(…) Ahora bien, mirar es una de las cosas más difíciles en la vida, también escuchar –mirar y escuchar son acciones idénticas. Si las preocupaciones han cegado sus ojos, no pueden ver la belleza de la puesta de sol. Muchos de nosotros hemos perdido el contacto con la naturaleza. (…) ¿Por qué dependemos tanto del arte? ¿Es ésta una forma de escape, un estimulante? Si estuviera directamente en contacto con la naturaleza; si observara el movimiento de las alas de un pájaro, o la belleza en cada movimiento del cielo, las sombras sobre las colinas, o la belleza en el rostro de otra persona, ¿piensa usted que querría ir a un museo para mirar algún cuadro? Tal vez porque no sabe mirar todas las cosas que le rodean, es que recurre a alguna forma de droga, que estimule para ver mejor.
Me parece a mí que una de nuestras mayores dificultades es ver con toda claridad no sólo las cosas exteriores, sino también la vida interior. Cuando decimos que vemos un árbol o una flor o una persona, ¿las vemos realmente? ¿O sólo vemos la imagen que la palabra ha creado? Es decir, ¿Cuando usted contempla un árbol, o una nube en una tarde llena de luz y encanto lo ve en realidad, no sólo con sus ojos y con el intelecto, sino totalmente, completamente?
¿Ha hecho alguna vez el experimento de mirar una cosa objetiva como un árbol, sin las asociaciones y el conocimiento que ha adquirido acerca de él, sin prejuicio o juicio alguno, sin las palabras que levantan una pantalla entre usted y el árbol y le impiden verlo como es en realidad? Trate de hacerlo y vea lo que realmente ocurre cuando observa el árbol con todo su ser, con la totalidad de su energía. En esa intensidad descubrirá que no hay observación en absoluto, hay atención únicamente. Cuando hay inatención es que existen el observador y lo observado. Cuando usted está mirando algo con toda su atención, no hay espacio para un concepto, una fórmula o un recuerdo. Es importante comprender esto, porque estamos entrando en un asunto que requiere investigación muy cuidadosa.
Tan sólo la mente que mira un árbol, o las estrellas, o los reflejos sobre las aguas de un río con total abandono de sí misma, es la que conoce lo que es la belleza; y cuando realmente estamos viendo, nos encontramos en un estado de amor. Generalmente conocemos la belleza a través de comparaciones, o a través de lo que los hombres han creado, lo cual significa que atribuimos belleza a los objetos. Veo un edificio que me parece hermoso, y aprecio esa belleza por mis conocimientos de arquitectura y porque lo comparo con otros edificios que he visto. Pero ahora me pregunto: ¿”Hay belleza sin objeto?” Cuando hay un observador, que es el censor, el experimentador, el pensador, no hay belleza, porque se atribuye la belleza a algo externo, algo que el observador mira y juzga. Pero cuando no hay observador –y esto requiere intensa meditación e investigación– entonces se manifiesta la belleza sin el objeto.
(…) Sólo cuando vemos sin idea preconcebida, sin ninguna imagen, somos capaces de estar en contacto directo con algo en la vida. Todas nuestras relaciones son en efecto imaginarias, es decir, se apoyan en una imagen formada por el pensamiento. Si yo tengo una imagen de usted y usted tiene una imagen de mí, no nos vemos naturalmente como somos en realidad. Lo que vemos son las imágenes que hemos formado uno del otro. Estas impiden el contacto entre nosotros y por ese motivo nuestras relaciones fracasan.
(…) Estas imágenes crean el espacio entre usted y lo que observa, y en ese espacio hay conflicto, de modo que vamos ahora a examinar juntos si es posible librarnos de ese espacio que creamos, no sólo fuera, sino también dentro de nosotros mismos, el espacio que divide a las personas en todas las relaciones.
Ahora bien, la misma atención que usted brinda a un problema, es la energía que resuelve ese problema. Cuando usted le da su completa atención –es decir, atención con todo lo que es usted— no hay observador en absoluto. Sólo existe el estado de atención que es total energía, y esa energía total es la más alta forma de inteligencia. Por supuesto que la mente debe estar en completo silencio, y ese silencio, esa quietud, viene cuando hay atención total, no una quietud disciplinada. Este pleno estado de silencio, en que no hay el observador ni la cosa observada es la más alta forma de mente religiosa. Pero lo que ocurre en ese estado no puede ponerse en palabras, porque lo que se dice con palabras no es el hecho. Para descubrir ese hecho, usted mismo tiene que vivenciarlo.
(…) ¿Es posible enfrentarse a cada problema sin ese intervalo de espacio-tiempo, sin esa brecha entre usted mismo y la cosa que le causa miedo? Sólo es posible cuando el observador no tiene continuidad, el observador, que es el constructor de la imagen, el observador, que es una colección de recuerdos e ideas, que es un manojo de abstracciones.
Cuando usted mira a lo alto, usted está ahí, mirando las estrellas en el cielo, el cielo poblado de brillantes estrellas. Se siente una brisa fresca, y ahí está usted, el observador, el experimentador, el pensador, usted, con su corazón afligido, usted, el centro, creando espacio. Usted nunca comprenderá ese espacio entre usted y las estrellas, entre usted y su esposa o esposo, o amigo, porque jamás ha mirado sin la imagen, y por eso usted no sabe qué es la belleza ni qué es el amor. Habla de él, escribe acerca de él, pero nunca lo ha conocido, salvo quizá en raros intervalos de total abandono de sí mismo. Mientras haya un centro creando espacio a su alrededor, no habrá amor ni belleza. Cuando no hay centro ni circunferencia, entonces hay amor. Y cuando usted ama, usted ES belleza.
Cuando usted mira un rostro de frente, está mirando desde un centro, y el centro crea el espacio entre persona y persona. Por ese motivo nuestras vidas son tan vacías y encallecidas. Usted no puede cultivar el amor o la belleza, ni puede inventar la verdad, pero si siempre está alerta a lo que hace, cultiva el estado de ser consciente (awareness), y desde ese estado empezará a ver la naturaleza del placer, del deseo y del dolor, así como también la absoluta soledad y aburrimiento del hombre. Entonces comenzará a acercarse a esa cosa llamada “el espacio”.
Si hay espacio entre usted y el objeto que está observando, sabrá que no hay amor, y que sin amor, por mucho que usted trate de reformar el mundo, o producir un nuevo orden social, o por mucho que hable acerca de mejorarlo, solo creará agonía. De modo que el problema es suyo. No hay líder, no hay maestro, nadie que le diga qué hacer. Usted está solo en este mundo insensato y brutal.
Libérese del Pasado, Cap XI, Ed Orion, México 1976, pgs: 136 a 147.-