(…) ¿Qué es el conflicto? Cuando no aceptamos los hechos, lo que realmente es, cuando escapamos hacia algo llamado un ideal –el opuesto de “lo que es”– entonces el conflicto es inevitable. Cuando uno es incapaz de mirar y observar lo que realmente está haciendo y pensando, entonces evade lo que es y proyecta un ideal; en consecuencia, hay conflicto entre “lo que es” y “lo que debería ser”
(…) Por lo tanto, cuando existe esta división entre “lo que es” y “lo que debería ser”, tiene que haber conflicto, es inevitable. Ésta es una ley –no una ley de quien les habla, sino que es una ley. Vamos, pues, a investigar por qué los seres humanos nunca se han enfrentado a “lo que es” y siempre han estado intentando escapar de ello.
(…) Decimos, pues, que cuando no hay dualidad, es posible vivir sin conflicto. Cuando uno alcanza cierto estado de conciencia, no hay una real dualidad –sólo existe “lo que es”. ¿Está claro? ¿Estamos todos juntos en este problema? Hay personas que me han hablado muchísimo de esas cuestiones –los filósofos de ustedes, los pundits vedanta y los eruditos. Pero ellos, igual que la gente común, viven en la dualidad (no la dualidad física, hombre y mujer, alto y bajo, piel clara y oscura –eso no es dualidad). Y existe la idea de que el conflicto es necesario porque vivimos en la dualidad y, por lo tanto, aquellos que están libres de los opuestos son los seres iluminados. Ustedes inventan alrededor de eso una filosofía; leen sobre ello, lo aceptan; leen todos los comentarios y se quedan clavados donde están. Mientras que quien les habla sostiene que, de hecho, la dualidad no existe ahora. Uno no se libera de la dualidad cuando alcanza ciertas ‘alturas espirituales’; ustedes jamás alcanzarán ‘alturas espirituales’ si tienen dualidades ahora, ni tampoco las alcanzarán en alguna rencarnación futura o al final de sus vidas. Quien les habla dice que sólo existe “lo que es”, que no hay nada más. “Lo que es”, es el único hecho. Su opuesto no es un hecho, no tiene realidad. Espero que esto quede muy claro, aun cuando sólo lo sea desde el punto de vista lógico, racional. Si ustedes están ejercitando la razón, la capacidad de pensar con lógica, verán que es obviamente más importante comprender “lo que es” que “lo que debería ser”. Pero nos aferramos a “lo que debería ser” porque no sabemos cómo habérnoslas con “lo que es”. Utilizamos el opuesto como una palanca para liberarnos de “lo que es”.
De modo que sólo existe “lo que es” y, por lo tanto, no hay dualidad. Existe solamente la codicia y no la no-codicia. Cuando uno comprende la profundidad de la violencia sin escapar de ella, sin evadirse hacia ciertos ideales necios de no-violencia, cuando uno mira, cuando observa la violencia muy de cerca, lo cual implica reunir toda la energía que uno ha derrochado en perseguir el opuesto –cuando tratamos de reprimir la violencia, éste es un derroche de energía que implica conflicto– si uno hace todo eso, entonces no hay conflicto, no hay violencia. Por favor, entiendan esto.
Supongamos que uno envidioso, que siente envidia de otro que es muy hábil, brillante, inteligente, sensible, que ve y goza la belleza de la tierra y la gloria del cielo, mientras que para uno eso no significa nada. Uno quiere ser como él. De modo que empieza a imitarlo, imita su modo de caminar, de mirar, de sonreír; sin embargo, uno sigue siendo codicioso. Aunque nos hayan educado desde la infancia para que no seamos codiciosos, no hemos comprendido que ese “no” es meramente el opuesto de lo que somos. Nos han educado, nos han condicionado; los libros que nos han hecho leer dicen que la dualidad existe, y hemos aceptado eso. Es muy difícil romper ese condicionamiento que, desde la infancia, nos impide comprender este hecho tan simple; que solo existe “lo que es”.
Lo bueno no es lo opuesto de lo malo. Si lo bueno nace de lo malo, entonces lo bueno contiene lo malo. Considerémoslo muy cuidadosamente, trabajen en ello, ejerciten sus cerebros, de modo que puedan vivir siempre “con lo que es”, con lo que realmente ocurre externa e internamente. Cuando son envidiosos, vivan con ese hecho, obsérvenlo. Además, la envidia es un proceso muy complejo, forma parte de la competencia, del deseo de progresar –políticamente, religiosamente y en los negocios. A uno lo han educado así, y romper con esa tradición exige una observación muy intensa –no haciendo de ella el opuesto de la tradición, sino simplemente observando lo que la tradición es de hecho. Quien les habla espera estar poniendo esto muy en claro. Todos ustedes son personas que siguen la tradición y repiten psicológicamente, incluso intelectualmente, lo que se les ha dicho; sus religiones se basan en eso.
Por lo tanto, una vez que vean el hecho, el hecho de que tan sólo existe “lo que es”, y observen con toda la energía de que disponen, verán que eso “que es” no tiene valor ni importancia, es por completo inexistente.
A uno le han dicho desde la infancia que debe ser bueno. La palabra “bueno” es una palabra anticuada, pero es realmente una bella palabra. Ser bueno significa ser correcto, correcto en el hablar, correcto en el comportamiento –no conforme a una idea de lo que es correcto. Ser correcto implica ser preciso, exacto, no presuntuoso. Pero uno no es bueno. Y los padres de uno, los maestros y educadores dicen: “Se bueno”; por lo tanto, se crea un conflicto entre lo que uno es lo que debería ser. Y uno no comprende el significado de esa palabra; esa palabra, además, es muy, muy sutil, exige mucha investigación. Ser bueno quiere decir también ser completamente honesto, lo cual significa que uno se comporta no de acuerdo con alguna moda o tradición, son con un sentimiento de gran integridad –integridad que posee su propia inteligencia. Ser bueno significa también ser total, no fragmentado. Pero estamos fragmentados, gracias a la caótica tradición en que nos han educado. Lo importante no es definir la bondad, sino descubrir por qué el cerebro, que además es muy sutil y contiene en sí una gran profundidad, por qué un cerebro semejante ha seguido la tradición. (…) Ustedes piensan que eso es seguro, pero es irreal, ilusorio. Y no escucharán lo que dice quien les habla, porque tienen miedo de quedarse sin tradición alguna, porque temen vivir enteramente con la propia atención.
La creencia en Dios es para ustedes la seguridad final. ¡Vean lo que ha hecho el pensamiento! Ha creado una imagen de Dios que después ustedes adoran. Eso es adorarse a sí mismos. Y entonces comienzan a preguntar quién ha creado la tierra, quién ha hecho los cielos, el universo, etcétera. Así es como la tradición empieza a destruir la mente humana. Ésta se ha vuelto repetitiva, mecánica, carece de vitalidad –excepto para ganar dinero, ir todas las mañanas a la oficina por el resto de sus vidas y, al final de ello, morirse. Es, por lo tanto, importante descubrir si pueden librarse de la tradición y, de ese modo, vivir sin un solo conflicto; vivir cada día con “lo que es” observar “lo que es” no solamente fuera sino dentro de cada uno de ustedes. Entonces crearán una sociedad libre de conflictos.
Conferencia del 27 de diciembre de 1981, en Madrás, India.-
Krishnamurti, La llama de la atención, Editorial Errepar, Buenos Aires, pg 51 a 64