UNA PEQUEÑA HISTORIA SOBRE EL EGO

toranzoHace algunos meses atrás fue noticia en la Argentina un accidente vial que tuvo como protagonistas a los jugadores de un club de fútbol, uno de ellos estuvo en riesgo de perder alguno de los dedos de su pie más hábil. Un niño simpatizante del equipo al que pertenece le ofreció sus dedos para que pudiese volver a jugar, ya que él, dijo, no los iba a necesitar tanto, porque se dedicaría en el futuro a otra actividad. Más allá de la ternura que ese acto nos despierta, cabría preguntarse si ese mismo niño con el paso del tiempo haría de corazón una oferta semejante. La obvia respuesta nos marca, con una claridad que muchas veces ningún discurso o conferencia puede brindarnos, el obstáculo que es la construcción del ego en nuestra psiquis para que el amor se encuentre efectivamente en nuestros vínculos interpersonales. Sin llegar a excesos, como podría ser en el caso una mutilación, lo cierto es que en muchas supuestas pequeñas cosas no estamos dispuestos a desprendernos de nada que atente contra nuestra imaginaria preservación. No lo hacemos solo con las cosas, sino también con nuestra ideas, nuestras creencias, nuestra ideologías o simplemente con una circunstancial postura. La inmensa mayoría de los problemas y conflictos con nuestros  semejantes surgen de esa fuente. Es  que el «soltar» en cualquiera de sus formas es para nosotros una ardua tarea…

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