Pregunta: El hombre, antes de que pueda conocer a Dios, tiene que saber qué es Dios. ¿Cómo va usted a presentarle la idea de Dios, sin traer a Dios al nivel del hombre?
Krishnamurti: Es imposible, señor. Ahora bien, ¿cuál es el impulso que hay tras la búsqueda de Dios? ¿Es real esa búsqueda? Para la mayoría de nosotros es una manera de eludir lo que es. Por lo tanto, debemos tener muy en claro internamente, si este buscar a Dios es un escape o si es una búsqueda de la verdad en todo: La verdad en nuestras relaciones, en el valor de las cosas, en las ideas. Si buscamos a Dios tan solo porque estamos cansados de este mundo y de sus desdichas, entonces es un escape. Entonces nosotros creamos a Dios; por consiguiente, eso no es Dios. El Dios de los templos, de los libros, no es Dios, evidentemente; es un maravilloso escape. Pero si procuramos encontrar la verdad, no en una serie exclusiva de acciones, sino en todas nuestras acciones, ideas y relaciones, si buscamos el exacto valor de nuestras necesidades esenciales –alimento, ropa y vivienda–, entonces, debido a que nuestras mentes son capaces de tener claridad y comprensión, cuando busquemos la realidad daremos con ella. Entonces no será un escape. Pero, si estamos confusos con las cosas del mundo –alimento, ropa, vivienda, relaciones e ideas– ¿Cómo podremos dar con la realidad? Sólo podremos inventarla.
De modo que una mente confusa, condicionada, limitada, no puede conocer a Dios, la verdad o la realidad. ¿Cómo podría una mente así pensar en la realidad o Dios? Primero tiene que liberarse de su condicionamiento, de sus propias limitaciones; sólo entonces podrá saber qué es Dios, no antes. La realidad es lo desconocido, y lo conocido no es lo real. En consecuencia, una mente que anhela conocer la realidad, debe liberarse de su propio condicionamiento, y ese condicionamiento le es impuesto tanto desde lo externo como desde lo interno. En tanto la mente engendre contienda y conflicto en la relación, no podrá conocer la realidad. De modo que, si uno ha de dar con la realidad, la mente debe estar serena, pero si se la compele, si se la disciplina para serenarla, esa serenidad es, en sí misma, una limitación, es tan sólo autohipnosis. La mente se libera y se serena únicamente cuando comprende los valores que la rodean.
Para comprender, pues, lo más elevado, lo supremo, lo real, debemos empezar muy abajo, muy cerca; o sea, debemos descubrir el valor de las cosas, de las relaciones y de la ideas con las que nos ocupamos todos los días. Sin comprenderlas, ¿cómo puede la mente buscar la realidad? Puede inventar una “realidad”, puede copiar, imitar; habiendo leído muchos libros, puede repetir la experiencia de otros. Pero eso no es, por cierto, lo real. Para experimentar lo real, la mente debe dejar de crear, porque lo que ella crea sigue estando dentro de la esclavitud del tiempo. El problema no es si hay o no hay Dios, sino cómo puede el hombre descubrir a Dios; y, si en su búsqueda se desenreda de todas las cosas que lo sujetan, dará inevitablemente con esa realidad. Pero debe comenzar con lo que está cerca, y no con lo que está lejos. Obviamente, para ir lejos es preciso empezar cerca. Pero a casi todos nos gusta especular, lo cual constituye un escape muy conveniente. Pr eso, las religiones ofrecen un narcótico tan maravilloso para la mayoría de las personas. En consecuencia, la tarea de desenredar la mente de todos los valores que ha creado, es extremadamente difícil. Debido a que nuestras mentes están fatigadas, o porque somos perezosos, preferimos leer libros sobre religión y especular acerca de Dios; pero eso no es, ciertamente, el descubrimiento de la realidad. La realización de lo real consiste en experimentar, no en imitar.
Jiddu Krishnamurti, Obras Completas, Tomo V, pág. 13 y 14. Edit. Kier, Buenos Aires