KEN WILBER

Si buscaramos simplificadamente resumir en un tema central la Enseñanza de Krishnamurti ( lo que obviamente puede resultar absolutamente cuestionable), podríamos decir que el «ver», con todas sus implicancias, es el eje de la misma. Ver, observar, comprender, percibir, conocer, desprenderse del condicionamiento, etc, etc, son todas variantes del intento del conocimiento propio, esencial para ser libres. En esta entrega, Ken Wilber, nos explica los distintos ojos con que los humanos hemos históricamente observado la realidad.

«San Buenaventura, filósofo favorito de los místicos, enseñaba que hombres y mujeres tienen tres modos de alcanzar el conocimiento o, como él decía, “tres ojos”: el ojo de la carne, por medio del cual percibimos el mundo externo del espacio, el tiempo y los objetos; él ojo de la razón, mediante el cual alcanzamos el conocimiento de la filosofía, la lógica, y la mente misma, y el ojo de la concentración, por obra del cual nos elevamos al conocimiento de las realidades trascendentes. Ahora bien, esta formulación particular en que se nos habla ojo de la carne, de la mente y de la contemplación es cristiana, pero cabe encontrar ideas similares en todas las escuelas principales de la psicología, la filosofía y la religión tradicionales. Los “tres ojos” de un ser humano corresponde, de hecho, a los tres ámbitos principales del ser que describe la filosofía perenne, que son el burdo (carnal y material), el sutil (mental y anímico) y el causal (trascendente y contemplativo).  Estos ámbitos han sido ya objeto de amplias descripciones y aquí sólo quisiera señalar la unanimidad de éstas entre los psicólogos y los filósofos tradicionales. Para ampliar lo que vislumbró Buenaventura, los modernos podríamos decir que el ojo de la carne participa de un mundo de experiencia sensorial compartida, que él en parte crea y en parte revela. Es el ámbito de los “burdo”, el dominio del espacio, del tiempo y de la materia. Es el “compartido” por todos los que poseen un ojo de la carne similar. (…) El ojo de la carne es inteligencia sensorio-motriz básica, es constancia de los objetos; es el ojo empírico, el ojo de la experiencia sensorial. Se ha de aclarar desde el comienzo que uso el término “empírico” tal como se emplea en filosofía, para designar algo susceptible de ser captado por los cinco sentidos humanos o sus extensiones. El ojo de la razón (o, más generalmente, el ojo de la mente) participa de un mundo de ideas, imágenes, lógica y conceptos. (…) al ser tanto lo que en el pensamiento moderno se basa exclusivamente en el ojo empírico, el ojo de la carne, es importante recordar que el ojo mental no se puede reducir al ojo de la carne. El campo mental incluye el campo sensorial, pero lo trasciende. (…) aunque el ojo de la mente confía, para gran parte de su información, en el ojo de la carne, no todo conocimiento mental proviene estrictamente del conocimiento carnal ni se ocupa exclusivamente de los objetos de la carne. Así como la razón trasciende la carne, así la contemplación trasciende la razón. Así como la razón no puede ser reducida al conocimiento carnal ni derivada de él, tampoco la contemplación puede reducida a la razón ni se deriva de ella. Así donde el ojo de la razón es trans-empírico, el ojo de la contemplación es trans-racional, trans-lógico y trans-mental. Demos simplemente por supuesto que hombres y mujeres poseen, todos, un ojo de carne, uno ojo de razón, y un ojo de contemplación; que cada ojo tiene sus propios objetos de conocimiento (sensoriales, mentales, y trascendentales); que un ojo superior no puede ser reducido a un ojo inferior ni explicado en función de este último; que cada ojo es válido y útil en su propio campo, pero comete una falacia cuando intenta, él sólo una captación cabal de los ámbitos superiores o inferiores. Lo único que quiero subrayar aquí que cuando un ojo intenta usurpar el papel de cualquiera de los otros, se produce un error categorial. Y tal error puede darse en cualquier situación: el ojo de la contemplación está tan mal equipado para percibir los hechos del ojo de la carne como incapacitado está el ojo de la carne para captar las verdades del ojo de la contemplación. Sensación, razón y contemplación revelan sus propias verdades en sus propios ámbitos, y cuando un ojo intenta ver por cualquiera de los otros, el resultado es un empobrecimiento de la acción. Pues bien, errores categoriales de este tipo han sido el gran problema de casi todas las religiones principales. El hecho es que, en sus momentos culminantes, el budismo, el cristianismo y otras religiones contenían visiones fundamentales de la realidad fundamental; pero estas visiones, de naturaleza trans verbal, se dieron invariablemente mezcladas con verdades racionales y hechos empíricos. La humanidad, podríamos decir, no ha emprendido todavía a diferenciar y separar los ojos de la carne, de la razón y de la contemplación. Y como la revelación se confundía (por ejemplo) con la lógica y con los hechos empíricos, y los tres eran presentados como una sola verdad, sucedieron dos cosas: los filósofos consiguieron destruir el aspecto racional de la religión y la ciencia consiguió destruir su aspecto empírico. […] a partir de ese momento, en occidente la espiritualidad quedó desmantelada y sólo se mantuvieron la ciencia y la filosofía. Sin embargo, en el plazo de un siglo también quedó diezmada la filosofía como sistema racional –es decir, sistema basado en el ojo de la mente—por el nuevo empirismo científico. Llegado a ese punto, el conocimiento humano se vio reducido exclusivamente al ojo de la carne. El ojo contemplativo había desaparecido, el ojo mental había desaparecido, y la humanidad restringió sus medios de conocimiento válido al ojo de la carne. Así, la ciencia se convirtió en cientificismo. No se limitaba a hablar en nombre del ojo de la carne, sino también en nombre del ojo de la mente y del ojo de la contemplación. Al hacerlo, fue presa precisamente del mismo error categorial que había descubierto en la teología dogmática y que tan caro había hecho pagar a la religión. Los cientificistas trataron de olvidar a la ciencia a hacer con su ojo de la carne el trabajo de los tres ojos. Y eso es un error categorial que no solamente la ciencia, sino el mundo, han pagado muy caro. Así, de hecho el único criterio de verdad llegó a ser el criterio científico, es decir, una prueba sensorio-motriz realizada por el ojo de la carne, basado en mediciones […] y sin embargo, la verdad es que: “Esta posición de los científicos era […] puro alarde” de la parte jugando al todo. El ojo de la carne se atrevió a decir que lo que él no ve no existe, y lo que debería haber dicho es que lo que él no ve no lo ve. Una ciencia “superior” ¿No es posible que los propios hombres de ciencia hayan definido de manera demasiado estrecha el método científico? Una ciencia más expandida, ¿podría aplicarse al ámbito del ojo de la mente y al del ojo de la carne? La ciencia, ¿está atada al ojo de la carne o pueda expandirse hasta abarcar el ojo de la mente y el de la contemplación? La existencia de ciencias de los estados específicos, es decir, de ciencias que se den estados superiores de conciencia, ¿es una posibilidad o un error bienintencionado? Charles Tart cree que el método científico ha sido innecesaria y arbitrariamente limitado al ojo de la carne por un “prejuicio materialista” el supuesto de que sólo las entidades materiales merecen ser estudiadas. Siente que el propio método científico puede ser liberado de adherencias materialistas y aplicado a estados superiores de la conciencia y del ser (y tal es el concepto de ciencia de los estados específicos). Llega así a la conclusión que “la esencia del método científico” es perfectamente compatible con el estudio de diversos estados alterados de conciencia”

Más allá del Ego, Los tres ojos del alma, Editorial Kairós, 5° Edición,1991. pags 337/340.-

Una respuesta

  1. Rafael
    Rafael 30 de agosto de 2016 at 11:06 AM |

    En los últimos tiempos estoy pasando de concebir al ser humano como un animal racional, a distinguirlo como un espíritu que gobierna un cuerpo y su personalidad. Esta distinguida concepción es consecuente con un ser que deviene humano (de humus) en el tiempo y la naturaleza, y podría facultarnos al reconocimiento de nuestra propia alma, y a intentar establecer un dialogo intimo con ella, como hacían los antiguos.
    Porque, me preguntaba, ¿Cómo puede hacer un animal para volverse racional por su cuenta? Seguramente necesitaría un espíritu inteligente que lo apoye, me respondia.

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