“El señuelo de la iluminación”
Los sacerdotes de todo el mundo, tanto cristianos como budistas, tibetanos o hindúes, han difundido siempre la promesa de algo superior: “Si hace esto, irá al cielo; y ni no, al infierno”, de lo cual existen diferentes versiones; el hinduismo ha hecho su propia interpretación, y las demás religiones la suya; pero eso es irrelevante. De manera que nuestras mentes están poderosamente condicionadas por algo distinto de “lo que es” –y ese algo distinto puede ser la tierra prometida, la tierra del nunca-jamás, el cielo, la iluminación, el nirvana, el moksha de los hindúes… –; cómo no sé qué hacer con esto, con “lo que es”, todo mi anhelo está puesto en aquello.
Hay multitud de maneras de expresarlo. Los comunistas quieren un Estado perfecto, un medio ambiente perfecto, pero el problema es el mismo, es la misma cuestión expuesta con diferentes palabras: el mañana. Luego tal vez ésta sea una de las razones fundamentales de que los seres humanos no cambien: el hecho de tener este perfecto principio supremo al que en la India llaman Brahman, –o nirvana, los budistas–, cielo, los cristianos, etcétera. Tal vez ésta sea una de las principales razones por las que no cambia el ser humano, o tal vez lo sea el ideal de la perfección: la idea del hombre o la mujer perfectos. Todo ello significa que “lo que es” no importa, que lo importante es ese ideal: el Estado perfecto, lo que no tiene nombre; luego a uno le trae sin cuidado “lo que es”, no lo mira, sino que lo traduce comparándolo con “lo que debería ser”. ¿Comprendo todo esto? Espero estar siendo lo bastante claro. Hemos creado una dualidad: “lo que debería ser” y “lo que es”, y estamos diciendo que ésta puede ser una de las razones primordiales por las que los seres humanos no cambian.
Cuando existe esta división entre “lo que es” y “lo que debería ser”, es decir, lo supremo, el conflicto es inevitable, ¿entiende? –el enfrentamiento entre árabes y judíos, por ejemplo–. Allá donde haya división habrá conflicto, ésa es la ley; y se nos ha condicionado a aceptar esa división y a vivir divididos entre lo uno y lo otro. “Lo que debería ser” es el resultado de no saber qué hacer con “lo que es”, o se ve como un recurso para deshacerse de ello, ¿comprende?, de modo que uno está en conflicto. ¿Por qué ha creado la mente “lo que debería ser” en lugar de entregarse de lleno a “lo que es”? ¿Por qué ha hecho esto la mente? ¿Por qué ha hecho esto el pensamiento?
El pensamiento, si es que se da cuenta en absoluto, sabe que ha creado “lo que es”, y dice: “Esto es sólo un fragmento, es transitorio; aquello en cambio es permanente”, ¿entiende? Este “lo que es” es transitorio, por lo tanto el pensamiento concibe el principio supremo y le atribuye carácter permanente… Eso es lo que se dice el pensamiento: que esto es perecedero y aquello es eterno; pero ambas cosas son creación suya. ¿De acuerdo? Dios, el Salvador… son todos producto del pensamiento para plasmar “lo que debería ser”.
Una vez que el pensamiento ha establecido esta división, añade: “No puedo resolver esto, luego voy a tratar de alcanzar aquello”. Mire, cuando se percibe la verdad de esto, aquello no existe; esto es cuanto hay. Me pregunto si lo ve. El pensamiento ha creado el ideal perfecto, el Estado perfecto, el nirvana, moksha y el cielo perfectos porque no sabe qué hacer con “lo que es”, con este sufrimiento, con esta agonía y esta ignorancia impenetrable; por eso ha creado esta división. ¿Ve usted que esto es verdad? No le pido que lo corrobore verbalmente ni que lo acepte; se trata no de que vea su lógica, sino la verdad que hay en ello. Si la ve, entonces aquello –lo perfecto, el ideal—no existe, puesto que uno no sabe nada acerca de ese ideal: es una mera proyección del pensamiento. Y ahora uno tiene la energía para abordar “lo que es”; en lugar de derrochar su energía ahí afuera, cuenta con ella para afrontar lo que está sucediendo. ¿Ve la diferencia? ¡Por el amor de Dios!, ¿la ve? Dispone de esa energía para hacer frene a “lo que es”.
En este momento debe usted aprender a mirar, a observar “lo que es”. Ahora ya no se encuentra ante la dualidad generada por “lo que debería ser”; existe “lo que es” únicamente. ¿Empieza a darse cuenta de lo que esto implica? Cuando “lo que debería ser”, el principio supremo, desaparece, sólo tiene esto, que, a diferencia de aquello, es un hecho; y uno sólo puede hacer frente a los hechos. Cuando no hay dualidad, porque uno ha visto la verdad respecto a ella, sólo existe una cosa, por ejemplo la violencia; nada más, no la no violencia, que es la idea de “lo que debería ser”; y uno tiene entonces la energía para afrontarla.
¿Qué es la violencia? Examínela un poco conmigo. La violencia es ira, competitividad, imitación, conformidad de diversa índole; en el plano psicológico es todas estas cosas, pero esencialmente es comparación: “Soy esto, y quiero, debo, ser aquello”. Eso es la violencia; no sólo el echar bombas. La violencia física es una cuestión bastante distinta, es producto de una sociedad corrompida e inmoral, y no vamos a entrar en eso.
Luego hay una sola cosa: la violencia. ¿Qué es lo importante de ella? ¿Cuál es su naturaleza? Acabamos de describirla, más o menos, y aunque quizá no esté de acuerdo con esa descripción, usted sabe a qué nos referimos por “violencia”: celos, ira, odio, enojo, arrogancia, vanidad…; todo esto constituye su estructura. Esa violencia va acompañada de una estampa, de un perfil que forma parte de la imagen que tengo de mí mismo. Bien, ¿puede la mente estar libre de esa imagen? Porque mientras esa imagen exista, mientras exista esa estampa que se ha formado a través de la sensación, a la que se ha añadido el pensamiento, la imagen… ¿Está siguiendo lo que digo? Como ser humano me doy cuenta de que mientras exista esa imagen que el pensamiento construye al sumarse a la sensación –y que soy yo–, inevitablemente seré violento, pues la violencia significa “usted “ y “yo”, “nosotros” y “ellos”. La violencia estará presente mientras la imagen exista. No obstante, esa imagen se origina sólo cuando el pensamiento se apodera de la sensación; en cambio, si la sensación es completa, no hay lugar para la imagen, y entonces uno puede afrontar “lo que es”. Me pregunto si lo ha comprendido.
Mire, estoy enfadado o siento odio hacia alguien –no es así, es sólo un ejemplo–. Odio a alguien porque se ha comportado conmigo de modo ofensivo, me ha hecho daño, etcétera. Mi respuesta es instintiva, puesto que soy una persona de cierta inteligencia, un ser humano bastante normal, es decir: “No debo odiarle; eso no está bien” O sea, que ahora tengo dos imágenes: la del odio, y la de que no debo odiar, y se establece una batalla entre ellas dos. Una me insta a controlar, a reprimir, a cambiar, a no ceder al impulso, ¿me sigue?; está ahí todo el tiempo mientras esas dos imágenes existan. Y yo sé –me he dado cuenta de ello profundamente– que las imágenes se forman cuando el pensamiento se suma a la sensación; eso es un hecho y me he dado cuenta de él. Luego desecho el no odio, ¿comprende?, y lo único tengo entonces es este odio, este enfado, esta ira. Pero ¿qué es este sentimiento creado a través de la imagen y debido a la acción de otro? Usted le ha hecho algo a esa imagen que soy yo, y esa imagen ahora está dolida; su reacción al dolor, por lo tanto, es la rabia. Sin embargo, si la imagen no existe, si el pensamiento no se añade a la sensación y no se crea una imagen, lo que haga no me afecta, ¿entiende? No hay herida, no hay odio…, y eso es entonces “lo que es”. ¿Ha comprendido algo de todo esto?
Así pues, he visto que los seres humanos no cambian porque constantemente derrochan su energía o ejercen la voluntad, lo cual consideran extraordinariamente noble y a lo cual llaman “libertad de elegir”. Además, el no saber qué hacer con “lo que es” los lleva a proyectar “lo que debería ser”; y quizá tampoco cambian porque aquello, nirvana, moksha, el cielo, tiene para ellos mucha más importancia que “lo que es”. Éstos son los obstáculos que impiden al ser humano cambiar; éste es el por qué no se transforman radicalmente. Si ha comprendido esto profundamente, con su sangre, con su corazón, con todos sus sentidos, verá que tiene lugar una extraordinaria transformación sin el menor esfuerzo.
Krishnamurti, ¿Puede cambiar la humanidad?, (Diálogo de Krishnamurti con estudiosos budistas), pg 242 a 246, Ed Kairós, España.-