En ocasión del Mundial de Fútbol de Brasil, hace ya cuatro años, realizamos el siguiente comentario que, en lo esencial, por su vigencia reproducimos:…»son muy pocas las oportunidades en que el ser humano (o la mayoría de ellos) puede sentirse igualado a otros, sin distinción de clases sociales, poderío o status de cualquier naturaleza. Los extremistas intelectuales critican con despectiva soberbia las emociones que se generan tras un mero partido de pelota, los patrioteros se emocionan hasta las lágrimas cuando escuchan sus himnos nacionales y, con una simplificación alarmante, creen que logrando un gran equipo podrán generar por efecto contagio condiciones para que sus países vivan mejor, minimizando la violencia, las divisiones y el fraccionamiento social. Quizás, ni una cosa ni la otra…La cuestión sigue siendo la misma, debemos comprender que lo de afuera es simple entretenimiento y si lo concebimos así podremos vivirlo también de ese modo.
Existe en nosotros una tendencia a confundir las funciones que cada cosa tiene en nuestras vidas, como no tenemos orden interno, los eventos con fuerte carga de emotividad nos alejan de nuestro centro y así como en muchos otros ordenes, pretendemos cubrir nuestros vacios con la ingesta indiscriminada de actividades deportivas (como también otras), y observamos que cesado el bombardeo intenso por vía de los medios de comunicación, muchos caen sin reconocerlo en una sensación de ausencia de «algo», con cierta tendencia depresiva. En realidad ese algo es lo ausente permanente…