Las últimas dos veces que nos hemos reunido traté de averiguar qué es la acción no aislada, no fragmentada, la acción que no está limitada por una idea; y creo que es importante ahondar en esa cuestión con bastante cuidado, porque, en mi sentir, sin comprender todo el proceso de la ideación, la mera acción tendrá muy poco significado. El conflicto entre idea y acción estará siempre en aumento y nunca podrá ser superado. De suerte que, para descubrir la acción no fragmentada, no desmenuzada, no aislada, sino comprensiva, tenemos que investigar todo el proceso del deseo. El deseo no es cosa que pueda ser aniquilada, que pueda ser subyugada o doblegada. Ello es porque, como lo he explicado, por mucho que queramos abandonar el deseo, jamás resulta posible; porque el deseo es un constante proceso de lo consciente a la vez que de inconsciente, y temporariamente podremos controlar el deseo consciente, pero es muy difícil subyugar o controlar el inconsciente. (…)
Comprender el deseo no es condenarlo. Como la mayoría de nosotros estamos condicionados, como casi todos tenemos ideas y opiniones fijas acerca del deseo, nos resulta casi imposible seguir el movimiento del deseo sin condenarlo, sin tener opiniones. Si yo quisiera comprender algo, debo observarlo sin ningún proceso de actitud condenatoria ¿No es así? (…)
¿Es posible que haya acción sin idea? Para la mayoría de nosotros, las ideas vienen primero y la acción sigue después. Las ideas son siempre fragmentarias, siempre aisladas; y toda acción basada en ideas tiene que ser fragmentaria, aislada. ¿Es posible que haya una acción no desmenuzada, esto es, comprensiva, integrada? A mí me parece que tal acción es la única redención para nosotros,. Todas las otras acciones tienen forzosamente que dejar más confusión y más conflicto. ¿Cómo, pues, habrá de encontrarse una acción que no se base en ideas?
¿Qué entendemos por idea? La idea es ciertamente un proceso de pensamiento. ¿No es así? La idea es un proceso mental, un proceso de pensar; y el pensar es siempre una reacción, ya sea de lo consciente o de lo inconsciente. El pensar es un proceso de verbalización que es resultado de la memoria; el pensar es un proceso de tiempo De suerte que, cuando la acción se basa en el proceso del pensar, tal acción debe inevitablemente ser condicionada, aislada. La idea debe oponerse a la idea, la idea debe estar dominada por la idea. Hay entonces un resquicio entre acción e idea. Lo que estamos tratando de descubrir es si resulta posible que la acción sea sin idea. Vemos cómo la idea separa a la gente.
Como ya lo he explicado el conocimiento la creencia son esencialmente cualidades separativas. Las creencias nunca unen a la gente, siempre la separan. Cuando la acción se basa en la creencia o en una idea, o en un ideal, tal acción debe inevitablemente ser aislada, fragmentada. Si el pensamiento es un proceso de tiempo, un proceso de cálculo, un proceso de autoprotección, un proceso de creencia, negación, condenación, justificación ¿es posible actuar sin el proceso de pensamiento? (…)
Nuestras dificultades son de ideas, no de acción. No es lo que debiéramos hacer, que es simplemente una idea; lo importante es actuar. ¿Es posible la acción sin el proceso del cálculo, que es el resultado de la autoprotección, de la memoria, de la interrelación personal, individual, colectiva, etc.? Yo digo que sí es posible. Podéis experimentar con ello cuando estáis aquí. Si podemos seguir sin condenación alguna el proceso íntegro del deseo, veréis entonces que la acción es inevitable sin idea. Eso, sin duda, requiere una extraordinaria vigilancia de la mente; porque todo nuestro condicionamiento consiste en condenar, justificar, poner en diversas categorías, todo lo cual es un proceso de cálculo, de actividad mental. Para la mayoría de nosotros, idea y acción son dos cosas diferentes. Primero está la idea, y la acción sigue después. Nuestra dificultad es la de tender un puente entre acción e idea. Consideremos esto diferentemente. (…)
La ambición es el resultado de la codicia, de la envidia, del deseo de poder. Todo ello se basa en una idea. ¿No es así? La idea no es más que reacción. Lo es en un sentido neurológico, psicológico o físico. La ambición es una idea de ser algo en lo político, en lo religioso; “yo quiero llegar a ser una gran persona y trabajar para el futuro”. ¿Qué es lo que ellos reflejan? También conocemos la ambición política en nombre de la patria, etc. Todo esto se basa en una idea. Es una idea, un concepto, una formulación de lo que yo seré o lo que será mi partido. Habiendo establecido la idea, persigo luego esa idea de la acción. Moralmente, en primer término, una persona ambiciosa es inmoral, es una fuente de disputas; y sin embargo todos nosotros fomentamos la ambición.
¿De otro modo qué podemos hacer? Puede no haber logro. De suerte que, cuando lo consideréis, veréis que la ambición es una idea, el perseguimiento de una idea en la acción: “yo habré de ser algo”, en la cual está involucrado la explicación, la crueldad, una espantosa brutalidad, etc. Después de todo, el “yo” es una idea que no tiene realidad alguna. Es un proceso de tiempo. Es un proceso de memoria, de reconocimiento, que son esencialmente ideas. (…)
¿Si somos ambiciosos, es posible abandonar completamente la ambición –política, religiosa–? Sólo entonces soy un centro de paz. Mas el abandonar completamente la ambición con todo su sentido, su significación, su íntima confusión, brutalidad, con todo lo que significa el deseo de poder y de condenación, no es tan fácil. Sólo puedo desprenderme de ella íntegramente, total y completamente, cuando ya no persisto en la idea, siendo el “yo” la idea; entonces no hay problema de cómo no he de ser ambicioso, o, siendo ambicioso, cómo he de deshacerme de ello. ¿No es nuestro problema? (…)
¿Cómo habré de abandonarlo? Introducimos entonces el problema de “cómo”. Eso es un mero aplazamiento de la acción. Si yo veo que la acción basada en una idea tiene que traer forzosamente aplazamiento, entonces comprendo la necesidad de la acción sin ideación. No sé si me expreso claramente (…)
La idea introducida en la acción crea la “no acción”. La acción no basada en la idea será de inmediato, no mañana. Si puedo ver sin ideación la brutalidad de la ambición, lo que ella implica, hay entonces acción inmediata. No se trata de saber cómo no habré de ser ambicioso. (…)
Así, pues, un hombre serio, realmente pacífico y no sólo políticamente pacífico, no puede prejuzgar este problema mediante la idea; porque la idea es aplazamiento, la idea es fragmentaria y no es inteligencia integrada. El pensamiento tiene siempre que estar limitado por el pensador, que es condicionado. El pensar siempre está condicionado y nunca libre; si el pensamiento surge, la idea sigue de inmediato. La idea, para actuar, crea forzosamente más confusión. Sabiendo todo esto, ¿es posible actuar sin idea? Sí, y ésa es la senda del amor.
El amor no es una idea; no es una sensación, no es un recuerdo; no es un sentimiento de postergación, ni un recurso autoprotector. Sólo podemos percibir el camino del amor cuando comprendemos todo el proceso de la idea. Ahora bien, ¿es posible abandonar los otros caminos y conocer la senda del amor, que es la única redención? Ningún otro medio, político o religioso, resolverá el problema. Esto no es una teoría en la que habréis de reflexionar y que habréis de adoptar en vuestra vida; tiene que ser una realidad, y sólo puede serlo cuando veis y comprendéis que la ambición es destructiva y por lo tanto debiera ser alejada de vosotros.
Nunca hemos hollado esa senda del amor. Todo otro medio lo hemos ensayado. Por favor, no cerréis los ojos y os echéis a dormir con motivo de la palabra “amor”. No es un proceso de pensamiento. Vuestra reacción inmediata es preguntaros “¿Qué es el amor? ¿Puedo saberlo? ¿Cómo habré de vivir de acuerdo con eso?”. ¿Qué es la senda del amor, distinta del proceso de pensar y de la idea? ¿Hay idea cuando amáis? No aceptéis esto; simplemente consideradlo, examinadlo, penetradlo profundamente; porque todo otro medio lo hemos ensayado, y no hay respuesta para la desdicha.
Los políticos podrán prometer la solución; las organizaciones llamadas religiosas podrán prometer felicidad futura; pero no la tenemos ahora, y el futuro es relativamente sin importancia cuando tengo hambre. Toda otra senda la hemos hollado; y sólo podemos conocer la senda del amor si conocemos la senda de la idea y abandonamos la idea, lo cual es actuar. Podrá sonar a cosa absurda o disparatada para la mayoría de vosotros, cuando oís que la acción puede ser sin idea; pero si ahondáis algo más en ello, si echarlo a un lado como una simpleza, si ahondáis en ello con seriedad, veréis que la idea nunca puede tomar el lugar de la acción. La acción es siempre inmediata. Veis algo como la ambición o codicia; y no se pregunta “¿cómo deshacerse de esto? ¿Puede hacerlo?”.
Pensad esto a fondo, por favor. Podemos discutirlo. Veréis que el amor es el remedio único. Esa es nuestra única redención, en la que el hombre puede vivir con el hombre pacíficamente, dichosamente, sin explotar, sin dominar, sin que una persona llegue a ser más grande o superior por obra de la ambición, de la astucia. Esa senda no la conocemos; démonos cuenta de todo esto. Cuando hayamos plenamente reconocido todo el significado de la acción basada en la idea, ese reconocimiento mismo es actuar lejos de la idea –y ésa es la senda del amor–. FIN
Acción Espontánea, págs: 35 a 42. Madrás, Enero del año 1952, Editorial Krishnamurti.-