Los siguientes párrafos forman parte de un libro que aborda de manera singular la cuestión de lo «íntimo» en la vida de las personas. Creemos interesante el abordaje de la cuestión, vinculada necesariamente al doble juego de la vida interior y la relación humana. En un mundo en el que parecería que sólo lo externo existe, el intentar bucear en la intimidad y su posible naturaleza, es por ese solo hecho digno de observarse, veamos entonces:
ADENTRO/AFUERA: CUANDO CAE LA BARRERA
Partamos al ras de la lengua. Desconfiemos del arrebato que amenaza con arrastrarnos por la pendiente de la metafísica. Para no dejarnos llevar por la tentación efusiva que se cierne sobre este caso, sobre este tema, actualmente convertido en tan prolífico, de una “apertura” al otro, aclaremos la noción, circunscribamos el término. O para decirlo de manera preventiva, curativa (en términos wittgensteinianos): partamos de lo único de donde podemos partir –de los “usos” del lenguaje ordinario. Pero resulta que respecto de lo íntimo el uso nos pone delante de esos dos sentidos, nos coloca sin mediación en esa bifurcación. Se dice íntimo a aquello que está “contenido en lo más profundo de un ser”; y así hablamos de un “sentido íntimo” o de la “estructura íntima de las cosas”. Pero también es aquello que “vincula estrechamente por medio de lo más profundo que existe”: unión íntima, tener relaciones íntimas, ser íntimo de… El diccionario (el Robert) enumera luego esos dos sentidos y los sitúa juntos, sin más glosas, sin pestañear, pero, ¿que relación hay entre ellos? ¿Y no se oponen además? Porque uno expresa lo apartado y lo oculto, y el otro expresa la relación. Virtud del Diccionario, que estira la lengua en todos los sentidos y según sus posibilidades, pero, ¿hasta dónde puede llegar en éste caso el desmembramiento? ¿Equivale a una verdad extensiva? Íntimo se llama en efecto “lo que es totalmente privado y generalmente oculto a los demás” (así ocurre con la vida íntima, con una convicción íntima o con lo que llamamos “diario íntimo”). Pero al mismo tiempo, igualmente, íntimo expresa lo que reúne a dos personas y favorece la armonía entre ellas. Por ambiente, por pregnancia, de manera tácita: comida íntima, fiesta íntima; o incluso hablamos de un rincón íntimo: a salvo del mundo, apartado de las miradas y de la charla de las personas que pasan –la pareja en éxodo durante la noche del último campamento se encontrará allí.
Debemos pues empezar escuchando la lengua, los diversos usos de la lengua, diversos hasta la disyunción; aunque por eso mismo también debemos seguir lo que nos hace pensar entonces correlativamente y tal vez incluso deducir un sentido del otro: (1) que lo íntimo es lo más esencial al mismo tiempo que lo más retirado y lo más secreto, que se oculta a los otros; que lo intimo es lo que asocia más profundamente con el Otro y conduce a compartir con él. ¿Có-mo se pasará entonces de un sentido al siguiente debajo de lo que parece, a primera vista, nada menos que una contradicción? ¿O bien se esclarece esa contradicción? El hecho de que el diccionario establezca los dos sentidos rivales sin explicarse, sin rechistar, contentándose con yuxtaponerlos, nos dejaría sumidos en la aporía si no advirtiéramos en cambio, en el llamado a franquear esa separación, algo así como una revelación –por medio de ese desgarramiento ”vemos detrás”. O digamos que percibimos entonces lo que se ofrecería para pensar de modo más crucial, lo que repentinamente nos da un asidero al pasar, sin previo aviso, en el seno de una palabra, en ese gap, sobre nuestro ser como humanos.
La lengua piensa. Habrá que empezar entonces deteniéndonos en lo que dice y (hace) la lengua, sin que por ello lo conciba de modo suficiente, en todo caso sin explicitarlo. Porque no se encuentra un superlativo para “exterior” (a ello sólo responde último”). Pero hay un superlativo para “interior”:”íntimo”. Intimus dice el latín: lo que es “muy” o “más interior”. Nos vemos remitidos pues un paso más allá ante lo que nos hace falta pensar o, más precisamente, dialectizar, para superar esta aporía. Porque lo íntimo es lo intensivo o la radicalización de un interior, que lo retrae en si mismo y lo sustrae de los otros, y lo íntimo al mismo tiempo expresa también su contrario: la unión con el Otro, unión “intima”, un afuera que se vuelve adentro, “lo más adentro” –y genera la exigencia de compartir. “Íntimo” efectúa esa inversión de un sentido al otro: aquello que es lo más interior –porque es lo más interior lleva lo interior a su límite- es aquello que por eso mismo suscita una apertura al Otro; por lo tanto, lo que hace caer la separación, provoca la penetración.
Resulta entonces que por medio de lo íntimo se quiebran las relaciones tradicionales del adentro y del afuera; e incluso estos ya no parecen reconocibles a primera vista. En efecto, por la inversión que contiene lo “íntimo”, que se convierte de lo más secreto en aquello que más puede vincular, es decir, de lo que es lo más interior en cada uno –“íntimo” en él- en aquello que puede fundar más profundamente, a la vez justificar y provocar, su unión con el Otro (según la expresión banal, aunque enseguida envidiosa: “son íntimos”), el interior y el exterior se revelan de pronto en las antípodas de lo que concebimos con ellos (manteniéndolos separados). Porque resulta que, según lo íntimo, lo interior parece comunicarse en el fondo con su opuesto. De allí, la hipótesis expuesta para aclarar la paradoja: ¿no será que cuando más se ahonda, se profundiza lo interior, menos puede extenderse aparte y aislarse? Cuanto más se aprehende en sí mismo el interior de nosotros mismos, en su trasfondo, como suele decirse, en tanto que “muy” o “más interno”, tanto más se encamina hacia su desclausura. Más da indicios “de lo Otro” que ya nos es entonces el otro, sino su contrario: inversión que no puede ser más significativa y que no hago más que constatar –y es lo me propongo explorar aquí en la estela de lo íntimo.
Porque veo allí un hilo que se puede seguir con curiosidad para considerar lo que viene después. Tal vez nada menos que la necesidad de volver a pensar lo que entendemos como nuestra “ interioridad” y por ende también una relación con el “otro” que ya no resulte forzada por la moral. ¿O acaso la moral no sea solamente el despliegue de lo íntimo en un principio, cuando todavía no está maniatada por la obligación? O digamos: ¿no sería acaso la misma moral, en el fondo, aquello en cuya senda nos pone el “recurso” de lo íntimo? Y de manera suficiente, porque basta para romper la clausura, en la cual un “yo” se encerró. De manera mucho más probatoria, menos dolorida en todo caso, en tanto que positiva, de la que efectuó tradicionalmente la piedad como “fundamento” de la moral…
…Lo íntimo por su parte es la posibilidad, sin embargo, por el mero hecho de la alteración que se efectúa en él, de extender correlativamente su adentro hacia afuera, de tener la propia interioridad también en el Otro, cuanto más se intensifica, fuera de uno mismo, derribando la clausura de un “si mismo”.
Habitualmente, en efecto, en el estado más rudimentario, el de lo “natural”, digamos, el adentro y el afuera confinan y se yuxtaponen, cada cual por su lado, y por ello se ignoran. Ese contacto es al mismo tiempo separación –como la piel. Uno y otro yacen para sus adentros, a uno y otro lado de la frontera, y se mantienen aislados, cada cual siguiendo su orden propio. Existen así el interior del cuerpo y el exterior del mundo fisiológico por una parte, físico por otra. Uno puede herir y cortar al otro (el cuchillo). A lo sumo hay un intercambio entre ellos; el cuerpo inspira-expira; absorbe y eyecta –la relación sólo es utilitaria…
…“Soy íntimo contigo” significa en efecto que te abrí un “más adentro” de mí, que ya no mantengo con respecto a ti mi sistema habitual, de defensa y de protección –aquel con el cual nos blindamos frente al exterior, y que hacemos variar, por supuesto, según los partenaires y las situaciones, pero usualmente sin renunciar por completo a él. En lo íntimo, no me prevengo ni me excluyo más. Vale decir que somos íntimos entre nosotros en la medida en que hemos derribado nuestros cálculos y nuestras razones y está suspendida la machaconería del interés, que no por ello deja de seguir rondando normalmente, como suele decirse, “adentro de la cabeza” aun cuando ya no nos guíe, aun cuando ya no pensemos más en ello. Lo íntimo es el compartir subterráneo que ya ni siquiera necesita mostrarse ni probarse. Entramos en lo íntimo como quien penetra en una tienda, retomando esa imagen ,que un buen día encontramos, cuya entrada alzamos y en adelante un mismo dosel nos cubre y traza este “nosotros”…
…Lo íntimo es un estadio que se alcanza, no un estado, pertenece a lo que llamaría el auge, no a la calma. Difiere por ello de la ternura, porque la relación no es solamente de sentimiento o de apego, por la cual habitualmente somos menos sensibles y apenas nos detenemos en ello. No se piensa en lo íntimo, uno ni siquiera piensa que se vuelve íntimo. Luego un día constatamos, ponderamos, que de hecho nos hemos vuelto así. Por otra parte, como no es virtud ni cualidad, no tiene determinación ni objetivo, en suma, como no tiene fin (y la vía ética desde los griegos quería un “fin”, telos), lo íntimo se ha sustraído igualmente a la captación de la filosofía. Por tal motivo, como comprobamos, se han interesado tan poco en ello, se lo pensó tan escasamente después de todo
No obstante, lo íntimo requiere, que nos detengamos en ello, tanto más en la medida en que vemos lo que nos hace ganar con respecto a todo pensamiento de la intro-(spección) y de lo interior (la famosa “vida interior”, etc.) Es incluso a lo que más me aferro aquí: poner de relieve lo íntimo en contra de la interioridad y de su culto, para desembarazarnos de ellos. Pues mientras que la noción de interioridad de entrada es sospechosa por lo que deja entrever, o sea ruptura y rechazo del mundo exterior, y por ende encierro en sí mismo y debilitamiento por estar confinado (del mismo modo que todo subjetivismo siempre hará sospechar que ignora la objetividad), resulta que lo íntimo, al excavar algo más profundo, más interior que lo interior, al mismo tiempo invierte esa tentación del repliegue con su vuelco, la mengua y la subvierte. Se produce un rebote que enlaza la relación y hace surgir una aventura, mediante lo cual genera lo inaudito. Lo más interior, e incluso “lo más interior de todo”, se halla atravesado por una tentación de desconocimiento y abandono; se libera de sí mismo aspirando al exterior que abolirá la frontera limítrofe de uno: “uno mismo” ya no está apretado, no se estanca, sino que se desborda y se vuelve expansivo. Lo íntimo es ese elemento o ese medio donde un yo se despliega y se exterioriza, pero sin forzarse, sin pensarlo -lo que en verdad significa “efusión”. No se podría ser restringido, mezquino, mediocre, cuando se accede a lo íntimo…
…Diría incluso que la finalidad de lo íntimo, si tuviera una, sería precisamente hacer experimentar lo inverso: que el otro es conciencia al unísono conmigo mismo, lo que entonces se aprehende de manera inmediata y no por deducción, no per analogiam, en ese adentro compartido.
Debido a que en lo íntimo la frontera entre nosotros se difumina y hasta se borra, y el Otro se deshace de su exterioridad y viceversa, resulta que compartimos efectivamente la conciencia; la “con”-ciencia que se promueve de acuerdo con el Otro ya no es propiedad de un sujeto; o digamos que en lo íntimo nuestras conciencias encajan tan bien que se desapropian; ya no hay “tu” o “mi” conciencia sino que “la” conciencia (también optamos aquí por el genérico) se extiende entre nosotros, abriendo ese “entre”. No es tanto que “me haces falta”, como se suele decir habitualmente, cómodamente (posesivamente), sino más bien que “me siento en ti”. En la medida de esa intimidad, nos volvemos co-conscientes y co-sujetos. Con lo cual lo íntimo levanta una punta del velo que nos ocultaba la co-originariedad de los sujetos que pretende pensar el pensamiento moderno y según el cual, como empezamos a ver, la moral se puede considerar de modo muy distinto. Lejos de ser entonces un aspecto particular de la experiencia humana, o aún cuando fuese su intensificación, lo íntimo desestabiliza aquello en lo que basamos tradicionalmente nuestra aprehensión del Yo-sujeto y es en verdad “revelación”, tal como afirmé –pero una revelación completamente empírica y muy modesta, hecha al pasar, furtiva, reservada. Por consiguiente, nos será preciso avanzar más dentro de lo que no dudaré en llamar lo inaudito de lo íntimo, tanto más inaudito en la medida en que es discreto, para abrir con nuevo impulso, siguiendo este hilo, un camino hacia lo humano y hacia la moral, sondeando el “nosotros” que esto nos descubre.-
Lo Íntimo – Lejos del ruidoso amor – pag. 19 a 29.-