[…] Pero ¿Cómo podemos ser libres para mirar y aprender si la mente, desde que nacemos hasta que morimos, está conformada por una determinada cultura dentro de la limitada estructura del “yo”? Durante siglos hemos estado condicionados por la nacionalidad, la casta, la clase, la tradición, la religión, el lenguaje, la educación, la literatura, el arte, las costumbres, el convencionalismo, todo tipo de propaganda, la presión económica, el alimento que comemos, el clima en que vivimos, nuestra familia, nuestros amigos, nuestras experiencias –cualquier influencia en la que pueda usted pensar—y, por tanto, nuestras respuestas a todos los problemas están condicionadas.
¿Se da usted cuenta de que está condicionado? Es lo primero que debe preguntarse, no cómo librarse de su condicionamiento. Puede que usted nunca se libre de él, y si usted dice, “debo librarme de él”, puede caer en la trampa de otra forma de condicionamiento. Así que, repi9to: ¿Se da usted cuenta de que está condicionado? ¿Sabe usted que aun cuando mira un árbol y dice “este es un roble”, o es “una higuera de Bengala”, la mención del nombre, que es conocimiento botánico, ha condicionado su mente de tal modo que la palabra se interpone entre usted y la verdadera percepción del árbol? Para llegar a estar en contacto con el árbol, usted tiene que poner sus manos sobre él, y la palabra no le ayudará a tocarlo.
¿Cómo sabe usted que está condicionado? ¿Cómo lo descubre? ¿Cómo sabe usted que tiene hambre? No como una teoría, sino como el hecho real de tener hambre. De la misma forma, ¿cómo descubre usted el hecho real de que está condicionado? ¿No es por su reacción a un problema, a un reto? Usted responde a cada reto de acuerdo con su condicionamiento, y como este es algo inadecuado reaccionará siempre de forma inadecuada.
Cuando usted se da cuenta de ello, ¿no le produce este condicionamiento de raza, religión y cultura una sensación de estar preso? Considere sólo una forma de condicionamiento, la nacionalidad, vuélvase consciente de ello de una manera seria y total, y vea si le satisface o se rebela y, si al rebelarse, usted quiere romper con todo condicionamiento. Si está satisfecho con su estado, es evidente que no hará nada, pero si al darse cuenta de él, no está satisfecho, verá que nunca hace nada sin su condicionamiento. ¡Nunca! Por tanto, usted siempre está viviendo en el pasado con los muertos.
Usted será capaz de ver por sí mismo cómo está condicionado, sólo cuando se halle en el conflicto de prolongar el placer o de eludir el dolor. Si todo está perfecto a su alrededor –su mujer lo ama, usted la ama, tiene una hermosa casa, hijos y mucho dinero–, entonces no es consciente de su condicionamiento en absoluto. Pero cuando hay alguna preocupación, cuando su mujer mira a algún otro, o usted pierde su dinero, o se ve amenazado por la guerra o alguna otra pena o ansiedad, entonces sabe que está condicionado. Cuando usted lucha contra cualquier preocupación, o se defiende contra alguna amenaza interior o exterior, entonces sabe que está condicionado. Y como la mayoría de nosotros estamos inquietos la mayor parte del tiempo, ya sea superficial o profundamente, esa misma inquietud indica que estamos condicionados. Mientras se acaricia la animal, reacciona amablemente, pero toan pronto es contrariado surge toda la violencia de su naturaleza.
Nos preocupa la vida, la política, la situación económica, el horror, la brutalidad, el dolor del mundo y el nuestro, y por eso nos damos cuenta de la terrible y obstinadamente condicionados que estamos. ¿Y qué haremos? ¿Aceptar esa preocupación y vivir con ella como la mayoría lo hacemos? ¿Acostumbrarse a ella como nos acostumbramos a vivir con un dolor de espaldas? ¿Tolerarla?
Hay una tendencia en todos nosotros a soportar las cosas, a acostumbrarnos a ellas, a culparlas por las circunstancia. Decimos: “Ah, si las cosas anduviesen bien yo sería diferente”, o “denme la oportunidad y tendré éxito”, o “me siento aplastado por la injusticia de todo esto”, siempre culpando a los demás de nuestra preocupación, o a nuestro ambiente, o a la situación económica.
Si nos acostumbramos a la preocupación, quiere decir que nuestra mente se ha embotado, y podemos estar tan acostumbrados a la belleza que nos rodea, que ya no la notamos. Uno se torna indiferente, duro e insensible, y la mente se vuelve cada vez más torpe. Si no nos acostumbramos, tratamos de escapar tomando alguna droga, ingresando en algún grupo político, gritando, escribiendo, yendo a un partido de fútbol, a un templo o iglesia, o buscando cualquier otra forma de diversión.
¿Por qué motivo escapamos de los hechos reales? Tenemos miedo de morir –estoy meramente tomando esto como un ejemplo—e inventamos toda clase de teorías, esperanzas, creencia, para disfrazar la realidad de la muerte, pero el hecho sigue ahí. Para comprender un hecho debemos observarlo, no huir de él. La mayoría de nosotros estamos tan temerosos de morir como de vivir. Tememos por nuestra familia, tenemos miedo, aunque no estemos temerosos de esto o aquello. Y bien, ¿por qué no nos enfrentamos a este hecho?
Usted puede enfrentarse a un hecho sólo en el presente, pero si nunca permite estar presente, porque siempre está huyendo de él, jamás podrá enfrentarlo. Y como hemos cultivado toda una red de escapes, estamos atrapados en el hábito de escapar. Ahora bien, si usted es realmente sensible, serio, sensible, se volverá consciente no sólo de su condicionamiento, sino también de los peligros que éste acarrea, de la brutalidad y el odio que engendra. ¿Por qué, si usted ve el peligro de su condicionamiento, no actúa? ¿Acaso porque es perezoso, ya que la pereza implica falta de energía? Sin embargo, no le faltaría energía si viera un peligro físico inmediato, como una serpiente en su camino, o un precipicio, o un fuego. ¿Por qué entonces no actúa cuando ve el peligro de su condicionamiento? Si viera el peligro del nacionalismo para su propia seguridad, ¿no actuaría?
La respuesta es que usted no lo ve. A través de su proceso intelectual de análisis, usted puede ver que el nacionalismo lleva a la autodestrucción, pero no hay contenido emocional en eso. Solamente cuando hay un contenido emocional se llena uno de vitalidad.
Si usted ve el peligro de su condicionamiento meramente como un concepto intelectual, nunca hará nada. Al ver un peligro como una mera idea, hay conflicto entre la idea y la acción, y ese conflicto consume su energía. Sólo cuando ve el condicionamiento y el peligro de él inmediatamente, tal como vería un precipicio, usted actúa. Por tanto, ver es actuar.
La mayoría de nosotros caminamos por la vida distraídamente, reaccionando de forma irreflexiva de acuerdo con el ambiente en el que nos han educado, y tales reacciones sólo promueven más esclavitud, más condicionamiento. Pero tan pronto usted concede atención total a su condicionamiento, verá que está totalmente libre del pasado; que éste se aleja de usted de forma natural.
La liberación del pasado, Editorial. Gaia, Madrid, 2008, Pág. 27 a 30.-