¿Es la revolución un asunto de técnica? Una revolución política, una revolución sociológica, quizá necesite cierta técnica, porque usted puede perseguir cierta ideología para producir cierto resultado; y para producir ese resultado, debe conocer esa ideología y la manera de desarrollarla, ya sea que se trate de la ideología comunista, fascista o la capitalista. Pero ¿es ésa la revolución fundamental? Una técnica, ¿producirá la verdadera revolución? Tiene que haber sociológicamente una revolución fundamental, radical. Toda la cosa debe transformarse. Pero ¿la transformará una técnica, siendo una técnica un método, un sistema? ¿O es necesario que existan individuos, usted y yo, que comprendan el problema y que, en sí mismos, se hallen en estado de revolución? Por consiguiente, su acción sobre la sociedad es revolucionaria. Ellos, no están tan sólo aprendiendo una técnica de revolución, ellos mismos están en revolución. ¿Me expreso con claridad?
Así, cuando usted pregunta cuál es mi método o técnica de revolución, yo digo que primero veamos qué entiende usted por esa palabra, “técnica”. ¿No es más importante, más esencial, que usted sea revolucionario y no trate meramente de encontrar una técnica de revolución? Entonces, ¿por qué no es usted revolucionario? ¿Por qué no hay en usted un proceso nuevo de vida? ¿Por qué no hay una manera nueva de mirar la vida, una llama, un descontento tremendo? ¿Por qué? Una persona que está completamente descontenta, no tan sólo descontenta con ciertas cosas, sino inherentemente descontenta, no necesita ninguna técnica para ser revolucionaria. Ella misma es una revolución y significa un peligro para la sociedad; a ese hombre lo llaman ustedes revolucionario. Ahora bien ¿por qué no es usted una persona así? Para mí, lo importante no es la técnica, sino hacer que ustedes sean revolucionarios, ayudarlos a que cobren conciencia de la importancia que tiene una transformación completa. Cuando se transformen, serán capaces de actuar; entonces, existe el constante fluir de lo nuevo, lo cual es, al fin y al cabo, revolución.
En consecuencia, la importancia de la revolución interna, de la transformación psicológica, es mucho mayor que la revolución exterior. Esta es tan sólo cambio, el que implica una continuidad modificada; pero la revolución interna no tiene lugar de descanso, no se detiene, está constantemente renovándose a sí misma. Y eso es lo que necesitamos en la actualidad: personas completamente descontentas y, por lo tanto, dispuestas a percibir la verdad de las cosas. Un hombre completamente satisfecho con el dinero, con la posición, con una idea, jamás puede ver la verdad. El que descubre la verdad es el hombre descontento, que investiga, inquiere, cuestiona, observa; y una persona así es una revolución en sí misma y, por ende, en sus relaciones. En consecuencia, comienza a transformar lo que constituye su mundo, que es su relación con la gente. Así, afecta el mundo que abarca su propia relación. Limitarse pues, a buscar una técnica o preguntar cuál es la técnica para la nueva revolución, me parece que no viene al caso, o más bien, que usted no advierte la importancia de ser en sí mismo un revolucionario; y para serlo, debe cobrar conciencia del medio en que vive.
Señores, cualquier nueva cultura, cualquier nueva sociedad, deben comenzar con uno mismo. ¿Cómo empezaron el cristianismo, el budismo o cualquier otro acontecimiento vital en el mundo? Con unos pocos individuos realmente inflamados con la idea, con ese sentimiento. Tenían sus corazones abiertos a una vida nueva. Fueron un núcleo, no “creían” en algo, sino que dentro de sí mismos vivían la experiencia de la realidad (la realidad de lo que veían). Y lo que ustedes y yo debemos hacer, si puedo sugerirlo, es ver las cosas directamente por nosotros mismos, no por medio de una técnica. Señor, usted puede leer un bello poema; puede leer acerca de lo que es el amor, pero si no ha experimentado lo que es el amor, ninguna cantidad de lectura ni el aprendizaje de una técnica le comunicarán el perfume del amor. Y, debido a que nos falte ese amor, vamos en busca de la técnica. Estamos ahítos, por eso buscamos superficialmente una técnica. Un hombre hambriento no busca una técnica, Simplemente, va tras la comida, no se detiene fuera del restaurante oliéndola. Así cuando usted pide una técnica, eso denota que no está realmente hambriento. El “cómo” no es importante; lo que importa es por qué pregunta usted “cómo”.
Puede, pues haber una revolución, una continua renovación interna, sólo cuando nos comprendamos a nosotros mismos. Nos comprendemos en la relación, no en el aislamiento. Como nada puede vivir en aislamiento, ese conocimiento propio, en cualquier nivel que sea, sólo puede aprenderse en la relación. Y la relación es ardua, está constantemente en movimiento; queremos escapar de ella y encontrar una realidad fuera de la relación. No hay realidad fuera de la relación. Cuando comprendo la relación, esa comprensión misma es, entonces, la realidad. Por lo tanto, uno tiene que estar extraordinariamente alerta, despierto, observando todo el tiempo, abierto a cada reto, a cada sugerencia e insinuación. Por eso exige del corazón y de la mente cierto estado de alerta y la mayoría de nosotros está adormecida, se siente frustrada; casi todos tenemos un pie en la tumba, aun siendo jóvenes. Porque pensamos desde el punto de vista del logro, de la ganancia; por lo tanto, jamás estamos vivos de verdad; siempre nos interesamos en el objetivo, somos buscadores de objetivos, no personas llenas de vida. Por lo tanto, jamás somos revolucionarios. Si uno se interesa directamente en la vida y no en la idea acerca del vivir, no puede ser sino una revolución en sí mismo; será una revolución porque se enfrenta a la vida directamente, no a través de la pantalla de las palabra, los prejuicios, las intenciones y los objetivos.
Y el hombre que se enfrenta a la vida directamente es un hombre que se halla en estado de descontento y para dar con la realidad es indispensable hallarse en estado de descontento. La realidad es la que libera; libera a la mente de sus ilusiones y creaciones. Uno no puede buscar la realidad, ésta debe venir a uno, pero sólo puede hacerlo cuando la mente está por completo descontenta y preparada para recibirla. Pero casi todos tememos estar descontentos, porque ¡Dios sabe a dónde podría llevarnos el descontento! De modo que, en torno del descontento ponemos un cerco de seguridad, de certidumbre, mediante una acción cuidadosamente planeada. Y un estado semejante de la mente no puede comprender la verdad. La verdad no es estática, porque la verdad es intemporal y la mente no puede seguir a la verdad, porque la mente es el producto del tiempo; y aquello que es del tiempo no puede experimentar lo intemporal. La verdad llega a quien se halla en ese estado de descontento pero que no busca un objetivo, porque la persona que busca un objetivo está buscando gratificación y la gratificación, la satisfacción, no es la verdad.
Obras Completas, Tomo V, Primera Edición, Editorial Kier, Buenos Aires, 1998, Primera Plática en Rajghat, 16 de Enero de 1949, págs 242/245.-