Como dije al principio de estas discusiones, creo que es muy importante el ser serios. Aquí no hablamos de ideas; e infortunadamente la mayoría de nosotros parecemos estar en comunión con las ideas y no con ‘lo que es’. Me parece muy importante seguir ‘lo que es’, el hecho, el estado efectivo de nuestro propio ser; seguir lo ‘factual’ hasta el fin mismo y descubrir la esencia de las cosas es, después de todo, seriedad. Nos gusta discutir, argüir y estar en contacto con las ideas, pero me parece que las ideas no conducen a ningún parte, son muy superficiales, son sólo símbolos; y el estar atados a símbolos conduce a una existencia muy superficial. Es una muy ardua tarea la de dejar de lado o ir más allá de las ideas y estar en contacto con lo que es, con el estado real de nuestra propia mente, de nuestro propio corazón; y para mí, el penetrar en eso muy profundamente, completa y acabadamente, constituye seriedad. Mediante el proceso de llegar hasta el mismo fin, se descubre la esencia, de modo que experimenta uno la totalidad; y entonces nuestros problemas tienen un sentido del todo diferente.
Quisiera esta mañana entrar en la cuestión del conflicto, y llegar a su fin mismo, si podemos, no meramente como una idea, sino experimentar de hecho por nosotros mismos si la mente es capaz de estar completa y totalmente libre de todo conflicto. Para descubrir uno mismo eso realmente, no es posible permanecer en el nivel de las ideas.
Es evidente que no puede uno hacer nada con respecto al conflicto en el mundo exterior; es generado por unas pocas personas sin freno, en todo el mundo, y podemos ser destruidos por ellas, o seguir, viviendo. Rusia, Norteamérica u otros pueden sumirnos a todos en una guerra, y no podemos hacer gran cosa sobre esto. Pero creo que puede uno hacer algo muy radical con respecto a nuestros propios conflictos internos, y eso es lo que me gustaría discutir. ¿Por qué estamos en tales conflictos dentro de nosotros mismos, bajo nuestra piel, psicológicamente? ¿Es ello necesario? ¿Y es posible vivir una vida en que no haya conflicto alguno, sin vegetar, sin echarse a dormir? No sé si habéis pensado sobre ello y si para vosotros es un problema. Para mí, el conflicto destruye toda forma de sensibilidad, falsea todo pensamiento; y donde hay conflicto no hay amor. El conflicto es esencialmente ambición, el culto del éxito. Y nos hallamos interiormente en estado de conflicto, no sólo en el nivel superficial, sino también a mucha hondura en nuestra conciencia. Me pregunto si nos damos cuenta de esto; y si es así, ¿qué hacemos acerca de ello? ¿Lo eludimos mediante las iglesias, los libros, la radio, mediante las diversiones, los entretenimientos, el sexo y todo lo demás, incluyendo los dioses que adoramos? ¿O sabemos cómo afrontarlo, cómo contender con ese conflicto, cómo llegar a su fin mismo y descubrir si la mente puede estar por completo libre de todo conflicto?
El conflicto implica, desde luego, contradicción: contradicción en el sentimiento, en el pensamiento, en la conducta. Existe contradicción cuando uno quiere hacer algo pero se ve forzado a hacer lo opuesto. En la mayoría de nosotros, si hay amor, hay también celos, odio; y eso también es una contradicción. En el apego hay aflicción y pena, con su contradicción y conflicto. Me parece que cualquier cosa que toquemos trae conflicto, y ésa es nuestra vida de la mañana a la noche; y aun cuando dormimos nuestros sueños son los perturbadores símbolos de nuestras vidas diarias.
Así pues, cuando consideramos el estado total de nuestra conciencia, vemos que nos hallamos en el conflicto de la contradicción con nosotros mismos, el perpetuo intento de ser buenos, de ser nobles, de ser esto y no ser aquello. Me pregunto por qué ocurre esto. ¿Es acaso necesario? Y ¿es posible vivir sin este conflicto?
Como dije, vamos a entrar en esto, no ideológicamente sino de hecho, lo que significa percibir nuestro estado de conflicto, comprender sus implicaciones y estar en efectivo contacto con él, no a través de las ideas, de las palabras, sino realmente en contacto. ¿Es eso posible? Como sabéis, puede uno estar en contacto con el conflicto a través de la idea; y efectivamente estamos más en contacto con la idea del conflicto que con el hecho mismo. Y la cuestión es si la mente puede desechar la palabra y estar en contacto con el sentimiento. Y ¿podemos descubrir por qué existe este conflicto si no nos damos cuenta de todo el proceso del pensar ‑no del proceso de alguna otra persona, sino del nuestro?
Por cierto hay división entre el pensador y el pensamiento, tratando eternamente el pensador de dominar, de ajustar el pensamiento. Sabemos que esto ocurre, y mientras exista esta división tiene que haber conflicto; mientras exista un experimentador y la experiencia, como dos estados diferentes, tiene que haber conflicto. Y el conflicto destruye la sensibilidad, destruye la pasión, la intensidad; y sin pasión, sin intensidad, no podéis ir hasta el fin mismo de ningún sentimiento, de ningún pensamiento ni acción.
Para ir hasta el fin mismo y descubrir la esencia de las cosas, necesitáis pasión, intensidad, una mente muy sensible ‑no una mente informada, atiborrada de conocimientos. No podéis ser sensibles sin pasión; y la pasión, ese impulso a descubrir, se embota por la constante batalla interior. Desgraciadamente aceptamos la lucha y el conflicto como inevitables, y cada día nos volvemos más insensibles y embotados. Las formas extremas de esto llevan a la enfermedad mental; pero ordinariamente hallamos un escape en las iglesias, en las ideas y en toda clase de cosas superficiales. ¿Es posible, pues, vivir sin conflicto? ¿O es que estamos tan hondamente condicionados por la sociedad, por nuestras propias ambiciones, codicia, envidia, y por la busca de éxito, que aceptamos el conflicto como bueno, como una cosa noble y que tiene un propósito? Sería provechoso, creo, que cada uno de nosotros pudiera descubrir lo que realmente piensa sobre el conflicto. ¿Lo aceptamos, o estamos atrapados en él y no sabemos cómo escapar? ¿O es que estamos satisfechos con nuestras muchas evasiones?
Esto significa, en realidad, entrar en toda la cuestión de la autorrealización y del conflicto de los opuestos, y ver si hay alguna realidad para el pensador, el experimentador que está eternamente anhelando más experiencia, más sensación, horizontes más amplios.
¿Es que sólo existe el pensar, y no el pensador; sólo un estado de experimentar, y no el experimentador? En cuanto surge el experimentador a través de la memoria, tiene que haber conflicto. Creo que eso es bastante sencillo, si lo habéis pensado. Es la raíz misma de la autocontradicción. Para la mayoría de nosotros, el pensador ha llegado a ser de máxima importancia, y no el pensamiento; el experimentador, y no el estado de experimentar.
Esto involucra en realidad la cuestión que estábamos discutiendo el otro día, de lo que entendemos por ver. ¿Vemos la vida, otra persona, un árbol, a través de las ideas, de las opiniones, de los recuerdos? ¿O es que estamos en directa comunión con la vida, la persona o el árbol? Creo que nosotros vemos a través de ideas, de los recuerdos y juicios, y que por lo tanto jamás vemos. De la misma manera ¿me veo a mí mismo corno ‘realmente soy’, o es que me veo como ‘debería ser’, o como ‘he sido’? En otras palabras, ¿es divisible la conciencia? Hablamos muy fácilmente de la mente inconsciente y consciente, y de las muchas capas distintas que hay en ambas. Existen tales capas, tales divisiones, y están en oposición unas con otras. ¿Tenemos que pasar por todas esas capas una por una y desecharlas o tratar de comprenderlas ‑lo que es una forma muy fatigosa e ineficaz de encarar el problema- o es posible dejar de lado todas las divisiones, todo aquello, y darse cuenta de la conciencia total?
Como decía el otro día, para darse cuenta de algo totalmente, tiene que haber una percepción, una visión que no esté teñida por una idea. No es posible ver algo entera y totalmente si hay un motivo, un propósito. Si nos interesa el cambio, no estamos viendo lo que realmente es. Si estamos interesados en la idea de que tenemos que ser diferentes, que debemos cambiar lo que vemos en algo mejor, más bello y todo eso, entonces no somos capaces de ver la totalidad de ‘lo que es’. Entonces la mente se interesa simplemente en el cambio, en la modificación, en la mejora, en el perfeccionamiento.
¿Me puedo ver, pues, como soy, como una conciencia total, sin quedar atrapado en las divisiones, las capas, las ideas opuestas dentro de la conciencia? No sé si alguna vez habéis practicado alguna meditación, -y no voy a discutir esto ahora; pero si lo habéis hecho tenéis que haber observado el conflicto dentro de la meditación: la voluntad tratando de dominar el pensamiento, y el pensamiento divagando lejos. Esa es una parte de nuestra conciencia, esa ansia de controlar, de moldear, de estar satisfecho, de tener éxito, de hallar seguridad, y ver al mismo tiempo lo absurdo, lo inútil, lo fútil de todo ello. La mayoría de nosotros trata de desarrollar una acción, una idea, una voluntad de resistencia que actúe como una muralla en torno a nosotros mismos y dentro de la cual esperamos permanecer en un estado sin conflicto
Ahora bien, ¿es posible ver la totalidad de este conflicto y estar en contacto con esa totalidad? Esto no significa estar en contacto con la idea de la totalidad del conflicto, ni que os identifiquéis con las palabras que estoy usando, sino que significa estar en contacto con el hecho de la totalidad de la existencia humana, con todos sus conflictos de dolor, miseria, aspiración y lucha. Significa hacer frente al hecho, vivir con él
Como sabéis, vivir con algo es extraordinariamente difícil. Vivir con esas montañas circundantes, con la belleza de los árboles, con las sombras, la luz de la mañana y la nieve, vivir realmente con ello es muy arduo. Todos nosotros lo aceptamos, ¿no es verdad? Viéndolo día tras día, nos embotamos para ello, como les pasa a los campesinos, y nunca volvemos a mirarlo realmente de nuevo. Pero vivir con ello, verlo cada día con frescura, con claridad, con sensibilidad, con aprecio, con amor, eso requiere mucha energía. Y vivir con una cosa fea sin que lo feo pervierta, corroa la mente, eso también requiere mucha energía. Vivir tanto con lo bello como con lo feo, como tiene uno que hacerlo en la vida, requiere enorme energía; y ésta se malogra, se destruye cuando estamos en perpetuo estado de conflicto.
¿Puede, pues, la mente mirar la totalidad del conflicto, vivir con él, sin aceptarlo ni rechazarlo, sin dejar que el conflicto desvíe nuestras mentes, sino observando realmente todos los movimientos internos de nuestros propios deseos, que crean el conflicto? Creo que eso es posible; no sólo posible, sino que así sucede cuando hemos penetrado muy hondamente en ello, cuándo la mente sólo observa y no resiste, no rechaza, no escoge. Entonces, si ha llegado uno hasta ahí, no en términos de tiempo y espacio sino en efectiva experiencia de la totalidad del conflicto, entonces descubriréis por vosotros mismos que la mente puede vivir mucho más intensamente, con más pasión y vitalidad; y una mente así es esencial para que surja ese algo inmensurable. Una mente en conflicto jamás puede descubrir lo que es verdadero. Puede charlar perpetuamente sobre Dios, la bondad, la espiritualidad y todo lo demás, pero es sólo una mente que haya comprendido por completo la naturaleza del conflicto y está por consiguiente fuera de él, la que puede recibir lo innombrable, lo que no puede ser medido.
INTERLOCUTOR: Si vais hasta el fin del conflicto por vos mismo, ¿tenéis entonces que aceptar el conflicto que hay en el mundo?
KRISHNAMURTI: ¿Podéis separar el mundo tan neta y definitivamente de vos mismo? ¿Es el mundo tan diferente de vosotros? Como veis, señores, creo, si puedo decirlo así, que hay algo que no hemos comprendido. Para mí el conflicto es una cosa muy destructora, interior lo mismo que exteriormente; y quiero averiguar si hay una forma de vivir sin estar en conflicto. No me digo, pues, que es inevitable, y no me doy la explicación de que mientras yo sea adquisitivo tiene que haber conflicto. Quiero comprenderlo, penetrarlo, ver si puedo destruirlo, ver si es posible vivir sin él. Tengo ‘hambre’ de hacer eso, y no hay descripciones ni explicaciones que me vayan a satisfacer. Lo que significa que tengo que comprender todo este proceso de la conciencia, que es el ‘yo’, y al comprender eso, estoy comprendiendo al mundo. Las dos cosas no están separadas. Mi odio es el odio del mundo; mis celos, mi adquisividad, mi ansia de éxito, todo esto pertenece también al mundo. ¿Puede, pues, mi mente destruir todo esto? Si digo: ‘indicadme cómo destruirlo’, entonces estoy meramente usando un método para dominar el conflicto; y eso no es la comprensión del conflicto.
Veo, pues, que tengo que mantenerme despierto para el conflicto, darme cuenta de él, espiar todos sus movimientos en mis ambiciones, mi codicia, mis compulsivos apremios, etc. Y si me limito a vigilarlos, acaso descubra, pero no hay garantía. Creo que sé muy bien lo que es esencial si quiero descubrir: esto es, pasión, intensidad, desentenderse de las palabras y las explicaciones, de modo que la mente llegue a ser muy aguda, alerta, atenta a toda forma de conflicto. Ese es el único camino, por cierto, para ir hasta el fin mismo del conflicto.
Editorial Kier – pag.163 a 168, pag. 171 a 172.-