1Particularmente en Argentina, la inmensa mayoría de las personas dirían que en los últimos tiempos no han cesado de recibir malas noticias. Los medios de comunicación, en general, adoptan el sencillo y redituable camino de la repetición fácil y mediocre de los objetivamente negativos datos de la economía. Los economistas, que de psicología poco saben, no dejan, pese a sus pergaminos, de equivocarse alarmantemente. Como siempre decimos (y seguiremos diciendo), los problemas humanos son mucho más profundos que el dato sobre el valor de la moneda de la principal potencia mundial. Y no porque carezcamos de la sensibilidad suficiente para darnos cuenta de los problemas sociales de que de tales situaciones derivan, sino porque estamos convencidos que detrás del velo de la «realidad» subyace un ser ser humano que en su crónica insatisfacción consciente o inconsciente genera una sociedad enferma de angustia, incertidumbre e inseguridad personal, retroalimentando mecánicamente un sistema que permanentemente se muerde la cola. Pero, en el lado B de esa misma sociedad, miles de personas que muy poco trascienden, realizan actos cotidianos de solidaridad, amor y respecto a su semejante.Enfermeras que por unos pocos pesos de sueldo, atienden amorosamente a enfermos que en muchos casos están solos; docentes que entregan su cariño y su tiempo a niños y jóvenes, con la convicción de que contribuyen para la formación de hombres y mujeres mejores; anónimos que dan su tiempo y amor para discapacitados; innumerables personas que intentan crear conciencia sobre la preservación del medio ambiente y la cruel eliminación de nuestros hermanos animales; millones que luchan por la igualdad y la libertad en todos los terrenos…Esas buenas noticias se encuentran normalmente eclipsadas por el gigantesco planeta de los intereses mercantiles.