conformidad entraña compararme con otro, medir lo que soy o pienso que debería ser, en relación al héroe, al santo, etc. Donde hay conformidad tiene que haber comparación. Por favor, vean esto. Averigüen si pueden vivir sin comparación, es decir, sin conformarse. Estamos condicionados desde la niñez, a comparar: “Tienes que ser como tu hermano o como tu día abuela”; “Tienes que ser como tal santo”, “Debes seguir a Mao”. En nuestra educación compararnos; en las escuelas se dan notas y se pasan exámenes. No sabemos lo que significa vivir sin comparación, sin competir, y por lo tanto, sin agresividad, sin afán competitivo ni violencia El compararnos con otro es una forma de agresión y de violencia. La violencia no radica sólo en matar o golpear a alguien; está en el espíritu de la comparación: “Tengo que ser como algún otro” ó “Tengo que perfeccionarme”. El propio perfeccionamiento es la antítesis misma de la libertad y del aprender. Descubra usted mismo como vivir una vida sin comparar y verá que ocurre algo extraordinario. Si usted realmente llega a estar alerta sin elección, verá lo que significa vivir sin comparar, sin usa jamás las palabras “yo seré”.
Somos esclavos del verbo “ser”, que significa “Seré alguien, alguna vez, en el futuro”. La comparación y la conformidad van juntas; no engendran nada más que represión, conflicto e interminable sufrimiento. Es importante descubrir una manera de vivir en la que no haya comparación. Háganlo y verán cuán extraordinaria es. Les libera de muchas cargas psicológicas. Ser consciente de eso trae consigo una cualidad de la mente altamente sensible y, por lo tanto, disciplinada, que está constantemente aprendiendo. Lo que cuenta no es lo que ella quiere aprender o lo que le resulta agradable y gratificante aprender, sino el acto mismo de aprender. Así, ustedes se vuelven conscientes del condicionamiento interno, resultado de la autoridad, de la conformidad a un patrón, tradición, propaganda o lo que otros han dicho, conscientes de la propia experiencia acumulada, de la experiencia racial y familiar. Todo ello se ha convertido en la autoridad Donde hay autoridad la mente jamás puede estar libre para descubrir aquello que más importa descubrir; algo intemporal, enteramente nuevo.
Una mente sensible no está limitada por ningún patrón establecido; está constantemente moviéndose, fluyendo como un rio, y en ese movimiento constante no hay represión ni conformidad ni deseo de logro. Es muy importante comprender clara, seria y profundamente la naturaleza de una mente que es libre y, por tanto, verdaderamente religiosa. Una mente libre ve que el depender de algo: de la gente, los amigos, el esposo o la esposa, las ideas, la autoridad, etc. engendra el miedo. Ahí está el origen del miedo. Si yo dependo de usted para mi comodidad, como un escape de mi propia soledad y fealdad interna, de lo superficial y lo mezquino, entonces esa dependencia engendra temor. El depender de cualquier forma de imaginación, fantasía o conocimiento subjetivo engendra el temor y destruye la libertad.
Cuando ven lo que todo ello representa: que no hay libertad cuando internamente hay dependencia y, por lo tanto, miedo; que existe dependencia sólo cuando la mente está confusa y sin claridad entonces decimos: “¿Cómo he de liberarme de la dependencia?”. Hacer esta pregunta es a su vez otra causa de conflicto. Por el contario, si observamos que una mente dependiente de algo tiene que estar confusa; si vemos la verdad de que una mente que depende internamente de cualquier autoridad sólo crea confusión, si vemos esto sin preguntar cómo librarse de la confusión, entonces dejaremos de depender. En este caso, la mente llega a ser extraordinariamente sensible y, por tanto, capaz de aprender. Ella se disciplina sí misma, sin ningún tipo de coacción o conformismo.
¿Está todo esto suficientemente claro, no verbalmente sino de hecho? Puedo imaginar o pensar que veo con mucha claridad, pero esa claridad dura muy poco. La verdadera cualidad de la percepción clara sólo existe cuando no hay dependencia ni, por lo tanto, la confusión que se origina cuando hay miedo. ¿Puede usted, honesta y seriamente, llegar a descubrir si se halla libre de autoridad? Esto requiere penetrar profundamente en uno mismo, se totalmente consciente de uno mismo. De esa claridad nace una clase de acción del todo distinta, una acción que no es fragmentaria, que no está dividida ni política ni religiosamente. Es una acción total.
La pregunta imposible, Editorial Kier, Buenos Aires.
Hola Antonia: nosotros no manejamos las publicaciones, pero tenemos entendido que existe una página pertenecientes a todas las Fundaciones que tiene las publicaciones, en breve nos comunicaremos contigo para darte mayores precisiones, gracias por escribirnos.
Krishnamurti es un genio.