¿Qué es vivir? ¿Qué es el vivir, el cual es nuestra conciencia? La conciencia está compuesta por su contenido; y el contenido no es diferente de la conciencia. La conciencia es las cosas que uno cree, sus supersticiones, sus ambiciones, la codicia, el afán de competir, los apegos, el sufrimiento, la hondura de la soledad, los dioses, los rituales ‑todo eso es la conciencia de uno, la cual es uno mismo. Pero esa conciencia no es propiedad exclusiva de nadie, es la conciencia de la humanidad; uno es el mundo y el mundo es uno mismo. Uno es su conciencia con su contenido. Ese contenido es el suelo sobre el que está parada toda la humanidad. Por lo tanto, psicológicamente, internamente, uno no es un individuo. En lo externo puede tener una forma diferente de la que tiene otro, puede ser amarillo, moreno, negro, alto o bajo, hombre o mujer, pero en lo interno, en lo profundo somos todos semejantes ‑quizá con algunas variaciones, pero la semejanza es como un hilo que mantiene juntas las perlas.
Tenemos que comprender qué es el vivir, y entonces podremos preguntarnos qué es el morir. Lo que hay antes de la muerte es más importante que lo que ocurre después de la muerte. Antes del fin, mucho antes del último instante, ¿qué es el vivir? ¿Es esto el vivir, este afán y conflicto sin relación alguna con otros? A este sentimiento de honda soledad interna es a lo que llamamos vivir. Para escapar de esto que llaman vivir, se largan ustedes a las iglesias, a los templos, rezan y adoran, todo lo cual carece por completo de sentido. Si poseen dinero se complacen en despilfarrarlo ‑el despilfarro de los casamientos que se realizan en este país. Ya conocen ustedes todos los ardides que emplean para escapar de la propia conciencia, del propio estado mental. Y esto es lo que llamamos vivir. Y la muerte es el final. El final de todo lo que conocen. El final de todos los apegos, de todo el dinero que han acumulado y que no pueden llevarse consigo; por lo tanto, tienen miedo. El miedo forma parte de sus vidas. Y así, cualquier cosa que ustedes sean, por ricos o pobres que puedan ser, por elevada que sea la posición que ocupen, por grande que sea el poder que tengan, o la clase de político que sean ‑desde el más alto al más bajo estafador en la política‑ existe el final llamado muerte.
Y, ¿qué es lo que muere? El ‘yo’ con todas las acumulaciones que ha reunido en esta vida, todo el dolor, la soledad, la desesperación, las lágrimas, las risas, el sufrimiento ‑ése es el ‘yo’ con todas sus palabras; el ‘yo’ es la suma de todo ello. Puedo pretender que tengo en ‘mí’ algún espíritu más elevado, el atman, el alma, algo eterno, pero todo eso lo produce el pensamiento; y el pensamiento no es sagrado. Ésta es, entonces, nuestra vida: el ‘yo’ al que uno se aferra, al que se halla apegado. Y al final de ello está la muerte.
Existe el miedo a lo conocido y el miedo a lo desconocido. Lo conocido es nuestra vida, y tenemos miedo de esa vida; y lo desconocido es la muerte, a la que también tememos. ¿Alguna vez han visto a un hombre o a una mujer asustados de la muerte? ¿Alguna vez los han visto de cerca? La muerte es la negación total del pasado, presente y futuro que constituyen el ‘yo’. Y estando atemorizados de la muerte, piensan que hay otras vidas para vivirse. Probablemente, la mayoría de ustedes cree en la reencarnación. Es una feliz, bonita y consoladora proyección inventada por personas que no han comprendido qué es el vivir. Ellas ven que el vivir es dolor, conflicto constante, desdicha interminable en la que ocasionalmente brilla una sonrisa, un destello de risa y alegría; y dicen: “Volveremos a vivir en una próxima vida; después de la muerte me encontraré con mi esposa (o mi marido o mi hijo o mi dios)”. Sin embargo, no hemos comprendido lo que somos y a qué estamos apegados. ¿A qué nos apegamos? ¿Al dinero? Si uno está apegado al dinero, eso es uno, uno es el dinero. Como el hombre que está apegado al moblaje antiguo, a los bellos muebles del siglo XIV, muy pulidos y de gran valor ‑está apegado a eso y, por lo tanto, él es el moblaje. ¿A qué están ustedes apegados entonces? ¿Al cuerpo? Si estuvieran realmente apegados al cuerpo, cuidarían ese cuerpo, comerían adecuadamente, lo ejercitarían como es debido, etc., pero no lo hacen. Sólo están apegados a la idea que tienen del cuerpo ‑la idea, pero no el instrumento real. Si estamos apegados a nuestra esposa, es a causa de los recuerdos que tenemos de ella. Al estar apegados, ella nos ayuda y consuela en esto y en aquello ‑con todas las trivialidades involucradas en el apego‑ y llega la muerte, y con la muerte la separación.
De modo que uno ha de investigar muy estrecha y profundamente, el propio apego. La muerte no permite que uno posea nada cuando muere. Nuestro cuerpo es cremado o sepultado y, ¿qué es lo que uno deja? Deja al hijo por quien uno ha acumulado un montón de dinero que, de cualquier modo, él malgastará. Heredará nuestra propiedad, pagará los impuestos y pasará por todas las terribles ansiedades de la existencia, exactamente como uno lo ha hecho. ¿Es a eso a lo que estamos apegados? ¿O uno está apegado al conocimiento que ha adquirido como un gran escritor, pintor o poeta? ¿O se apega uno a las palabras, porque las palabras juegan un papel tremendo en nuestra vida? Solamente palabras. Jamás miramos detrás de las palabras. Jamás vemos que la palabra no es la cosa, que el símbolo nunca es la realidad.
¿Puede el cerebro, la conciencia humana liberarse de este miedo a la muerte? Como uno es el amo del tiempo psicológico, ¿puede uno vivir con la muerte ‑sin separar a la muerte como algo que debe evitarse, posponerse, apartarse lo más lejos posible? La muerte forma parte de la vida. ¿Puede uno vivir con la muerte y comprender el significado de la terminación? Eso implica comprender el significado de la negación; terminar con nuestros apegos, terminar con nuestras creencias a través de la negación. Cuando uno niega algo, cuando termina con ello, hay algo totalmente nuevo. ¿Puede uno, entonces, mientras está viviendo, negar el apego completamente? Eso es vivir con la muerte. La muerte significa el final. De ese modo hay encarnación, hay algo nuevo que ocurre. Terminar con algo es extraordinariamente importante en la vida ‑comprender la profundidad y belleza que hay en el negar algo que no es la verdad. Negar, por ejemplo, nuestro lenguaje ambiguo. Si uno va al templo, negar el templo, de modo que el cerebro tenga esta condición de integridad.
La muerte es un final, y tiene extraordinaria importancia en la vida. No el suicidio, no la eutanasia, sino el final de los propios apegos, de la propia soberbia, del antagonismo o el odio que experimentamos por otro. Cuando uno mira holísticamente la vida ‑o sea, el morir, el vivir, la agonía, la desesperación, la soledad y el sufrimiento‑ ve que todo ello es un movimiento único. Cuando vemos holísticamente, hay total libertad en relación con la muerte ‑no es que el cuerpo físico no vaya a destruirse. Hay un sentido de terminación y, por lo tanto, no hay continuidad ‑uno se libera del temor a no poder continuar.
Cuando un ser humano comprende el pleno significado de la muerte, hay vitalidad, existe la plenitud que se halla tras esa comprensión; un ser así está fuera de la conciencia humana. Cuando ustedes comprenden que la vida y la muerte son una sola cosa ‑lo son cuando uno comienza a morir mientras vive‑ entonces están viviendo codo a codo con la muerte, y ésa es la cosa más extraordinaria que uno puede hacer; no existen ni el pasado ni el presente ni el futuro; sólo existe este constante terminar.
6 de febrero de 1982
La llama de la atención, Edit. Edhasa, Cap. 5, Barcelona, 1985.-