A la luz de Krishnamurti

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EL CONDICIONAMIENTO

Publicado el 7 de agosto de 2016

Tenemos que ver para cambiar. Pero que vemos en nuestra vida cotidiana? esa pregunta seguramente encierra la interminable respuesta relativa al caudal de cuestiones que habitan nuestra mente, nuestros recuerdos, en definitiva, el ayer de nuestras vidas y que nos sumergen en la ilusión de ver la realidad. No solo los hechos pasados sino también y más sutilmente, las ideas, colorean nuestra observación. Podemos ver y vivir de otro modo? Ese es el reto.

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La Liberación del Pasado

Publicado el 7 de agosto de 2016

 

[…] Pero ¿Cómo podemos ser libres para mirar y aprender si la mente, desde que nacemos hasta que morimos, está conformada por una determinada cultura dentro de la limitada estructura del “yo”? Durante siglos hemos estado condicionados por la nacionalidad, la casta, la clase, la tradición, la religión, el lenguaje, la educación, la literatura, el arte, las costumbres, el convencionalismo, todo tipo de propaganda, la presión económica, el alimento que comemos, el clima en que vivimos, nuestra familia, nuestros amigos, nuestras experiencias –cualquier influencia en la que pueda usted pensar—y, por tanto, nuestras respuestas a todos los problemas están condicionadas.

¿Se da usted cuenta de que está condicionado? Es lo primero que debe preguntarse, no cómo librarse de su condicionamiento. Puede que usted nunca se libre de él, y si usted dice, “debo librarme de él”, puede caer en la trampa de otra forma de condicionamiento. Así que, repi9to: ¿Se da usted cuenta de que está condicionado? ¿Sabe usted que aun cuando mira un árbol y dice “este es un roble”, o es “una higuera de Bengala”, la mención del nombre, que es conocimiento botánico, ha condicionado su mente de tal modo que la palabra se interpone entre usted y la verdadera percepción del árbol? Para llegar a estar en contacto con el árbol, usted tiene que poner sus manos sobre él, y la palabra no le ayudará a tocarlo.

¿Cómo sabe usted que está condicionado? ¿Cómo lo descubre? ¿Cómo sabe usted que tiene hambre? No como una teoría, sino como el hecho real de tener hambre. De la misma forma, ¿cómo descubre usted el hecho real de que está condicionado? ¿No es por su reacción a un problema, a un reto? Usted responde a cada reto de acuerdo con su condicionamiento, y como este es algo inadecuado reaccionará siempre de forma inadecuada.

Cuando usted se da cuenta de ello, ¿no le produce este condicionamiento de raza, religión y cultura una sensación de estar preso? Considere sólo una forma de condicionamiento, la nacionalidad, vuélvase consciente de ello de una manera seria y total, y vea si le satisface o se rebela y, si al rebelarse, usted quiere romper con todo condicionamiento. Si está satisfecho con su estado, es evidente que no hará nada, pero si al darse cuenta de él, no está satisfecho, verá que nunca hace nada sin su condicionamiento. ¡Nunca! Por tanto, usted siempre está viviendo en el pasado con los muertos.

Usted será capaz de ver por sí mismo cómo está condicionado, sólo cuando se halle en el conflicto de prolongar el placer o de eludir el dolor. Si todo está perfecto a su alrededor –su mujer lo ama, usted la ama, tiene una hermosa casa, hijos y mucho dinero–, entonces no es consciente de su condicionamiento en absoluto. Pero cuando hay alguna preocupación, cuando su mujer mira a algún otro, o usted pierde su dinero, o se ve amenazado por la guerra o alguna otra pena o ansiedad, entonces sabe que está condicionado. Cuando usted lucha contra cualquier preocupación, o se defiende contra alguna amenaza interior o exterior, entonces sabe que está condicionado. Y como la mayoría de nosotros estamos inquietos la mayor parte del tiempo, ya sea superficial o profundamente, esa misma inquietud indica que estamos condicionados. Mientras se acaricia la animal, reacciona amablemente, pero toan pronto es contrariado surge toda la violencia de su naturaleza.

Nos preocupa la vida, la política, la situación económica, el horror, la brutalidad, el dolor del mundo y el nuestro, y por eso nos damos cuenta de la terrible y obstinadamente condicionados que estamos. ¿Y qué haremos? ¿Aceptar esa preocupación y vivir con ella como la mayoría lo hacemos? ¿Acostumbrarse a ella como nos acostumbramos a vivir con un dolor de espaldas? ¿Tolerarla?

Hay una tendencia en todos nosotros a soportar las cosas, a acostumbrarnos a ellas, a culparlas por las circunstancia. Decimos: “Ah, si las cosas anduviesen bien yo sería diferente”, o “denme la oportunidad y tendré éxito”, o “me siento aplastado por la injusticia de todo esto”, siempre culpando a los demás de nuestra preocupación, o a nuestro ambiente, o a la situación económica.

Si nos acostumbramos a la preocupación, quiere decir que nuestra mente se ha embotado, y podemos estar tan acostumbrados a la belleza que nos rodea, que ya no la notamos. Uno se torna indiferente, duro e insensible, y la mente se vuelve cada vez más torpe. Si no nos acostumbramos, tratamos de escapar tomando alguna droga, ingresando en algún grupo político, gritando, escribiendo, yendo a un partido de fútbol, a un templo o iglesia, o buscando cualquier otra forma de diversión.

¿Por qué motivo escapamos de los hechos reales? Tenemos miedo de morir –estoy meramente tomando esto como un ejemplo—e inventamos toda clase de teorías, esperanzas, creencia, para disfrazar la realidad de la muerte, pero el hecho sigue ahí. Para comprender un hecho debemos observarlo, no huir de él. La mayoría de nosotros estamos tan temerosos de morir como de vivir. Tememos por nuestra familia, tenemos miedo, aunque no estemos temerosos de esto o aquello. Y bien, ¿por qué no nos enfrentamos a este hecho?

Usted puede enfrentarse a un hecho sólo en el presente, pero si nunca permite estar presente, porque siempre está huyendo de él, jamás podrá enfrentarlo. Y como hemos cultivado toda una red de escapes, estamos atrapados en el hábito de escapar. Ahora bien, si usted es realmente sensible, serio, sensible, se volverá consciente no sólo de su condicionamiento, sino también de los peligros que éste acarrea, de la brutalidad y el odio que engendra. ¿Por qué, si usted ve el peligro de su condicionamiento, no actúa? ¿Acaso porque es perezoso, ya que la pereza implica falta de energía? Sin embargo, no le faltaría energía si viera un peligro físico inmediato, como una serpiente en su camino, o un precipicio, o un fuego. ¿Por qué entonces no actúa cuando ve el peligro de su condicionamiento? Si viera el peligro del nacionalismo para su propia seguridad, ¿no actuaría?

La respuesta es que usted no lo ve. A través de su proceso intelectual de análisis, usted puede ver que el nacionalismo lleva a la autodestrucción, pero no hay contenido emocional en eso. Solamente cuando hay un contenido emocional se llena uno de vitalidad.

Si usted ve el peligro de su condicionamiento meramente como un concepto intelectual, nunca hará nada. Al ver un peligro como una mera idea, hay conflicto entre la idea y la acción, y ese conflicto consume su energía. Sólo cuando ve el condicionamiento y el peligro de él inmediatamente, tal como vería un precipicio, usted actúa. Por tanto, ver es actuar.

La mayoría de nosotros caminamos por la vida distraídamente, reaccionando de forma irreflexiva de acuerdo con el ambiente en el que nos han educado, y tales reacciones sólo promueven más esclavitud, más condicionamiento. Pero tan pronto usted concede atención total a su condicionamiento, verá que está totalmente libre del pasado; que éste se aleja de usted de forma natural.

La liberación del pasado, Editorial. Gaia, Madrid, 2008, Pág. 27 a 30.-

 

 

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El Estado Creativo de la Mente

Publicado el 7 de agosto de 2016

[…] Ahora bien, ¿puede la mente eliminar por completo el condicionamiento de siglos? Después de todo, el condicionamiento es del pasado. Las reacciones, el conocimiento, las creencias, las tradiciones de muchos miles de ayeres, han contribuido a moldear la mente. Y ¿puede todo ello ser eliminado? Considerad por favor seriamente esto, y no os limitéis a rechazarlo diciendo simplemente: ‘no es posible’, o, ‘sí es posible, ¿cómo voy a hacerlo?’ El ‘cómo’ no existe. El ‘cómo’ implica ‘mientras tanto. . .’; y una mente que está interesada en el ‘mientras’ está realmente difiriendo. Podéis creer que si bien la mente puede ser ‘reeducada’ para que sea comunista o capitalista o lo que fuere ‑cosa que sólo implica una forma distinta de condicionamiento- es imposible estar libre de todo condicionamiento. No sé si estáis siguiendo todo esto, y si sois conscientes de vuestro propio condicionamiento, de lo que implica, y si es posible estar libre o no de él. Mirad, el condicionamiento es la raíz misma del temor; y donde hay temor no hay virtud.

Para entrar en esto realmente a fondo hace falta mucha inteligencia, y por inteligencia quiero decir la comprensión de todas las influencias, y el estar libre de ellas. La influencia es la causa del condicionamiento. Se os ha educado para creer en Dios, en Cristo, repitiendo cosas día tras día, mientras que en la India descartan todo eso, ‑porque han sido criados con sus propios santos y dioses. La cuestión es pues si la mente, que ha sido influida por el fuerte peso de la tradición, siglo tras siglo, podrá dejar de lado todo eso sin esfuerzo. ¿Podéis salir de todo ello, de todo ese trasfondo, tan libremente como podéis salir de este salón? Y, ¿no es este trasfondo la mente misma? La historia de la mente es la mente. No sé si me expreso con claridad.

La mente es el trasfondo; la mente es la tradición; la mente es el resultado del tiempo. Y al ver que no hay esperanza en sus propias actividades, dice finalmente que existe la gracia de Dios y que debe esperarla, aceptarla, recibirla ‑lo que es otra forma de influencia- y una mente así no es inteligente.

Así pues, ¿qué va uno a hacer? Estoy seguro de que tenéis que haber pasado por todo esto. Tenéis que haber experimentado con ello: no aceptar, no confiar en la autoridad, no dejaros influir. Tenéis que haber comprendido que la mente misma no puede hacer nada. Es su propia esclava, ha creado su propio condicionamiento. Y toda reacción a ese condicionamiento no hace más que aumentarlo. Todo movimiento, todo pensamiento, toda acción que se desarrolla dentro de la mente, está aún en el campo limitado de sus propios valores. Si uno ha penetrado hasta ahí ‑no teórica, no intelectual, no verbalmente, sino de hecho- ¿qué pasa entonces? Espero comprenderéis la cuestión. La cuestión es que para la mente que quiera descubrir lo que es verdad y si existe algo que es inmensurable e innombrable, tiene que cesar toda autoridad: la de la ley tanto como la autoridad de la experiencia. Esto no significa que yo conduzca el coche por el lado no permitido del camino. Significa que la mente rechaza la autoridad de toda experiencia, que es el conocimiento, que es la palabra; y que rechaza las formas extraordinariamente sutiles de la influencia, la ‘expectativa para recibir’, las esperanzas. Entonces la mente es en realidad inteligente.

Penetrar en uno mismo tan honda y completamente, es muy ardua tarea. Aplicarse a cualquier cosa requiere energía, no esfuerzo. Y si uno ha llegado hasta ahí, entonces ¿queda algo de la mente tal como la conocemos? ¿Y no es necesario llegar a ese estado? Porque ese, por cierto, es el único estado creativo. Escribir un poema, pintar cuadros, levantar un edificio, y todo eso, seguramente, no puede llamarse creador en el verdadero sentido de la palabra.

Como veis, percibe uno que la creación, eso que llamamos Dios, o verdad, o como queráis llamarlo, no es para una minoría selecta. No es para los que meramente tienen capacidad, un talento, como Miguel Ángel, Beethoven, o los modernos arquitectos, poetas y artistas. Creo que es posible para todos, ese extraordinario sentimiento de inmensidad, de algo que no tiene barreras, que no tiene límites, que no puede ser medido por la mente ni expresado en palabras. Creo que es posible para todos. Pero no es un resultado. Surge cuando la mente empieza con la cosa mas próxima, que es ella misma, no cuando persigue lo más lejano, lo inimaginable, lo desconocido. Lo que se lo va a revelar es el autoconocer, la comprensión de sí misma; id a eso, ved lo que es, no busquéis algo externo. La mente es cosa realmente extraordinaria. Tal como la conocemos, es el resultado del tiempo; y el tiempo es la autoridad: la autoridad de lo bueno y de lo malo, de lo que se debe y de lo que no se debe hacer, de la tradición, de las influencias, del condicionamiento.

¿Puede pues la mente, vuestra mente, ‑no hablo en forma personal- descubrir por completo su condicionamiento, tanto el consciente como el inconsciente, y salir de él? ‘Salir’ es sólo una expresión verbal. Más cuando la mente ve su condicionamiento y comprende toda su operación, todo su mecanismo, entonces, de golpe, la mente está en la otra orilla.

[…] ¿Acaso la repentina impresión, el aguzamiento de la atención, os hace ver, ‘ver’ en el sentido que estamos discutiendo? Hablamos sobre el condicionamiento y la percepción de ese condicionamiento. ¿Qué significa esta percepción? ¿Tratáis de ver vuestro condicionamiento sólo porque digo que si vuestra mente está condicionada no podréis ver lo verdadero? ¿Esperáis que por el hecho de ver vuestro condicionamiento habrá gloria eterna, y todo eso? Ya sabéis: la experiencia es una cosa extraordinaria. O tratáis de experimentar porque alguien os habla sobre algo, o bien estáis experimentando efectivamente la cosa misma, por vosotros mismos. Nadie tiene que hablaros sobre el hambre, o la envidia, o la cólera. El descubrimiento de vuestro condicionamiento debido a que alguien os habla de él, no es vuestro descubrimiento. No sé si seguís esto. Tomad una cosa muy sencilla. El nacionalismo es una forma de condicionamiento. La mente nacionalista es localista, mediocre. ¿Veis el hecho, la verdad de eso, por vosotros mismos? ¿O es que decís: ‘puede ser así, tengo que descubrirlo. Es muy posible que él tenga razón’?

Lo diré de otra manera. Veo muy claramente que el pertenecer a cualquier religión organizada es muy destructivo para el descubrimiento de Dios, o como lo queráis llamar. La mente no puede entregarse a ninguna forma de pensamiento, creencia o dogma organizado. Veo eso muy claramente, nadie tiene que decírmelo. Para mí es así y lo digo. Entonces, como tengo cierta reputación, etc., os decís: ‘tengo que abandonar eso’. Entonces estáis atrapados: queréis pertenecer y sin embargo algo os dice que no pertenezcáis. No es pues vuestra experiencia. En la percepción directa no hay conflicto. Una mente que ve la efectividad de algo, sea falso o verdadero, percibe inmediatamente, sin ningún conflicto, sin ninguna causa, sin buscar ningún resultado. La cualidad de la percepción es pues muy distinta de la experiencia imitativa de copiar, que tiene un motivo ulterior.

Así, hemos estado hablando del miedo, de la autoridad, de la virtud y el condicionamiento. ¿Ve uno el hecho de su propio condicionamiento, ‘el hecho’? Y, cuando de veras lo veis, ¿lo veis totalmente o sólo una parte del todo? ¿Veis todo el libro o sólo una página del libro? Si no veis la totalidad sino sólo una página, entonces habrá una batalla, una guerra en vuestro interior.

[…] Y cuando sentís totalmente ¿hay un centro que diga: “siento totalmente’? Os ruego que no respondáis, seguid esto hasta el fin. Es muy importante estar libre de este condicionamiento, evidentemente, porque de cualquier manera que lo miréis es completamente estúpido. Estar condicionado como católico, protestante, hindú, comunista, como esto o aquello, estar condicionado por un rótulo, una palabra y todo el contenido tras el rótulo y la palabra, es muy necio. Ahora bien, ¿puede la mente eliminar todo esto de un golpe? Como veis, la virtud reside en esa percepción. El único hombre virtuoso es el que ve la totalidad de su condicionamiento y lo elimina. Los demás no son virtuosos; meramente juegan con los juguetes de la llamada civilización.

Esto significa realmente: ¿puede la mente estar del todo atenta? ¿Podéis daros plena cuenta con todos vuestros sentidos, con todo vuestro cuerpo, con toda vuestra mente? Aun si os dais cuenta así durante un fugaz segundo, nunca preguntaréis entonces: ‘¿cómo voy a darme plena cuenta? ¿Es ello posible?’ Ya veis, creo que perdemos tanta belleza y amor y tan profundo sentido de inmensidad cuando nos rodeamos de todas nuestras palabras, querellas, creencias, dogmas y todas esas cosas. No las expulsamos; y así somos esclavos del tiempo.

 

El estado creativo de la mente, Cap VI, Edit. Kier, Bs As, 1964.-

 

 

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Urge un Cambio Psicológico

Publicado el 7 de agosto de 2016

[…] Estamos condicionados  –físicamente, nerviosamente y mentalmente–  por el clima en que vivimos y por la comida que ingerimos, por la cultura en que vivimos, por todo nuestro ambiente social, religioso y económico, por nuestra experiencia, por la educación y las presiones e influencias de la familia. Todos éstos son los factores que nos condicionan. Nuestras reacciones conscientes e inconscientes a todos los retos de nuestro ambiente  –intelectuales, emocionales, externos e internos—todas son acciones del condicionamiento. El lenguaje es acondicionador; todo pensamiento es la reacción, la respuesta del condicionamiento.

Sabiendo que estamos condicionados, inventamos un instrumento divino que esperamos nos saque piadosamente de esa condición mecánica. O postulamos su existencia fuera o dentro de nosotros: como el ego universal, el alma, el Reino de los Cielos que está dentro de nosotros, y ¡quién sabe de otra cosa! Nos apegamos desesperadamente a esas creencias sin ver que ellas mismas forman parte del mismo condicionamiento que se supone que ellas deben destruir o eliminar. Así, como no podemos desacondicionarnos en este mundo, y como ni aun vemos que el condicionamiento es el problema, creemos que la libertad está en el Cielo, en la Liberación (Moksha), en Nirvana. En el mito cristiano del pecado original y en toda la doctrina orientales sobre el ciclo de existencias (Samsara), vemos que el elemento condicionante se ha sentido, aunque más bien oscuramente. De haberse visto con claridad, es natural que esas doctrinas y mitos no hubieran surgido.

Hoy los sicólogos tratan de confrontar ese problema, y al hacerlo nos condicionan aún más. Por lo tanto, nos han condicionado especialistas religiosos, el orden social y la familia que forma parte de ello. Todo esto es el pasado que constituye tanto las capas visibles como las ocultas de la mente. Es interesante notar de paso que el llamado individuo no existe en forma alguna, porque su mente se nutre del depósito común del condicionamiento que él mismo comparte con todos los demás, de manera que es falsa la división entre la comunidad y el individuo; únicamente existe el condicionamiento. Este condicionamiento es acción en todas las relaciones  –con cosas, personas e ideas.

El factor real del condicionamiento en el pasado, en el presente y en el futuro, es el “yo”, que piensa en términos del tiempo, el “yo” que se esfuerza a sí mismo; y que ahora se esfuerza en su exigencia de libertad; de manera que la raíz de todo condicionamiento es el pensamiento, que es el “yo”. El “yo” es la esencia misma del pasado, el “yo” es tiempo, el “yo”, el “yo” es sufrimiento; el “yo” trata de liberarse a sí mismo, el “yo” se esfuerza, lucha por realizar, negar, llegar a ser. Esta lucha por llegar a ser es tiempo, en el cual hay confusión, y la avaricia por lo más y lo mejor. El “yo” busca seguridad y al no encontrarla, transfiere la búsqueda al cielo; el mismo “yo” que se identifica a sí mismo con algo más grande, en el cual espera desvanecerse  –bien sea ello la nación, el ideal o algún dios—es el factor del condicionamiento.

[…] Si no existe el “yo”, usted está desacondicionado, lo cual quiere decir que usted no es nada.  […] El esfuerzo por llegar a ser algo es la respuesta, la acción del condicionamiento. [La acción del yo] Puede cesar únicamente si uno ve la totalidad de la cosa, todo lo relacionado con ello. Si lo ve en acción, que ocurre en la relación, el ver es la terminación del “yo”. Ese ver no es sólo acción que no es condicionada, sino que también actúa sobre el condicionamiento.

[…] El cerebro es el resultado del tiempo; está condicionado para protegerse a sí mismo físicamente, pero cuando trata de protegerse sicológicamente, entonces comienza el “yo” y se inicia toda nuestra desdicha. La afirmación del “yo” es ese esfuerzo por protegerse a sí mismo sicológicamente. El cerebro puede aprender y puede adquirir conocimientos técnicamente, pero cuando adquiere conocimientos sicológicamente, ese conocimiento entonces se hace sentir en  la relación como el “yo” con sus experiencias, su voluntad y su violencia. Esto es lo que ocasiona división, conflictos y sufrimiento en la relación.

[…] La pregunta verdadera es si el cerebro, en su totalidad, puede estar quieto, callado, y responder eficientemente sólo cuando tiene que actuar en lo tecnológico o para vivir. De modo que no estamos interesados en lo sicológico o lo técnico; lo único que nos preguntamos es si la totalidad de la mente puede estar por completo en silencio y funcionar únicamente cuando tiene que hacerlo. Decimos que puede hacerlo, y eso es la comprensión de lo que es meditación.

[…] Como usted sabe, sólo cuando existe el vacío dentro de uno mismo, no el vacío de una mente superficial, sino el vacío que surge con la negación total de todo lo que uno ha sido, de lo que debe ser y será  –únicamente en ese vacío es que hay creación, y es en se vació donde algo nuevo puede ocurrir. El miedo es el pensamiento de lo desconocido, de manera que uno teme realmente dejar lo conocido, los apegos, las satisfacciones, los recuerdos placenteros, la continuidad y la seguridad que confortan. El pensamiento está comparando esto con lo que cree que es el vacío. Este imaginarse el vacío es miedo, de modo que el miedo es pensamiento. Volviendo a su pregunta,  –puede la mente negar todo lo que ha conocido, el contenido total de su mismo ser consciente e inconsciente, que es la propia esencia del sí misma? Si no puede, no hay libertad. Libertad no es el liberarse de algo  –eso es sólo una reacción; la libertad surge en la negación total. […]

 

Urge un cambio psicológico, Distribuidora Orion, Puerto Rico, 1973, pág. 157 y sgtes.

 

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