Pregunta: La experiencia muestra que la comprensión surge sólo cuando cesan la argumentación y el conflicto, y tiene lugar cierta clase de serenidad o armonía intelectual. Esto es cierto incluso en la comprensión de problemas matemáticos y técnicos. Sin embargo, esta serenidad ha sido experimentada sólo después de cada esfuerzo de análisis, examen o experimentación que hemos hecho. ¿Significa esto que tal esfuerzo es un preparativo necesario aunque no suficiente, para la serenidad?
Krishnamurti: Espero que hayan comprendido la pregunta: El esfuerzo hecho para ahondar, analizar, examinar algo, ¿no es necesario antes de que pueda haber serenidad de la mente? Antes de que la mente pueda comprender, ¿no se requiere un esfuerzo? Es decir, la técnica, ¿no es necesaria antes de la creatividad? Si tengo un problema, ¿no debo considerarlo, examinarlo a fondo y plenamente, investigarlo, analizarlo, disecarlo, resolverlo abordándolo una y otra vez hasta quedar libre de él? Entonces, cuando la mente está quieta, encuentro la respuesta. Éste es el proceso por el que pasamos. Tenemos un problema, lo examinamos, lo cuestionamos, hablamos acerca de él; y entonces la mente, cansada de eso, se queda quieta. Y cuando la mente está quieta encontramos inadvertidamente la respuesta. Con este proceso estamos familiarizados. Y el interlocutor pregunta: ¿No es necesario eso antes que nada?
¿Por qué pasamos por ese proceso? No planteemos erróneamente esta pregunta acerca de si es necesario o no; preguntémonos, más bien, por qué debemos pasar por él. Paso por ese proceso, obviamente, para encontrar una respuesta. Mi ansiedad está en encontrar una respuesta, ¿no es así? Ese temor de no encontrar una respuesta me induce a hacer todas estas cosas; y entonces, después de pasar por este proceso, estoy exhausto y digo: “No puedo responder a eso”. Entonces la mente se queda quieta y hay una respuesta, a veces o siempre.
De modo que la pregunta no es si el proceso preparatorio es necesario, sino por qué paso por ese proceso. Evidentemente, porque estoy buscando una respuesta. No estoy interesado en el problema, sino en cómo alejarme del problema. No busco la comprensión del problema sino la respuesta al problema. Por cierto, hay una diferencia, ¿verdad? Porque la respuesta se halla en el problema, no lejos de él. Paso por la búsqueda, el análisis, el proceso de disección, a fin de escapar del problema. Pero, si no escapo del problema, si trato de mirarlo sin temor ni ansiedad, si tan sólo miro el problema-matemático, político, religioso, o el que fuere y no busco una respuesta, entonces el problema empezará a revelárseme.
Por cierto, esto es lo que ocurre. Pasamos por este proceso y, finalmente, lo descartamos porque en él no hay salida. Entonces, ¿por qué no podemos empezar desde el comienzo mismo, o sea, no buscar una respuesta al problema? Esto es sumamente arduo, ¿verdad? Porque, cuanto más comprendemos el problema, más significación contiene. Para comprenderlo, debo abordarlo con serenidad, no imponer sobre el problema mis ideas, mis sentimientos de agrado y desagrado. Entonces el problema revelará su significación.
¿Por qué no es posible la serenidad de la mente desde el comienzo mismo? Y habrá serenidad sólo cuando no busquemos una respuesta, cuando el problema no nos cause temor. Nuestra dificultad es el temor contenido en el problema. Por lo tanto, si planteamos la pregunta acerca de si es necesario o no hacer un esfuerzo, recibimos una respuesta falsa.
Consideremos esto de una manera diferente. Un problema exige atención, no distracción a causa del temor; y no hay atención cuando estamos buscando una respuesta que nos convenga, que prefiramos a cualquier otra, que nos brinde satisfacción o posibilidad de escape. En otras palabras, si podemos abordar el problema sin ninguna de estas cosas, entonces es posible comprenderlo.
Así, pues, no es cuestión de si debemos pasar por el proceso de analizar, examinar, disecar, si éste es necesario para la serenidad. La serenidad adviene cuando no tenemos miedo; pero como tenemos miedo del problema, de sus consecuencias, estamos atrapados en nuestras propias búsquedas, las búsquedas de nuestros propios deseos.
7 de agosto de 1949.-
Obras completas, Tomo V, Ed. Kier, Buenos Aires, Primera Edición, 1998, págs. 368 y 369.-