La belleza de la virtud
El pensamiento es movimiento entre ‘lo que es’ y ‘lo que debería ser’. El pensamiento es el tiempo para cubrir ese espacio, y mientras exista la división psicológica entre esto y eso, el movimiento es el tiempo del pensamiento. De modo que el pensamiento es tiempo como movimiento. ¿Existe el tiempo como movimiento, como pensamiento, cuando sólo hay observación de ‘lo que es’? O sea, no observación a modo del observador y lo observado, sino sólo observación sin el movimiento de trascender ‘lo que es’. Es muy importante que la mente entienda esto, porque el pensamiento puede crear las imágenes más maravillosas de lo que es sagrado y santo, que es lo que han hecho todas las religiones. Todas ellas se fundamentan en el pensamiento. Todas consisten en la organización del pensamiento, en creencia, dogma y rituales. De manera que, a menos que haya una comprensión completa del pensamiento como tiempo y movimiento, la mente no puede de ninguna manera trascenderse a sí misma.
Se nos prepara, educa e instruye para convertir ‘lo que es’ en ‘lo que debería ser’, en el ideal, y eso lleva tiempo. Todo ese movimiento del pensamiento para cubrir el espacio entre ‘lo que es’ y ‘lo que debería ser’ es el tiempo que lleva trasformar al uno en lo otro. Pero el observador es lo observado; por lo tanto, no hay nada que cambiar, sólo existe ‘lo que es’. El observador no sabe qué hacer con ‘lo que es’, por lo que prueba varios métodos para cambiarlo: lo controla, intenta suprimirlo. Pero el observador es lo observado: ‘lo que es’ es el observador. La ira, los celos, son el observador; no hay celos aparte del observador; ambos son una sola cosa. Cuando no hay movimiento alguno del pensamiento en el tiempo para transformar ‘lo que es’, cuando el pensamiento percibe que no hay ninguna posibilidad de cambiar ‘lo que es’, entonces ‘lo que es’ cesa por completo, porque el observador es lo observado.
Indague en ello muy a fondo y lo comprobará por sí mismo. Es realmente muy simple. Si alguien no me gusta, esa antipatía no es diferente del ‘yo’ o del ‘tú’. La entidad que siente antipatía es la antipatía misma; no es algo separado. Y cuando el pensamiento dice, ‘Debo superar mi antipatía’, entonces eso es movimiento en el tiempo para superar lo que realmente es, lo cual es creado por el pensamiento. De modo que el observador, la entidad, y aquello a lo que llamamos ‘antipatía’ son lo mismo. Por consiguiente, hay una inmovilidad completa. No es la inmovilidad del permanecer estático; es la total ausencia de movimiento y, por lo tanto, el silencio completo. De modo que el tiempo como movimiento, como pensamiento que obtiene un resultado, ha llegado por completo a su fin y, por consiguiente la acción es instantánea. De manera que la mente ha sentado los cimientos, está libre del desorden y, por lo tanto, existe el florecer de la belleza y de la virtud. En esos cimientos se encuentra la base de la relación entre usted y el otro. En esa relación no hay la actividad de la imagen; sólo hay relación, no una imagen ajustándose a otra. Sólo existe ‘lo que es’ y no el cambio de ‘lo que es’. La transformación de ‘lo que es’ es el movimiento del pensamiento en el tiempo.
Cuando usted ha llegado a ese punto, la mente y las células cerebrales se vuelven completamente quietas. El cerebro que retiene recuerdos, experiencia y conocimiento puede y debe funcionar en el campo de lo conocido. Pero ahora esa mente o cerebro está libre de la actividad del tiempo y del pensamiento. Entonces la mente está completamente quieta. Todo esto sucede sin ningún esfuerzo. Todo esto debe tener lugar sin el menor asomo de disciplina o control, los cuales forman parte del desorden.
¿Sabe? Lo que estamos diciendo es totalmente distinto de lo que dicen los gurúes, los ‘maestros’, los filósofos Zen, porque en esto no hay autoridad alguna, no hay seguimiento de otro. Si usted sigue a alguien, no sólo se está destruyendo a sí mismo sino también al otro. Una mente religiosa no tiene ninguna autoridad en absoluto. Pero tiene inteligencia y la aplica. En el mundo de la acción existe la autoridad del científico, del médico, del hombre que le enseña a conducir, pero no hay autoridad ni gurú en ningún otro sentido.
De modo que, si usted ha indagado tan a fondo, entonces la mente ha establecido orden en la relación y comprende todo el complejo desorden de nuestras vidas cotidianas. De la comprensión de ese desorden, del darse cuenta del mismo sin elección, surge la belleza de la virtud, la cual no es cultivada o producida por el pensamiento. Esa virtud es amor y orden y, si la ha establecido con las raíces profundas, la mente es inamovible e inalterable. Y entonces usted puede inquirir en todo el movimiento del tiempo. Y entonces la mente está completamente quieta. No hay observador, experimentador o pensador.
Existen varias formas de percepción sensorial y extrasensorial. Surgen la clarividencia, los poderes de sanación, toda suerte de cosas, pero todas ellas son secundarias, y una mente que esté realmente comprometida con el descubrimiento de lo que es verdad, lo que es sagrado, no las tocará nunca.
Entonces la mente está libre para observar. Entonces existe lo que el hombre ha buscado a lo largo de los siglos, lo innominable, lo intemporal. Y no hay ninguna expresión verbal de ello. La imagen creada por el pensamiento cesa completa y absolutamente porque no hay entidad que quiera expresarlo en palabras. Su mente sólo puede descubrirlo, o dar con ello, cuando usted sienta esta cosa extraña llamada amor o compasión, no sólo hacia su prójimo, sino hacia los animales, los árboles, hacia todas las cosas.
Entonces esa misma mente se vuelve sagrada.
Krishnamurti, La luz en uno mismo, Editorial Kier, Buenos Aires, pg 30 a 33.-