A la luz de Krishnamurti

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LA ACCION

Publicado el 5 de junio de 2013

Nuestro sistema consumista nos insta permanentemente a ser personas de «acción». La acción entendida como conducta mecánica tendiente a la afirmación de nuestros egos, es la aliada perfecta para el mantenimiento y desarrollo de tal alienante sistema social, económico y político. Los objetos son ávida y estúpidamente consumidos sin parar y las personas, como simples imágenes que satisfacen nuestras necesidades egocéntricas, también son «consumidas» del mismo modo. Actuamos, corriendo…¿ hacia donde? Como siempre K nos introduce en algo diametralmente distinto cuando utiliza tal palabra, veamos:

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La Libertad Primera y Última

Publicado el 5 de junio de 2013

Pregunta: Para que la verdad advenga, usted aboga por la acción sin idea. ¿Es posible actuar en todo momento sin idea, sin un propósito en vista?

¿Qué es actualmente nuestra acción? ¿Qué entendemos por acción? Hacer algo, ser, hacer; nuestra acción se basa en la idea, ¿verdad? Eso es todo lo que sabemos; tenemos ideas, ideales, promesas, diversas fórmulas acerca de lo que somos y no somos. Esta es la base de nuestra acción: recompensa en el futuro o temor al castigo. Eso lo sabemos, ¿no es cierto? Tal actividad es aisladora, nos encierra en nosotros mismos. Tenéis una idea de la virtud, y de acuerdo con esa idea vivís, es decir, actuáis en la relación. En otros términos, para vosotros la relación colectiva o individual es acción hacia un ideal, hacia la virtud, hacia el propio logro, colectivo o individual, y lo demás.

Cuando mi acción se basa en un ideal –que es la idea– esa idea plasma mi acción, guía mi acción; ideas tales como “debo ser valiente”, “debo seguir el ejemplo”, “debo ser caritativo”, “debo tener conciencia social”, y lo demás. Todos decimos “hay un ejemplo de virtud que debo seguir”, lo cual una vez más significa “debo vivir de acuerdo con eso”. La acción, pues se basa en esa idea. De suerte que entre acción e idea hay un intervalo, un proceso de tiempo, una separación. Eso es así, ¿verdad? Es decir, “no soy caritativo, no soy amoroso, no hay clemencia en mi corazón; pero en mi sentir debo ser caritativo”. Hay un intervalo entre lo que yo soy y lo que yo debería ser, y todo el tiempo tratamos de tender un puente entre lo que yo soy lo que debiera ser. Esa es nuestra actividad, ¿no es cierto?

Ahora bien, ¿Qué acontecería si la idea no existiese? De golpe habrías suprimido el intervalo, la separación, ¿no es así? Seríais lo que sois. Decís “no soy compasivo, debo llegar a serlo”. Introducís, pues, la idea, separada de la acción. Por lo tanto nunca hay verdadera acción de lo que sois, y sí acción basada en el ideal de lo que seréis. El hombre estúpido dice siempre que habrá de volverse inteligente. Se sienta y trabaja, lucha por “llegar a ser”; nunca se detiene, nunca dice “soy estúpido”. Así, pues, su acción basada en una idea no es acción en absoluto.

La acción significa hacer, moverse. Pero cuando tenéis ideas, sólo actúa la ideación, el proceso de pensamiento con relación a la acción. ¿Y qué sucedería si no hay idea? Vosotros sois lo que sois. Sois faltos de benevolencia, sois inclementes, sois crueles, estúpidos, irreflexivos. ¿Podéis quedaros con eso? Si lo hacéis, ved entonces que acontece. Cuando reconozco que no soy caritativo, que soy estúpido, ¿qué ocurre al darme cuenta de que ello es así? ¿Acaso no hay caridad, no hay inteligencia, cuando yo reconozco por completo la falta de caridad, no verbalmente, ni artificialmente, cuando me doy cuenta de que no soy caritativo y no soy afectuoso? ¿En ese mismo hecho de ver lo que soy, no hay acaso amor? ¿No me vuelvo instantáneamente caritativo? Si yo veo la necesidad de estar limpio, es muy sencillo: voy y me lavo. Pero si es un ideal, eso de que yo debiera ser limpio, ¿qué ocurre entonces? Pues que entonces la limpieza es muy superficial, o se pospone.

La acción basada en ideas es muy superficial. Ella no es en absoluto verdadera acción sino mera ideación, es tan sólo un proceso de pensamiento que prosigue.

Mas la acción que transforma a los seres humanos, que trae regeneración, redención, transformación –llamadla como os plazca–, tal acción no se basa en ideas. Es acción con prescindencia de lo que le sigue, sea recompensa o castigo. Tal acción es atemporal, porque la mente no interviene en ella; y la mente es proceso de tiempo, proceso de cálculo, proceso de división, proceso de aislamiento.

Esta cuestión no se resuelve tan fácilmente. La mayoría de vosotros hace preguntas y espera una respuesta por “sí” o por “no”. Es fácil hacer preguntas como “¿qué quiere usted decir?”, y luego sentarse a oírme explicar. Pero mucho más arduo es descubrir la respuesta vosotros mismos, penetrar tan profunda y claramente en el problema, tan sin corrupción, que el problema cese. Y eso sólo puede acontecer cuando la mente está realmente silenciosa frente al problema. El problema es tan hermoso como una puesta de sol, si amáis el problema. Si sois antagonistas del problema, jamás comprenderéis. La mayoría de nosotros somos antagonistas porque estamos asustados del resultado, de lo que puede ocurrir si proseguimos, de suerte que perdemos la significación y alcance del problema. FIN.-

Krishnamurti, (La acción sin Idea), del libro La Libertad Primera y Última, Editorial Sudamericana, Buenos Aires, Decimosexta edición, 1993, pags:. 254 a 256.-

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Acción Espontánea

Publicado el 5 de junio de 2013

Las últimas dos veces que nos hemos reunido traté de averiguar qué es la acción no aislada, no fragmentada, la acción que no está limitada por una idea; y creo que es importante ahondar en esa cuestión con bastante cuidado, porque, en mi sentir, sin comprender todo el proceso de la ideación, la mera acción tendrá muy poco significado. El conflicto entre idea y acción estará siempre en aumento y nunca podrá ser superado. De suerte que, para descubrir la acción no fragmentada, no desmenuzada, no aislada, sino comprensiva, tenemos que investigar todo el proceso del deseo. El deseo no es cosa que pueda ser aniquilada, que pueda ser subyugada o doblegada. Ello es porque, como lo he explicado, por mucho que queramos abandonar el deseo, jamás resulta posible; porque el deseo es un constante proceso de lo consciente a la vez que de inconsciente, y temporariamente podremos controlar el deseo consciente, pero es muy difícil subyugar o controlar el inconsciente. (…)

Comprender el deseo no es condenarlo. Como la mayoría de nosotros estamos condicionados, como casi todos tenemos ideas y opiniones fijas acerca del deseo, nos resulta casi imposible seguir el movimiento del deseo sin condenarlo, sin tener opiniones. Si yo quisiera comprender algo, debo observarlo sin ningún proceso de actitud condenatoria ¿No es así? (…)

¿Es posible que haya acción sin idea? Para la mayoría de nosotros, las ideas vienen primero y la acción sigue después. Las ideas son siempre fragmentarias, siempre aisladas; y toda acción basada en ideas tiene que ser fragmentaria, aislada. ¿Es posible que haya una acción no desmenuzada, esto es, comprensiva, integrada? A mí me parece que tal acción es la única redención para nosotros,. Todas las otras acciones tienen forzosamente que dejar más confusión y más conflicto. ¿Cómo, pues, habrá de encontrarse una acción que no se base en ideas?

¿Qué entendemos por idea? La idea es ciertamente un proceso de pensamiento. ¿No es así? La idea es un proceso mental, un proceso de pensar; y el pensar es siempre una reacción, ya sea de lo consciente o de lo inconsciente. El pensar es un proceso de verbalización que es resultado de la memoria; el pensar es un proceso de tiempo De suerte que, cuando la acción se basa en el proceso del pensar, tal acción debe inevitablemente ser condicionada, aislada. La idea debe oponerse a la idea, la idea debe estar dominada por la idea. Hay entonces un resquicio entre acción e idea. Lo que estamos tratando de descubrir es si resulta posible que la acción sea sin idea. Vemos cómo la idea separa a la gente.

Como ya lo he explicado el conocimiento la creencia son esencialmente cualidades separativas. Las creencias nunca unen a la gente, siempre la separan. Cuando la acción se basa en la creencia o en una idea, o en un ideal, tal acción debe inevitablemente ser aislada, fragmentada. Si el pensamiento es un proceso de tiempo, un proceso de cálculo, un proceso de autoprotección, un proceso de creencia, negación, condenación, justificación ¿es posible actuar sin el proceso de pensamiento? (…)

Nuestras dificultades son de ideas, no de acción. No es lo que debiéramos hacer, que es simplemente una idea; lo importante es actuar. ¿Es posible la acción sin el proceso del cálculo, que es el resultado de la autoprotección, de la memoria, de la interrelación personal, individual, colectiva, etc.? Yo digo que sí es posible. Podéis experimentar con ello cuando estáis aquí. Si podemos seguir sin condenación alguna el proceso íntegro del deseo, veréis entonces que la acción es inevitable sin idea. Eso, sin duda, requiere una extraordinaria vigilancia de la mente; porque todo nuestro condicionamiento consiste en condenar, justificar, poner en diversas categorías, todo lo cual es un proceso de cálculo, de actividad mental. Para la mayoría de nosotros, idea y acción son dos cosas diferentes. Primero está la idea, y la acción sigue después. Nuestra dificultad es la de tender un puente entre acción e idea. Consideremos esto diferentemente. (…)

La ambición es el resultado de la codicia, de la envidia, del deseo de poder. Todo ello se basa en una idea. ¿No es así? La idea no es más que reacción. Lo es en un sentido neurológico, psicológico o físico. La ambición es una idea de ser algo en lo político, en lo religioso; “yo quiero llegar a ser una gran persona y trabajar para el futuro”. ¿Qué es lo que ellos reflejan? También conocemos la ambición política en nombre de la patria, etc. Todo esto se basa en una idea. Es una idea, un concepto, una formulación de lo que yo seré o lo que será mi partido. Habiendo establecido la idea, persigo luego esa idea de la acción. Moralmente, en primer término, una persona ambiciosa es inmoral, es una fuente de disputas; y sin embargo todos nosotros fomentamos la ambición.

¿De otro modo qué podemos hacer? Puede no haber logro. De suerte que, cuando lo consideréis, veréis que la ambición es una idea, el perseguimiento de una idea en la acción: “yo habré de ser algo”, en la cual está involucrado la explicación, la crueldad, una espantosa brutalidad, etc. Después de todo, el “yo” es una idea que no tiene realidad alguna. Es un proceso de tiempo. Es un proceso de memoria, de reconocimiento, que son esencialmente ideas. (…)

¿Si somos ambiciosos, es posible abandonar completamente la ambición –política, religiosa–? Sólo entonces soy un centro de paz. Mas el abandonar completamente la ambición con todo su sentido, su significación, su íntima confusión, brutalidad, con todo lo que significa el deseo de poder y de condenación, no es tan fácil. Sólo puedo desprenderme de ella íntegramente, total y completamente, cuando ya no persisto en la idea, siendo el “yo” la idea; entonces no hay problema de cómo no he de ser ambicioso, o, siendo ambicioso, cómo he de deshacerme de ello. ¿No es nuestro problema? (…)

¿Cómo habré de abandonarlo? Introducimos entonces el problema de “cómo”. Eso es un mero aplazamiento de la acción. Si yo veo que la acción basada en una idea tiene que traer forzosamente aplazamiento, entonces comprendo la necesidad de la acción sin ideación. No sé si me expreso claramente (…)

La idea introducida en la acción crea la “no acción”. La acción no basada en la idea será de inmediato, no mañana. Si puedo ver sin ideación la brutalidad de la ambición, lo que ella implica, hay entonces acción inmediata. No se trata de saber cómo no habré de ser ambicioso. (…)

Así, pues, un hombre serio, realmente pacífico y no sólo políticamente pacífico, no puede prejuzgar este problema mediante la idea; porque la idea es aplazamiento, la idea es fragmentaria y no es inteligencia integrada. El pensamiento tiene siempre que estar limitado por el pensador, que es condicionado. El pensar siempre está condicionado y nunca libre; si el pensamiento surge, la idea sigue de inmediato. La idea, para actuar, crea forzosamente más confusión. Sabiendo todo esto, ¿es posible actuar sin idea? Sí, y ésa es la senda del amor.

El amor no es una idea; no es una sensación, no es un recuerdo; no es un sentimiento de postergación, ni un recurso autoprotector. Sólo podemos percibir el camino del amor cuando comprendemos todo el proceso de la idea. Ahora bien, ¿es posible abandonar los otros caminos y conocer la senda del amor, que es la única redención? Ningún otro medio, político o religioso, resolverá el problema. Esto no es una teoría en la que habréis de reflexionar y que habréis de adoptar en vuestra vida; tiene que ser una realidad, y sólo puede serlo cuando veis y comprendéis que la ambición es destructiva y por lo tanto debiera ser alejada de vosotros.

Nunca hemos hollado esa senda del amor. Todo otro medio lo hemos ensayado. Por favor, no cerréis los ojos y os echéis a dormir con motivo de la palabra “amor”. No es un proceso de pensamiento. Vuestra reacción inmediata es preguntaros “¿Qué es el amor? ¿Puedo saberlo? ¿Cómo habré de vivir de acuerdo con eso?”. ¿Qué es la senda del amor, distinta del proceso de pensar y de la idea? ¿Hay idea cuando amáis? No aceptéis esto; simplemente consideradlo, examinadlo, penetradlo profundamente; porque todo otro medio lo hemos ensayado, y no hay respuesta para la desdicha.

Los políticos podrán prometer la solución; las organizaciones llamadas religiosas podrán prometer felicidad futura; pero no la tenemos ahora, y el futuro es relativamente sin importancia cuando tengo hambre. Toda otra senda la hemos hollado; y sólo podemos conocer la senda del amor si conocemos la senda de la idea y abandonamos la idea, lo cual es actuar. Podrá sonar a cosa absurda o disparatada para la mayoría de vosotros, cuando oís que la acción puede ser sin idea; pero si ahondáis algo más en ello, si echarlo a un lado como una simpleza, si ahondáis en ello con seriedad, veréis que la idea nunca puede tomar el lugar de la acción. La acción es siempre inmediata. Veis algo como la ambición o codicia; y no se pregunta “¿cómo deshacerse de esto? ¿Puede hacerlo?”.

Pensad esto a fondo, por favor. Podemos discutirlo. Veréis que el amor es el remedio único. Esa es nuestra única redención, en la que el hombre puede vivir con el hombre pacíficamente, dichosamente, sin explotar, sin dominar, sin que una persona llegue a ser más grande o superior por obra de la ambición, de la astucia. Esa senda no la conocemos; démonos cuenta de todo esto. Cuando hayamos plenamente reconocido todo el significado de la acción basada en la idea, ese reconocimiento mismo es actuar lejos de la idea –y ésa es la senda del amor–. FIN

Acción Espontánea, págs: 35 a 42. Madrás, Enero del año 1952, Editorial Krishnamurti.-

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Comentarios Sobre el Vivir

Publicado el 5 de junio de 2013

Él era suave y amable, con una sonrisa fácil y agradable. Estaba vestido muy sencillamente, y sus modales eran tranquilos y discretos. Dijo que durante muchos años había practicado la no-violencia y que estaba completamente convencido de su poder y de su importancia. Había escrito varios libros sobre el tema, y traía consigo uno de ellos. Explicó que durante muchos años no había matado voluntariamente animal alguno, y que era estrictamente vegetariano.

Abundó en detalles de su vegetarismo, y dijo que sus zapatos y sus sandalias estaban hechos de cuero de animales que habían muerto naturalmente. Había hecho su vida tan simple como era posible, había estudiado dietética y comía únicamente lo que era esencial. Afirmó que desde varios años atrás no había tenido ningún enojo, aunque ocasionalmente se impacientaba, lo que interpretaba como mera respuesta de su nervios. Su palabra era mesurada y amable. Dijo que el poder de la no-violencia transformaría el mundo, y que a ella había dedicado su vida. No era de esos individuos que hablan preferentemente de sí mismo, pero tratándose de la no-violencia se tornaba muy elocuente y sus palabras parecían fluir sin esfuerzo. Había venido, agregó, para profundizar en su tema favorito.

Próximo al camino, el gran estanque estaba tranquilo. Sus aguas habían estado muy agitadas, a causa del fuerte viento; pero ahora reposaba completamente sereno y reflejaba las grandes hojas de un árbol. Uno o dos lirios flotaban quitamente en la superficie, y un capullo asomaba sobre el agua. Llegaron algunos pájaros, y varias ranas se acercaron y saltaron al estanque. Las ondas pronto se extinguieron, y una vez más las aguas quedaron tranquilas. En la misma copa de un alto árbol estaba posado un pájaro, alisando sus plumas y cantando; voló en círculo y volvió a su alta y solitaria rama; estaba completamente deleitado con el mundo y consigo mismo. Cerca un hombre gordo se hallaba sentado con un libro, pero su mente estaba muy lejos; procuraba leer, pero finalmente abandonó la lucha y dejó que la mente siguiera su curso. Un carretón subía la barranca lenta y pesadamente, y fue necesario acomodarle los arneses varias veces.

Estamos muy preocupados con la reconciliación de los efectos, con las actitudes y apariencias exteriores. Podremos en primer término crear orden exterior; exteriormente regulamos nuestra vida de acuerdo con nuestras resoluciones, los internos principios que hemos establecido. ¿Por qué forzamos lo exterior para que se amolde a lo interior? ¿Por qué actuamos conforme a una idea? ¿Es la idea más fuerte, más poderosa que la acción?

Primero se establece la idea por raciocinio o por intuición, y luego tratamos de ajustar la acción a la idea; tratamos de vivir conforme a ella, de ponerla en práctica, de disciplinarnos a la luz de ella –la eterna lucha para poner la acción dentro de los límites de la idea… ¿Por qué existe esta incesante y penosa lucha para ajustar la acción conforme a la idea? ¿Qué es el impulso de hacer que lo externo se ajuste a algo interno? ¿Es para fortalecer lo interno, o para obtener la seguridad de lo externo, cuando lo interior es incierto? Derivando confortación de lo externo, ¿no asume lo exterior mayor significación e importancia? La realidad exterior tiene importancia; pero si lo consideramos sinceramente, ¿no es eso un claro indicio de que la idea es dominante? ¿Por qué la idea se ha vuelto todopoderosa? ¿Para hacernos actuar? ¿Nos ayuda la idea a actuar, o por el contrario estorba la acción?

Seguramente, la idea limita la acción; es el miedo de actuar que da prioridad a la idea. En la idea hay seguridad, en la acción hay peligro. Para controlar la acción, que se ilimitada, se cultiva la idea; para frenar la acción surge la idea. ¡Imaginaos lo que sucedería si fueseis realmente generosos en la acción! Por eso tenéis la generosidad del corazón en oposición a la generosidad de la mente; no vais más que hasta ahí, pues no sabéis lo que os puede suceder mañana. La idea rige la acción. La acción es completa, abierta, extensiva; y el temor, como idea, se posesiona de ella y la toma a su cargo. Así la idea llega a ser lo importante, y no la acción.

Tratamos de que la acción se ajuste a la idea. La idea o el ideal es la no-violencia, y nuestras acciones, pensamientos, son moldeados según la matriz de la mente; lo que comemos, lo que vestimos, lo que decimos, se torna muy importante, pues por esas cosas juzgamos de nuestra sinceridad. La sinceridad se vuelve entonces importante, y no el ser no-violento; nuestras sandalias y lo que coméis llega a ser de exclusiva importancia, y nos olvidamos de la no-violencia. La idea es siempre secundaria, y las cosas secundarias dominan a las primordiales. Podéis escribir, dar conferencias, charlas acerca de una idea; hay mucho lugar en la idea para la propia expansión, pero en el hecho de ser no-violento no existe el deleite de la autoexpansión. La idea, siendo autopoyectada, es estimulante y agradable, positiva o negativamente; pero ser no violento no ofrece ningún gozo.

La no-violencia es un resultado, un subproducto, y no un fin en sí misma. Sólo es un fin en sí misma cuando la idea predomina la idea es siempre una conclusión, un fin, una meta autoproyectada. La idea es movimiento dentro de lo conocido; pero el pensamiento no puede formular qué es el ser no-violento El pensamiento pude meditar sobre la no-violencia, pero no puede ser no-violento. La no-violencia no es una idea; no pude se convertida en una norma de acción. FIN.-

Krishnamurti, Comentarios sobre el vivir, (1ra. Serie); Editorial Kier, Buenos Aires, pg. 100 a 102.-

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