Observación Pura
¿Escuchamos lo que nos decimos el uno al otro? La mayor parte del tiempo usted está hablando consigo mismo; viene alguien que quiere contarle algo, pero usted no tiene el tiempo, ni la inclinación ni la intención de escuchar. No hay una sensación de espacio sino una sordera constante, de manera que nunca nos escuchamos mutuamente. Oír no es sólo con el oído sino, además, escuchar el sentido de la palabra, su significado y su sonido. El sonido es muy importante; cuando hay sonido hay espacio, o no habría sonido. El sonido sólo puede tener lugar en el espacio. De modo que el arte de escuchar, si uno puede indicarlo con el mayor respeto, no es sólo oír con el oído sino también escuchar el sonido de la palabra. La palabra tiene un sonido y para escucharlo debe haber espacio. Pero si usted escucha mientras traduce continuamente lo que se dice a sus propios prejuicios y procesos agradables o desagradables, entonces no está escuchando en absoluto.
¿Puede usted escuchar no sólo lo que dice el que habla sino también su propia reacción a lo que se dice, y no corregirla para que concuerde con lo que se dice? Entonces hay un proceso en marcha: el que habla dice algo, usted escucha sus reacciones a lo que se dice, y le da espacio al sonido de sus propias reacciones además de a lo que se está diciendo. Eso significa una tremenda atención, no sólo entrar y perderse en una especie de trance. Si usted escucha, en ese escuchar hay un milagro. El milagro es que usted está completamente con el hecho de lo que se dice, escuchándolo y también escuchando sus propias respuestas. Es un proceso simultáneo. Usted escucha lo que se dice y su reacción a lo que se dice, lo cual es instantáneo, y escucha todo su sonido, lo que implica tener espacio. De manera que le está prestando toda su atención al escuchar. Éste es un arte que no se aprende yendo a una universidad y consiguiendo algunos títulos, sino escuchándolo todo, el río que pasa, los pájaros, el avión, a su esposa o marido, lo cual es mucho más difícil, porque ustedes se han acostumbrado el uno al otro. Al cabo de diez días o de diez años, usted ya casi sabe lo que ella va a decir y ella sabe muy bien lo que va a decir usted; de modo que ha cerrado su oído por completo.
¿Puede usted aprender, no mañana sino ahora, conforme está ahí sentado, el arte de escuchar? O sea, escuchar, darse cuenta de sus propias respuestas, dejarle espacio al sonido de su propio ritmo, y también escuchar lo externo. Es un proceso total, un movimiento unitario de escuchar. Éste es un arte que requiere su más alta atención, porque cuando usted atiende de ese modo, no hay oyente, sólo existe el acto de ver el hecho y su realidad o falsedad. Si usted realmente quiere profundizar en la naturaleza de un cerebro que es religioso y meditativo, tiene que escucharlo todo muy, pero muy atentamente. Es como un enorme río en movimiento.
¿Se encuentra la religión en la estructura del pensamiento o más allá? El pensamiento, que siempre se basa en la experiencia, el conocimiento y la memoria, es muy limitado. La dificultad es examinar lo que está más allá del pensamiento sin que sea el pensamiento el que examina. Veo que la actividad del pensamiento es completamente limitada en todas las direcciones, ya sea en el mundo tecnológico o en el psicológico. El pensamiento, con toda su actividad, es limitado y, por consiguiente, debe haber conflicto. Eso se da por entendido. Cuando se comprende eso, entonces ¿cuál es el instrumento que puede indagar en algo que no es la actividad del pensamiento? ¿Es eso posible? El pensamiento puede investigar su propia actividad, su propia limitación, su propio proceso de organizar las cosas, destruyendo una y creando otra distinta. El pensamiento, en su propia confusión, puede dar origen a cierto orden, pero ése es un orden limitado. Por consiguiente, no es orden supremo. El orden implica todo el fenómeno de la existencia.
Tal vez ‘indagar’ e ‘investigar’ sean palabras equivocadas, porque usted no puede investigar algo que está más allá del pensamiento. Comprender si es posible observar el árbol o escuchar el arroyo sin ningún movimiento del pensar, sin ninguna interferencia de la palabra, simplemente observar sin que ningún movimiento de los recuerdos pasados se introduzca en su observación, eso requiere estar completamente libre del pasado como observador.
¿Puede usted observar sin la palabra, sin todos los recuerdos y asociaciones que contiene? ¿Puede mirar a su esposa, a su novia o a su marido sin la palabra esposa, sin todos los recuerdos que forman su contenido? Vea la importancia de esto: que usted la mira a ella, a él o al río, como por primera vez. ¿Sabe? Al despertarse en la mañana, usted mira por la ventana y ve las montañas, los valles, los árboles y los verdes campos; esa vista es asombrosa cuando la mira como si acabara de nacer. Lo que significa observar sin ninguna parcialidad, sin conclusión ni prejuicio alguno. Usted no puede hacer eso si está medio despierto. Si ve lo que esto supone, lo hace fácilmente. Si miro a mi esposa desde todas las imágenes, incidentes, recuerdos y heridas, nunca la veo a ella. Siempre la estoy mirando a través de las imágenes de los recuerdos pasados. ¿Puede usted mirar a su novia, a su esposa o marido como por primera vez, sin todas las imágenes y memorias?
Observar la naturaleza de un cerebro religioso, no contaminado por el pensamiento, exige su mayor atención. Eso requiere decir que usted está totalmente libre de cualquier compromiso con un gurú, con una iglesia, con sus ideas o tradiciones del pasado, completamente libre para observar. Cuando usted observa de ese modo, ¿qué le ha sucedido a la naturaleza misma del cerebro?
Siempre he mirado al árbol, al río, al cielo, a la belleza de una nube, a mi esposa, mis hijos, mi marido, mi hija, con un recuerdo, con una imagen. Ése es mi condicionamiento. Y usted viene y me dice que mire sin la palabra, sin la imagen, sin todos los recuerdos pasados. Y yo digo que no puedo hacerlo. Lo que significa que no estoy realmente escuchando lo que usted está diciendo.La respuesta es instantánea y digo, ‘No puedo hacerlo’. Ahora, esté atento, dése cuenta de que decir ‘No puedo hacerlo’ es una forma de resistencia, porque estoy tan comprometido con determinado gurú, o con alguna clase de doctrina religiosa, que me asusta desvincularme. Debo prestarle atención a esa respuesta, y también escuchar lo que usted está diciendo, las dos cosas. O sea que para observar debe haber liberación completa de la palabra, de su contenido.
Por lo tanto, dése cuenta de este movimiento, de la resistencia y del escuchar, de querer escuchar y de saber que no puede hacerlo si está resistiendo, y no se mueva de ahí. No diga, ‘debo comprender’. Simplemente obsérvelo, de tal manera que usted da lugar a la atención total.
La observación pura carece del movimiento del ego. La palabra es el ego. La palabra, los recuerdos, las heridas acumuladas, los miedos, las ansiedades, el dolor, el sufrimiento y todas las tribulaciones de la existencia humana son el ego, que es mi conciencia. Y cuando usted observa, todo eso desaparece. Nada de eso interviene en la observación. No hay ningún ‘yo’ observando. Entonces, en esa observación en la vida diaria hay perfecto orden. No hay contradicción alguna. La contradicción es desorden, y esa contradicción misma, con su desorden, posee su propio orden peculiar y limitado.
La luz en uno mismo, Editorial Kier, pags: 94 a 97.-