(…) Si no me conozco a mí mismo y estoy confundido, cualquiera que sea la acción que haga tiene que llevar a mayor confusión. Por lo tanto, he de conocerme a mí mismo. Tengo que averiguar profundamente la estructura de mi naturaleza, el andamiaje sobre el que se apoyan mis actividades, los patrones dentro de los cuales funciono, la trayectoria que sigo, las direcciones que me ha fijado la sociedad o que yo mismo me he fijado. Tengo que comprender el impulso que me lleva a hacer cosas de manera coherente o contradictoria. Para comprender todos estos problemas de si existe un Dios, de si existe la verdad, qué es la meditación, quién es el meditador, el cual es más importante que la meditación, tengo que conocerme a mí mismo completamente. ¿Ven la importancia de conocer por sí mismos lo que son? Porque sin ese conocimiento, hagan lo que hicieren, será hecho en la ignorancia, y por lo tanto, en la ilusión y la contradicción. De esta forma habrá confusión, sufrimiento y todo lo demás. ¿Está claro? Uno tiene que conocerse, no sólo a nivel consciente, sino también en los niveles más profundos de sí mismo. Esto tiene que estar claro, y tienen que conocerlo por ustedes mismos, no porque yo lo diga…
Ahora bien, ¿cómo he de conocerme a mí mismo? ¿Cuál es el procedimiento?¿Haré caso de las autoridades, de los especialistas que al parecer han investigado y hay llegado a cierras conclusiones, que quizás luego otros psicólogos o filósofos alteren o confirmen? No digan “no”. Si no lo hago así, ¿cómo he de comprenderme? Todas las investigaciones, tanto de filósofos y de maestros del pasado –en eso la mente hindú ha penetrado a gran profundidad—como las de los modernos, están impresas en mi mente, de manera consciente o inconsciente. ¿Debo seguirles, por lo tanto, puesto que yo sólo estoy empezando y ellos se me han adelantado; y luego iré más allá de donde ellos han llegado? ¿O no seguiré a nadie, sino que me observaré a mí mismo? Si puedo mirar en mí lo que es, estoy viéndome a mi mismo como el resultado de todo lo que estos filósofos, maestros y salvadores han dicho. Así pues, no tengo que seguir a nadie. ¿Está eso claro? Véanlo, por favor, no lo dejen para más tarde…
Mi mente es el resultado de las cosas que se han dicho, no sólo en el presente, sino también en el pasado, por boca de muchos maestros, las cuales no solamente han sido aceptadas, sino que han penetrado como una ola. Soy el resultado de todo eso. Por lo tanto, lo que he hacer es observarme, leer el libro que soy yo mismo. ¿Cómo he de leer, con cuánta claridad he de observar para que no haya distorsiones? Quizás lleve lentes de color, tal vez tenga ciertos prejuicios y conclusiones que me impidan mirarme. Ver todo eso significa la observación de mí mismo. ¿Qué haré, pues? Como estoy condicionado, no puedo verme en completa libertad, por consiguiente, he de estar atento a mi condicionamiento. Hay que preguntarse, pues: ¿Qué significa “estar atento”?..
Prosigamos. No puedo verme totalmente en libertad porque mi mente no es libre. Tengo docenas de opiniones y de conclusiones y un sinfín de experiencias. He recibido una educación. Todo ello forma parte de mi condicionamiento. Por lo tanto, tengo que estar atento a esos condicionamientos que son parte de mi mismo. En primer lugar hay que saber y comprender lo que significa estar atento, darse cuenta…
Estoy observando; quiero aprender acerca de mi mismo. El “mi mismo” es movimiento, el “yo” no es estático; está vivo, activo, se mueve en distintas direcciones. De modo que si aprendo con la mente y el cerebro, que es el pasado, ello me impide aprender acerca de mí. Si ustedes lo ven, siquiera por una vez, entonces la próxima pregunta es: ¿Cómo puede la mente liberarse del pasado, a fin de aprender acerca de sí misma, la cual está renovándose constantemente? ¡Vean la belleza de esto, lo estimulante que es! Quiero aprender acerca de mí mismo, y el “mí mismo” es algo vivo, no es una cosa muerta. Pienso de este modo un día, y al otro, quiero algo distinto; ésta es una cosa viva, en constante movimiento. Y para observarla, aprender sobre ella, la mente tiene que ser libre. Por lo tanto, si lleva la carga del pasado no puede observar (…)
Editorial Kier, Primera Edición, Páginas: 76/78 y 82.-