A la luz de Krishnamurti

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LA LIBERTAD

Publicado el 11 de diciembre de 2013

Hemos cumplido dos años en el Ciberespacio (parece que para estas cosas el tiempo «existe»). Y para celebrarlo, volvemos a traer este tema como común de los tres textos elegidos de K; que, nos animamos a afirmar, es el central de su prédica desde que decidiera separarse de la Sociedad Teosófica.

Nada tiene sentido para él (y debería ser igual para nosotros), si el ser humano no abandona las jaulas que el mismo construyó:

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Libérese del Pasado

Publicado el 11 de diciembre de 2013

Ninguna de las agonías de la represión, ni la brutal disciplina para conformarse a una norma han conducido a la verdad. Para llegar a la verdad, la mente debe ser completamente libre, sin una mácula de distorsión.

Pero primero preguntémonos si deseamos realmente ser libres. Cuando hablamos de libertad ¿estamos hablando de la libertad total o de libertarnos de algo enojoso, inconveniente o desagradable? Nos gustaría librarnos de penosos y desagradables recuerdos y de experiencias desdichadas, pero conservar las ideologías, fórmulas y relaciones que nos llenan de placer y satisfacción. Sin embargo, conservar lo uno sin lo otro es imposible porque, como hemos visto, el placer es inseparable del dolor.

Así, toca a cada uno de nosotros decidir si queremos o no ser completamente libres. Si decimos que sí, entonces tenemos que comprender la naturaleza y la estructura de la libertad.

¿Hay libertad cuando usted se libra de algo  –se libra del dolor o de alguna clase de ansiedad?–  ¿O es la libertad en sí misma, algo por completo diferente? Usted puede librarse de los celos, por ejemplo, pero ¿no es eso una reacción, no siendo, por lo tanto, libertad en absoluto? Usted puede librarse de un dogma fácilmente, analizándolo, rechazándolo, pero el motivo que tuvo para librarse de ese dogma tiene su propia reacción porque el deseo de estar libre del mismo se debe quizás a que ya no le conviene o no está de moda. O bien, usted puede libarse del nacionalismo porque cree en el internacionalismo, o porque siente que ya no es económicamente necesario adherirse a este tonto dogma nacionalista con su bandera  y todas esas bagatelas. Usted puede fácilmente desechar eso. O puede usted reaccionar contra un líder espiritual o político que le ha prometido libertad como resultado de alguna disciplina o rebelión. Pero, ¿tiene tal racionalismo, tal conclusión lógica, algo que ver con la libertad?

Si usted dice que está libre de algo, su actitud es una reacción, la cual se convertirá después en otra reacción, que a su vez producirá otra forma de conformidad o de dominio. En este caso, usted puede tener una cadena de reacciones y aceptar cada una de ellas como libertad. Pero no lo es; es la simple continuación de un pasado modificado, al que la mente se apega.

La juventud de hoy, como toda juventud, está en rebelión contra la sociedad, y eso es bueno en sí mismo, pero la rebelión no es libertad, porque cuando usted se rebela sólo está reaccionando. Y esa reacción establecerá su propio patrón en el cual se verá atrapado otra vez. Usted piensa que es algo nuevo. Pero no lo es; es lo viejo en un molde distinto. Cualquier rebelión social o política, inevitablemente regresa a la antigua y buena mentalidad burguesa.

La libertad sólo surge cuando usted ve y actúa, nunca a través de la rebelión. Ver es actuar, y tal acción es tan instantánea como cuando usted se enfrenta a un peligro Entonces no funciona su cerebro; usted no discute o vacila; el peligro mismo lo compele a actuar. Por lo tanto, ver es actuar y ser libre.

La libertad es un estado de la mente  –no verse libre de algo sino tener sentido de libertad–  libertad para dudar e investigarlo todo, y por ser así, tan intensa, activa y vigorosa que rechaza toda forma de dependencia, de esclavitud, de conformidad y aceptación. Tal libertad implica estar completamente solo. Pero, ¿podrá la mente educada en una cultura que depende tanto del ambiente y de sus propias tendencia, encontrar alguna vez esa libertad, o sea, una vida de completa soledad en la cual no hay liderazgo, ni tradiciones, ni autoridad?

Esta soledad es un estado interior de la mente que no depende de estímulo, de conocimiento alguno, y que no es resultado de ninguna experiencia o conclusión. Muchos de nosotros jamás estamos solos internamente. Existe una diferencia entre el aislamiento, la propia separación, y el quedarse a solas consigo mismo, la solead  interna. Todos sabemos lo que es estar aislados construyendo un muro a nuestro alrededor, para nunca ser heridos, nunca ser vulnerables, y cultivando el desapego, que  es otra forma de agonía, o viviendo en la soñadora torre de marfil de alguna ideología. La soledad interna es algo muy distinto.

Usted nunca está solo porque está lleno de todos los recuerdos, de todo el acondicionamiento, de todos los murmullos del ayer; su mente jamás se halla libre de los residuos que ha acumulado. Para estar solo debe usted morir al pasado. Cuando está solo, totalmente solo, sin pertenecer a ninguna familia, a ninguna nación, a ninguna cultura, a ningún continente particular, usted experimenta la sensación de ser un extraño. El hombre que está completamente solo en esta forma, es inocente, y esa inocencia libera la mente del dolor.

Llevamos sobre nosotros la carga de lo que han dicho miles de personas y el recuerdo de nuestros infortunios. Abandonar todo eso en absoluto es estar solo, y la mente que está sola además de inocente es joven  –no en términos de tiempo o años de vida, sino joven, inocente, vivaz en cualquier edad–  y sólo una mente así puede ver aquello que es la verdad y aquello que no puede medirse en palabras.

En esta soledad interna, usted empezará a comprender la necesidad de vivir con usted mismo tal como es, no como piensa que debería ser o como ha sido antes. Vea si puede mirarse usted mismo sin estremecimiento, sin falsa modestia, temor, justificación o condenación alguna  –simplemente viva con usted mismo como es usted en realidad.

Sólo cuando usted vive con algo íntimamente, empieza comprenderlo. Pero tan pronto se había a ello  –se acostumbra a su propia ansiedad, envidia o lo que sea–  ya no está viviendo con ello. Si usted vive junto a un río, luego de pocos días no oye el sonido del agua, o si tiene un cuadro en su habitación que está viendo todos los días, lo pierde de vista después de una semana. Y ocurre igual con las montañas, los valles, los árboles  –lo mismo con su familia, su esposo, su esposa. Pero cuando vive con algo como los celos, la envidia o la ansiedad, nunca debe acostumbrarse a ello ni aceptarlo. Usted debe cuidarlo, como cuidaría un árbol recién plantado, protegiéndolo contra el sol, contra las tormentas. Debe interesarse por ello sin condenación o justificación alguna. De esta manera empieza a amarlo. Cuando algo despierta su interés, comienza a amarlo. No es que usted ame el hecho de ser envidioso o impaciente, como sucede con muchas personas, sino más bien que usted se interesa en observar ese hecho.

Así, ¿puede usted  –podemos usted y yo vivir con lo que realmente somos, sabiendo que somos torpes, envidiosos, miedosos, creyéndonos tremendamente afectivos sin serlo y sintiéndonos fácilmente humillados, adulados y aburridos? ¿Podemos vivir con todo eso, sin aceptarlo ni negarlo, simplemente observándolo sin ponernos morbosos, deprimidos o exaltados?

Ahora bien, hagámonos otra pregunta más. ¿Ha de lograrse con el tiempo esta libertad, esta solead interna, este ponerse en contacto con toda la estructura de lo que somos internamente? En otras palabras, ¿se logra la libertad por un proceso gradual? Es evidente que no, porque tan pronto le da paso al tiempo, usted está esclavizándose más y más. Usted no puede llegar a ser libre gradualmente, no es cuestión de tiempo.

La próxima pregunta es: ¿Puede usted llegar a ser consciente de esa libertad? Si dice “Yo soy libre”, entonces no es libre. Es como el hombre que dice, “soy feliz”. Tan pronto dice “yo soy feliz”, está viviendo con el recuerdo de algo que se ha ido. La libertad sólo puede venir naturalmente, sin desearla, quererla, anhelarla. Tampoco la encontrará creando una imagen de lo que usted piensa que es. Para llegar a ella, la mente tiene que aprender a observar la vida, que es un vasto movimiento sin las ataduras del tiempo, porque la libertad radica más allá del campo de la conciencia.

Libérese del pasado, Editorial Orión, México, 1976, págs. 103 a 109.-

Categoría Su Legado

La Pregunta Imposible

Publicado el 11 de diciembre de 2013

Hay muchas cosas de las que tenemos que hablar, pero primero me parece que hemos de examinar muy profundamente qué es la libertad. Sin comprender de manera profunda y seria lo que es la libertad, no sólo la libertad externa sino especialmente la interna, sin comprenderla, no a un nivel meramente intelectual sino sintiéndola de verdad, todo lo que digamos tendrá muy poco sentido. El otro día estuvimos examinando la naturaleza de la mente. La mente seria es la que realmente vive y goza de la vida: no la que está simplemente buscando entretenimiento, logro o gratificación. Libertad implica absoluta renuncia y negación de toda autoridad psicológica interna. La nueva generación piensa que la libertad consiste en escupirle la cara al policía o hacer lo que le plazca. La negación de la autoridad externa no significa que uno esté libre de la autoridad interna psicológica. Cuando comprendemos la autoridad interna, la mente y el corazón son total y completamente libres; entonces seremos capaces de comprender la acción de la libertad externamente.

La libertad de acción en lo externo depende enteramente de que la mente se halle libre de autoridad interna. Esto requiere una enorme y paciente investigación y deliberación. Es un asunto de primordial importancia. Si se comprende bien, podremos abordar otras cosas que afectan la vida y el vivir cotidiano, con mente de cualidad muy distinta.

De acuerdo con el diccionario, el significado de la palabra “autoridad “ es: “el que tiene una idea original”, “el autor de algo completamente nuevo”. Él fija un patrón, un sistema fundado en lo que él mismo ha ideado; otros lo siguen, porque les procura algún provecho. O bien él da origen a un estilo de vida religioso que otros siguen ciegamente o intelectualmente. De modo que se establecen nuevos patrones de vida, políticos o psicológicos, internos o externos. A la mente que, por lo general, es muy perezosa e indolente, le resulta más fácil seguir lo que otro ha dicho. El seguidor acepta la “autoridad” como medio de alcanzar lo que le promete ese sistema particular de filosofía o de ideas; se aferra a él, depende de él y así fortalece la “autoridad”. Un seguidor es, por tanto, un ser humano de “segunda mano”, y la mayoría de las personas lo son. Pueden pensar que tienen algunas ideas originales en el campo de la pintura o la literatura, etc., pero esencialmente, al estar condicionadas a seguir, a imitar y a adaptarse, se han convertido en seres humanos “de segunda mano”. Ese es uno de los aspectos de la naturaleza destructiva de la autoridad.

Usted, como ser humano, ¿sigue psicológicamente a alguien? No estamos hablando dela obediencia externa, la obediencia a la ley, sino en lo interno, en lo psicológico, ¿sigue a alguien? Si lo hace, usted es esencialmente un ser de “segunda mano”. Puede que haga buenas obras, que lleve una vida muy fructífera, pero todo eso carece de importancia.

Existe además la autoridad de la tradición. Tradición significa: “transmitir algo del pasado al presente”. Tradición religiosa, tradición familiar, tradición racial. También está la tradición de la memoria. Vemos que en determinados niveles es útil seguir la tradición, mientras que en otros no lo es en absoluto. Los buenos modales, la cortesía, la consideración, que nacen de una mente alerta y vigilante, pueden gradualmente convertirse en tradición; una vez establecido el patrón, la mente lo repite. Se le abre la puerta a alguien, se es puntual en las comidas, etc. Pero ello se ha convertido en una tradición y ya no nace de la atención, de la delicadeza y la claridad.

La mente, que ha cultivado la memoria, funciona por tradición, como una computadora: repitiendo las cosas una y otra vez. No puede recibir nada nuevo, no puede escuchar nada de forma totalmente diferente. Nuestros cerebros son como cintas magnetofónicas: a lo largo de los siglos hemos cultivado ciertos recuerdos y seguimos repitiéndolos. El ruido de esa repetición nos impide escuchar algo nuevo. Uno se pregunta, pues: “¿Qué he de hacer? ¿Cómo he de librarme de la vieja maquinaria, de la vieja grabación?”. Lo nuevo se puede oír sólo cuando la vieja grabación se ha silenciado completamente, sin esfuerzo alguno; sólo cuando uno tiene seriedad para escuchar, para investigar, y le presta toda la atención.

Así, pues, existe la autoridad de otro, del cual dependemos, la autoridad de la tradición y la autoridad de la experiencia pasada, como memoria, como conocimiento. También existe la autoridad de la experiencia inmediata, que uno reconoce en sí mismo a partir de los conocimientos acumulados del pasado y que, al ser reconocida, ya no es nada nuevo. ¿Cómo puede escuchar algo completamente nuevo una mente, un cerebro que se halla tan condicionado por la autoridad, la imitación y la adaptación? ¿Cómo puede verse la belleza del día si la mente, el corazón y el cerebro se hallan tan nublados por la autoridad del pasado? Si verdaderamente puede uno darse cuenta del hecho de que la mente está agobiada por el pasado y condicionada por las diversas formas de autoridad, si se da cuenta d que no es libre y que, por lo tanto, es incapaz de ver de forma completa, entonces el pasado se desecha sin esfuerzo.

Libertad  significa el cese absoluto de toda autoridad interna. De esa cualidad de la mente surge una libertad externa, algo enteramente distinto a la reacción de oponerse o de resistirse. Lo que estamos diciendo es en realidad muy sencillo, y por su misma sencillez se nos escapa. La mente, el cerebro, está condicionado por la autoridad, por la imitación y la conformidad. Es un hecho. La mente que es realmente libre no tiene autoridad interna de ninguna clase; sabe lo que significa amar y meditar.

Al comprender la libertad, se comprende también lo que es la disciplina. Esto puede parecer más bien contradictorio, porque pensamos generalmente que la libertad significa ser libre de toda disciplina. ¿Cuál es la cualidad de una mente altamente disciplinada? La libertad no puede existir sin disciplina, lo cual no significa que primero tengamos que ser disciplinados para luego tener libertad. La libertad y la disciplina van juntas, no son dos cosas separadas. Así, pues, ¿qué significa “disciplina”? Según el diccionario, la palabra “disciplina” significa “aprender”; no una mente que se esfuerza por someterse a cierto patrón de acción, de acuerdo con una ideología o una creencia. Una mente capaz de aprender es enteramente distinta de una mente conformista. Una mente que está aprendiendo, observando, viendo realmente lo que es, no está interpretando lo que es de acuerdo con sus propios deseos, su propio condicionamiento y placeres particulares.

Disciplina no significa represión ni control; tampoco es adaptarse a un patrón o a una ideología. Quiere decir una mente que ve lo que es y aprende de lo que es. Una mente así tiene que estar extraordinariamente alerta, atenta. En el sentido corriente, “disciplinarse a sí mismo” implica que hay una entidad que se está disciplinando a sí misma de acuerdo con algo. Hay un proceso dualístico. Me digo a mí mismo; “Tengo que levantarme temprano por la mañana y no ser perezoso” o “No debo encolerizarme”. Esto es un proceso dualístico. Hay quien con su voluntad trata de controlar lo que debería hacer, en oposición a lo que realmente hace. En ese estado hay conflicto.

La disciplina impuesta por los padres, por la sociedad, por las organizaciones religiosas, significa conformismo. Y hay rebelión contra el conformismo. Los padres quieren que uno haga determinadas cosas, a lo cual uno se rebela, etc. Es una vida basada en la obediencia y el conformismo; contra ella existe su opuesto: el negar la conformidad y hacer lo que nos place. Vamos a investigar pues, cuál es la cualidad de la mente que no se adapta, que no imita, que no sigue ni obedece y que, sin embargo, en virtud de esa cualidad, esa característica, es extraordinariamente “disciplinada” en el sentido que está constantemente aprendiendo.

La disciplina es aprendizaje, no conformismo. La conformidad entraña compararme con otro, medir lo que soy o pienso que debería ser, en relación al héroe, al santo, etc. Donde hay conformidad tiene que haber comparación. Por favor, vean esto. Averigüen si pueden vivir sin comparación, es decir, sin conformarse. Estamos condicionados desde la niñez, a comparar: “Tienes que ser como tu hermano o como tu día abuela”; “Tienes que ser como tal santo”, “Debes seguir a Mao”. En nuestra educación compararnos; en las escuelas se dan notas y se pasan exámenes. No sabemos lo que significa vivir sin comparación, sin competir, y por lo tanto, sin agresividad, sin afán competitivo ni violencia El compararnos con otro es una forma de agresión y de violencia. La violencia no radica sólo en matar o golpear a alguien; está en el espíritu de la comparación: “Tengo que ser como algún otro” ó “Tengo  que perfeccionarme”. El propio perfeccionamiento es la antítesis misma de la libertad y del aprender. Descubra usted mismo como vivir una vida sin comparar y verá que ocurre algo extraordinario. Si usted realmente llega a estar alerta sin elección, verá lo que significa vivir sin comparar, sin usa jamás las palabras “yo seré”.

Somos esclavos del verbo “ser”, que significa “Seré alguien, alguna vez, en el futuro”. La comparación y la conformidad van juntas; no engendran nada más que represión, conflicto e interminable sufrimiento. Es importante descubrir una manera de vivir en la que no haya comparación. Háganlo y verán cuán extraordinaria es. Les libera de muchas cargas psicológicas. Ser consciente de eso trae consigo una cualidad de la mente altamente sensible y, por lo tanto, disciplinada, que está constantemente aprendiendo. Lo que cuenta no es lo que ella quiere aprender o lo que le resulta agradable y gratificante aprender, sino el acto mismo de aprender. Así, ustedes se vuelven conscientes del condicionamiento interno, resultado de la autoridad, de la conformidad a un patrón, tradición, propaganda o lo que otros han dicho, conscientes de la propia experiencia acumulada, de la experiencia racial y familiar. Todo ello se ha convertido en la autoridad Donde hay autoridad la mente jamás puede estar libre para descubrir aquello que más importa descubrir; algo intemporal, enteramente nuevo.

Una mente sensible no está limitada por ningún patrón establecido; está constantemente moviéndose, fluyendo como un rio, y en ese movimiento constante no hay represión ni conformidad ni deseo de logro. Es muy importante comprender clara, seria y profundamente la naturaleza de una mente que es libre y, por tanto, verdaderamente religiosa. Una mente libre ve que el depender de algo: de la gente, los amigos, el esposo o la esposa, las ideas, la autoridad, etc. engendra el miedo. Ahí está el origen del miedo. Si yo dependo de usted para mi comodidad, como un escape de mi propia soledad y fealdad interna, de lo superficial y lo mezquino, entonces esa dependencia engendra temor. El depender de cualquier forma  de imaginación, fantasía o conocimiento subjetivo engendra el temor y destruye la libertad.

Cuando ven lo que todo ello representa: que no hay libertad cuando internamente hay dependencia y, por lo tanto, miedo; que existe dependencia sólo cuando la mente está confusa y sin claridad entonces decimos: “¿Cómo he de liberarme de la dependencia?”. Hacer esta pregunta es a su vez otra causa de conflicto. Por el contario, si observamos que una mente dependiente de algo tiene que estar confusa; si vemos la verdad de que una mente que depende internamente de cualquier autoridad sólo crea confusión, si vemos esto sin preguntar cómo librarse de la confusión, entonces dejaremos de depender. En este caso, la mente llega a ser extraordinariamente sensible y, por tanto, capaz de aprender. Ella se disciplina sí misma, sin ningún tipo de coacción o conformismo.

¿Está todo esto suficientemente claro, no verbalmente sino de hecho? Puedo imaginar o pensar que veo con mucha claridad, pero esa claridad dura muy poco. La verdadera cualidad de la percepción clara sólo existe cuando no hay dependencia ni, por lo tanto, la confusión que se origina cuando hay miedo. ¿Puede usted, honesta y seriamente, llegar a descubrir si se halla libre de autoridad? Esto requiere penetrar profundamente en uno mismo, se totalmente consciente de uno mismo. De esa claridad nace una clase de acción del todo distinta, una acción que no es fragmentaria, que no está dividida ni política ni religiosamente. Es una acción total.

La pregunta imposible, Editorial Kier, Buenos Aires.

Categoría Su Legado

Krishnamurti y La Educación

Publicado el 11 de diciembre de 2013

La libertad no existe sin el orden. Ambas cosas marchan juntas. Si no pueden tener orden, ustedes tampoco pueden tener libertad. Ambos son inseparables. Si dicen: “quiero hacer lo que me plazca; quiero regresar a comer cuando se me antoje, quiero llegar a la clase cuando se me ocurra”, ustedes crean desorden. Han de tomar en consideración lo que otra gente quiere. Para que las cosas funcionen bien, ustedes deben llegar puntualmente.

Si yo hubiera venido diez minutos tarde esta mañana, los hubiera mantenido esperando. Así es que debo tener consideración, debo pensar en los otros, tengo que ser cortés, considerado, tengo que interesarme en los demás. Por esa consideración, por esa atención y ese cuidado, tanto en lo externo como en lo interno, surge el orden, y con ese orden adviene la libertad.

Ustedes saben, por todo el mundo los soldados son sometidos diariamente a ejercicios, se les ordena lo que deben hacer, se les enseña a marchar en formación. Ellos obedecen las órdenes tácitamente, sin pensar. ¿Saben cómo actúa eso sobre el hombre? Cuando a ustedes se les dice qué deben hacer, qué deben pensar, cuando se les manda obedecer, seguir, ¿saben cómo actúa eso sobre ustedes? Sus mentes se embotan, pierden su iniciativa, su rapidez. Esta imposición ajena, externa, de la disciplina, vuelve estúpida a la mente, la obliga a amoldarse, a imitar. Pero si ustedes mismos se disciplinan mediante la observación, si son considerados, muy reflexivos, si escuchan, por esa cuidadosa atención, por ese escuchar, por esa consideración hacia los demás, surge el orden. Cuando hay orden, siempre hay libertad. Si ustedes hablan, gritan, no pueden prestar oídos a lo que otros tienen que decir. Solamente pueden oír algo con claridad cuando permanecen silenciosos, cuando le conceden su atención.

Tampoco pueden tener orden si carecen de libertad para observar, para escuchar, para ser considerados. Este problema de la libertad y el orden es uno de los más difíciles y urgentes problemas que hay en la vida. Es un problema muy complejo. Requiere que se reflexione sobre él mucho más que la matemática, la  geografía o la historia. Si ustedes no son realmente libres, nunca pueden florecer en bondad, no puede haber belleza. Si el pájaro no es libre, no puede volar. Si la semilla carece de libertad para florecer, para emerger de la tierra, no puede, no puede vivir. Todo debe tener libertad, incluso el hombre. Los seres humanos temen a la libertad. No quieren libertad. Los pájaros, los ríos, los árboles, todo exige libertad, y el hombre también debe exigirla, no a medias sino totalmente. La libertad, la independencia para expresar lo que uno piensa, para hacer lo que uno quiere hacer, es una de las cosas más importantes en la vida. Estar realmente libre de brutalidad, celos, ira, crueldad; ser verdaderamente libre en lo interno, es algo de lo más difícil y peligroso.

Ustedes no pueden tener libertad con sólo pedirla No pueden decir, “quiero ser libre para hacer lo que me plazca”. Porque hay otras personas que también quieren ser libres, que también quieren expresar lo que sienten, que también quieren hacer lo que desean. Todos quien ser libres pero, no obstante, quieren expresarse a sí mismos  –su ira, su brutalidad, su ambición, su espíritu competidor, etc. Y así siempre hay conflicto. Yo deseo hacer algo y usted también desea hacer algo, y entonces peleamos. La libertad no consiste en hacer lo que a uno se le antoja, porque el hombre no puede vivir por y para sí  mismo. Ni aún el monje, ni aún el sannyasi es libre para hacer lo que quiera, porque él debe luchar por lo que quiere, debe combatir, disputar consigo mismo.  Ser libre requiere enorme inteligencia, sensibilidad y comprensión. Y, sin embargo, es absolutamente necesario que todo ser humano, independientemente de su cultura, sea libre. Así que ya lo ven, la libertad no puede existir sin el orden.

Estudiante: ¿Usted quiere decir que para ser libre no debería haber disciplina?

Krishnamurti: Expliqué cuidadosamente que ustedes no pueden tener libertad sin orden, y el orden es disciplina. No me gusta emplear esa palabra “disciplina” porque está cargada con toda clase de significados. Disciplina quiere decir sometimiento, imitación obediencia; significa hacer lo que se le ordena, ¿no es así? Pero si usted quiere ser libre  –y los seres humanos deben ser completamente libres, de otro modo no pueden florecer, de otro modo no pueden constituirse en verdaderos seres humanos–  debe descubrir por sí mismo qué implica ser ordenado, puntual, bueno generoso y estar exento de temor. El descubrimiento de todo eso es disciplina. Esto es lo que produce orden. Para descubrir, usted ha de examinar, y para examinar debe ser libre. Si usted es considerado, si observa atentamente, si escucha, entonces, debido a que es libre, usted será puntual, vendrá a clase regularmente, estudiará, estará tan vivo y despierto que querrá hacer las cosas rectamente.

Estudiante: Usted dice que la libertad es muy peligrosa para el hombre. ¿Por qué?

Krishnamurti: ¿Por qué la libertad es peligrosa? ¿Usted sabe qué es la sociedad?

Estudiante: Es un grupo grande de personas que le dicen a uno lo que hay que hacer y lo que no hay que hacer.

Krishnamurti: Es un grupo grande  de personas que le dicen lo que hay que hacer y lo que no hay que hacer. También es la cultura, las costumbres, los hábitos de una comunidad determinada; la estructura social, moral, ética y religiosa en la cual el hombre vive, es generalmente llamada sociedad. Ahora bien, si cada individuo de esa sociedad hiciera lo que le gusta, sería un peligro para tal sociedad. Si usted hiciera su gusto aquí en la escuela, ¿qué ocurriría? Sería un peligro para el resto de la escuela, ¿verdad? De modo que, en general, la gente no desea que los otros sean libres. Un hombre que es libre de verdad, no en ideas, sino que está internamente libre de codicia, ambición, envidia, crueldad, es considerado un peligro para los demás, porque él es por completo diferente del hombre común. Entonces la sociedad, o le rinde culto, o lo mata, o se muestra indiferente con él.

Estudiante: Usted dijo que debemos tener libertad y orden, ¿pero cómo hemos de lograrlo?

Krishnamurti: En primer lugar, ustedes no pueden depender de otros; no pueden esperar que alguien les dé libertad y orden  –sea ese alguien el padre de uno, la madre, el esposo o el maestro. Han de crear ese orden en sí mismos. Es lo primero que deben comprender, que no pueden pedirle nada a otro, excepto la comida, la ropa y el techo. No pueden pedirlo ni esperarlo de nadie, ni de sus dioses, ni de sus gurús. Nadie puede darles libertad y orden. Así es que deben descubrir cómo producir ese orden dentro de ustedes. Vale decir que han de observarse y descubrir por sí solos qué significa crear virtud dentro de uno mismo. ¿Saben qué es la virtud  –ser moral, ser bueno? La virtud es orden. Por lo tanto, tienen que descubrir en sí mismos cómo ser buenos, afectuosos, considerados. Y entonces, gracias a esa consideración, a ese observar, ustedes crean orden y, por lo tanto, libertad. Ahora dependen de otros que les dicen lo que deben hacer, que no deben distraerse mirando por la ventana, que deben ser puntuales, que deben ser bondadosos. Peo si ustedes dijeran: “Miraré por esa ventana cuando necesito hacerlo, pero cuando estudio voy a mirar el libro”, entonces producirían orden en sí mismos sin que nadie tuviera que ordenárselos.

Estudiante: ¿Qué gana uno con ser libre?

Krishnamurti: Nada. Cuando usted habla acerca de lo que uno gana, en realidad piensa en términos mercantiles. ¿No es así? Yo haré esto y, en retribución, por favor, deme algo. Yo soy bondadoso con usted porque ello es provechoso para mí. Pero eso no es bondad. Por lo tanto, mientras estemos pensando en términos de ganar algo, no hay libertad. Cuando usted dice, “si logro libertad, podré hacer esto y aquello”, entonces eso no es libertad. De modo que no piense en términos utilitarios. En tanto estemos pensando en esos términos, no hay cuestión de libertad en absoluto. La libertad solamente puede existir cuando no hay un motivo. Usted no ama a alguien porque él le provea de comida, ropa o albergue. Si así fuera, eso no es amor.

¿Usted pasea solo alguna vez? ¿O siempre va acompañado por otros? Si sale a caminar solo algunas veces, no demasiado lejos porque es muy joven, entonces logrará saber por sí mismo qué piensa, qué siente, qué es virtud, qué es lo que usted quiere ser. Descúbralo. Y usted no puede descubrir nada acerca de sí mismo si permanentemente está hablando, saliendo con sus amigos, rodeado de media docena de personas. Siéntese quietamente bajo un árbol, solo, no con un libro. Simplemente mire las estrellas, el cielo claro, los pájaros, la forma de las hojas. Observe la sombra. Observe el pájaro que cruza el cielo. Al estar así consigo mismo, quietamente sentado bajo el árbol, usted comienza a comprender el funcionamiento de su propia mente; y eso es tan importante como asistir a clase.

Krishnamurti y la Educación, Editorial Sudamericana, pág. 40 a 46.-

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