Recientemente se celebró un nuevo aniversario de la caída del Muro de Berlín. Luego de 25 años, todavía recordamos la euforia que generó tal hecho, miles de personas celebraban en todas partes y avanzaban del otro lado de Alemania para reunirse con amigos y familiares. La humanidad se ilusionaba una vez más con la idea de que por fin entenderíamos que la libertad es un bien inalienable e innegociable ante cualquier sistema político que se pretenda instaurar. Pero también, una vez más, pudimos ver que algunos otros muros seguían en pie y sin visos de agrietamiento. Rápidamente encontramos nuevos enemigos, nuevas oposiciones y nuevas justificaciones para mantener e incluso aumentar el arsenal bélico de las grandes potencias. Estas últimas, verbalizadoras de los derechos humanos, siguieron manteniendo sus intolerables sometimientos en pueblos pauperizados, generando a su vez reactivos fundamentalismos, nuevas formas de violencia…Ahora sí, se puede ver con toda la tecnología disponible, cómo se decapita a un ser humano en el gran escenario circense cibernético. Debemos seguir luchando por nuestra dignidad y libertad, pero también debemos comprender que es menester ocuparse «centralmente» de nuestros propios muros…