¿Qué es el “yo”?
Creo que es importante comprender cómo la experiencia fortalece al “yo”. Si somos serios, deberíamos comprender este problema de la experiencia. Ahora bien ¿qué entendemos por experiencia? En todo momento tenemos experiencias, impresiones; y esas impresiones las interpretamos y reaccionamos ante ellas; o actuamos de acuerdo con esas impresiones: somos calculadores, astutos, etcétera. Hay constante influencia recíproca entre lo que se ve objetivamente y nuestra reacción ante ello, y acción recíproca entre lo consciente y los recuerdos del inconsciente.
Según sean mis recuerdos, reacciono ante cualquier cosa que veo, ante cualquier cosa que siento. En este proceso de reaccionar ante lo que veo, lo que siento, lo que sé, lo que creo, la experiencia va surgiendo ¿no es así? La reacción ante la respuesta de algo visto, es experiencia. Si no la nombro, esa reacción no es una experiencia.
Cuando veis todo el proceso, las astutas y extraordinarias invenciones del “yo”, su inteligencia, cómo se encubre mediante la identificación, mediante la virtud, mediante la experiencia, mediante la creencia, mediante el conocimiento; cuando veis que os estáis moviendo en un círculo, en una jaula que él mismo fabrica, ¿qué sucede? Cuando os dais cuenta, cuando tenéis pleno conocimiento de ello, ¿no os encontráis en una calma extraordinaria, que no se generó por la fuerza, ni mediante recompensa alguna, ni por ningún temor? Cuando reconocéis que toda actividad de la mente es tan sólo una forma de fortalecimiento del “yo”, cuando observáis eso y lo veis, cuando os dais completamente cuenta de eso en la acción, cuando llegáis a ese punto –no de un modo ideológico, verbal; ni por experiencia proyectada, sino cuando estáis realmente en ese estado– entonces veréis que la mente, que está totalmente en calma, no tiene el poder de crear. Cualquier cosa creada por la mente lo es dentro de un círculo, dentro del ámbito del “yo”. Cuando la mente no crea, entonces existe la creación, lo cual no es un proceso reconocible.
La realidad, la verdad, no se puede reconocer. Para que la verdad surja, la creencia, el conocimiento, la experiencia, el perseguir la virtud, todo eso debe desaparecer. La persona virtuosa que tiene conciencia de perseguir la virtud, jamás podrá encontrar la verdad. Podrá ser una persona muy decente; esto es algo totalmente distinto del hombre que vive la verdad, del hombre que comprende. En el hombre que vive la verdad, la verdad se ha manifestado. Un hombre virtuoso es un hombre justo, y un hombre justo jamás podrá comprender qué es la verdad; porque, para él, la virtud es el encubrimiento del “yo”, el fortalecimiento del “yo”, porque él persigue la virtud. Cuando él dice “no debo ser codicioso”, el estado de no codicia que él experimenta fortalece el “yo”. Por eso es tan importante ser pobre, no sólo en las cosas del mundo, sino también en creencias y en conocimientos. Un hombre rico en bienes materiales, o un hombre rico en conocimientos y en creencias, jamás conocerá otra cosa que la oscuridad, y será el centro de toda discordia y sufrimiento. Mas si vosotros y yo, como individuos, podemos ver todo este comportamiento del “yo”, entonces sabremos qué es el amor. Os aseguro que ésa es la única reforma que puede cambiar el mundo. El amor no es del “yo”. El “yo” no puede reconocer al amor. Decís “yo amo”; pero al decirlo y al experimentarlo, ya no hay amor. Mas cuando conocéis el amor, no hay “yo”. Cuando hay amor, no hay “yo”.
La libertad primera y última, Paginas: 76 a 82