Interlocutor: Durante su primera plática usted habló de erguirse contra la corrupta e inmoral sociedad, como una roca sobresaliendo en medio de la corriente de un río. Yo encuentro confuso esto, porque para mí la roca significa que uno es un extraño en su propia vida, y un extraño semejante no necesita erguirse contra nada ni contra nadie. Su respuesta y su clarificación son muy importantes para mí.
KRISHNAMURTI: En primer lugar, ¿está claro para nosotros a qué nivel, a qué profundidad estamos usando la palabra “corrupción”? ¿Qué implica esa palabra? Está la corrupción física, la contaminación del aire en las ciudades, en los pueblos. Los seres humanos están destruyendo los mares, han matado a más de cincuenta millones de ballenas, están matando a los cachorros de focas… Después tenemos la corrupción política, religiosa, etcétera. Si usted viaja por el mundo y observa y habla con la gente, ve corrupción en todas partes, y más aún, desgraciadamente, en esta parte del mundo, donde pasan el dinero bajo la mesa (si uno quiere comprar una entrada tiene que sobornar al que la vende). La palabra “corromper” significa quebrantar, dividir. Pero, básicamente, la corrupción que reina en todas partes está en la mente y en el corazón. Debemos tener en claro, pues, si estamos hablando de la corrupción financiera, burocrática y política, o si hablamos de la corrupción en el mundo religioso, que se halla acribillado por toda clase de supersticiones ‑sólo un montón de palabras que han perdido todo significado, la repetición de rituales y todas esas cosas-. ¿No es corrupción eso? Los ideales, ¿no son una forma de corrupción? Usted puede tener ideales, digamos, de no-violencia. Debido a que es violento, tiene ideales de no‑violencia, pero mientras está persiguiendo los ideales, usted es violento. Por lo tanto, ¿no es eso la corrupción de un cerebro que pasa por alto la acción necesaria para terminar con la violencia? ¿Y acaso no se genera corrupción cuando no hay amor en absoluto, sólo placer, que es sufrimiento? En todo el mundo, esta palabra “amor” está fuertemente adulterada y se la ha asociado con el placer, con la ansiedad, los celos, el apego… ¿No es corrupción eso? El apego, ¿no es en sí mismo corrupción? Cuando estamos apegados a un ideal, a una casa o a una persona, las consecuencias son obvias: celos, ansiedad, afán posesivo, todo eso y mucho más. Cuando usted investiga el apego, ¿no descubre que es corrupción?
En cuanto a su pregunta acerca del símil de erguirse como una roca en medio de la corriente, no lleve el símil demasiado lejos. Un símil es una descripción de lo que ocurre, pero si da mucha importancia al símil, pierde la significación de lo que realmente está ocurriendo.
La sociedad en que vivimos se basa esencialmente en la relación de unos con otros. Si en esa relación no hay amor, tan sólo explotación mutua, consuelo mutuo en varias formas diferentes, es inevitable que ello genere corrupción. ¿Qué hará, pues, con respecto a todo esto? Éste es un mundo maravilloso en su belleza, la belleza de la tierra, la cualidad extraordinaria de un árbol… y estamos destruyendo la tierra como nos destruimos a nosotros mismos. ¿De qué modo, pues, actuará usted como ser humano que está viviendo aquí? Si nuestra relación mutua es destructiva, con su lucha constante, su esfuerzo, su pena, su desesperación, entonces crearemos por fuerza un ambiente que representará aquello que somos. ¿Qué es, entonces, lo que va a hacer al respecto cada uno de nosotros? Esta corrupción, esta falta de integridad, ¿es una abstracción, una idea, o es una realidad que queremos cambiar? Es asunto de ustedes.
Oponerse a la Sociedad, Madrás, 1991. En Encuentro con la vida, Editorial Edhasa, 1993.-