[…] Estamos condicionados –físicamente, nerviosamente y mentalmente– por el clima en que vivimos y por la comida que ingerimos, por la cultura en que vivimos, por todo nuestro ambiente social, religioso y económico, por nuestra experiencia, por la educación y las presiones e influencias de la familia. Todos éstos son los factores que nos condicionan. Nuestras reacciones conscientes e inconscientes a todos los retos de nuestro ambiente –intelectuales, emocionales, externos e internos—todas son acciones del condicionamiento. El lenguaje es acondicionador; todo pensamiento es la reacción, la respuesta del condicionamiento.
Sabiendo que estamos condicionados, inventamos un instrumento divino que esperamos nos saque piadosamente de esa condición mecánica. O postulamos su existencia fuera o dentro de nosotros: como el ego universal, el alma, el Reino de los Cielos que está dentro de nosotros, y ¡quién sabe de otra cosa! Nos apegamos desesperadamente a esas creencias sin ver que ellas mismas forman parte del mismo condicionamiento que se supone que ellas deben destruir o eliminar. Así, como no podemos desacondicionarnos en este mundo, y como ni aun vemos que el condicionamiento es el problema, creemos que la libertad está en el Cielo, en la Liberación (Moksha), en Nirvana. En el mito cristiano del pecado original y en toda la doctrina orientales sobre el ciclo de existencias (Samsara), vemos que el elemento condicionante se ha sentido, aunque más bien oscuramente. De haberse visto con claridad, es natural que esas doctrinas y mitos no hubieran surgido.
Hoy los sicólogos tratan de confrontar ese problema, y al hacerlo nos condicionan aún más. Por lo tanto, nos han condicionado especialistas religiosos, el orden social y la familia que forma parte de ello. Todo esto es el pasado que constituye tanto las capas visibles como las ocultas de la mente. Es interesante notar de paso que el llamado individuo no existe en forma alguna, porque su mente se nutre del depósito común del condicionamiento que él mismo comparte con todos los demás, de manera que es falsa la división entre la comunidad y el individuo; únicamente existe el condicionamiento. Este condicionamiento es acción en todas las relaciones –con cosas, personas e ideas.
El factor real del condicionamiento en el pasado, en el presente y en el futuro, es el “yo”, que piensa en términos del tiempo, el “yo” que se esfuerza a sí mismo; y que ahora se esfuerza en su exigencia de libertad; de manera que la raíz de todo condicionamiento es el pensamiento, que es el “yo”. El “yo” es la esencia misma del pasado, el “yo” es tiempo, el “yo”, el “yo” es sufrimiento; el “yo” trata de liberarse a sí mismo, el “yo” se esfuerza, lucha por realizar, negar, llegar a ser. Esta lucha por llegar a ser es tiempo, en el cual hay confusión, y la avaricia por lo más y lo mejor. El “yo” busca seguridad y al no encontrarla, transfiere la búsqueda al cielo; el mismo “yo” que se identifica a sí mismo con algo más grande, en el cual espera desvanecerse –bien sea ello la nación, el ideal o algún dios—es el factor del condicionamiento.
[…] Si no existe el “yo”, usted está desacondicionado, lo cual quiere decir que usted no es nada. […] El esfuerzo por llegar a ser algo es la respuesta, la acción del condicionamiento. [La acción del yo] Puede cesar únicamente si uno ve la totalidad de la cosa, todo lo relacionado con ello. Si lo ve en acción, que ocurre en la relación, el ver es la terminación del “yo”. Ese ver no es sólo acción que no es condicionada, sino que también actúa sobre el condicionamiento.
[…] El cerebro es el resultado del tiempo; está condicionado para protegerse a sí mismo físicamente, pero cuando trata de protegerse sicológicamente, entonces comienza el “yo” y se inicia toda nuestra desdicha. La afirmación del “yo” es ese esfuerzo por protegerse a sí mismo sicológicamente. El cerebro puede aprender y puede adquirir conocimientos técnicamente, pero cuando adquiere conocimientos sicológicamente, ese conocimiento entonces se hace sentir en la relación como el “yo” con sus experiencias, su voluntad y su violencia. Esto es lo que ocasiona división, conflictos y sufrimiento en la relación.
[…] La pregunta verdadera es si el cerebro, en su totalidad, puede estar quieto, callado, y responder eficientemente sólo cuando tiene que actuar en lo tecnológico o para vivir. De modo que no estamos interesados en lo sicológico o lo técnico; lo único que nos preguntamos es si la totalidad de la mente puede estar por completo en silencio y funcionar únicamente cuando tiene que hacerlo. Decimos que puede hacerlo, y eso es la comprensión de lo que es meditación.
[…] Como usted sabe, sólo cuando existe el vacío dentro de uno mismo, no el vacío de una mente superficial, sino el vacío que surge con la negación total de todo lo que uno ha sido, de lo que debe ser y será –únicamente en ese vacío es que hay creación, y es en se vació donde algo nuevo puede ocurrir. El miedo es el pensamiento de lo desconocido, de manera que uno teme realmente dejar lo conocido, los apegos, las satisfacciones, los recuerdos placenteros, la continuidad y la seguridad que confortan. El pensamiento está comparando esto con lo que cree que es el vacío. Este imaginarse el vacío es miedo, de modo que el miedo es pensamiento. Volviendo a su pregunta, –puede la mente negar todo lo que ha conocido, el contenido total de su mismo ser consciente e inconsciente, que es la propia esencia del sí misma? Si no puede, no hay libertad. Libertad no es el liberarse de algo –eso es sólo una reacción; la libertad surge en la negación total. […]
Urge un cambio psicológico, Distribuidora Orion, Puerto Rico, 1973, pág. 157 y sgtes.