TONY PARSONS

Nuevamente este mes nos vinculamos con un exponente de la doctrina Advatia; él expone su pensamiento y cuenta sus vivencias de un modo particularmente informal y desprendido de toda  estructuración y, como ocurre cada vez que de lo que se trata es de transmitir procesos internos, lo inefable se torna particularmente dificil de comunicar con palabras. La  clave, entendemos, es observar con claridad el énfasis que coloca en resaltar lo que «no es » importante en nuestras vidas y el contraste que adquiere frente a lo que vulgarmente el ser humano estima las cosas «importantes de la vida»….: Cuando era muy joven, tenía la sensación de estar en un mundo mágico, fuera del tiempo. No había ninguna necesidad de devenir algo ni de hacer nada —sólo una unidad no reconocida que me envolvía simplemente en la maravilla de «lo que es». Siento que es lo mismo para la mayoría de los niños. Un día, todo aquello cambió y entré en el mundo de la separación y la necesidad. Encontré que tenía una madre y un padre separados, un nombre, y una aparente elección de hacer esto o aquello. Me moví dentro del mundo del tiempo y el espacio, de los límites y la exploración, del esfuerzo, de la manipulación, y de la persecución del placer y el escape del dolor. Llegué a poseer estas experiencias y creía que ellas eran mi manera de ser natural. También se me enseñó y yo llegué a creer que si trabajaba duramente, me comportaba bien y tenía suerte en mi trabajo elegido o impuesto, me casaba y tenía hijos y cuidaba de mi salud, tenía buenas posibilidades de ser feliz. Hice todo eso con mucho éxito y a veces disfrutaba, pero también reconocía que parecía que faltaba algo intangible y fundamental. Un secreto de algún tipo. Por consiguiente, decidí buscar lo que faltaba a través de la religión. Nuevamente, se me dijo que si trabajaba duramente y me aplicaba a diferentes disciplinas, rituales y purificaciones, finalmente llegaría a merecer el «cumplimiento espiritual». Me comprometí completamente en todo aquello que parecía apropiado, pero, sin embargo, no puede descubrir la razón de mi sensación de anhelo. Un día, casi como por accidente, redescubrí el secreto que había conocido cuando era niño; o quizás él me redescubrió a mí. Explicar lo que aconteció es completamente imposible. La descripción que más se acerca es la de estar inmerso en un amor y una comprehensión total que está absolutamente más allá de toda imaginación. La revelación que acompañó a este redescubrimiento fue tan simple y sin embargo tan revolucionaria que barrió de un golpe todo lo que se me había enseñado o yo había llegado a creer. Parte de esa comprehensión fue que la iluminación está absolutamente más allá de mi esfuerzo por cambiar la manera en que vivo, o aún de cambiar la vida en absoluto. Tiene que ver con un cambio total en la comprehensión de «quien» es quien vive. Pues yo ya soy eso que busco. Todo lo que busco o pienso que quiero, por larga que pueda ser la lista, todos mis deseos sólo son un reflejo de mi anhelo de volver a casa. Y la casa es la unidad; la casa es mi naturaleza original. Está justamente aquí, simplemente en «lo que es». No hay ninguna otra parte donde tenga que ir, y no hay nada más que tenga que devenir. Por supuesto, es imposible comunicar en palabras lo inexpresable, y así esta declaración es mi intento de expresar mi comprensión de esa revelación. Intento explicar la manera en que mis creencias sobre la iluminación, el tiempo, el propósito, y mi esfuerzo por lograr el cumplimiento espiritual, pueden interrumpir directamente esa unidad que está disponible continua y directamente; cómo la ilusión de la separación, el miedo, la culpa y la abstracción, pueden distraerme de la liberación que incluye y transforma estas influencias. Las doctrinas, los procesos, y las vías progresivas que buscan la iluminación, sólo exacerban el problema de aquellos a quienes se dirigen reforzando la idea de que el sí mismo puede encontrar algo que supone que ha perdido. Es ese esfuerzo mismo, ese cerco a la autoidentidad, el que recrea continuamente la ilusión de la separación de la unidad. Éste es el velo que creemos que existe. Es el sueño de la individualidad. El único efecto probable del esfuerzo extremo para devenir «eso que yo soy ya», es que finalmente me vendré abajo, agotado, y abandonaré. En ese abandono puede surgir otra posibilidad. Pero la tentación de eludir la libertad por la santificación del esfuerzo es muy atractiva. El esfuerzo en el tiempo no invita a la liberación. La vida no es un trabajo. No hay absolutamente nada que alcanzar excepto la comprehensión de que no hay absolutamente nada que alcanzar. Ninguna suma de esfuerzo persuadirá nunca a la unidad de que aparezca. Todo lo que se necesita es un salto en la percepción, una visión diferente, ya inherente pero no reconocida. …Yo solía creer que las gentes devenían efectivamente iluminadas, y que el evento era similar al de alguien que gana el premio gordo de una lotería nacional. Una vez ganado el premio, al beneficiario le estaban garantizadas en adelante la felicidad permanente, la infalibilidad y la bondad incorruptible. En mi ignorancia, pensaba que estas gentes habían obtenido y que poseían algo que les hacía especiales y totalmente diferentes de mí. Esta idea ilusoria reforzaba en mí la creencia de que la iluminación era virtualmente inobtenible excepto para unos pocos extraordinarios y elegidos. Estos errores brotaban de alguna imagen que yo tenía de cómo debía parecer un estado de perfección. Yo no era capaz de ver que la iluminación no tiene nada que ver con la idea de la perfección. Estas creencias se acentuaban fuertemente cuando comparaba mis inadecuaciones imaginadas con la imagen que tenía de cualquier «héroe espiritual» que acontecía que me atraía en ese momento. Siento que la mayoría de la gente ve la iluminación de una manera similar. Ciertamente ha habido muchos, y todavía los hay, que buscan fomentar tales creencias y que, de hecho, han pretendido haber devenido iluminados. Ahora veo que ésta es una declaración tan obtusa como la de quienes proclaman al mundo que pueden respirar. Esencialmente la realización de la iluminación trae consigo la comprehensión repentina de que no hay nadie ni nada que se ilumine. La iluminación simplemente es. No puede ser poseída, de la misma manera que no puede ser lograda o ganada como un trofeo. Todos y todo es unidad, y todo lo que hacemos al intentar encontrarla obstaculiza su vía. Aquellos que hacen proclamas de iluminación o que adoptan ciertas apariencias, simplemente no se han dado cuenta de su naturaleza paradójica y suponen la propiedad de un estado que imaginan que han logrado. Probablemente habrán tenido una profunda experiencia personal de algún tipo, pero esto no tiene absolutamente ninguna relación con la iluminación. Por consiguiente, todavía permanecen encerrados en sus propios conceptos individuales basados en sus propios sistemas de creencia particulares. Estas gentes necesitan a menudo adoptar el papel de «maestros espirituales» o de «maestros iluminados» y atraen inevitablemente a aquellos que necesitan ser estudiantes o discípulos. Su enseñanza, enraizada todavía en el dualismo, promueve inevitablemente un cisma entre el «maestro» y aquellos que eligen seguir la enseñanza. Cuando los seguidores aumentan, el papel exclusivo del maestro necesita ser acentuado. Uno de los sistemas habituales, cuando se ha adoptado tal papel, es la representación de cualquier admisión o signo de «debilidad humana». Esta situación crea habitualmente distancia entre el «maestro» y sus seguidores. Como la especialización del «maestro» deviene cada vez más efectiva, y las demandas de los seguidores devienen cada vez más grandes, así, invariablemente, las enseñanzas devienen cada vez más obscuras y enrevesadas. A medida que la obscuridad de la enseñanza aumenta, el cisma se hace más ancho, y muchos de los seguidores devienen a menudo más confusos y sumisos. El efecto habitual entre los afectados puede ser una adulación incuestionable, desilusión, o un despertar y seguir en movimiento. Sin embargo, estos tipos de influencia han establecido y mantenido una ilusoria sensación de duda e inadecuación en el inconsciente colectivo respecto a la capacidad de la gente para abrirse y realizar algo que es tan natural, simple y disponible como respirar. Aquellos que han comprendido y abrazado plenamente la iluminación no tienen absolutamente nada que vender. Cuando comparten su comprensión, no necesitan embellecerse a sí mismos o lo que comparten. Tampoco tienen ningún interés en ser madres, padres o maestros. …En mi situación de separación llegué a aceptar, sin cuestión, la existencia y efecto del tiempo. Junto con mi creencia en el tiempo, yo estaba casado inevitablemente con el concepto y experiencia de un comienzo, un medio, y un fin —un viaje hacia la realización de una meta o conclusión. Este concepto de un viaje puede ser aplicado a cualquier nivel, ya se trate de hacerlo bien en la escuela, de crear un próspero negocio, o de realizar la iluminación. Todo era una senda de devenir —el logro de un resultado en el tiempo. Este mensaje fue grabado poderosísimamente en mí psique por lo que me parecía que era el proceso del nacimiento y la muerte. Un mensaje tan poderoso reflejaba y reforzaba la aparente irrefutabilidad de la existencia, el paso y el efecto del tiempo. Como experimentaba lo que parecía ser el efecto del tiempo, llegué a creer en él. Como creía en la existencia del tiempo, llegué a creer también en la limitación de mi propia existencia. Como llegue a aceptar esa limitación, llegué a creer también que necesitaba hacer uso de ese periodo dado. Yo no tenía que hacer algo, lograr algo, devenir algo valioso durante el tiempo que imaginaba que quedaba. Por consiguiente, nació el concepto de «propósito», y junto con él mi expectativa e implicación en lo que ese propósito podía traer. El propósito, la esperanza y la creencia me daban la energía y la voluntad para triunfar. El propósito, la esperanza y la creencia —estos valores reverenciados y aparentemente poderosos, son reconocidos por muchos como muy valiosos. Pero, por supuesto, también existen a la sombra de la confusión, de la desesperanza y de la desesperación. En aquella época, yo no había contado con ese lado de las cosas. Final e inevitablemente, el oscilante péndulo de los inacabables encuentros con la expectativa y la frustración, el esfuerzo y la inadecuación, la aparente fuerza y la debilidad, jugaron todos su parte en mi despertar de este sueño.Es mi parecer que cualquier intento de trasladar lo inexpresable dentro de lo doctrinal debe acabar inevitablemente como una falsificación —una idea contradictoria sobre la perfección que transforma el canto de libertad sutil y bello del originador en un interminable dogma de limitación. Cuando el pájaro ha volado, la esencia de su canto a menudo se extravía, y entonces todos nos quedamos con una jaula vacía. Me gusta la historia de cuando Dios y el Diablo estaban observando al hombre cuando descubrió algo bello en un desierto. «¡Aja!», dijo Dios al Diablo, «ahora que el hombre ha encontrado la verdad ya no tendrás nada que hacer». «Al contrario», respondió el Diablo, «voy a ayudarle a organizarla». Siempre que o dondequiera que hay religión organizada, ahí también puede florecer muy fácilmente un rico terreno de crianza para nuestros peores miedos, nuestra culpa más obscura, y nuestros conflictos más feos, persona a persona, nación a nación, y fe a fe. Ya sea que tengamos una creencia religiosa o no, estas plagas pueden estar profundamente dentro de nosotros e invadir cada parte de nuestra experiencia. …Es mi parecer que nuestro apego al propósito nace de la necesidad de probarnos algo a nosotros mismos. Pero la vida es simplemente vida, y no está intentando probar nada en absoluto. Esta primavera no intentará ser mejor que la primavera pasada, y ningún fresno intentará devenir un roble. Al dejar ir nuestra fascinación por lo extraordinario y espectacular, podemos permitirnos reconocer la simple maravilla que está dentro de lo ordinario. Pues la vida es su propio propósito y no necesita una razón para ser. Ésa es su belleza…

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