EL IDEALISMO, EL PROGRESISMO Y OTRAS PALABRAS…

Damos por sentadas cuestiones, muy habitualmente, como verdades incontrovertibles, producto de una aceptación mecánica y acrítica de los postulados que la sociedad y el sistema imponen como valores positivos. Por ejemplo:¿ a quien se le podría ocurrir que tenga algo de «malo» ser idealista?. Pero resulta que en nombre del idealismo se han perpetrado en la historia de la humanidad las peores matanzas y se han consolidado, en la práctica, las actuales injusticias que el mundo muestra. Otro ejemplo: últimamente es habitual escuchar por todos los medios que los políticos se autotitulan «progresistas» como modo de anticipar que no son de derecha, conservadores o algo parecido. Por lo menos en América Latina, el cartel de progresismo en la cabeza de cualquier político es el mejor antídoto contra cualquier avance de los sectores «reaccionarios»…Pero en realidad la verdadera raíz histórica del concepto se vincula a los sectores más lúcidos del capitalismo del siglo XIX. En síntesis, fueron los padres del modelo que hoy ha derivado en lo que llamamos Sociedad de Consumo, basada en la idea de la explotación ilimitada e irrefrenada de los recursos, que en nuestro siglo XXI nos ha llevado no solo a la injusticia social crónica, sino también a la tremenda crisis ecológica que nos pone incluso en peligro de extinción.

Las palabras, que no son la cosa, sirven muchas veces para cambiar para que nada cambie, lo que ocurrirá siempre mientras no nos ocupemos del hombre como eje del cambio…

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