LA UTOPIA DE NO TENER UTOPIAS

Quizás sin quererlo,Tomás Moro internalizó en la Cultura Occidental, allá por el siglo XVI, la idea de que la vida se dignifica viviendo tras utopías. ¿Será tan así? Se encuentra tan enquistado en nuestro inconsciente el mandato de que tener en la mira un ideal a perseguir es total e incontrovertiblemente positivo, que resulta muy dificultoso encarar una reflexión profunda sobre la real validez de aquello que ya se encuentra incorporado como dogma. Creemos de todos modos  que debemos intentarlo.

Nuestro condicionamiento tienen múltiples, diversos y ( en muchos casos), muy escondidos modos de manifestarse. En distintas oportunidades solo nos centramos en aquellas cuestiones que fueron limitando nuestra libertad de observación y reflexión en el curso de nuestras limitadas vidas; pero existen muchas otras que poseen una fortaleza casi inquebrantable y que se transmiten de generación en generación, sin siquiera percibirlo. La utopía, prima hermana de la esperanza, nos impone a priori un modelo que, de algún modo, nos enajena del presente y nos impide el trabajo constante y permanente del conocimiento propio, al distraernos tras un futuro generalmente nunca alcanzado…

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