A la luz de Krishnamurti

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LA COMPRENSION

Publicado el 22 de agosto de 2013

Generalmente los conceptos que Krishnamurti introduce en sus charlas y diálogos tienen para él un alcance y significación distinto a lo ordinario.

En este caso no existe excepción, la Comprensión es aquello esencial que siempre debe estar presente, tanto en el conocimiento de uno mismo como en el vínculo o relación con nuestras semejantes.

Veamos pues que nos dice al respecto:

Categoría Su Legado

Obras Completas

Publicado el 22 de agosto de 2013

Pregunta: La experiencia muestra que la comprensión surge sólo cuando cesan la argumentación y el conflicto, y tiene lugar cierta clase de serenidad o armonía intelectual. Esto es cierto incluso en la comprensión de problemas matemáticos y técnicos. Sin embargo, esta serenidad ha sido experimentada sólo después de cada esfuerzo de análisis, examen o experimentación que hemos hecho. ¿Significa esto que tal esfuerzo es un preparativo necesario aunque no suficiente, para la serenidad?

Krishnamurti: Espero que hayan comprendido la pregunta: El esfuerzo hecho para ahondar, analizar, examinar algo, ¿no es necesario antes de que pueda haber serenidad de la mente? Antes de que la mente pueda comprender, ¿no se requiere un esfuerzo? Es decir, la técnica, ¿no es necesaria antes de la creatividad? Si tengo un problema, ¿no debo considerarlo, examinarlo a fondo y plenamente, investigarlo, analizarlo, disecarlo, resolverlo abordándolo una y otra vez hasta quedar libre de él? Entonces, cuando la mente está quieta, encuentro la respuesta. Éste es el proceso por el que pasamos. Tenemos un problema, lo examinamos, lo cuestionamos, hablamos acerca de él; y entonces la mente, cansada de eso, se queda quieta. Y cuando la mente está quieta encontramos inadvertidamente la respuesta. Con este proceso estamos familiarizados. Y el interlocutor pregunta: ¿No es necesario eso antes que nada?

¿Por qué pasamos por ese proceso? No planteemos erróneamente esta pregunta acerca de si es necesario o no; preguntémonos, más bien, por qué debemos pasar por él. Paso por ese proceso, obviamente, para encontrar una respuesta. Mi ansiedad está en encontrar una respuesta, ¿no es así? Ese temor de no encontrar una respuesta me induce a hacer todas estas cosas; y entonces, después de pasar por este proceso, estoy exhausto y digo: “No puedo responder a eso”. Entonces la mente se queda quieta y hay una respuesta, a veces o siempre.

De modo que la pregunta no es si el proceso preparatorio es necesario, sino por qué paso por ese proceso. Evidentemente, porque estoy buscando una respuesta. No estoy interesado en el problema, sino en cómo alejarme del problema. No busco la comprensión del problema sino la respuesta al problema. Por cierto, hay una diferencia, ¿verdad? Porque la respuesta se halla en el problema, no lejos de él. Paso por la búsqueda, el análisis, el proceso de disección, a fin de escapar del problema. Pero, si no escapo del problema, si trato de mirarlo sin temor ni ansiedad, si tan sólo miro el problema-matemático, político, religioso, o el que fuere y no busco una respuesta, entonces el problema empezará a revelárseme.

Por cierto, esto es lo que ocurre. Pasamos por este proceso y, finalmente, lo descartamos porque en él no hay salida. Entonces, ¿por qué no podemos empezar desde el comienzo mismo, o sea, no buscar una respuesta al problema? Esto es sumamente arduo, ¿verdad? Porque, cuanto más comprendemos el problema, más significación contiene. Para comprenderlo, debo abordarlo con serenidad, no imponer sobre el problema mis ideas, mis sentimientos de agrado y desagrado. Entonces el problema revelará su significación.

¿Por qué no es posible la serenidad de la mente desde el comienzo mismo? Y habrá serenidad sólo cuando no busquemos una respuesta, cuando el problema no nos cause temor. Nuestra dificultad es el temor contenido en el problema. Por lo tanto, si planteamos la pregunta acerca de si es necesario o no hacer un esfuerzo, recibimos una respuesta falsa.

Consideremos esto de una manera diferente. Un problema exige atención, no distracción a causa del temor; y no hay atención cuando estamos buscando una respuesta que nos convenga, que prefiramos a cualquier otra, que nos brinde satisfacción o posibilidad de escape. En otras palabras, si podemos abordar el problema sin ninguna de estas cosas, entonces es posible comprenderlo.

Así, pues, no es cuestión de si debemos pasar por el proceso de analizar, examinar, disecar, si éste es necesario para la serenidad. La serenidad adviene cuando no tenemos miedo; pero como tenemos miedo del problema, de sus consecuencias, estamos atrapados en nuestras propias búsquedas, las búsquedas de nuestros propios deseos.

7 de agosto de 1949.-

Obras completas, Tomo V, Ed. Kier, Buenos Aires, Primera Edición, 1998, págs. 368 y 369.-

Categoría Su Legado

La Libertad Primera y Ultima.

Publicado el 22 de agosto de 2013

Pregunta: ¿Podemos comprender instantáneamente, sin preparación previa, la verdad de que usted habla?

Krishnamurti: ¿Qué entendéis por verdad? No usemos una palabra cuyo sentido no conocemos; podemos, empero, servirnos de una palabra más sencilla, más directa. ¿Podéis entender, podéis comprender un problema directamente? Eso es lo que implica la pregunta, ¿verdad? ¿Podéis comprender al instante, ahora, lo que es? Porque comprendiendo lo que es comprenderéis la significación de la verdad; pero decir que uno debe comprender la verdad tiene muy poco sentido. ¿Podéis, pues, comprender un problema directamente, plenamente, y veros libres de él? Eso es lo que la pregunta implica, ¿no es cierto? ¿Podéis comprender al instante una crisis, un reto, ver todo su significado y quedar libres? Porque lo que comprendéis no deja huella; la comprensión –o la verdad– es por lo tanto lo libertador. ¿Y podéis libertaros ahora de un problema, de un reto? La vida –¿no es así?– es una serie de retos y respuestas; y si vuestra respuesta a un reto es condicionada, limitada, completa, entonces ese reto deja su huella, su residuo, que resulta más fortalecido por otro nuevo reto. Hay, pues, constante memoria de esos residuos, acumulaciones, cicatrices, y, con todas esas cicatrices, intentáis hacer frente a lo nuevo, por lo cual jamás le hacéis frente. Nunca comprendéis, por consiguiente, nunca os libráis de ningún reto.

El problema, la cuestión, consiste en saber si yo puedo comprender un reto completamente, directamente, sentir toda su significación, su perfume, su profundidad, su belleza y su fealdad, y así librarme de él. El reto es siempre nuevo, ¿verdad? El problema siempre es nuevo, ¿no es así? Un problema que teníais ayer, por ejemplo, ha sufrido tal modificación que, cuando hoy lo enfrentáis, ya es nuevo. Mas lo enfrentáis con lo viejo, porque lo enfrentáis sin que os transforméis; lo hacéis simplemente modificando vuestros propios pensamientos.

Permitidme que lo exprese de un modo diferente. Os encontré ayer. En el ínterin habéis cambiado. Habéis sufrido una modificación, pero todavía tengo la imagen de vosotros que tenía ayer. Os encuentro hoy con mi imagen de vosotros, y por lo tanto no os comprendo; sólo comprendo la imagen de vosotros, que ayer adquirí. Si os quiero comprender a vosotros que estáis transformados, cambiados, tengo que librarme de la imagen de ayer, apartarla de mí. Es decir, para comprender un reto –que es siempre nuevo– también debo hacerle frente de un modo nuevo; no debe haber residuo de ayer; tengo, pues, que decir adiós al ayer.

¿Qué es la vida, después de todo? Es algo nuevo en cada instante, ¿verdad? Es algo que está siempre sufriendo un cambio, creando un nuevo sentir. El día de hoy nunca es igual al de ayer, y esa es la belleza de la vida. ¿Puedo yo, podéis vosotros, hacer frente a cualquier problema, de un modo nuevo? ¿Podéis, cuando vais a vuestro hogar, encontraros con vuestra esposa y vuestro hijo de un modo nuevo, hacer frente al reto de un modo nuevo? No podréis si estáis cargados de los recuerdos de ayer. Por lo tanto, para comprender la verdad acerca de un problema, de mi relación, debéis abordarla de un modo nuevo, no con “mente abierta”, pues eso carece de sentido. Debéis abordarla sin las cicatrices de los recuerdos de ayer, lo cual significa que, al surgir cada reto, os dais cuenta de todas las reacciones de ayer; y captando el residuo, los recuerdos de ayer, encontraréis que ellos se os desprenden sin lucha, y por lo tanto vuestra mente está fresca.

¿Puede uno, pues, darse cuenta de la verdad instantáneamente, sin preparación? Yo digo que sí, y no por alguna fantasía de mi parte, por alguna ilusión; haced con ello un experimento psicológico, y lo veréis. Tomad cualquier reto, cualquier pequeño incidente –no esperéis alguna gran crisis– y ved cómo reaccionáis ante él. Daos cuenta de ello, de vuestras respuestas, de vuestras intenciones, de vuestras actitudes, y las comprenderéis, comprenderéis el contenido de vuestra mente. Os aseguro que podéis hacerlo instantáneamente si dedicáis a ello toda vuestra atención. Es decir, si buscáis el pleno sentido de vuestro trasfondo, él rinde su significación; y entonces descubrís de un solo golpe la verdad, la comprensión del problema. La comprensión, por cierto, surge del “ahora”, del presente, que siempre es atemporal. Aunque pueda ser mañana, sigue siendo el “ahora”; y el no hacer más que diferir, que preparaos para recibir mañana lo que es, es impediros a vosotros mismos comprender lo que es, ahora. Podéis, por cierto comprender al instante lo que es ahora, ¿verdad? Mas para comprender lo que es, tenéis que estar libres de perturbación, de distracción; tenéis que dedicar a ello vuestra mente y corazón. Ello tiene que ser vuestro único interés en ese momento, completamente. Entonces lo que es, os brinda su plena hondura, su pleno significado, y así os libráis del problema.

Si queréis conocer la verdad acerca de la propiedad, su significación psicológica, si en realidad deseáis comprenderla directamente ahora, ¿cómo enfocáis el problema? Es preciso, por cierto, que sintáis afinidad por el problema, que no le tengáis miedo, que no tengáis credo alguno, ninguna respuesta entre vosotros y el problema. Sólo cuando estéis en relación directa con el problema, hallaréis la respuesta. Pero si introducís una respuesta, si juzgáis, si tenéis una aversión psicológica, la aplazaréis y os prepararéis para comprender mañana lo que sólo puede comprenderse en el “ahora”. Por lo tanto, jamás comprenderéis. El percibir la verdad no requiere preparación alguna. La preparación implica tiempo y el tiempo no es el medio de comprender la verdad. El tiempo es continuidad, y la verdad es atemporal, “no continua”. La comprensión es no continua, es de instante en instante, es sin residuo.

Temo estar haciendo todo esto muy difícil. ¿No es así? Es fácil y sencillo comprender, si sólo queréis experimentar con ello; pero si os ponéis a soñar, a meditar al respecto, ello se vuelve muy difícil. Cuando no existe barrera entre vosotros y yo, os comprendo. Si estoy abierto a vosotros, os comprendo directamente; y el estar abierto no es cuestión de tiempo. ¿Hará el tiempo que yo sea abierto? ¿La preparación, el sistema, la disciplina harán que me abra a vosotros? No. Lo que hará que me abra a vosotros es mi intención de comprender. Quiero ser abierto porque nada tengo que ocultar, porque no tengo miedo; por lo tanto soy receptivo, y hay comunión inmediata, hay verdad. Para recibir la verdad, para captar su belleza y su júbilo, tiene que haber instantánea captación, no anublada por teorías, temores, respuestas.

Editorial Sudamericana, Buenos Aires, año 2.000 págs:276 a 279.-

Categoría Su Legado

Diario I

Publicado el 22 de agosto de 2013

La meditación es el florecimiento de la comprensión. La comprensión no está dentro de las fronteras del tiempo; el tiempo nunca trae comprensión. La comprensión no es un proceso gradual para ser acumulado poco a poco, con solicitud y paciencia. La comprensión es ahora o nunca; es un rayo que destruye, no una cosa dócil y manejable; es a esto a lo que uno teme, a lo que destroza, y por eso lo evita consciente o inconscientemente. La comprensión puede alterar el curso de la vida, el modo que uno tiene de pensar y actuar; puede ser agradable o no, pero el comprender es un riesgo para cualquier relación. Pero sin la comprensión no hay fin para el dolor. El dolor termina sólo a través del conocimiento propio, de la lúcida percepción alerta de cada pensamiento y sentimiento, de cada uno de los movimientos de lo consciente y lo oculto. La meditación es la comprensión de la conciencia, la recóndita y la visible, y del movimiento que se encuentra más allá de todo pensamiento y sentimiento.

El especialista no puede percibir lo total; su cielo es aquel en el que se especializa, pero su cielo es un asunto mezquino del cerebro, el cielo de la religión o el del técnico. La capacidad, el don es, evidentemente, perjudicial, porque fortifica el egocentrismo; es algo fragmentario y, por lo tanto, engendra conflicto. La capacidad tiene significación sólo en la percepción total de la vida, la que está en el campo de la mente y no del cerebro. La capacidad con su función está dentro de los límites del cerebro y por eso se torna despiadada, indiferente al proceso total de la vida. La capacidad engendra orgullo, envidia, y su realización se vuelve importantísima; así es como produce confusión, enemistad, dolor; ella tiene su significado únicamente en la percepción total de la vida. La vida no es meramente en un nivel fragmentario –pan, sexo, prosperidad, ambición; la vida no es fragmentaria; cuando se la obliga a serlo se torna enteramente una cuestión de desesperación y desdicha sin fin. El cerebro funciona en la especialización del fragmento, en las actividades autoaislantes y dentro del campo limitado del tiempo; es incapaz de ver la totalidad de la vida. El cerebro, por muy educado que esté es sólo una parte, no la totalidad. Sólo la mente ve lo total, y dentro del campo de la mente está el cerebro; el cerebro no puede contener a la mente, haga lo que haga.

Para que haya un ver total, el cerebro tiene que estar en un estado de negación. La negación no es el opuesto de lo positivo; todos los opuestos están estrechamente relacionados entre sí. La negación no tiene opuesto. El cerebro ha de hallarse en estado de negación para que haya un ver total, no debe interferir con sus evaluaciones y justificaciones, con sus acusaciones y defensas. Tiene que estar quieto, no aquietado por compulsión de ninguna clase, porque en ese caso es un cerebro muerto que meramente imita o se amolda. Cuando se halla en estado de negación, está quieto sin preferencia alguna, sin opción. Sólo entonces existe un ver total. En este ver total, que es la cualidad de la mente, no hay uno que ve, un observador ni un experimentador; sólo existe el ver. La mente está entonces por completo despierta. En este estado de completo despertar no existen el observador y lo observado; sólo hay luz, claridad. Cesan la contradicción y el conflicto entre el pensador y el pensamiento.

Diario I, Ed. Sudamericana, Buenos Aires 1992, pág. 136 y 137.-

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