Presenciamos en estas épocas en Occidente una muy interesante y positiva corriente tendiente a instalar como valor indiscutible la igualdad de género, ello se encuentra indisolublemente ligado, centralmente, a la violencia que los hombres ejercen sobre las mujeres de modos directos o sutiles. Como ocurre cuando removemos un hormiguero, distintas personas que hasta ahora guardaban un «sobrio y caballeroso» silencio salen a la superficie exteriorizando sus más ancestrales y anquilosadas creencias disfrazadas (muchas veces inconscientemente), con el nombre de convicciones. Pero la hipocresía y el negocio a costa de cualquier noble propósito siempre se hace presente. Muchas mujeres del mundo del espectáculo que hasta hace muy poco lucraban consciente e inescrupulosamente con la mercantilización de sus cuerpos, ahora recuerdan las injusticias y abusos a las que fueron sometidas, lo que adicionalmente les permite tener mayor pantalla. Mientras tanto, las grandes corporaciones de la comunicación con la amoralidad que preside sus decisiones, compiten para exhibir quien es más libre o descubrir detrás de esa prestigiosa figura del entretenimiento al monstruo que hasta ahora nadie había visto. El machismos no es una cuestión de género, lo encontramos en los hombres más conservadores como en las mujeres más modernas, es una creación cultural derivada necesariamente del sistema social patriarcal. La guerra es la expresión final más abyecta de ese sistema, gana el que tiene más fuerza…