… Si usted camina por el pueblecito, a través de su única calle, con muchas tiendas, la panadería, la fotografía, la librería y el restaurante, bajo el puente, pasa la sastrería, por otro puente pasa el aserradero, entonces entra en el bosque y continúa a lo largo, junto al arroyo, mirando todas esas cosas con sus ojos y todos sus sentidos bien despiertos, pero sin un solo pensamiento en la mente, entonces sabrá lo que significa no estar separado de nada.
Usted sigue el arroyo por una milla o dos, de nuevo sin una sola vibración del pensamiento, mirando el agua impetuosa, escuchando su sonido, viendo su color, la enorme masa verde gris del torrente, mirando los árboles y el cielo azul a través de las ramas, y también las verdes hojas, otra vez sin un solo pensamiento, sin una sola palabra, entonces sabrá lo que significa sentir la ausencia de espacio entre usted y la brizna de hierba.
Al pasar a través de la pradera con sus miles de flores en todos los colores inimaginables, desde el rojo brillante al amarillo y púrpura, y la lustrosa hierba verde, nítidamente lavada por la lluvia de la noche anterior, abundante y fresca, de nuevo sin un solo movimiento de la mecánica del pensamiento, entonces sabrá lo que es el amor.
Mirar el cielo azul, las altas nubes, plenamente colmadas, las verdes colinas con sus claros perfiles frente al cielo, la hierba abundante y la flor marchita, mirar sin una palabra del ayer, entonces, cuando la mente está por completo serena, silenciosa, sin ser perturbada por ningun pensamiento, cuando el observador está en absoluto ausente, en ese momento hay unidad.
No es que uno esté unido a la flor, o con la nube o con esas colinas curvilíneas, hay más bien un sentimiento de total no ser en que cesa la división entre usted y el otro. La mujer que pasa con los víveres comprados en el mercado, el enorme perro alsaciano, los dos niños que juegan a la pelota, si uno puede mirarlos a todos sin una palabra, sin compararlos, sin asociarlos, en este momento cesa la disputa entre el uno y el otro.
Este estado, donde no hay palabra ni pensamiento, es la expansión de la mente que no tiene frontera, que no tiene límites dentro de los cuales puedan existir el yo y el no yo. No piense que esto sea imaginación, o algún vuelo de la fantasía, o alguna experiencia mística, no lo es. Es tan real como la abeja que se posa en esa flor, o la niña montada en su bicicleta o el hombre que sube la escalera para pintar la casa; todo el conflicto de la mente, provocado por la separación, ha cesado.
Miramos sin la mirada del observador, sin el sentido de la palabra y sin la mirada del ayer. La mirada del amor es diferente a la del pensamiento. Una lleva la dirección que el pensamiento no puede seguir, y la otra conduce a la separación, al conflicto y al dolor. De este dolor no podemos pasar a la otra. La distancia entre las dos es obra del pensamiento y éste no puede mediante paso alguno alcanzar la otra.
Cuando usted regresa de las pequeñas quintas, de las praderas y de la vía del ferrocarril, verá que el ayer ha terminado. La vida comienza cuando cesa el pensamiento.
Capítulo 19, Editorial Krishnamurti, pags: 213/214