El solo mencionarla, en nuestra sociedad occidental por lo menos, es motivo de incomodidad, generando incluso en muchos la tendencia a negarse hablar siquiera de ella.
Como ocurre generalmente, es nuestro pensamiento el que se ocupa de asumir este tipo de tontas actitudes.
Parecería que no hemos encontrado otra forma para incentivar la acción cotidiana y darle energía a los proyectos personales que inventarnos la idea de nuestra eternidad.
Pero, como ocurre con todas aquellas cuestiones que se generan a partir de la irrealidad, un fenómeno paradojal opera y, en el caso, nos impide vivir el ahora en plenitud y nos hace «morir en vida». De todo esto se ocupa K en los siguientes tres extractos ( y en muchos otros):