A la luz de Krishnamurti

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LO QUE ES

Publicado el 1 de mayo de 2013

Obviamente a «todos» nos parece razonable ver las cosas tal cual son. Más aún, a nadie se le ocurriría algo distinto que no sea observar la realidad como punto de partida para  dar cualquier opinión o llegar a alguna conclusión medianamente sensata. Pero parece que la cuestión no es tan sencilla o, por lo menos, parecería que el hombre cree ver lo que es, pero nuestro trasfondo es demasiado poderoso, veamos lo que nos dice K al respecto:

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La Llama De La Atención

Publicado el 1 de mayo de 2013

(…) ¿Qué es el conflicto? Cuando no aceptamos los hechos, lo que realmente es, cuando escapamos hacia algo llamado un ideal  –el opuesto de “lo que es”–  entonces el conflicto es inevitable. Cuando uno es incapaz de mirar y observar lo que realmente está haciendo y pensando, entonces evade lo que es y proyecta un ideal; en consecuencia, hay conflicto entre “lo que es” y “lo que debería ser”

(…) Por lo tanto, cuando existe esta división entre “lo que es” y “lo que debería ser”, tiene que haber conflicto, es inevitable. Ésta es una ley  –no una ley de quien les habla, sino que es una ley. Vamos, pues, a investigar por qué los seres humanos nunca se han enfrentado a “lo que es” y siempre han estado intentando escapar de ello.

(…) Decimos, pues, que cuando no hay dualidad, es posible vivir sin conflicto. Cuando uno alcanza cierto estado de conciencia, no hay una real dualidad  –sólo existe “lo que es”. ¿Está claro? ¿Estamos todos juntos en este problema? Hay personas que me han hablado muchísimo de esas cuestiones  –los filósofos de ustedes, los pundits vedanta y los eruditos. Pero ellos, igual que la gente común, viven en la dualidad (no la dualidad física, hombre y mujer, alto y bajo, piel clara y oscura  –eso no es dualidad). Y existe la idea de que el conflicto es necesario porque vivimos en la dualidad y, por lo tanto, aquellos que están libres de los opuestos son los seres iluminados. Ustedes inventan alrededor de eso una filosofía; leen sobre ello, lo aceptan; leen todos los comentarios y se quedan clavados donde están. Mientras que quien les habla sostiene que, de hecho, la dualidad no existe ahora. Uno no se libera de la dualidad cuando alcanza ciertas ‘alturas espirituales’; ustedes jamás alcanzarán ‘alturas espirituales’ si tienen dualidades ahora, ni tampoco las alcanzarán en alguna rencarnación futura o al final de sus vidas. Quien les habla dice que sólo existe “lo que es”, que no hay nada más. “Lo que es”, es el único hecho. Su opuesto no es un hecho, no tiene realidad. Espero que esto quede muy claro, aun cuando sólo lo sea desde el punto de vista lógico, racional. Si ustedes están ejercitando la razón, la capacidad de pensar con lógica, verán que es obviamente más importante comprender “lo que es” que “lo que debería ser”. Pero nos aferramos a “lo que debería ser” porque no sabemos cómo habérnoslas con “lo que es”. Utilizamos el opuesto como una palanca para liberarnos de “lo que es”.

De modo que sólo existe “lo que es” y, por lo tanto, no hay dualidad. Existe solamente la codicia y no la no-codicia. Cuando uno comprende la profundidad de la violencia sin escapar de ella, sin evadirse hacia ciertos ideales necios de no-violencia, cuando uno mira, cuando observa la violencia muy de cerca, lo cual implica reunir toda la energía que uno ha derrochado en perseguir el opuesto  –cuando tratamos de reprimir la violencia, éste es un derroche de energía que implica conflicto–  si uno hace todo eso, entonces no hay conflicto, no hay violencia. Por favor, entiendan esto.

Supongamos que uno envidioso, que siente envidia de otro que es muy hábil, brillante, inteligente, sensible, que ve y goza la belleza de la tierra y la gloria del cielo, mientras que para uno eso no significa nada. Uno quiere ser como él. De modo que empieza a imitarlo, imita su modo de caminar, de mirar, de sonreír;  sin embargo, uno sigue siendo codicioso. Aunque nos hayan educado desde la infancia para que no seamos codiciosos, no hemos comprendido que ese “no” es meramente el opuesto de lo que somos. Nos han educado, nos han condicionado; los libros que nos han hecho leer dicen que la dualidad existe, y hemos aceptado eso. Es muy difícil romper ese condicionamiento que, desde la infancia, nos impide comprender este hecho tan simple; que solo existe “lo que es”.

Lo bueno no es lo opuesto de lo malo. Si lo bueno nace de lo malo, entonces lo bueno contiene lo malo. Considerémoslo muy cuidadosamente, trabajen en ello, ejerciten sus cerebros, de modo que puedan vivir siempre “con lo que es”, con lo que realmente ocurre externa e internamente. Cuando son envidiosos, vivan con ese hecho, obsérvenlo. Además, la envidia es un proceso muy complejo, forma parte de la competencia, del deseo de progresar  –políticamente, religiosamente y en los negocios. A uno lo han educado así, y romper con esa tradición exige una observación muy intensa  –no haciendo de ella el opuesto de la tradición, sino simplemente observando lo que la tradición es de hecho. Quien les habla espera estar poniendo esto muy en claro. Todos ustedes son personas que siguen la tradición y repiten psicológicamente, incluso intelectualmente, lo que se les ha dicho; sus religiones se basan en eso.

Por lo tanto, una vez que vean el hecho, el  hecho de que tan sólo existe “lo que es”, y observen con toda la energía de que disponen, verán que eso “que es” no tiene valor ni importancia, es por completo inexistente.

A uno le han dicho desde la infancia que debe ser bueno. La palabra “bueno” es una palabra anticuada, pero es realmente una bella palabra. Ser bueno significa ser correcto, correcto en el hablar, correcto en el comportamiento  –no conforme a una idea de lo que es correcto. Ser correcto implica ser preciso, exacto, no presuntuoso. Pero uno no es bueno. Y los padres de uno, los maestros y educadores dicen: “Se bueno”; por lo tanto, se crea un conflicto entre lo que uno es lo que debería ser. Y uno no comprende el significado de esa palabra; esa palabra, además, es muy, muy sutil, exige mucha investigación. Ser bueno quiere decir también ser completamente honesto, lo cual significa que uno se comporta no de acuerdo con alguna moda o tradición, son con un sentimiento de gran integridad  –integridad que posee su propia inteligencia. Ser bueno significa también ser total, no fragmentado. Pero estamos fragmentados, gracias a la caótica tradición en que nos han educado. Lo importante no es definir la bondad, sino descubrir por qué el cerebro, que además es muy sutil y contiene en sí una gran profundidad, por qué un cerebro semejante ha seguido la tradición. (…) Ustedes piensan que eso es seguro, pero es irreal, ilusorio. Y no escucharán lo que dice quien les habla, porque tienen miedo de quedarse sin tradición alguna, porque temen vivir enteramente con la propia atención.

La creencia en Dios es para ustedes la seguridad final. ¡Vean lo que ha hecho el pensamiento! Ha creado una imagen de Dios que después ustedes adoran. Eso es adorarse a sí mismos. Y entonces comienzan a preguntar quién ha creado la tierra, quién ha hecho los cielos, el universo, etcétera. Así es como la tradición empieza a destruir la mente humana. Ésta se ha vuelto repetitiva, mecánica, carece de vitalidad  –excepto para ganar dinero, ir todas las mañanas a la oficina por el resto de sus vidas y, al final de ello, morirse.  Es, por lo tanto, importante descubrir si pueden librarse de la tradición y, de ese modo, vivir sin un solo conflicto; vivir cada día con “lo que es”  observar “lo que es” no solamente fuera sino dentro de cada uno de ustedes. Entonces crearán una sociedad libre de conflictos.

Conferencia del 27 de diciembre de 1981, en Madrás, India.-

Krishnamurti, La llama de la atención, Editorial Errepar, Buenos Aires, pg 51 a 64

Categoría Su Legado

¿Puede Cambiar La Humanidad?

Publicado el 1 de mayo de 2013

“El señuelo de la iluminación”

Los sacerdotes de todo el mundo, tanto cristianos como budistas, tibetanos o hindúes, han difundido siempre la promesa de algo superior: “Si hace esto, irá al cielo; y ni no, al infierno”, de lo cual existen diferentes versiones; el hinduismo ha hecho su propia interpretación, y las demás religiones la suya; pero eso es irrelevante. De manera que nuestras mentes están poderosamente condicionadas por algo distinto de “lo que es” –y ese algo distinto puede ser la tierra prometida, la tierra del nunca-jamás, el cielo, la iluminación, el nirvana, el moksha de los hindúes… –; cómo no sé qué hacer con esto, con “lo que es”, todo mi anhelo está puesto en aquello.

Hay multitud de maneras de expresarlo. Los comunistas quieren un Estado perfecto, un medio ambiente perfecto, pero el problema es el mismo, es la misma cuestión expuesta con diferentes palabras: el mañana. Luego tal vez ésta sea una de las razones fundamentales de que los seres humanos no cambien: el hecho de tener este perfecto principio supremo al que en la India llaman Brahman, –o nirvana, los budistas–, cielo, los cristianos, etcétera. Tal vez ésta sea una de las principales razones por las que no cambia el ser humano, o tal vez lo sea el ideal de la perfección: la idea del hombre o la mujer perfectos. Todo ello significa que “lo que es” no importa, que lo importante es ese ideal: el Estado perfecto, lo que no tiene nombre; luego a uno le trae sin cuidado “lo que es”, no lo mira, sino que lo traduce comparándolo con “lo que debería ser”. ¿Comprendo todo esto? Espero estar siendo lo bastante claro. Hemos creado una dualidad: “lo que debería ser” y “lo que es”, y estamos diciendo que ésta puede ser una de las razones primordiales por las que los seres humanos no cambian.

Cuando existe esta división entre “lo que es” y “lo que debería ser”, es decir, lo supremo, el conflicto es inevitable, ¿entiende? –el enfrentamiento entre árabes y judíos, por ejemplo–. Allá donde haya división habrá conflicto, ésa es la ley; y se nos ha condicionado a aceptar esa división y a vivir divididos entre lo uno y lo otro. “Lo que debería ser” es el resultado de no saber qué hacer con “lo que es”, o se ve como un recurso para deshacerse de ello, ¿comprende?, de modo que uno está en conflicto. ¿Por qué ha creado la mente “lo que debería ser” en lugar de entregarse de lleno a “lo que es”? ¿Por qué ha hecho esto la mente? ¿Por qué ha hecho esto el pensamiento?

El pensamiento, si es que se da cuenta en absoluto, sabe que ha creado “lo que es”, y dice: “Esto es sólo un fragmento, es transitorio; aquello en cambio es permanente”, ¿entiende? Este “lo que es” es transitorio, por lo tanto el pensamiento concibe el principio supremo y le atribuye carácter permanente… Eso es lo que se dice el pensamiento: que esto es perecedero y aquello es eterno; pero ambas cosas son creación suya. ¿De acuerdo? Dios, el Salvador… son todos producto del pensamiento para plasmar “lo que debería ser”.

Una vez que el pensamiento ha establecido esta división, añade: “No puedo resolver esto, luego voy a tratar de alcanzar aquello”. Mire, cuando se percibe la verdad de esto, aquello no existe; esto es cuanto hay. Me pregunto si lo ve. El pensamiento ha creado el ideal perfecto, el Estado perfecto, el nirvana, moksha y el cielo perfectos porque no sabe qué hacer con “lo que es”, con este sufrimiento, con esta agonía y esta ignorancia impenetrable; por eso ha creado esta división. ¿Ve usted que esto es verdad? No le pido que lo corrobore verbalmente ni que lo acepte; se trata no de que vea su lógica, sino la verdad que hay en ello. Si la ve, entonces aquello –lo perfecto, el ideal—no existe, puesto que uno no sabe nada acerca de ese ideal: es una mera proyección del pensamiento. Y ahora uno tiene la energía para abordar “lo que es”; en lugar de derrochar su energía ahí afuera, cuenta con ella para afrontar lo que está sucediendo. ¿Ve la diferencia? ¡Por el amor de Dios!, ¿la ve? Dispone de esa energía para hacer frene a “lo que es”.

En este momento debe usted aprender a mirar, a observar “lo que es”. Ahora ya no se encuentra ante la dualidad generada por “lo que debería ser”; existe “lo que es” únicamente. ¿Empieza a darse cuenta de lo que esto implica? Cuando “lo que debería ser”, el principio supremo, desaparece, sólo tiene esto, que, a diferencia de aquello, es un hecho; y uno sólo puede hacer frente a los hechos. Cuando no hay dualidad, porque uno ha visto la verdad respecto a ella, sólo existe una cosa, por ejemplo la violencia; nada más, no la no violencia, que es la idea de “lo que debería ser”; y uno tiene entonces la energía para afrontarla.

¿Qué es la violencia? Examínela un poco conmigo. La violencia es ira, competitividad, imitación, conformidad de diversa índole; en el plano psicológico es todas estas cosas, pero esencialmente es comparación: “Soy esto, y quiero, debo, ser aquello”. Eso es la violencia; no sólo el echar bombas. La violencia física es una cuestión bastante distinta, es producto de una sociedad corrompida e inmoral, y no vamos a entrar en eso.

Luego hay una sola cosa: la violencia. ¿Qué es lo importante de ella? ¿Cuál es su naturaleza? Acabamos de describirla, más o menos, y aunque quizá no esté de acuerdo con esa descripción, usted sabe a qué nos referimos por “violencia”: celos, ira, odio, enojo, arrogancia, vanidad…; todo esto constituye su estructura. Esa violencia va acompañada de una estampa, de un perfil que forma parte de la imagen que tengo de mí mismo. Bien, ¿puede la mente estar libre de esa imagen? Porque mientras esa imagen exista, mientras exista esa estampa que se ha formado a través de la sensación, a la que se ha añadido el pensamiento, la imagen… ¿Está siguiendo lo que digo? Como ser humano me doy cuenta de que mientras exista esa imagen que el pensamiento construye al sumarse a la sensación –y que soy yo–, inevitablemente seré violento, pues la violencia significa “usted “ y “yo”, “nosotros” y “ellos”. La violencia estará presente mientras la imagen exista. No obstante, esa imagen se origina sólo cuando el pensamiento se apodera de la sensación; en cambio, si la sensación es completa, no hay lugar para la imagen, y entonces uno puede afrontar “lo que es”. Me pregunto si lo ha comprendido.

Mire, estoy enfadado o siento odio hacia alguien –no es así, es sólo un ejemplo–. Odio a alguien porque se ha comportado conmigo de modo ofensivo, me ha hecho daño, etcétera. Mi respuesta es instintiva, puesto que soy una persona de cierta inteligencia, un ser humano bastante normal, es decir: “No debo odiarle; eso no está bien” O sea, que ahora tengo dos imágenes: la del odio, y la de que no debo odiar, y se establece una batalla entre ellas dos. Una me insta a controlar, a reprimir, a cambiar, a no ceder al impulso, ¿me sigue?; está ahí todo el tiempo mientras esas dos imágenes existan. Y yo sé –me he dado cuenta de ello profundamente– que las imágenes se forman cuando el pensamiento se suma a la sensación; eso es un hecho y me he dado cuenta de él. Luego desecho el no odio, ¿comprende?, y lo único tengo entonces es este odio, este enfado, esta ira. Pero ¿qué es este sentimiento creado a través de la imagen y debido a la acción de otro? Usted le ha hecho algo a esa imagen que soy yo, y esa imagen ahora está dolida; su reacción al dolor, por lo tanto, es la rabia. Sin embargo, si la imagen no existe, si el pensamiento no se añade a la sensación y no se crea una imagen, lo que haga no me afecta, ¿entiende? No hay herida, no hay odio…, y eso es entonces “lo que es”. ¿Ha comprendido algo de todo esto?

Así pues, he visto que los seres humanos no cambian porque constantemente derrochan su energía o ejercen la voluntad, lo cual consideran extraordinariamente noble y a lo cual llaman “libertad de elegir”. Además, el no saber qué hacer con “lo que es” los lleva a proyectar “lo que debería ser”; y quizá tampoco cambian porque aquello, nirvana, moksha, el cielo, tiene para ellos mucha más importancia que “lo que es”. Éstos son los obstáculos que impiden al ser humano cambiar; éste es el por qué no se transforman radicalmente. Si ha comprendido esto profundamente, con su sangre, con su corazón, con todos sus sentidos, verá que tiene lugar una extraordinaria transformación sin el menor esfuerzo.

Krishnamurti, ¿Puede cambiar la humanidad?, (Diálogo de Krishnamurti con estudiosos budistas), pg 242 a 246, Ed Kairós, España.-

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La Luz En Uno Mismo

Publicado el 1 de mayo de 2013

La belleza de la virtud

El pensamiento es movimiento entre ‘lo que es’ y ‘lo que debería ser’. El pensamiento es el tiempo para cubrir ese espacio, y mientras exista la división psicológica entre esto y eso, el movimiento es el tiempo del pensamiento. De modo que el pensamiento es tiempo como movimiento. ¿Existe el tiempo como movimiento, como pensamiento, cuando sólo hay observación de ‘lo que es’? O sea, no observación a modo del observador y lo observado, sino sólo observación sin el movimiento de trascender ‘lo que es’. Es muy importante que la mente entienda esto, porque el pensamiento puede crear las imágenes más maravillosas de lo que es sagrado y santo, que es lo que han hecho todas las religiones. Todas ellas se fundamentan en el pensamiento. Todas consisten en la organización del pensamiento, en creencia, dogma y rituales. De manera que, a menos que haya una comprensión completa del pensamiento como tiempo y movimiento, la mente no puede de ninguna manera trascenderse a sí misma.

Se nos prepara, educa e instruye para convertir ‘lo que es’ en ‘lo que debería ser’, en el ideal, y eso lleva tiempo. Todo ese movimiento del pensamiento para cubrir el espacio entre ‘lo que es’ y ‘lo que debería ser’ es el tiempo que lleva trasformar al uno en lo otro. Pero el observador es lo observado; por lo tanto, no hay nada que cambiar, sólo existe ‘lo que es’. El observador no sabe qué hacer con ‘lo que es’, por lo que prueba varios métodos para cambiarlo: lo controla, intenta suprimirlo. Pero el observador es lo observado: ‘lo que es’ es el observador. La ira, los celos, son el observador; no hay celos aparte del observador; ambos son una sola cosa. Cuando no hay movimiento alguno del pensamiento en el tiempo para transformar ‘lo que es’, cuando el pensamiento percibe que no hay ninguna posibilidad de cambiar ‘lo que es’, entonces ‘lo que es’ cesa por completo, porque el observador es lo observado.

Indague en ello muy a fondo y lo comprobará por sí mismo. Es realmente muy simple. Si alguien no me gusta, esa antipatía no es diferente del ‘yo’ o del ‘tú’. La entidad que siente antipatía es la antipatía misma; no es algo separado. Y cuando el pensamiento dice, ‘Debo superar mi antipatía’, entonces eso es movimiento en el tiempo para superar lo que realmente es, lo cual es creado por el pensamiento. De modo que el observador, la entidad, y aquello a lo que llamamos ‘antipatía’ son lo mismo. Por consiguiente, hay una inmovilidad completa. No es la inmovilidad del permanecer estático; es la total ausencia de movimiento y, por lo tanto, el silencio completo. De modo que el tiempo como movimiento, como pensamiento que obtiene un resultado, ha llegado por completo a su fin y, por consiguiente la acción es instantánea. De manera que la mente ha sentado los cimientos, está libre del desorden y, por lo tanto, existe el florecer de la belleza y de la virtud. En esos cimientos se encuentra la base de la relación entre usted y el otro. En esa relación no hay la actividad de la imagen; sólo hay relación, no una imagen ajustándose a otra. Sólo existe ‘lo que es’ y no el cambio de ‘lo que es’. La transformación de ‘lo que es’ es el movimiento del pensamiento en el tiempo.

Cuando usted ha llegado a ese punto, la mente y las células cerebrales se vuelven completamente quietas. El cerebro que retiene recuerdos, experiencia y conocimiento puede y debe funcionar en el campo de lo conocido. Pero ahora esa mente o cerebro está libre de la actividad del tiempo y del pensamiento. Entonces la mente está completamente quieta. Todo esto sucede sin ningún esfuerzo. Todo esto debe tener lugar sin el menor asomo de disciplina o control, los cuales forman parte del desorden.

¿Sabe? Lo que estamos diciendo es totalmente distinto de lo que dicen los gurúes, los ‘maestros’, los filósofos Zen, porque en esto no hay autoridad alguna, no hay seguimiento de otro. Si usted sigue a alguien, no sólo se está destruyendo a sí mismo sino también al otro. Una mente religiosa no tiene ninguna autoridad en absoluto. Pero tiene inteligencia y la aplica. En el mundo de la acción existe la autoridad del científico, del médico, del hombre que le enseña a conducir, pero no hay autoridad ni gurú en ningún otro sentido.

De modo que, si usted ha indagado tan a fondo, entonces la mente ha establecido orden en la relación y comprende todo el complejo desorden de nuestras vidas cotidianas. De la comprensión de ese desorden, del darse cuenta del mismo sin elección, surge la belleza de la virtud, la cual no es cultivada o producida por el pensamiento. Esa virtud es amor y orden y, si la ha establecido con las raíces profundas, la mente es inamovible e inalterable. Y entonces usted puede inquirir en todo el movimiento del tiempo. Y entonces la mente está completamente quieta. No hay observador, experimentador o pensador.

Existen varias formas de percepción sensorial y extrasensorial. Surgen la clarividencia, los poderes de sanación, toda suerte de cosas, pero todas ellas son secundarias, y una mente que esté realmente comprometida con el descubrimiento de lo que es verdad, lo que es sagrado, no las tocará nunca.

Entonces la mente está libre para observar. Entonces existe lo que el hombre ha buscado a lo largo de los siglos, lo innominable, lo intemporal. Y no hay ninguna expresión verbal de ello. La imagen creada por el pensamiento cesa completa y absolutamente porque no hay entidad que quiera expresarlo en palabras. Su mente sólo puede descubrirlo, o dar con ello, cuando usted sienta esta cosa extraña llamada amor o compasión, no sólo hacia su prójimo, sino hacia los animales, los árboles, hacia todas las cosas.

Entonces esa misma mente se vuelve sagrada.

Krishnamurti, La luz en uno mismo, Editorial Kier, Buenos Aires, pg 30 a 33.-

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